El islam político está venciendo al islam tradicional

Si bien la ausencia de democracia no es un mal inherente al mundo árabe, todos los países que lo integran la sufren por igual. La dictadura propiamente dicha —aunque limitada a dos o tres de ellos: Irak ayer, Siria hoy y Libia ayer y hoy— afecta al resto y reduce al mínimo el ámbito de las libertades, lo cual pone a las falsas democracias aún más en evidencia, en la medida en que la ciudadanía no ha adquirido en ninguna de ellas la inmunidad suficiente para impulsar una transformación democrática.

Sin embargo, sería engañoso atribuir la crisis de la ciudadanía a una predisposición cultural cuando en realidad es un problema que afecta a la organización del Estado.

El mundo árabe posee el dudoso honor de ser la única región del mundo donde el déficit democrático que padecen todos sus miembros se conjuga con la excusa de hegemonía extranjera —la mayoría de las veces indirecta, otras únicamente económica—, que, en los casos más extremos, como Siria e Irak, se asemeja a una nueva forma de colonialismo. Y si no, que lo digan Vladimir Putin y sus pilotos de la Fuerza Aérea rusa. Continuar leyendo

Irak y Siria, una misma guerra

Hace aproximadamente un año, el presidente  de los EE.UU., Barack Obama, intentó justificar las diferencias en el enfoque y las posiciones de Washington sobre la crisis en Irak y Siria. Nadie comprendió muy bien la conducta de Obama, puesto que mientras enviaba drones, asesores militares y armas a Irak, en el caso de Siria sólo ordeno el envió de agua mineral, mantas y medicinas. En aquel entonces, Obama dijo que su administración estaba comprometida con la seguridad de Irak porque el país tenía un valor estratégico para los EE.UU. Mientras que en dirección al conflicto sirio la posición de la administración estadounidense solo se centrada en el frente “político y humanitario” y que no había planes para otro tipo de participación norteamericana allí.

La mayoría de los gobiernos de la comunidad internacional hablan de Irak y Siria por separado, igual que el presidente Obama. Sin embargo, esta división entre los dos países vecinos se basa en mapas antiguos, pero hoy día ya no es pertinente simplemente porque los hechos sobre el terreno muestran otra realidad ante el avance y las conquistas del Daesh (ISIS). Ya no hay más límites territoriales, guardias fronterizos, pasaportes, ni ejércitos que separan a Irak y Siria. Hoy, todos los puestos de control son de los hombres del Estado Islámico (ISIS), desde Anbar al oeste de Irak, hasta escasos kilómetros de Damasco la guerra y el terrorismo se han unido en ambos países. Así, se observa con claridad los planes y hasta el nombre que se dio a sí mismo el grupo terrorista: “Estado Islámico de Irak y Siria.”

La imagen presente es muy clara. Irak es una parte indispensable en la evolución de la crisis siria, y las fronteras de ambos países ya no existen más que en viejas líneas marcadas en el papel en las oficinas de varios ministerios de relaciones exteriores de países que alguna vez tuvieron relaciones con ambos estados.

Actualmente asistimos a una crisis que une a los dos países desde Bab Al-Hawa, paso de frontera de Siria al norte de Turquía hasta Trebil -Jordania- en la frontera con Irak, y hasta Arar, el cruce fronterizo con Arabia Saudita al sur de Irak. Al tiempo que los combatientes del ISIS se ciernen peligrosamente en los suburbios de la capital siria, Damasco, que no tardará en caer al igual que la capital iraquí, Bagdad, si es que no se toman medidas militares contundentes para frenar a los terroristas del ISIS.

Si la comunidad internacional ​​desea enfrentar esta crisis y detener la expansión del terrorismo yihadista, tiene que lidiar con Irak y Siria como si fueran un solo país, porque el éxito o el fracaso en uno está conectado al otro.

Ya no es relevante que el mundo, y en particular los Estados Unidos, clasifiquen a Irak como un país rico en petróleo y de alta importancia estratégica si al mismo tiempo comete el error de calificar a Siria como una simple granja de pepinillos. Lo que debe entenderse es que estamos ante un hermano siamés y frente a una guerra contra el mismo enemigo.

Todo esto significa, por supuesto, que en lo que dependa propiamente de Bagdad, Irak está perdido. También significa que el apoyo a las milicias chiitas a través de las fuerzas voluntarias populares iraquíes (dominadas por esa secta) profundizará heridas y aumentara el resentimiento colectivo sunita hacia Bagdad. Así, aumentara la hostilidad contra los EE.UU. de forma indefectible por la subordinación de dichas milicias populares con Teherán. Estas políticas de Obama no hicieron más que fortalecer -en extremo- las pretensiones del ISIS de ser el único representante de la mayoría de los suníes en Siria e Irak, y esta es una innegable realidad actual.

La opción razonable para combatir al ISIS es, en mi opinión,  apoyar y fortalecer a la oposición de las fuerzas suníes en Siria como a las fuerzas tribales sunitas en Irak para ayudar y dejar de usar las fuerzas de movilización popular de las milicias chiitas en Irak, sencillamente porque ellas están bajo el control de los iraníes y en realidad terminan sirviendo a los objetivos de ISIS.

También hay que tomar medidas concretas para resolver la tragedia que el pueblo sirio está sufriendo. Los sunitas sirios, que representan alrededor del 80 por ciento de la población del país, no pueden permanecer en silencio hacia el régimen de Assad después de que sus fuerzas han asesinado a más de un cuarto de millón de sirios.

Por otra parte, Irán es aliado de Assad y jamás aceptara una solución política si esa opción puede resultar en beneficio de la mayoría sunita.

En ausencia de una comprensión y resolución adecuada de la crisis y en los términos planteados por el presidente Obama, ISIS, sin duda, ampliará y captará más partidarios y combatientes, incluso más que los cien mil que dispone actualmente y que ya luchan en Irak y Siria

La lucha por la sucesión de Khamenei ya comenzó

Durante su último viaje a Nueva York, el presidente iraní, Hassan Rouhani, organizó una cena privada para un reducido número de ex funcionarios estadounidenses, ejecutivos de negocios petroleros y empresarios de la industria energética. Según varios de los participantes, Rouhani trató de transmitir un mensaje simple: si EE.UU. no ayuda a Irán a alcanzar un acuerdo sobre la cuestión nuclear, las próximas elecciones en Irán podrían ser la antesala a una grave crisis política interna. Un día antes, el canciller Javad Zarif había transmitido el mismo mensaje al Council on Foreign Relations en Nueva York. “Si no nos ayudan, ustedes podrían sufrir las consecuencias”, advirtió.

¿A qué se refirieron Rouhani y Zarif con sus dichos intentando presentar “algo o alguien” como una bête noire? ¿Quién es el hombre que intentan presentar como tal cosa para Occidente? La respuesta es sencilla, es el ex presidente Mahmoud Ahmadinejad. Sin embargo, éste no tiene una circunscripción electoral propia con gran caudal de votos cautivos en la población iraní, y es poco probable que gane unas futuras elecciones sin tener el apoyo del aparato militar, el sector religioso más radical y el aval de grupos de la comunidad empresarial local. No obstante, Rouhani y su mentor político, el ex presidente Hashemi Rafsanjani, esperan que un acuerdo con los EE.UU. les daría impulso para tomar el control del Majlis -Parlamento- el año próximo, y luego, ganar la Asamblea de Expertos, que a su vez, elige el “Guía Supremo”.

La facción de Rafsanjani es la menos hostil a los EE.UU. y Europa, y ello hace que no sea bien visto por parte de los herederos de Khomeini. Es allí donde deben entenderse las maniobras de Rouhani en Nueva York. Rafsanjani siempre ha querido ser una versión iraní de Deng Xiao, el líder que cerró el capítulo de la revolución maoísta y abrió el camino a la inclusión de China en la comunidad internacional. Su argumento es que EE.UU. no tiene ningún problema con el carácter “islámico” del régimen de Teherán. De hecho, no está equivocado, hay cuatro Repúblicas islámicas actualmente, y tres tienen lazos normales con Washington. Siempre que el régimen iraní no amenace los intereses de EE.UU., a los norteamericanos podría no importarle mucho lo que haga dentro de Irán. El hecho de que China es el número uno del mundo en ejecuciones no ha impedido que se convierta en el socio comercial más cercano de Washington.

Durante dos décadas Rafsanjani ha tratado de explicar el error que cometió en 1989, al apoyar -después de la muerte de Khomeini- a Alí Khamenei en la posición del “Guía Supremo.” En ese momento, Rafsanjani creyó que al convertirse en presidente podía tomar el control de la poderosa maquinaria del Estado, mientras que Khamenei sería una persona de bajo perfil en asuntos religiosos, pero controlándolo desde la presidencia. Eso no sucedió así, y las cosas cambiaron sustancialmente para Rafsanjani y para Irán. El sistema político construido en torno al concepto de Velayat e-faqih (custodia de los juristas islámicos) no pudo ser detenido por Rafsanjani. Así, Khamenei se dedico profundamente a lo religioso aplicando una ideología más dura que el propio Khomeini.

Un cuarto de siglo más tarde, Rafsanjani está pensando corregir su error. Esta vez planifica convertirse en el “Guía Supremo”. Su facción ha ganado la presidencia y espera ganar el Majlis el año próximo. Si tiene éxito, puede que el camino se abra a su estrategia para ganar también la Asamblea de Expertos en mayo de 2016 y entonces, ¿quién sabe? Esta es la razón por la que Rafsanjani ha estado en campaña a nivel de la comunidad internacional el último año. Desde el ascenso de su hombre a la presidencia -el presidente Rouhani- ha estado moviéndose rapidamente con EE.UU. y la Unión Europea. Ha publicado también varios volúmenes de sus memorias con el propósito de recordar a la gente sus estrechos vínculos con el difunto ayatollah Khomeini como sus supuestos éxitos como presidente en sus dos mandatos.

También concedió varias entrevistas a medios de prensa occidentales. Después de años de no poder salir de Teherán, Rafsanjani ha estado viajando por todo el país proyectándose como el potencial salvador de la nación. El Ministerio de Relaciones Exteriores en Teherán lo incluyó recientemente en los programas de reuniones con dignatarios extranjeros que visitan la República Islámica, este punto le estaba prohibido durante la presidencia de Ahmadinejad.  Rafsanjani va creciendo en el plano externo pero también en el interno, EE.UU. y Europa ven con buenos ojos tenerlo de socio en el futuro. La reciente hospitalización de Khamenei y la gravedad de su enfermedad abrieron definitivamente la lucha por su sucesión. 

Sin embargo, en su búsqueda por el poder supremo, Rafsanjani y su potencial contrincante, el ayatollah Mesbah-Yazdi se enfrentan a otro problema. A diferencia de Khamenei, “usan turbantes blancos”, ello significa que no son descendientes directos de Fátima y Alí. Dicho en otras palabras, no forman parte de la Ahl el-Beit (gente de la Casa). Por lo que no hay que descartar que algún “turbante negro” aparezca en la disputa por la sucesión en curso. De todas formas, sería un paso en falso para Occidente involucrarse en disputas entre facciones en Teherán. La República Islámica de Irán no es la República Popular China. Allí, la imagen del cualquier político occidental podría terminar peor que la caricatura de Nixon en Beijing años atrás. Como sea, será importante que la política exterior argentina siga de cerca estos movimientos dada la relevancia de asuntos pendientes con la República Islámica de Irán.

ISIS es el resultado de la negligencia occidental

Al evaluar el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) se pone de manifiesto que, de todos los grupos armados en la región, es por mucho el más importante, el mejor financiado, armado y organizado. Posee más miembros que cualquier otra. Ningún otro grupo lleva a cabo tantos actos de violencia y terror, no sólo contra el pueblo sirio e iraquí, sino también contra la región e incluso más allá. En resumen, el ISIS actualmente es el grupo terrorista más prominente y peligroso del mundo.

Esta evaluación no deja de resultar deprimente, pero plantea una realidad que es absoluta ante la amenaza que significa. Sin embargo, merece una atención especial, no sólo por su importancia, sino también porque el ISIS es increíblemente letal como grupo armado. A la luz de este hecho, es que pueden observarse los muchos errores cometidos en el tratamiento del problema del ISIS en la crisis de Siria e Irak, y también sobre su avance en el Líbano, sin descartar sus intentos de infiltrar Jordania y su presencia naciente en Gaza.

La información más importante que la comunidad internacional dispone respecto del ISIS, es que este grupo creció y desarrolló su presencia en Irak y a través de la expansión de sus acciones militares y políticas en Siria. Estos datos son más que fundados: fue sólo hace dos años, después de la escalada violenta del conflicto sirio y luego del inicio de la campaña represiva y brutal del régimen de Bachar Al-Assad contra su propio pueblo, que el grupo entró en el país y comenzó sus actividades criminales a gran escala.

Otro punto de reflexión es el papel desempeñado por el saliente primer ministro iraquí, Nuri Al-Maliki, que ayudó al grupo a poner un pie en Irak cuando en 2013, el ISIS llevo a cabo más de dos docenas de operaciones para liberar a cientos de ex yihadistas de Al-Qaeda de las prisiones iraquíes. Luego de lo cual, se le facilitó masivamente su paso a Siria durante julio y agosto de ese año junto con fondos, armas y municiones. Esta ayuda fortaleció al grupo y su presencia en la región. Hubo también una intensa actividad de inteligencia realizada por la seguridad iraquí y también por jugadores internacionales como Irán, Rusia y el propio Al-Qaeda, todo ello ayudó a miles de extremistas a operar en Siria y, junto a sus hermanos de Irak, les resultó en gran soporte para formar el núcleo duro del ISIS y su liderazgo.

Un informe dado a conocer en junio pasado por agencias de seguridad de países árabes sugiere que no menos de 12.000 combatientes extranjeros de 81 países llegaron a Siria e Irak para unirse al conflicto desde 2011. La mayoría de ellos se unió al ISIS. Un gran número de estos combatientes son de países árabes e islámicos. Sin embargo, se informó que unos 4.000 son ciudadanos europeos y 500 estadounidenses.

Esta evidencia contradice las afirmaciones brindadas el último año por la comunidad internacional, a la vez que fortalece la idea de que la violencia sobre el terreno claramente es responsabilidad de la presencia del ISIS en Siria e Irak, y de su satélite en Líbano, Al-Nusra.

En realidad, el factor principal de esta crisis es de naturaleza política, y se fundió con los objetivos erróneos de una comunidad internacional que también apoyó a ISIS en la caída de Khadaffi en Libia, desde donde intensificó su violencia luego de asesinar al Coronel con apoyo de las fuerzas aéreas estadounidense, francesa y británica. Esto explica la facilidad con la que el liderazgo del grupo y sus miembros se extendieron de país en país y su capacidad para configurar rápidamente una organización fuerte sin ser atacados por fuerzas occidentales durante su expansión.

La comunidad internacional fue negligente: no solo erró en su política de favorecer el derrocamiento de los dictadores laicos en el mundo árabe sino que fortaleció y armó al ISIS sin entender que estaba amamantando al bebe de Rosemary. Y así, lo convirtió en el monstruo que es hoy.

Esto explica el apuro actual del presidente Obama y de su colega Cameron por lanzar ataques aéreos sobre bases y combatientes del ISIS. Pero sería bueno que ellos sepan que las guerras no se ganan desde el aire en el mundo árabe, y que hay que poner pie en tierra para ello. Habrá que ver hasta dónde Obama y Cameron entiendan esto si quieren ir por el ISIS.

Un dato no menor es que el carácter extranjero del grupo no fue obstáculo en su ampliación territorial tanto en Siria como en Irak, infiltrándose en otros grupos islamistas armados como el Ahrar Al-Sham en zonas rurales pobres y descontentas entre Deir Ezzor, Alepo y hasta Raqqa, en Siria. El ISIS explotó la escasez de armamento y financiación que elementos del Ejército Libre de Siria estaban sufriendo y rompió estos grupos en una lucha de unos contra otros, al tiempo que creó una atmósfera de opresión y terror dondequiera que iba asesinando residentes y soldados con el fin de mantener todo bajo control. De esta manera, un nuevo y más sanguinario Al-Qaeda se creó en Siria e Irak.

Para concluir, podemos decir que el ISIS es claramente una organización “funcional”, no para llevar a cabo una agenda exterior compatible con la democracia en Siria e Irak. El papel del grupo en Siria es similar a Hezbollah en el Líbano o a las milicias armadas en Irak y sólo difieren en la naturaleza de sus lealtades y consignas. Occidente deberá comprender que esto significa que la lucha contra el ISIS corre paralelamente con la guerra contra Assad, contra Hezbollah y también contra las milicias radicales iraquíes. Es una guerra, una confrontación que en modo alguno puede ser dividida ni tomada como aislada o diferente. Es una guerra contra el terrorismo y el extremismo radical.

Si las políticas que pretende aplicar la comunidad internacional, la ONU y la OTAN no lo interpretan de tal forma, habrá malas noticias para lo que -todavía- conocemos como “mundo libre”.

La prensa pandereta

Muchos israelíes y palestinos han buscado la paz durante generaciones. Esto ha sido -y sigue siendo- el sueño al que nadie ha renunciado. Un sueño que se ha ido renovando cíclicamente en el escenario donde hoy se vislumbra con angustia lo que deparará el futuro. Para los creyentes de las tres religiones monoteístas (judíos, cristianos y musulmanes), la hoguera de violencia que no cesa representa un aspecto dramático. Sin embargo, es algo peor que eso. A mi juicio lo definiría en una sola palabra: “fracaso”.

¿Por qué hablo de fracaso? Porque una vez más el grupo islamista Hamas equivocó su estrategia y reincidió en el error como en los últimos once años. Sus golpes y amagues -militares- al estado hebreo no significaron ni un solo paso positivo en la mejora de la vida de su pueblo. Al mismo tiempo, Israel erró -políticamente- apostando a la ecuación “tierras por paz” al retirarse de Gaza en 2005. Esta maniobra unilateral israelí tampoco dio tranquilidad a miles de sus ciudadanos que comenzaron a recibir misiles a diario. Los fundamentalistas leyeron el gesto israelí como signo de debilidad. Hoy, ambas dirigencias y los dos pueblos, están pagando esos errores. 

Lo que se percibía como desenlace finalmente ocurrió. Se ha vuelto a romper el cese al fuego. Hamas disparo 40 cohetes a poblados y ciudades israelíes e Israel bombardeó nuevamente el enclave para neutralizar objetivos militares de Hamas. Destruyo depósitos de armamento y munición y estaciones operativas de lanzamiento de misiles, muchos de ellos aledaños a escuelas, hospitales y mezquitas.

Las armas vienen hablando desde varias semanas y con ello se reaviva el proceso de asunción de culpabilidad histórica más o menos avanzado en varios países europeos. Este proceso residual, psico-culposo y antisemita se ha visto acompañado a gran escala desde la prensa, cuya información -ambigua en la universalidad del conflicto palestino israelí-, parece ignorar intencionalmente las circunstancias específicas como las particularidades de sus motivos.

No han sido pocos los medios que, presurosamente -como en 2008 durante la Operación Plomo Fundido-, mostraron sus posiciones sesgadas. Ejemplo de ello son los cientos de artículos que se pueden leer en varios periódicos, muchos de ellos escritos por ecologistas y defensores de los derechos humanos, que no son más que “activistas de la plumilla y pacifistas del caviar” que califican los hechos como un genocidio palestino. Sin embargo, ignoran sin sonrojarse el terrorismo de Hamas y sus lanzamientos de cohetes sobre población civil israelí en los días, meses y años previos. También soslayan el disparador de esta nueva crisis: el secuestro y brutal asesinato de tres adolescentes israelíes.

Lo concreto es que en tales posiciones informativas parciales, subjetivas y racistas pueden observarse patrones que despliegan viejas y conocidas posiciones antisemitas, hoy encubiertas en el anti-sionismo. Lo cual representa, en esencia, una nueva desilusión que la prensa ideológica sesgada disemina a los lectores que muchas veces la reciben de buena fe.
La obsesión con Israel y su conflicto con los palestinos hace que se llegue afirmar que el Estado israelí representa “el nuevo nazismo” o en el más morigerado de los casos, que es la Sudáfrica del apartheid, por lo que juzgo innecesario más ejemplos ante semejante discurso que engloba un inequívoco y completo “wishfull thinking”.

En el desarrollo de las acciones militares, cada día es más claro que estas posiciones de la prensa pretenden aliviar el peso de “la culpabilidad” de distintas historias nacionales de países europeos que jamás afrontaron su responsabilidad durante la era del nazismo.

La liviandad en la utilización del término pretende mostrar que cualquiera puede jugar “el rol de nazi”, y con ello, “la responsabilidad será siempre un demerito moral irrebatible”. Después de todo, estos roles se van alternando casi aleatoriamente para muchos medios de prensa que temen perder beneficios económicos reportados por su amistad con compañías petroleras árabes.

Tampoco faltó en los últimos días la siempre dispuesta y sesgada opinión de manifestaciones de gran parte de la izquierda europea y latinoamericana que, unida al colectivo -a menudo utilitario- de las víctimas, siempre que no pertenezcan a lo que consideran sus enemigos y, en lo que configura su conocido, aburrido y reiterado ejercicio de hipocresía universal, muestra su desprecio por la vida humana. Y es allí donde los campeones de los derechos humanos miden los muertos: según sea el arma que los mata, y a mayor numero de víctimas mejor para el aquelarre verbal de sangre y muerte que desatan histéricamente.

Lo descripto no debe llamar la atención. Existe una tendencia de grandes sectores de la izquierda a reconocer de manera simplificada a naciones o pueblos como únicos actores reales en conflictos y situaciones políticas fuera de todo matiz y diferenciación interna. Así, sustentan sus discursos en posiciones que abrevan en una profunda ignorancia de la realidad.
Gran parte de la izquierda apoya la lucha contra Israel en términos resistencialistas y rotula como pueblo oprimido al pueblo palestino. Sin embargo, también lo hace por carencia de conocimientos sobre el conflicto y una dosis clara de antisemitismo.

Todos estos grupos se convierten en instrumentos psicológicos de “alivio de la culpa”, algunos de forma consciente y otros desde la ignorancia. Pero siempre prestos a calificar “la nazificación” de Israel insuflan esa idea con alta carga emocional casi hasta el paroxismo. Sin embargo, lejos de favorecer al pueblo Palestino, esto los delata en la irracionalidad de la ideología que profesan y da por tierra con cualquier postulado que pretendan esgrimir. Así, acaban apoyando a la ideología de la muerte y el oscurantismo que caracteriza al terrorismo yihadista que somete a los propios palestinos como sus primeras víctimas en su lucha contra lo que denominan el enemigo sionista.

De allí que estos días son importantes. La opinión pública debe interiorizarse, leer, investigar y procesar la información que está recibiendo. Sin tener en cuenta estos aspectos del “neo-antisemismo yihadista” que se apoya en varios sectores de Occidente, el combate contra el terrorismo que utiliza -y somete- a gran parte del pueblo palestino, mantendrá graves e insalvables insuficiencias.

Lo cierto es que la lucha de Israel contra el terrorismo es una circunstancia inevitable. Ella se debe interpretar apropiadamente teniendo en cuenta la continua transformación de las acciones del terror hacia formas innovadoras, oportunistas y hasta menos obvias. Esta es la responsabilidad que los medios de prensa internacionales deben respetar y rescatar en defensa de lo ético. Es también el aspecto sobre el que la opinión pública debe estar atenta, sin permitir que se la engañe con información sesgada.

Israel está luchando para proteger a sus ciudadanos y por su supervivencia misma como en todas y cada una de sus guerras libradas en los últimos 65 años. Pero por sobre todo simboliza la primera línea de batalla en defensa de la cultura occidental y judeo-cristiana contra el avance de la sin razón y la violencia. Muchos lo saben en la dirigencia política occidental. Por caso, el ministro de Relaciones Exteriores egipcio condenó a Hamas por el abandono del cese del fuego e instó al grupo a que de inmediato cese los ataques con cohetes contra la población civil israelí, pues ellos dan lugar a las terribles respuestas militares israelíes.

La comunidad internacional expresó también su preocupación por la situación en Gaza y pidió durante los últimos días a las facciones palestinas poner fin a los ataques con cohetes sobre pueblos y ciudades de Israel. Lo propio hizo el Papa Francisco y el Presidente Francés Hollande en la última semana.

Para quienes no conocen el escenario, la región y las dificultades de una democracia rodeada de regímenes muy distintos en valores culturales; la comprensión puede ser maniquea, cuando no superficial y errónea. Sin embargo, la realidad y la cuestión de fondo son más complejas. En consecuencia, la genuina lucha contra el terror no debe focalizarse exclusivamente en las acciones militares. Debe ser sustentada por información fidedigna y realista, y no apoyada en la ideología del odio a la modernidad que Israel encarna en la región solo por la cercanía de las relaciones del Estado hebreo con EE.UU. Relacionar aspectos relativos a la globalización y al capitalismo como pretende la izquierda es tan absurdo como inverosímil a los ojos de las personas de buena voluntad y de paz. Es algo tan cándido e ingenuo como sostener que los árabes no pueden ser antisemitas, idea ésta basada en “la noción paternalista del buen salvaje”.

Es tiempo para Occidente de brindar sincera ayuda a los habitantes de Gaza y al pueblo Palestino en general para lograr la construcción de su propio Estado. Para ello debe librarlo de la endemia del fanatismo y el terror que los ha secuestrado y que convierte a cada palestino en su primera víctima.

El mundo libre debe tener claro que no todo ser humano tiene la misma capacidad moral de distinguir entre el bien y el mal. Si nos consideramos hijos de la modernidad, la ilustración es nuestra principal arma, y probablemente la única que disponemos.

El liderazgo iraquí dilapida oportunidad de construir un Estado unificado

La dirigencia política de Irak ha perdido la oportunidad de conformar un Estado iraquí fuerte y unificado. La pregunta es ¿por qué sucedió algo así? De hecho, han tenido tiempo suficiente para hacer un mejor trabajo. Pasaron ocho años desde que se ratificó la actual constitución y seis desde que un parlamento estable fue electo democráticamente, lo que luego dio a la conformación de un gobierno permanente como el de Nuri Al-Maliki. La respuesta es que “todas estas instituciones no han representado mayoritariamente a la ciudadanía ni han sabido direccionar la política, la economía, la seguridad y la lucha contra la corrupción para generar la realidad de un estado unificado”.

¿Dónde está la enfermedad? Antes de que Saddam Hussein fuera derrocado, todos en Occidente, incluso las fuerzas del islam político en el mundo árabe, se unieron en oposición a su gobierno. El pueblo de Irak estaba listo para una alternativa democrática real para librarse de aquella terrible dictadura y poner fin a una larga historia de dolor, guerra y tragedia. Esta esperanza fue agitada por la llegada de las fuerzas estadounidenses en 2003. Sin embargo, lo ocurrido desde entonces “no se parece en nada a la democracia”. ¿Usted cree que si? Yo no me atrevería a conceptualizar de tal modo el escenario actual de Irak donde los islamistas capean a sus anchas y diariamente observamos el incremento de la carnicería entre sunitas y chiítas, y los kurdos no les van en zaga.

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El Islam político, un término vacío de contenido

Un gran número de ‘analistas y expertos’ ahora están tratando de reinterpretar el estado de confusión y fracaso que ha caracterizado sus visiones y análisis sobre las inexistentes revoluciones árabes como ‘la experiencia de grupos, dirigentes y partidos políticos’ en Túnez, Egipto y Libia desde el estallido de lo que conceptualizaron -en supina ignorancia- como Primavera Árabe.

Quizás el rasgo más importante y a la vez peligroso que estas personas nunca comprendieron en los últimos cuatro años es que todos estos grupos políticos comparten un elemento distintivo: ‘su naturaleza violenta, teocrática y excluyente’.

Tales grupos y organizaciones no han podido adaptarse a los diferentes segmentos de las sociedades que dijeron representar, particularmente en momentos sensibles a raíz de los violentos levantamientos. Sus dirigentes, una vez fueron parte de lo que se consideraba como oposición a los regímenes dictatoriales laicos que los oprimían duramente, pero nunca evolucionaron democráticamente y como resultado de ello, una vez en el poder, tomaron represalias intensificando aún más el estado de polarización alimentando la desconfianza, la ruptura y la fragmentación social. A la luz de los hechos, el discurso del Islam en la política en general demostró ser superficial y carecer de soluciones a las demandas y reclamos originales de las sociedades árabes.

Si bien podemos encontrar decenas de volúmenes y libros sobre la pureza, la adoración y otros temas en materia religiosa, hay muy pocos libros sobre ‘islam político’ y ello ha dado lugar al mayor error de los expertos occidentales al abordar una temática que no conocían. Esto significa que deberían aprender mucho sobre equilibrio y discreta moderación al hablar de Islam político. Nadie por sí solo puede reclamar una comprensión completa y nadie es capaz de imponer esta comprensión a los demás. De ello deberían tomar nota los sesudos -aunque amateurs- intelectuales y opinólogos en materia del mundo árabe islámico.

Los grupos del Islam político que han llegado al poder en los Estados donde se habló de primaveras árabes no han seguido los pasos del Islam ni los preceptos de Mohamed después de la conquista de la Meca. La historia es inalterable en ese punto, sobran ejemplos. En aquel momento, mientras los opositores del Profeta temían su reacción luego de la victoria, Mohamed anunció el ‘día de la misericordia’, y pronunció su famosa frase: ‘Incluso el que entra en la casa de Abu Sufyan estará a salvo’ (en referencia a su enemigo más feroz de aquel tiempo). Según las escrituras, el Profeta añadió: ‘Id, pues sois libre, la batalla termino’. Mohamed  no castigó ni tomó venganza contra nadie.

Este principio del Profeta fue aplicado más tarde por dos de los políticos más reconocidos del siglo XX: el líder indio Mahatma Gandhi y Nelson Mandela en Sudáfrica. Ambos ofrecieron un perdón completo a sus antiguos adversarios y enemigos e incluso los incorporaron a sus propios gobiernos para convertirse en parte de la solución, no del problema. Esta es la diferencia entre la sabiduría política, por un lado, y la inmadurez política vengadora y resentida, por el otro.

Cuando se elige representar a la religión en el ámbito político, ello implica una mayor responsabilidad moral, social y comunitaria, tal conducta debe ser así porque un daño inconmensurable puede ser causado si se fracasa. Los ejemplos pueden observarse hoy en Túnez, Egipto y Libia, donde la atmósfera que prevalece es violencia, muerte, decepción y frustración.

En Túnez, Rachid Ghanouchi y su partido Ennahda podrían haber superado el egoísmo y la arrogancia al aceptar asistir a Hamadi Jebali en la formación de un gobierno con el fin de administrar los asuntos del país en estos tiempos críticos sin considerar la iniciativa de Jebali como un ataque o una afrenta partidista. Sin embargo, el partido islamista Ennahda se inclino por adoptar una política de exclusión, violencia y acoso, el resultado fue su fracaso y la pérdida de credibilidad ante el pueblo tunecino.

Lo mismo aplica a lo sucedido en Egipto bajo el gobierno del presidente islamista Mohamed Mursi en su relación con el primer ministro Hisham Qandil. Una gran parte del pueblo egipcio creyó desde el primer día que Qandil no habría de gestionar correctamente los asuntos del país, y que el cargo de primer ministro requería de alguien con mayor experiencia. Además, la desconfianza por su manejo incompetente de la situación económica fue el mayor peligro para todos. No obstante, el hombre se aferro a su posición de ‘tozudez y prepotencia’ haciendo caso omiso a las demandas del pueblo, cuando en realidad este comportamiento fue una reminiscencia del estilo adoptado por los mismos regímenes ante los cuales las ‘pseudo revoluciones’ de la Primavera Árabe se levantaron.

El enfoque del Profeta Mohamed está muy lejos de los que actualmente dicen estar siguiendo sus pasos en nombre del Islam político. Mohamed no abogó por la venganza, la calumnia o la sospecha, ni tampoco por etiquetar a otros como traidores. Sin embargo, hoy en día, el Islam político continúa generando problemas sociales, divisiones internas, sedición y violencia. Esta situación se ve agravada por grupos específicos que reclaman el derecho exclusivo de hablar, entender y juzgar en nombre de la religión. Lo grave de estas conductas, es que el costo de ese accionar no será pagado por los gobiernos o regímenes actuales, sino que serán las generaciones venideras las que realmente lo sufrirán.

En los eventos mal conceptualizados como levantamientos, revoluciones y primaveras árabes, grupos islámicos llegaron al poder a través de elecciones democráticas, pero la democracia tiene criterios de observancia fundamentales como el respeto por los derechos de todos los ciudadanos junto a la observancia de la justicia, la igualdad y la unidad nacional. Con el devenir del tiempo y el ejercicio del gobierno por parte de partidos islamistas, estos principios parecen completamente ajenos a quienes tomaron el poder en nombre del Islam político y como resultado de tal experiencia, es el propio Islam político el que parece estar condenado al fracaso si no experimenta un cambio proactivo desde dentro.

Lineamientos para mejorar la seguridad interior

Las motivaciones detrás de potenciales ataques islamistas en suelo occidental son complejas e incluyen ideologías fundamentalistas de adherentes al yihadismo radical del anillo extremista sunnita como de grupos radicales chiítas de Oriente Medio. Ambos sectores disponen de sus propios postulados ideológico-militares y blancos de ocasión tanto en África, Europa, América del Norte y Latinoamérica, por lo que es necesario proyectar y desarrollar con precisión aspectos de prevención que cubran el accionar de la violencia terrorista.

En tal dirección es que la República Argentina debería desarrollar una política preventiva amplia y clara, considerando entre otros, tres elementos centrales. A saber:

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Islam y Argentina: recelos y estereotipos

Muchos dirigentes y ciudadanos argentinos expresan su preocupación por el acercamiento de su gobierno con estados teocráticos como el régimen de Teherán. Otros proyectan ciertas conclusiones basados en tendencias radicalizadas de las comunidades musulmanas en Latinoamérica, principalmente en Venezuela.

Lo notable es que a menudo la gente confunde el problema de integración religiosa en sociedades occidentales con la lucha contra el terrorismo. Y esta no es la manera correcta de abordar la materia. Esta semana el Papa Francisco dio al mundo un ejemplo de ello con su acercamiento al Islam en su homilía del viernes anterior al Domingo de Ramos.

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