Bienvenidos al mundo real

Compartiré hoy con el lector algunas ideas que exprese en mi libro La yihad global, el terrorismo del siglo XXI, editado en el año 2010. Recuerdo que al mismo tiempo de la publicación de la obra, los llamados analistas políticos o especialistas sobre Oriente Medio no tenían la menor idea de que no existía tal cosa a la que llamar Primaveras Árabes, y no fueron pocas las críticas a mis anticipaciones sobre los eventos de los que hoy somos testigos.

Sin embargo, opinólogos y autoproclamados analistas desgranaban teorías tan dispares como cercanas al final de la historia. En otras palabras, hoy estas personas deberían sentir vergüenza, pues demostraron con el paso del tiempo (en poco menos de seis años) que conocían tanto del mundo árabe-islámico como este humilde pensador conoce sobre el ciclo reproductivo de la medusa.

Estas personas generaron la peor y más estruendosa sordina de aplaudidores norteamericanos, latinoamericanos y europeos, cómodos observadores televisivos de esos eventos desde el living de sus hogares y, sin sonrojarse e influenciados por la prensa arabista, hasta llegaron a conceptualizar tales eventos como revoluciones árabes, cuando, en realidad, en aquellos días estábamos viviendo el ascenso al poder de la ideología yihadista en toda la región. Continuar leyendo

Las implicancias del acuerdo nuclear

Era una obviedad para la mayoría de los analistas y los comentaristas conocedores de Medio Oriente que lo que parecía una larga telenovela tenía solo dos actores estrellas: Irán y Estados Unidos. Los países europeos solo tuvieron un rol de extras, cuya participación no era más que secundaria y a los solos efectos de dar una fachada de legitimidad internacional a las negociaciones y al acuerdo.

A lo largo de todos estos años, el diálogo real tenía lugar entre Washington y Teherán. La comunidad internacional y el mundo árabe se dieron cuenta de esa realidad sin necesidad de que se los expliquen en profundidad.

Lo especialmente interesante, además de lo extenso de la telenovela, era que no había -ni hay- ninguna garantía de éxito, ello quedó claro en la insistencia de la administración Obama en que las negociaciones se limiten al programa nuclear de Irán, sin tocar otros problemas políticos regionales y repitiendo al más alto nivel que las cuestiones políticas de la región eran cuestiones separadas del acuerdo.

Esas cuestiones políticas regionales jamás fueron tenidas en cuenta ni objetadas por los extras europeos de la telenovela. Nunca se consideró el soporte de Teherán a grupos políticos terroristas como Hezbollah en Líbano, al régimen del dictador Bashar Al Assad en Siria o a la injerencia de Irán en Yemen y Gaza. Tampoco cuestionaron la peligrosidad regional del programa nuclear de Irán en lo referente a las repercusiones geológicas y sísmicas de tener instalaciones nucleares en un país propenso a terremotos devastadores como lo es Irán. Continuar leyendo

Una relación turbulenta

Nunca la relación entre Estados Unidos e Israel -aliados estratégicos en Oriente Medio- transitó una era de turbulencia como en la ingresó desde que el primer ministro Benjamin Netanyahu expuso su discurso en el poderoso atril del Capitolio. Allí denunció criticó la actual política de acercamiento y negociación con la República Islámica de Irán por parte de la Casa Blanca, indicando que ello favorece al régimen persa y pavimenta el camino de Teherán hacia el logro de la bomba atómica.

Netanyahu puso énfasis en calificar de pésimo el acuerdo nuclear que el presidente Barack Obama lleva adelante con el gobierno iraní, sosteniendo que el mundo “seria un mejor lugar para vivir sin eso”. El primer ministro de Israel fue duro en su ataque a la negociación nuclear de EE.UU. con Irán y logró ser ovacionado dos docenas de veces por legisladores de ambas cámaras del Congreso estadounidense, en la propia ciudad de Washington.

El mandatario israelí dejó clara la posición de su país cuando indico que “aunque Israel tenga que pelear solo, lo hará. Sin embargo, señaló que Israel no está solo, y que sabe que el pueblo de los EE.UU. apoya a Israel”. Específicamente solicito “no tener temor, ser fuertes, no temer a Israel, pues mas allá de éste tiempo político y de la actual administración norteamericana, Israel y EE.UU. estarán siempre juntos”.

Asimismo, el premier israelí pidió no eliminar las restricciones y sanciones vigentes sobre Irán por su programa nuclear y señaló que a pesar de ellas hoy se enfrentarán a un Irán más peligroso.

Uno de los pasajes mas duros del discurso de Netanyahu fue cuando refirió a que no se debe llegar a ningún acuerdo con Irán hasta que se cumplan los siguientes acuerdos. “Que pare su agresión contra sus vecinos en el Oriente Medio, que deje de apoyar el terrorismo en todo el mundo y que deje de amenazar con aniquilar su país, Israel”, sentenció. Para el mandatario la negociación nuclear que lleva adelante la administración Obama “es un mal acuerdo y se estaría mejor sin tal acuerdo”.

El primer ministro también habló sobre antisemitismo.”Muchos han intentado destruir al pueblo judío. En 4 mil años de historia muchos han tratado repetidamente de eliminar al pueblo judío. Si todos los judíos se reúnen en Israel nos ahorraran el trabajo de buscarlos alrededor del mundo y podremos protegernos entre todos de esa endemia antisemita”.

Netanyahu dijo que Irán ataca a través de una red de terrorismo global.”Hace persecución de cristianos y periodistas lo mismo que el ISIS”, por lo que si de derrotar al terrorismo se trata. “Hay que derrotar tanto igual al ISIS como a Irán”.

Al discurso no asistieron 53 congresistas demócratas. El gobierno de Obama dice que los legisladores republicanos inyectaron partidismo destructivo en la alianza bilateral al invitar a Netanyahu. Pero la Casa Blanca minimizó la controversia horas antes del discurso.

Queda por ver si el discurso de Netanyahu tendrá alguna influencia en las negociaciones entre EE.UU. e Irán o en las elecciones israelíes de este mes. Lo cierto es que a una considerable parte de la izquierda israelí no le agradaron las palabras del primer ministro en Washington y lo mismo pareciera estar sucediendo en políticos y asesores de la administración estadounidense actual.

Egipto recupera su fuerza

Indudablemente los primeros Cien días del Rais (presidente) egipcio, Abdel-Fattah Al-Sisi, permiten rescatar varios logros, a pesar que todavía el país está en franco reacomodamiento, algo que sin duda, dependerá de la posición política que el mandatario termine de galvanizar. Sin embargo, nadie, ni siquiera los opositores de Al-Sisi, pueden negar que el Presidente tomó decisiones arriesgadas y necesarias en el ámbito nacional aplicando las políticas adecuadas, eliminando subsidios innecesarios a bienes y servicios, como por ejemplo al combustible. También redujo las subvenciones a los partidos políticos, esto último, un soplo de aire puro en un país árabe que le valió el apoyo y aplauso del pueblo.

Egipto está recuperando su antigua fortaleza en el mundo árabe. Su pueblo ha soportado los aumentos de precios sobre la base de las promesas del Gobierno como la única manera de salvar al país del colapso total luego de la deficiente gestión económica de los islamistas de la Hermandad Musulmana. Al-Sisi también ha revitalizado el papel del país en el frente de la política exterior, aunque es evidente que a diferencia de sus predecesores, Hosni Mubarak y Mohamed Mursi, él está dando prioridad a la situación interna. Esto ofrece varios indicadores para el mundo exterior. A saber:

-El nuevo presidente no huye de los problemas internos para centrarse en cuestiones internacionales, como lo hicieron los presidentes anteriores.

-Ha enviado un mensaje claro a las potencias extranjeras indicando que él está en control de la escena nacional, incluidas las cuestiones relativas a las condiciones de seguridad y al aislamiento definitivo del islamismo radical.

-Al-Sisi no parece estar en busca de atención. La mayoría de sus reuniones con los líderes mundiales han sido limitadas y poco publicitadas por su Gobierno. Aunque es cierto que esto puede ser una situación temporal, hasta que el país se desarrolle y se mueva nuevamente hacia adelante, entonces puede que el Presidente dirija su atención a los asuntos regionales.

La crisis más importante para el nuevo mandatario fue la reciente guerra de Gaza entre Hamas e Israel. Durante el conflicto, demostró ampliamente que no permite ser impulsado ni influenciado por los medios de comunicación o la opinión de la calle que lo llamó a intervenir. El presidente egipcio sólo intervino después de que le solicitaran un papel especialmente humanitario y que sólo Egipto podría desempeñar en aquel estado de cosas.
Al-Sisi fue capaz de marcar líneas rojas al liderazgo de Hamas en su conflicto con Israel, y se aseguró de que no ataquen Egipto o traten de chantajear a su liderazgo. Esta es la razón por la que Hamas volvió a El Cairo en los términos egipcios y retirando una serie de exigencias inapropiadas que había hecho cuando constató que Irán, Turquía y Qatar no podían ofrecerle nada.

La intervención egipcia fue la única manera de llegar al acuerdo a la crisis militar cuando Hamas ya estaba extenuada. Por otra parte, la delegación israelí sólo fue recibida en El Cairo cuando el primer ministro Benjamín Netanyahu detuvo la incursión terrestre en la Franja de Gaza.

En mi opinión, el verdadero desafío para Al-Sisi es Libia. El país se encuentra en un estado anárquico de colapso institucional e inmerso en una guerra cuasi-civil. Esto representa una amenaza directa a la seguridad de Egipto. Así, el Presidente no desea involucrarse en una controversia entre las partes en conflicto en Libia y se distanció de la situación. Sin embargo, al mismo tiempo, no puede permitir que el caos de Libia llegue a las fronteras de Egipto; es por eso que se aseguro un acuerdo con otro vecino de Libia, Argelia, sobre cómo hacer frente a la situación que los islamistas han disparado luego de la caída del Coronel Khadafi.

Está claro que Egipto y Argelia priorizan restaurar la estabilidad, apoyando al parlamento y al gobierno legítimo de Libia. La cooperación entre Argelia y Egipto es la única manera de parar la situación en Libia que ha entrado en una espiral de violencia y descontrol.

En cuanto a la situación en Irak y Siria, el presidente Al-Sisi optó por mantenerse bien lejos de esta crisis. A excepción de una limitada participación en la alianza internacional formada contra el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), y éste es un paso que también ayudará en la guerra que libra contra los grupos armados dentro de Egipto, además de representar una justificación para la ilegalización de los Hermanos Musulmanes, especialmente en el apoyo de la Hermandad a las acciones del ISIS.

Por otro lado, Al-Sisi ha fortalecido sus relaciones con aliados originales, es decir, aquellos con los que fomentó vínculos antes de asumir la presidencia, en particular Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Rusia. La cooperación de Egipto con estos estados se incrementó drásticamente en los últimos cien días y beneficio el programa de reforma interna de Al-Sisi. Esta alianza también le ha permitido reforzar su posición en contra de los críticos de los gobiernos occidentales en general. De hecho, los norteamericanos y la Unión Europea parecen haber cedido a la nueva realidad en Egipto, al anunciar su aceptación y aprobación del gobierno de Al-Sisi.

El único enfoque de política exterior que sigue siendo turbio es la cooperación de Egipto con Rusia, sobre todo si se hace a expensas de la relación de larga data de Egipto con Estados Unidos. Aun así, ¿quiere el Presidente Al-Sisi realmente cambiar la historia por tercera vez? La primera fue cuando el presidente Abdel Gamal Nasser pasó a apoyar a la Unión Soviética contra el campo estadounidense para poder comprar armas checas. La segunda, cuando el presidente Anwar Al-Sadat expulsó expertos soviéticos de Egipto restaurando relaciones con los norteamericanos.

En mi opinión, no está claro aún si la política de Al-Sisi representara un cambio drástico hacia Moscú o es simplemente un movimiento calculado para servir a sus necesidades temporales. El tiempo lo dirá. Sin embargo, los primeros cien días del presidente son muy tenidos en cuenta, no solo por los gobernantes árabes, sino también por Occidente que comienza a verlo positivamente en el actual caos regional del mundo árabe.

¿Por qué no hay más protestas contra el yihadismo?

Es notorio que EEUU y la mayoría de los gobiernos europeos han cometido errores en sus programas políticos como en su diplomacia en Oriente Medio. No hubo avances en articular políticas que seduzcan a la calle árabe y cautiven el corazón y las ideas de los musulmanes para alcanzar una victoria definitiva en la guerra contra el terrorismo yihadista. Los resultados están a la vista. El ejército del califato islámico (ISIS) es el emergente de los dislates de la administración Obama como de sus colegas Hollande y Cameron. Ellos lo crearon junto a Qatar y, posiblemente, nos lleven ahora a una nueva guerra cuyo resultado incierto puede abrir puertas a la profundización de la brecha entre Oriente y Occidente al intentar neutralizarlo. Continuar leyendo

Revisando los acontecimientos de Gaza

Mientras que la victoria tiene mil padres, la derrota es siempre huérfana. Tal idea vino a mi mente mientras veía las declaraciones recientes del líder de Hamas, Ismael Haniyeh, jactándose en Al-Manar (el canal de televisión de Hezbollah en Líbano) de la “victoria histórica” ​​de su grupo en la reciente mini-guerra con Israel.

La arenga de 15 minutos fue muy interesante, al menos por una razón: Haniyeh explota maravillosamente los medios de comunicación adictos. Según él, Israel desencadenó la guerra con el pretexto de obtener alguna ventaja -aunque no especifico a qué tipo de ventaja se refería- mientras el mundo estaba distraído por las acciones del Estado Islámico de Irak y Siria en el noroeste de Irak. Continuar leyendo

La prensa pandereta

Muchos israelíes y palestinos han buscado la paz durante generaciones. Esto ha sido -y sigue siendo- el sueño al que nadie ha renunciado. Un sueño que se ha ido renovando cíclicamente en el escenario donde hoy se vislumbra con angustia lo que deparará el futuro. Para los creyentes de las tres religiones monoteístas (judíos, cristianos y musulmanes), la hoguera de violencia que no cesa representa un aspecto dramático. Sin embargo, es algo peor que eso. A mi juicio lo definiría en una sola palabra: “fracaso”.

¿Por qué hablo de fracaso? Porque una vez más el grupo islamista Hamas equivocó su estrategia y reincidió en el error como en los últimos once años. Sus golpes y amagues -militares- al estado hebreo no significaron ni un solo paso positivo en la mejora de la vida de su pueblo. Al mismo tiempo, Israel erró -políticamente- apostando a la ecuación “tierras por paz” al retirarse de Gaza en 2005. Esta maniobra unilateral israelí tampoco dio tranquilidad a miles de sus ciudadanos que comenzaron a recibir misiles a diario. Los fundamentalistas leyeron el gesto israelí como signo de debilidad. Hoy, ambas dirigencias y los dos pueblos, están pagando esos errores. 

Lo que se percibía como desenlace finalmente ocurrió. Se ha vuelto a romper el cese al fuego. Hamas disparo 40 cohetes a poblados y ciudades israelíes e Israel bombardeó nuevamente el enclave para neutralizar objetivos militares de Hamas. Destruyo depósitos de armamento y munición y estaciones operativas de lanzamiento de misiles, muchos de ellos aledaños a escuelas, hospitales y mezquitas.

Las armas vienen hablando desde varias semanas y con ello se reaviva el proceso de asunción de culpabilidad histórica más o menos avanzado en varios países europeos. Este proceso residual, psico-culposo y antisemita se ha visto acompañado a gran escala desde la prensa, cuya información -ambigua en la universalidad del conflicto palestino israelí-, parece ignorar intencionalmente las circunstancias específicas como las particularidades de sus motivos.

No han sido pocos los medios que, presurosamente -como en 2008 durante la Operación Plomo Fundido-, mostraron sus posiciones sesgadas. Ejemplo de ello son los cientos de artículos que se pueden leer en varios periódicos, muchos de ellos escritos por ecologistas y defensores de los derechos humanos, que no son más que “activistas de la plumilla y pacifistas del caviar” que califican los hechos como un genocidio palestino. Sin embargo, ignoran sin sonrojarse el terrorismo de Hamas y sus lanzamientos de cohetes sobre población civil israelí en los días, meses y años previos. También soslayan el disparador de esta nueva crisis: el secuestro y brutal asesinato de tres adolescentes israelíes.

Lo concreto es que en tales posiciones informativas parciales, subjetivas y racistas pueden observarse patrones que despliegan viejas y conocidas posiciones antisemitas, hoy encubiertas en el anti-sionismo. Lo cual representa, en esencia, una nueva desilusión que la prensa ideológica sesgada disemina a los lectores que muchas veces la reciben de buena fe.
La obsesión con Israel y su conflicto con los palestinos hace que se llegue afirmar que el Estado israelí representa “el nuevo nazismo” o en el más morigerado de los casos, que es la Sudáfrica del apartheid, por lo que juzgo innecesario más ejemplos ante semejante discurso que engloba un inequívoco y completo “wishfull thinking”.

En el desarrollo de las acciones militares, cada día es más claro que estas posiciones de la prensa pretenden aliviar el peso de “la culpabilidad” de distintas historias nacionales de países europeos que jamás afrontaron su responsabilidad durante la era del nazismo.

La liviandad en la utilización del término pretende mostrar que cualquiera puede jugar “el rol de nazi”, y con ello, “la responsabilidad será siempre un demerito moral irrebatible”. Después de todo, estos roles se van alternando casi aleatoriamente para muchos medios de prensa que temen perder beneficios económicos reportados por su amistad con compañías petroleras árabes.

Tampoco faltó en los últimos días la siempre dispuesta y sesgada opinión de manifestaciones de gran parte de la izquierda europea y latinoamericana que, unida al colectivo -a menudo utilitario- de las víctimas, siempre que no pertenezcan a lo que consideran sus enemigos y, en lo que configura su conocido, aburrido y reiterado ejercicio de hipocresía universal, muestra su desprecio por la vida humana. Y es allí donde los campeones de los derechos humanos miden los muertos: según sea el arma que los mata, y a mayor numero de víctimas mejor para el aquelarre verbal de sangre y muerte que desatan histéricamente.

Lo descripto no debe llamar la atención. Existe una tendencia de grandes sectores de la izquierda a reconocer de manera simplificada a naciones o pueblos como únicos actores reales en conflictos y situaciones políticas fuera de todo matiz y diferenciación interna. Así, sustentan sus discursos en posiciones que abrevan en una profunda ignorancia de la realidad.
Gran parte de la izquierda apoya la lucha contra Israel en términos resistencialistas y rotula como pueblo oprimido al pueblo palestino. Sin embargo, también lo hace por carencia de conocimientos sobre el conflicto y una dosis clara de antisemitismo.

Todos estos grupos se convierten en instrumentos psicológicos de “alivio de la culpa”, algunos de forma consciente y otros desde la ignorancia. Pero siempre prestos a calificar “la nazificación” de Israel insuflan esa idea con alta carga emocional casi hasta el paroxismo. Sin embargo, lejos de favorecer al pueblo Palestino, esto los delata en la irracionalidad de la ideología que profesan y da por tierra con cualquier postulado que pretendan esgrimir. Así, acaban apoyando a la ideología de la muerte y el oscurantismo que caracteriza al terrorismo yihadista que somete a los propios palestinos como sus primeras víctimas en su lucha contra lo que denominan el enemigo sionista.

De allí que estos días son importantes. La opinión pública debe interiorizarse, leer, investigar y procesar la información que está recibiendo. Sin tener en cuenta estos aspectos del “neo-antisemismo yihadista” que se apoya en varios sectores de Occidente, el combate contra el terrorismo que utiliza -y somete- a gran parte del pueblo palestino, mantendrá graves e insalvables insuficiencias.

Lo cierto es que la lucha de Israel contra el terrorismo es una circunstancia inevitable. Ella se debe interpretar apropiadamente teniendo en cuenta la continua transformación de las acciones del terror hacia formas innovadoras, oportunistas y hasta menos obvias. Esta es la responsabilidad que los medios de prensa internacionales deben respetar y rescatar en defensa de lo ético. Es también el aspecto sobre el que la opinión pública debe estar atenta, sin permitir que se la engañe con información sesgada.

Israel está luchando para proteger a sus ciudadanos y por su supervivencia misma como en todas y cada una de sus guerras libradas en los últimos 65 años. Pero por sobre todo simboliza la primera línea de batalla en defensa de la cultura occidental y judeo-cristiana contra el avance de la sin razón y la violencia. Muchos lo saben en la dirigencia política occidental. Por caso, el ministro de Relaciones Exteriores egipcio condenó a Hamas por el abandono del cese del fuego e instó al grupo a que de inmediato cese los ataques con cohetes contra la población civil israelí, pues ellos dan lugar a las terribles respuestas militares israelíes.

La comunidad internacional expresó también su preocupación por la situación en Gaza y pidió durante los últimos días a las facciones palestinas poner fin a los ataques con cohetes sobre pueblos y ciudades de Israel. Lo propio hizo el Papa Francisco y el Presidente Francés Hollande en la última semana.

Para quienes no conocen el escenario, la región y las dificultades de una democracia rodeada de regímenes muy distintos en valores culturales; la comprensión puede ser maniquea, cuando no superficial y errónea. Sin embargo, la realidad y la cuestión de fondo son más complejas. En consecuencia, la genuina lucha contra el terror no debe focalizarse exclusivamente en las acciones militares. Debe ser sustentada por información fidedigna y realista, y no apoyada en la ideología del odio a la modernidad que Israel encarna en la región solo por la cercanía de las relaciones del Estado hebreo con EE.UU. Relacionar aspectos relativos a la globalización y al capitalismo como pretende la izquierda es tan absurdo como inverosímil a los ojos de las personas de buena voluntad y de paz. Es algo tan cándido e ingenuo como sostener que los árabes no pueden ser antisemitas, idea ésta basada en “la noción paternalista del buen salvaje”.

Es tiempo para Occidente de brindar sincera ayuda a los habitantes de Gaza y al pueblo Palestino en general para lograr la construcción de su propio Estado. Para ello debe librarlo de la endemia del fanatismo y el terror que los ha secuestrado y que convierte a cada palestino en su primera víctima.

El mundo libre debe tener claro que no todo ser humano tiene la misma capacidad moral de distinguir entre el bien y el mal. Si nos consideramos hijos de la modernidad, la ilustración es nuestra principal arma, y probablemente la única que disponemos.

Israel no es el problema

En esta columna de hoy, bien podría compartir con ustedes algunos hechos históricos fascinantes de la milenaria cultura árabe. También pensamientos y magníficas experiencias acerca de esa antigua cultura. Pero claro, en estos días, todas las personas parecieran estar en carne viva, hablan, entienden y hasta pareciera que tienen la solución a lo que está sucediendo en Gaza, con el conflicto Palestino-Israelí. Me referiré a ello solamente de paso y, en todo caso, será tema de un próximo análisis.

Hoy prefiero dedicar la mayor parte de mi artículo a pensar con ustedes sobre la amplitud del escenario geográfico de aquella región que conocemos como “mundo árabe” y al impacto de los hechos que allí se producen, algo que abordé en varios de mis artículos y análisis por los últimos años. Para ello, le solicito como lector localizarse específicamente en la zona que va de Marruecos a Pakistán, un área predominantemente árabe y musulmana, pero que también incluye significativas minorías de otras creencias.

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La maldición de las guerras inconclusas

Dos semanas le tomó al Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, emitir un llamado al “cese al fuego en Gaza”. Su gesto diplomático -de forma y de orden tan bajo y endeble que ni el mismo se lo creyó- fue recibido por las partes como un efímero soplo del viento. El gesto del funcionario no hizo más que reflejar la falta de voluntad, la sumisión y la imposibilidad de la comunidad internacional para hacer frente a las causas reales de este absurdo, innecesario y sangriento conflicto.

De todos los temas en la agenda global, evidentemente el conflicto palestino-israelí “es el más cargado de emociones” y, pareciera ser, el menos adecuado al análisis político. Sin embargo, sin tal lectura y sin abordar las verdaderas causas, sus disparadores y actores interesados en su permanente continuidad, no se puede esperar que un alto el fuego constituya algo más que un momento de calma para la siguiente ronda.

Como sea, es inevitable efectuarse una pregunta central: ¿por qué la guerra estalló en este momento? La guerra siempre estalla cuando una o más partes -en una relación de confrontación- perciben que el statu quo vigente es intolerable y debe modificarse. No procede en las tensiones geopolíticas de Medio Oriente hablar de cuestiones humanitarias, tanto Hamas como Israel dejan eso a los verdes a pacifistas y antibelicistas que piensan que pueden parar las bombas vociferando en plazas europeas o latinoamericanas. Rechazando la endemia de la guerra, a lo que me refiero es al punto de vista político-militar de dos energías en pugna.

Personalmente, no debato ideologías ni apoyos a tal o cual sector, eso se lo dejo al lector pensante. Me refiero siempre a los hechos. Y en el caso de Gaza, Hamas fue el primero en encontrar que debía cambiar el status quo establecido desde la efectiva retirada israelí del enclave, ocurrida en el año 2005. Así fue que se dio a la acción para modificarlo.

Varios acontecimientos llevaron a esto, a saber:

a) El colapso de la Hermandad Musulmana en Egipto, un aliado primario de Hamas desde la era del derrocado presidente Hosni Mubarak. Los Hermanos brindaban logística y apoyo de altísimo valor político, estratégico y militar que se perdió con la caída del presidente Mohamed Mursi, meses atrás.

b) Los crecientes problemas económicos de Irán, producto de las sanciones económicas sobre el régimen de los mullah’s y la consiguiente reducción del apoyo de Teherán a Hamas. Este punto se hizo sentir fuerte en el enclave gobernado por la organización islamista.

c) El fracaso de Hamas en reactivar la economía, combinado con métodos autoritarios y de rígido control le significó una pérdida de apoyo popular entre los propios habitantes de la Franja, por lo que había que apelar al pueblo con acciones convincentes para mantenerse presente en la reivindicación de sus postulados como movimiento de resistencia ante el enemigo externo.

Así, para cambiar el status quo, Hamas tuvo que volver a recalentar el escenario con sus ataques con cohetes contra Israel. De esta manera se dio a la acción, al tiempo que sometió a civiles de uno y otro lado a la devastación. En ello, dio relativa importancia a la devastación –incluso- para su propio pueblo y, mostrando su “resistencia al enemigo sionista”, se lanzo en una ofensiva temeraria. Esta ha sido la táctica de siempre, aunque esta vez, colisiono con una realidad inesperada para su conducción, salvo Qatar, “no hay apoyo de las naciones islámicas para Hamas”. Esto se aprecia en los críticos “silenciosos” dentro del mundo árabe y la comunidad palestina, incluidos los de Gaza.

Lo que Hamas ignoró es que Israel sintió también que el status quo era insostenible e insoportable, y decidió no recibir más misiles y cohetes a diario sobre sus poblaciones. El cálculo estratégico de Hamas erró esta vez. No consideró que el propio Israel puede aprovechar la oportunidad para intentar cambiar el status quo definitivamente en esta guerra y, saldar así, cuentas pendientes como vienen desde 2009 con la “Operación Plomo Fundido”.

En política, “si no se puede decir en una frase cuál es la meta que se persigue, siempre es mejor guardar silencio hasta que se pueda hacerlo”. Hamas no supo entender este principio básico. Ahora ¿cuál es -en una frase- la meta de Hamas? La pregunta no es de difícil respuesta. Se encuentra establecida en los estatutos de conformación del movimiento y, claramente se puede leer en su articulado: “la destrucción de Israel”.

Es claro que el mundo está lleno de movimientos utópicos mesiánicos, milenaristas y otros dedicados a las agendas idealistas, y no hay razón por la cual Hamas no debería ser uno de ellos. Sin embargo, Hamas vive en un mundo de fantasía donde ha olvidado el destino y el futuro de la población de Gaza. Hamas no calculó que los habitantes de Gaza son, en su mayoría, refugiados, bastante más apegados al modelo de la Autoridad Nacional y su justo reclamo por construir un Estado Nacional Palestino. Lo que no es lo mismo que un Estado islamista.

Si en el pasado Hamas obtuvo el respaldo de los habitantes de Gaza contra las autoridades de la Autoridad Nacional Palestina, fue precisamente por su posición frente a las viejas falencias de la ANP del presidente Mahmmud Abbas. Pero no para un programa pan-islamista ni para establecer allí un califato, como pretende Hamas.

En el contexto de la situación actual, el objetivo de Israel para detener los ataques con cohetes hacia su territorio fue facilitado por Hamas. Israel cuenta con los recursos para alcanzar esa meta y desmantelar los sitios de lanzamiento de cohetes. Lo mismo para neutralizar el mando y control de la red operativa de Hamas. Habrá por tanto que ver si es esta una nueva guerra inconclusa como las anteriores, o si esta vez tiene un final, sea por medio de las armas o, como sería más aconsejable, por medio de un acuerdo definitivo.

Vivimos en un mundo en el que la guerra rara vez se permite llevar a cabo en forma completa. Ello debido a que el estado de ánimo de la comunidad internacional es hostil a ella y, a pesar de que la guerra siempre ha sido, y es posible, infortunadamente, que continúe siendo, el instrumento de regulación de las relaciones conflictivas entre los pueblos.

En el futuro, la opinión pública internacional, la presión de EE.UU. y el creciente costo de la guerra moderna no permitirán al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, hacer uso pleno de la guerra como instrumento de remodelación de la realidad geopolítica. Peor aún, en vez de perseguir a Hamás en Gaza, Netanyahu puede terminar ayudando a Hamas a volver a Cisjordania. También puede que Hamas quede demasiado débil para conformar un nuevo status quo en el enclave. Una vez que las armas se hayan silenciado, entonces veremos dónde estamos con el nuevo status quo. Y más importante aún, cuales habrán sido las implicancias y consecuencias reales de una guerra “terminada o de una guerra a medio terminar”. Está visto que los dos adversarios no pueden entenderse desde 1948.

Sin embargo, a través de los años hemos sido testigos del auge y la caída de 17 movimientos palestinos de “liberación”. Con una sola excepción, todos eran grupos nacionalistas que decían luchar por la liberación y bajo una idea que aglutinó el pensamiento marxista, estalinista y maoísta. Todos esos grupos incluyeron la palabra “Palestina” en su identificación. La única excepción es Hamas, que con sus acciones y postulados representa al Estado teocrático, y con ello, socava las esperanzas de los palestinos por un Estado propio.

La tragedia de Gaza nos debería recordar un hecho trascendental a través de la historia de los conflictos humanos: “Si hay algo peor que la guerra, es una guerra a medio terminar”.

El costado bárbaro de Occidente

Es innegable que un soplo intolerante renovado se ha disparado en Occidente. Sucede a menudo ante operaciones militares en las que el ejército israelí está involucrado. No es casual que se hayan activado nuevas conspiraciones -previamente inactivas- para quienes aman la creencia de “que los judíos controlan el mundo”.

Cada vez con más asiduidad, se escucha y se lee -a alguien- desde una tribuna política, una editorial de prensa o un discurso de barricada, diciéndonos que Occidente debería replantear su relación con el Estado Hebreo -por ende con los judíos-. Se oye y se lee en abundancia sobre lo perversos que son y como manipulan todo para poder controlar el mundo.

Para muchos, los judíos son responsables de cosas horribles. Colegas franceses y españoles me han llegado a decir que no descartan que estuvieran detrás del fatal 09/11. Otros les culpan de la maldición del multiculturalismo y de los males de la humanidad.

Lo cierto es que los judíos están marchándose de Europa, y sus lugares son ocupados por inmigrantes radicalizados en las ideas fundamentalistas que se presentan como víctimas del complot mundial. Confieso que no estoy tan seguro en cuanto a la gravedad de esta situación, pero existe, es visible a diario, y ha echado raíces peligrosamente en casi todo el mundo.

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