¿Por qué no hay más protestas contra el yihadismo?

Es notorio que EEUU y la mayoría de los gobiernos europeos han cometido errores en sus programas políticos como en su diplomacia en Oriente Medio. No hubo avances en articular políticas que seduzcan a la calle árabe y cautiven el corazón y las ideas de los musulmanes para alcanzar una victoria definitiva en la guerra contra el terrorismo yihadista. Los resultados están a la vista. El ejército del califato islámico (ISIS) es el emergente de los dislates de la administración Obama como de sus colegas Hollande y Cameron. Ellos lo crearon junto a Qatar y, posiblemente, nos lleven ahora a una nueva guerra cuyo resultado incierto puede abrir puertas a la profundización de la brecha entre Oriente y Occidente al intentar neutralizarlo. Continuar leyendo

Israel no es el problema

En esta columna de hoy, bien podría compartir con ustedes algunos hechos históricos fascinantes de la milenaria cultura árabe. También pensamientos y magníficas experiencias acerca de esa antigua cultura. Pero claro, en estos días, todas las personas parecieran estar en carne viva, hablan, entienden y hasta pareciera que tienen la solución a lo que está sucediendo en Gaza, con el conflicto Palestino-Israelí. Me referiré a ello solamente de paso y, en todo caso, será tema de un próximo análisis.

Hoy prefiero dedicar la mayor parte de mi artículo a pensar con ustedes sobre la amplitud del escenario geográfico de aquella región que conocemos como “mundo árabe” y al impacto de los hechos que allí se producen, algo que abordé en varios de mis artículos y análisis por los últimos años. Para ello, le solicito como lector localizarse específicamente en la zona que va de Marruecos a Pakistán, un área predominantemente árabe y musulmana, pero que también incluye significativas minorías de otras creencias.

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Venezuela y la maldición del petróleo

Con la atención centrada en los dramáticos acontecimientos de Ucrania, otro levantamiento contra el totalitarismo mucho más cercano a la Argentina no ha sido tratado mediáticamente como se merece. Sin embargo, la lucha por la libertad Latinoamericana no es menos importante; está en juego el futuro de Venezuela y ello puede tener un gran impacto en materia de reestructuración política regional e internacional. Un cambio democrático en Venezuela podría revertir la tendencia izquierdista autocrática que se inició en América Latina hace décadas e inspiro nuevos rumbos en Argentina, Ecuador, Nicaragua y Bolivia e incluso puede reorientar la dirección política de Brasil y Uruguay en función de la impronta de izquierda en estos últimos dos países.

A primera vista, Venezuela dispone de la quinta mayor reserva de petróleo del planeta, por lo que debería ser uno de los países más prósperos del mundo. Su importancia como productor es tal que el mercado energético de América del Norte no puede prescindir de abastecerse del petróleo venezolano. Su población, de unos 25 millones de habitantes no es lo suficientemente grande como para plantear problemas o exigir soluciones a la arraigada y masiva pobreza, pero tampoco es tan pequeña como para impedir el surgimiento de un fuerte mercado interno. Sin embargo, Venezuela es un ejemplo de fracaso en gestión política y una brutal frustración para su ciudadanía.

La era chavista desperdició rotundamente más de una década al arrojar el país a la nada. Los sangrientos acontecimientos de Caracas y las ciudades del interior muestran incluso que socialmente hay combustible hasta para una guerra civil.

La Venezuela actual remite a la paradoja de los pueblos árabes: gobernantes ricos y ciudadanos pobres. Los venezolanos son una víctima más de la famosa “maldición del petróleo” igual que en Oriente Medio. Recordando a gobernantes árabes en sus frases insensibles vino a mi mente el fallecido Rey Fahd. El monarca saudí solía decir que “el país petrolero ideal es aquel que tiene grandes reservas de petróleo y población pequeña”. En la década del ’70, Venezuela encajaba exactamente en esa definición. Sin embargo, lo que Fahd presumiblemente no tuvo en cuenta fue el efecto nefasto del enorme ingreso petrolero controlado por una élite estrecha de ideas y adicta a la corrupción de la izquierda internacional. Así, cuanto más petróleo extrae y vende Venezuela: sus gobernantes se vuelven más ricos y sus pobres más pobres en términos absolutos.

Al igual que los autócratas árabes, la elite chavista nunca tuvo interés en tomar riesgos de inversión para el desarrollo industrial, agrícola o ganadero a efectos de modernizar y ampliar esas industrias. El régimen no necesita del pueblo como fuerza de trabajo puesto que la producción de petróleo no requiere más que de un pequeño número de empleados, en su mayoría extranjeros. Tampoco necesita a la gente para votar por ellos porque se constituyo -de facto- en partido único y llegado el caso no duda en realizar fraude electoral. Peor aún, la élite chavista tampoco necesita de las personas como contribuyentes para financiar el estado. Los ingresos petrolíferos pagan holgadamente los gastos de sus fuerzas armadas y de seguridad al igual que su ejército de burócratas. Por último, ni siquiera necesitan de la gente para la defensa del país. Si ello fuera necesario esa tarea la llevarían a cabo las fuerzas militares de sus aliados interesados en el libre flujo de su petróleo.

Cuando el coronel Hugo Chávez Frías llegó al poder con una marea de votos que le otorgó legitimidad popular, en el año 1999, algunos idealistas latinoamericanos y europeos esperaban que Venezuela emergiese como superpotencia latinoamericana. Pero ese sueño quedó prontamente sepultado cuando Chávez se dio a conocer como hijo putativo de los hermanos Castro. Quince años más tarde, con Nicolás Maduro como sucesor de Chávez y presidente, el país se parece más a la escena de un accidente aéreo que a un estado petrolífero moderno. La inflación es casi de un 70 %, la tasa de desempleo de un 24 % y  la economía nacional, si alguna vez hubo tal cosa, va a la deriva y sin horizonte alguno. Más de la mitad de Venezuela sufre la escasez de alimentos básicos y los cortes de energía como el racionamiento se han convertido en ‘la normalidad’ en algunas provincias del interior del país.

Durante los últimos 15 años más de 2,4 millones de venezolanos emigraron (casi el 10 % de su población activa), entre ellos cientos de miles de profesionales. En contraste, Venezuela ha importado decenas de miles de personas procedentes de Cuba; terroristas fugitivos de las FARC colombianas y de la ETA vasca. Hoy, el régimen se apoya en una red de seguridad establecida por la inteligencia cubana y acredita 800 hombres en una desconocida misión diplomática persa que tiene más de militar de parte de Irán y Hezbollah reclutando personas de las comunidades de Oriente Medio y de la propia América Latina que a una verdadera función de una embajada acreditada normal y legalmente.

A pesar de su enorme riqueza petrolera, Venezuela es un país sin crecimiento, desarrollo, ni futuro, ello por exclusiva responsabilidad del régimen gobernante que ha sabido conseguir. En términos más amplios, incluso se ubica detrás de las naciones islámicas más pobres del planeta, como Pakistán. Sin embargo, existen áreas en las que Venezuela es líder mundial. El año pasado se registraron más de 25.000 asesinatos, por lo que es primero en el ranking de homicidios por delante de Honduras y Sudáfrica. Y con 113 ministros del gabinete, Venezuela arrebató a China la primera posición en lo que refiere a una pesada y corrupta plantilla de burócratas gubernamentales.

Nadie puede saber cómo finalizará la actual crisis. La vasta red de seguridad y las milicias populares creadas por el chavismo al militarizar su sociedad civil y politizar sus fuerzas armadas podrían ser desplegadas en su total capacidad para aplastar la revuelta popular de civiles desarmados. Con todo, una cosa es cierta, a pesar que Maduro todavía finge ignorarlo: la revolución chavista bolivariana es un enfermo terminal cuya agonía puede ser más o menos larga, pero su muerte es segura.

La mayoría de los venezolanos, incluyendo aquellos que inicialmente apoyaron a Chávez, hoy quieren seguir adelante sin el Socialismo del siglo XXI. Hay indicios que las fuerzas armadas podrían no estar dispuestas a matar más gente para mantener a Maduro en el poder. Al mismo tiempo, un movimiento militar al estilo egipcio se estaría gestando dentro de un reducido grupo del generalato. Aun así, la mejor solución sería que parte de la clase gobernante rompa con el régimen y promueva junto a la oposición una opción de poder político nuevo.

Como sea, salir de la ciénaga del chavismo será sólo el primer paso. El verdadero reto para Venezuela será encontrar la forma de deshacerse de la maldición del petróleo y encarar su destino de rico país productor en forma racional y responsable, y por sobre todo, sin olvidar los derechos y la libertad de sus ciudadanos para no repetir historias de los años ’70 que dieron la posibilidad de que personajes como los actuales estén destruyéndola como país.

¿Hacia dónde marcha Siria?

A medida que la crisis siria entra en su trágico cuarto año, la pregunta sigue siendo si el régimen del presidente Bashar Al- Assad será vencido y derrocado o si finalmente será capaz de someter a la oposición y mantener el poder en su devastado país. El número y la intensidad de las batallas diarias en toda Siria muestran que los tres años transcurridos no han inclinado la balanza claramente en favor de alguno de los contendientes. A pesar del apoyo ruso-iraní que el régimen dispone y del soporte que Arabia Saudita y Qatar brindan a los rebeldes, ambos bandos parecen estancados más allá de los combates y las victorias parciales.

Hace dos años, Assad trataba de comprar algunas semanas de tiempo con la comunidad internacional para establecer el control sobre algunas regiones que los rebeldes habían conquistado. A principios del año pasado, Bashar dijo estar de acuerdo -en principio- para negociar la incorporación de extra-partidarios a su gobierno con el fin de continuar ganando tiempo. Entonces ocurrió el ataque con gas neurotóxico en la zona de Ghouta, Damasco, ante lo cual, Assad nuevamente movió ficha confiando en las garantías de sus aliados rusos e iraníes e hizo una propuesta para entregar su arsenal de armas químicas. La propuesta era -y fue- también una táctica con la que Assad evito la intervención de EE.UU, y a través de la cual, obtuvo más tiempo para ejecutar su estrategia y finalizar la batalla aplastando a la oposición en varias ciudades en manos de los rebeldes.

Sin embargo, a pesar de todo el tiempo que el régimen se procuro, de las armas que adquirió de Moscú y Teherán, de los expertos y de la participación activa en los combates del Hezbollah libanes, Assad aún no ha logrado afianzar su control sobre toda Siria. El único éxito que ha tenido el régimen tanto como los grupos islamistas que lo combaten, ha sido la completa destrucción del país llevando a sus ciudadanos en un viaje sin retorno al enfrentamiento sectario y al odio más profundo a nivel comunitario.

Entrados ya en el cuarto año de una de las guerras más feroces que haya conocido la región para derrocar un régimen la mitad de la población siria está desplazada y perdió sus hogares, el 90% de ciudades y pueblos del país están destruidos y el número de muertos contabilizados por la ONU -hasta octubre de 2013 en que dejo de hacerlo- es de unas 175.000 personas. Al mismo tiempo, los combates se están desarrollando en los suburbios de Damasco en momentos en que el régimen parece haber consumido el tiempo que compró en el pasado cuando ofreció deshacerse de su arsenal químico. Assad y el Baath sirio saben que esta noticia no es buena para su supervivencia y no desean quedar expuestos ante la comunidad internacional sin su arsenal de armas tácticas. Pero puede que sean escasas para el régimen las posibilidades de ganar más tiempo. Moscú no desea que la crisis siria humille más aun a los EE.UU, pues tiene asuntos más importantes que atender en Crimea y Sebastopol y necesita buen clima con Washington. Esto último puede no ser bueno en el corto y mediano plazo para Damasco ni para Teherán.

Cabe preguntarse ¿qué ha pasado con el apoyo internacional a la oposición siria y al Ejército Sirio Libre (ESL)? ¿Tiene aun el mundo libre entusiasmo, capacidad y voluntad para armar al ESL, para ayudar a los millones de refugiados y participar en batallas políticas contra Assad e Irán en el escenario político internacional? Aquellos que creen en la oposición y apoyan el pueblo sirio -en particular Arabia Saudita, los Emiratos Árabes y Qatar- siguen comprometidos con su postura. Estos países dan cuenta de las amenazas que se plantean si abandonaran a la oposición. Ellos entienden que quitar su apoyo significaría la victoria del régimen iraní en el conjunto regional. También son conscientes que la tragedia se expandirá si abandonan su papel en la ayuda y que la lucha contra Assad debe ser llevada hasta el final.

La oposición también tiene una responsabilidad importante por su fracaso en conseguir apoyo político global y no ha sabido evitar los temores de la comunidad internacional respecto a su capacidad para administrar las zonas liberadas, sus habitantes y los recursos que le fueron dados ante la expansión e infiltración en suelo sirio de grupos criminales como el Frente Al-Nusra y el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS). Estos grupos han sido funcionales a los intereses del régimen amenazando las minorías y aterrorizando a la mayoría de las personas que se sublevaron contra el régimen, y con ello, colocaron al mundo en la dicotomía de brindar apoyo al mal menor, pero lo cierto es que han paralizado mucha ayuda occidental.

En todos los casos, la Siria actual no será nunca más la de antes. Seguramente no va a ser un camino de rosas construir una nueva Siria plural y tolerante entre las distintas sectas religiosas que la han compuesto en el pasado. La situación del país ha cambiado de manera dramática y para siempre. Assad y su régimen son parte de una historia que el mismo presidente ha decidido, no cuenta lo duro que pudo resultar tal decisión. Inclinándose por Irán y Hezbolllah, Assad ha mostrado a las claras su adhesión a las acciones de violencia dentro y fuera de la región.

Una transición rápida podría aliviar el sufrimiento del pueblo sirio que no dispone de demasiadas opciones y pareciera tener que escoger entre el mal menor sin encontrar una salida pacificada. Tanto el régimen como los islamistas no tienen mucho que ofrecer en dirección a la pacificación del país. Mientras tanto, el mundo se empeña en prolongar el derramamiento de sangre y el dolor de los ciudadanos sirios ante la brutalidad a la que los someten ambos bandos en el día a día.

Siria: el régimen compra tiempo

La noticia relevante con posterioridad a la llamada cumbre de Ginebra II sobre Siria ha sido que el presidente Assad ha llamado al dialogo. ¿Qué ha cambiado para que Bachar Al-Assad ahora esté pidiendo diálogo con la oposición? Es claro que hay muchos factores que se han movido, el más importante es el avance sobre el terreno del Ejército Sirio Libre (ESL) y su implacable persistencia. Ello a pesar de que indicadores recientes han puesto de manifiesto la abierta y flagrante interferencia iraní y del Hezbollah libanés en suelo sirio. La comunidad internacional teme la propagación del terrorismo debido a los crímenes de Assad y la interferencia de Irán, y pareciera que finalmente eso ha llevado al mundo a actuar. Parece que el paso más importante en este sentido ha sido, o será, permitir el flujo ilimitado de armas y tecnología militar a los rebeldes sirios, tal y como lo reveló recientemente el Washington Post, a pesar de que el periódico no anunció qué hay en realidad detrás de la oferta de ayuda a los rebeldes. Lo importante para el ESL es que el refuerzo armado se ha convertido en una realidad y esto se hará evidente en las próximas semanas. Continuar leyendo

Siria: se debe preservar la nación-estado por sobre el estado sectario

A medida que EEUU y Rusia se preparan para verificar los trabajos de desmantelamiento de las armas químicas en Siria, algunos think tanks en Washington y Moscú están tratando de revivir la idea de dividir el país devastado por la guerra en miniestados.

Todo es muy similar al debate previo a las elecciones de Irak en 2003, tras la liberación de la tiranía baasista de Saddam Hussein. Incluso una serie de libros editados recientemente en los EEUU avanzan sobre el tema de dividir Siria en miniestados, igual que el Irak actual fue repartido fácticamente en tres cantones: chiíta, sunita y kurdo.

Recuerdo exactamente un enfrentamiento verbal que tuvo sobre el tema el senador Joseph Biden, actual vicepresidente de los EEUU, con el senador John McCain. En esa discusión, Biden insistió en que Irak era un estado artificial y no podía sostenerse. Lo que el actual vicepresidente no entendía ni comprende actualmente es que todos los Estados árabes, y también los EEUU, son artificiales, sencillamente porque ninguno cayó del cielo completamente formado y menos en sus circunstancias actuales.

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Comunidad internacional y crisis Siria: “opciones estratégicas”

Dos años y cinco meses después del comienzo de la revolución siria y su posterior transformación en abierta guerra civil, la comunidad internacional se encuentra en una encrucijada histórica: intervenir directamente con el objetivo de destituir el régimen del presidente Bashar Al Assad para ayudar a construir un poder alternativo en Damasco o respaldar con poder suave a la oposición al punto de empujar al régimen a negociar su salida sin más opciones.

La administración estadounidense declaró el pasado 10 de junio que comenzaría el proceso de armar a la oposición. El Pentágono indicó que considera también otras medidas, incluyendo, muy posiblemente, una zona limitada de exclusión aérea sobre el asediado país. Pero incluso en este punto, el juego final de EEUU en Siria es incierto. Washington aún debe explicar sus planes estratégicos regionales con respecto de Irán y Hezbollah por un lado y a las milicias salafistas y yihadistas por el otro.

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Sin líneas rojas: el conflicto intersectario árabe

Cuando el influyente clérigo Yusuf Al-Qaradawi llamó en su sermón del pasado viernes a los musulmanes suníes a unirse masivamente a los rebeldes que luchan contra el régimen del presidente sirio, Bashar al-Assad, lo que hizo efectivamente fue quitar el manto de hipocresía reinante en el mundo árabe islámico en torno del desenfrenado enfrentamiento histórico entre sunitas y chiítas en el Oriente Medio.

Qaradawi dijo que no era su intención demonizar a todos los musulmanes chiítas -lo cual es difícil de creer conociendo sus posiciones- pero ese ha sido precisamente el efecto de sus palabras que inflamaron más aún la confrontación en curso. El clérigo suní denunció a la secta alawita (rama del islam chiita) a la que pertenece Bachar Al- Assad, como “más infiel que los cristianos y los judíos“. Extendiendo, precisamente, a todos los chiítas la demonización que indicó no iba a hacer. También sostuvo que la organización chiíta Hezbollah (cuyo nombre se traduce como “partido de Dios”) es realmente “el partido del diablo.”

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