Por: George Chaya
Las motivaciones detrás de potenciales ataques islamistas en suelo occidental son complejas e incluyen ideologías fundamentalistas de adherentes al yihadismo radical del anillo extremista sunnita como de grupos radicales chiítas de Oriente Medio. Ambos sectores disponen de sus propios postulados ideológico-militares y blancos de ocasión tanto en África, Europa, América del Norte y Latinoamérica, por lo que es necesario proyectar y desarrollar con precisión aspectos de prevención que cubran el accionar de la violencia terrorista.
En tal dirección es que la República Argentina debería desarrollar una política preventiva amplia y clara, considerando entre otros, tres elementos centrales. A saber:
a) Definir sin ambigüedad los regímenes y gobiernos que sostienen, financian y amparan grupos considerados terroristas por los países centrales de la comunidad internacional. Del mismo modo se debe conceptualizar la radicalización interna que pudiera desarrollarse en el país. Este fenómeno suele darse en cárceles y a través de organizaciones de caridad, y es muy importante en el crecimiento de la amenaza, por lo que autoridades gubernamentales, legisladores y funcionarios de la seguridad interior deben involucrarse en “la batalla de las ideas sin temor a la crítica ni a los rótulos de la ideologización”. La seguridad no debe ser condicionada por la ideología, ni es propiedad de la izquierda o la derecha en ningún país del mundo libre. De lo que se trata es de instrumentar una política de seguridad responsable contra el terror organizado. Si los funcionarios de gobierno, los diputados y los senadores, dejan de lado su involucramiento en el problema por no pagar costos políticos, entonces ganan los yihadistas y pierden los ciudadanos honrados.
b) Una política preventiva frente al yihadismo debe incluir un amplio abanico de exámenes y recomendaciones. Es importante que la comunidad de expertos en contraterrorismo revise dinámica y constantemente los nuevos hallazgos y los evalúe, dado que en el concierto de las naciones libres conforman la base del debate político a nivel de los gobiernos. Entre los puntos vinculados a la ‘guerra de las ideas’, existe un gran número de indicadores sobre la incrementación de la cifra y magnitud de futuros ataques contra Occidente y sus intereses. Por ello es importante que la comunidad de contraterrorismo local trabaje en los parámetros de estas proyecciones como en la práctica certidumbre de que se va a incrementar la intensidad de los ataques.
c) La amenaza terrorista más significativa para América Latina, hoy en día, es la actividad de un movimiento cada vez más radical y fanático sostenido por una ideología maximalista, totalitaria y violenta que se afianzó al menos en tres países latinoamericanos y no tendrá reparos en golpear nuevamente sobre la vida y los bienes de ciudadanos inocentes del país que consideren hostil a sus intereses, tal como es proyectado por la mayoría de las agencias de seguridad internacional, y contra las opiniones vertidas por la mayoría de los académicos y opinólogos en materia de estudios sobre Oriente Medio.
La confirmación del avance de la ideología yihadista como raíz de la amenaza terrorista más significativa para Latinoamérica requiere de una política clara y bien delineada. Ante ello, es necesario contar con herramientas jurídicas y expertos que conozcan el idioma, las pautas culturales y los aspectos idiosincrásicos elementales de la región de la que provienen los fundamentalistas.
Europa ha desarrollado herramientas legales al respecto, pero se ha quedado a mitad de camino. EEUU mantiene los mismos protocolos creados en 2002, luego del ataque a las Torres Gemelas. Pero Latinoamérica adolece de políticas claras y de especialistas sobre el tema. La República Argentina no es ajena a esa falta de protocolos efectivos y legislación pertinente como los demás países de América del Sur. Lo cual no deja de sorprender, toda vez que ha sido blanco en su suelo de los ataques más devastadores que hayan tenido lugar fuera de la región natural donde el fundamentalismo opera históricamente.
Expertos y analistas deberían explicar este problema cooperando en establecer programas adecuados de cara a ilustrar los vínculos entre ideología y terror, que en nada tiene conexidad con una religión como el Islam, a la que los terroristas han distorsionado y secuestrado. Para ello, aconsejo especialmente a los miembros de las Comisiones del Congreso argentino implicados en la seguridad y la defensa del territorio nacional que actúen a la luz de este importante marco de la realidad y expandan la labor legislativa para investigar esta amenaza y dar una respuesta de forma legal y eficaz, incluyendo el aporte profesional de especialistas idóneos sobre el flagelo del integrismo.
Los informes y las evaluaciones de las agencias de seguridad occidentales indican que los musulmanes de América del Norte y América del Sur están menos influenciados que los musulmanes residentes en Europa Occidental, donde la amenaza ‘natal’ es creciente y significativa. Estos datos deberían ser extendidos y dirigidos a evaluaciones que ayuden a comprender las tácticas utilizadas por los yihadistas para explotar esa influencia en Europa para compararla con las utilizadas por adherentes al fundamentalismo en Latinoamérica para generar influencia y radicalización. De ese modo, se podrá estudiar y neutralizar cualquier amenaza al sistema democrático, la libertad y la seguridad de los ciudadanos.
La neutralización preventiva de la radicalización ‘natal’ debería ser una de las principales prioridades de los gobiernos Occidentales. En este punto, Argentina, que ha sido víctima del peor ataque terrorista en Sudamérica, debería considerar este elemento primario para comprender mejor el proceso ‘de simpatizantes a activistas, para pasar luego a actuar como abiertos elementos de apoyo a los terroristas’. Se debe desarrollar una estrategia para hacer frente al proceso de formación de un terrorista ‘desde su militancia a seguidor real’, y luego, ‘a verdugo del terror yihadista’ (recomiendo en este aspecto una nueva zona de investigación sobre ‘la psicología reivindicativa del terrorista’, que desarrolle en uno de los capítulos de mi libro La Yihad global, el terrorismo del siglo XXI).
En otras palabras, los legisladores deben ofrecer la herramienta legal a través de la cual se pueda establecer un sistema que irrumpa en el proceso yihadista en sus primeras etapas, en lugar de hacerlo cuando el ataque y el crimen ya se ha cometido. Para ello, el gobierno argentino y el Congreso deberían trabajar con verdaderos expertos en la materia. Sera a través de especialistas que se podrá garantizar que el léxico utilizado en declaraciones públicas sea claro y preciso, y no que éste opere en favor del fundamentalismo.
Esta última recomendación es la más delicada de todas. Los europeos han fracasado estrepitosamente a la hora de producir un léxico antiyihad porque dependieron de los consejos de académicos e investigadores que defienden la inocencia y el candor del yihadismo, y proponen una dirección lingüística errónea al conceptualizar el flagelo. ‘El yihadismo no es yoga ni un ejercicio espiritual’, es violencia, desde su discurso originario a su acción final. El resultado de su negación será contraproducente y generara mayores problemas.
Tampoco los asesores del presidente Obama comprendieron que el lenguaje es un punto vital en la materia. El léxico siempre debe estar en línea con los lineamientos estratégicos generales del rechazo a la lógica yihadista con un discurso democrático, secular y constitucional, sin incrementar la referencia a conceptos religiosos en respuesta al yihadismo religioso.
La realidad de los brutales ataques sucedidos en Buenos Aires ya no puede revertirse, sólo cabe apoyar la investigación judicial llevada por la justicia argentina en el esfuerzo de juzgar y encarcelar a los responsables. Pero aún se está a tiempo de prevenir hacia el futuro. Es en tal dirección que se debe desarrollar rápida y eficazmente una plataforma legal completa para evitar que esos crímenes se repitan, tal y como puede suceder.