Revisando los acontecimientos de Gaza

George Chaya

Mientras que la victoria tiene mil padres, la derrota es siempre huérfana. Tal idea vino a mi mente mientras veía las declaraciones recientes del líder de Hamas, Ismael Haniyeh, jactándose en Al-Manar (el canal de televisión de Hezbollah en Líbano) de la “victoria histórica” ​​de su grupo en la reciente mini-guerra con Israel.

La arenga de 15 minutos fue muy interesante, al menos por una razón: Haniyeh explota maravillosamente los medios de comunicación adictos. Según él, Israel desencadenó la guerra con el pretexto de obtener alguna ventaja -aunque no especifico a qué tipo de ventaja se refería- mientras el mundo estaba distraído por las acciones del Estado Islámico de Irak y Siria en el noroeste de Irak.

El líder de Hamas se jactó de haber comenzado la guerra atacando con cohetes la ciudad de Haifa, y de asustar a los israelíes con esa acción. Sin embargo, no dijo qué lo llevó a la decisión de iniciar una guerra en la que unos 2.000 habitantes de Gaza murieron, ni cual fue el beneficio para los palestinos de tal decisión. Quedó claro que en su visión las personas no cuentan para nada, salvo para ser usadas en una guerra desigual contra un enemigo mucho más fuerte y en ausencia de cualquier estrategia creíble.

Haniyeh remarcó el hecho de que la inmensa mayoría de los muertos fueron civiles, aunque nada dijo sobre la utilización de esas personas como escudos humanos. Tampoco pareció demasiado preocupado por el hecho de que su victoria estuvo marcada por la destrucción del 90 por ciento de la ya derrumbada infraestructura de Gaza. De acuerdo con expertos de la ONU, puede tomar hasta 20 años reconstruir lo que los israelíes destruyeron en la victoria que Haniyeh festeja. Sin embargo, Haniyeh tiene razón, al menos en un sentido obtuvo una victoria: “Él y sus bandas armadas todavía mantienen el control en Gaza”.

Al mismo tiempo, el halcón sucesor de Ehud Olmert, el Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, hizo lo mismo que Olmert. Ambos demostraron no tener las agallas para terminar con Hamas. Netanyahu causó estragos en Gaza, pero permitió no sólo que Hamas siga existiendo, sino también que mantenga su férreo control sobre la población civil palestina en el enclave, y también la amenaza latente de lanzamientos de misiles sobre civiles israelíes. Seguramente Netanyahu no leyó los consejos de Nicolás Maquiavelo, quien sugería no dejar herido a un enemigo mortal.  Según Maquiavelo, debía neutralizárselo o convertirlo en amigo, en ambos casos, para siempre. Netanyahu no hizo ni lo uno ni lo otro.

El mensaje de Haniyeh a los habitantes de Gaza fue claro: “Empezaremos una guerra cuando queramos y la terminaremos cuando nos guste”. Quedó claro que los habitantes de Gaza no cuentan para nada. Aun así, el discurso de Haniyeh frente de una multitud que le seguía por la televisión y “cuyo silencio fue más elocuente que la más fuerte de las protestas” puede haber sido vergonzoso para los palestinos. Un día más tarde, el diario iraní Kayhan, publicado por la oficina del Guía Supremo Iraní, reclamo “la victoria en Gaza” a nombre del régimen Khomeinista de Teherán. En otras palabras, el mensaje de Irán a los líderes de Hamas es: no hay nada gratis en la medida que Teherán no quiera o, dicho de otro modo, si les damos dinero y misiles, ustedes deben obedecer órdenes al igual que lo hace el Hezbollah libanés y el presidente Bashar Al-Assad en Damasco. La República Islámica no quiere, y de hecho no le interesa, tener aliados. A pesar de lo que usted lea o escuche sobre la solidaridad con la causa palestina, de igual forma que otros imperios: “quiere siervos”.

En última instancia es inútil debatir quien ganó “la guerra inconclusa en Gaza”. Como sostuvo el estratega y filósofo chino, Sun-Tzu hace más de 2.000 años, ninguna guerra se gana a menos que un lado admita la derrota.

El caso es que Haniyeh no puede admitir la derrota pues de mínima lo expondría a la acusación de aventurero irresponsable. Él y su cúpula militar ignoraron el consejo no sólo de Sun-Tzu, también el de Karl von Clausewitz, quien sostuvo que “no hay que lanzarse a la batalla sin tener al menos una probabilidad del 50 por ciento de ganarla”. Así fue que Haniyeh llevo a su pueblo a una guerra desigual que acabo en altísimos costos.

Por su parte, también es improbable que Netanyahu admita haber perdido la guerra. Tal reconocimiento sería el fin de su carrera política, él también reclama la victoria al afirmar que destruyó la mayor parte de la infraestructura de lanzamiento de cohetes de Hamas y sus túneles de infiltración a territorio israelí. Eso puede puede ser cierto o no. Sin embargo, la infraestructura militar de Hamas podría ser reconstruida rápidamente con dinero de Irán, como ya sucedió con Hezbollah luego de la guerra de 2006, y los misiles que Hamas perdió también podrían ser reemplazados rápidamente por las mismas fuentes que proporcionaron los destruidos.

La última guerra de Gaza estalló debido a que, tanto Israel como Hamás encontraron el status quo difícil de soportar. Hamas sabía que su base de apoyo popular se derrumbaba dentro de Gaza. A principios de este año, una encuesta global del Centro de Investigación PEW mostró que el 63 por ciento de los habitantes de Gaza tenía una opinión negativa de Hamas. Aunque curiosamente, la aversión a Hamas en Cisjordania, dio un 53 por ciento de opinión negativa sobre la organización. Esto va en línea con un dramático cambio del estado de ánimo en todo el mundo musulmán, donde el 50 por ciento de las personas (en Turquía) y el 79 por ciento (en Nigeria) rechazan a los islamistas radicales.

El status quo que llevó a la guerra no ha cambiado en Gaza. Hamas sigue ahí con una sola estrategia: “Destruir el Estado de Israel y, cuando pueda, continuar con el lanzamiento de cohetes contra sus poblados y ciudades”. La población civil israelí también sigue allí, con la misma aversión a tener que recibir cohetes disparados contra ella. Y a decir verdad, no veo que disponga de garantías para que eso no suceda en el futuro.

Si Haniyeh cree que lo suyo ha sido una gran victoria, y si Netanyahu afirma lo propio desde su gobierno, habría que buscar un concepto moderno y diferente sobre los conflictos militares y sus finales. O en todo caso, un tratamiento psicológico que mejore a ambos en sus respectivos y agudos ataques de delirio.