El populismo, en rumbo de colisión

Si algún sentido tiene el derecho a resistir las tiranías, con toda seguridad puede sostenerse que este derecho le asiste a los ciudadanos cuyas dirigencias a través de la historia van agotando los medios pacíficos para evitar la muerte de personas inocentes. Esto es claro en Venezuela, donde el populismo chavista fue sincero con sus postulados al mostrarse dispuesto a reprimir a sangre y fuego las demandas democrática de estudiantes y trabajadores. La tragedia venezolana muestra palmariamente como se niega y arrebata al pueblo elementos democráticos esenciales como la libertad y el derecho a intervenir en asuntos sociales fundamentales cuando un sistema político es manejado por un gobierno pretendidamente revolucionario. Este antecedente es una constante a través de la historia donde la izquierda nunca pudo contener una crisis generada por propias políticas sin recurrir a la represión armada y, por lo general, acabo tiñéndolo todo de sangre tanto igual que las dictaduras de derechas.

Con todo, en algún momento, Maduro deberá rendir cuentas ante la Corte Penal Internacional, pero podría habérselas ingeniado para no terminar ante el mundo como lo que es, un fascista al timón de un régimen fraudulento y asesino de personas desarmadas que pretenden ejercer el natural derecho a peticionar y movilizarse desde el disenso. Aunque esto no fue así y el chavismo eligió la vía de la represión armada, con lo que puede decirse que ha comprado un ticket sin retorno a la violencia y la agitación social.

Lo concreto es que tanto la derecha totalitaria como la izquierda mesiánica latinoamericana han pasado doscientos años aserrando prolijamente la rama del árbol donde sus pueblos se sentaban. Al final, era esperable que tanto esfuerzo de ambas ideologías fuera recompensado. Hoy, con contadas excepciones, la mayoría de países latinoamericanos se encuentran en el suelo y lamentablemente no cayeron sobre un lecho de rosas, sino sobre un pozo de cadenas y alambres de púas.

En las ciencias duras, si se conoce el punto de ebullición del agua y se dispone de instrumentos de medición, se puede predecir con exactitud cuándo va a producirse el cambio. En política esto es algo más difícil: se desconocen los puntos de ebullición y resulta imposible conseguir termómetros confiables. Aunque el principio básico puede presentar similitudes cuando los gobiernos avanzan sobre las instituciones republicanas sumando poder arbitrariamente, quebrantando la división de poderes y recortando la libertad del individuo durante un tiempo suficiente en el que tanto abuso, en determinado momento inexorablemente resulta en un cambio cualitativo en cualquier sociedad. Así, el populismo de izquierda actual está condenado al fracaso lo mismo que las dictaduras de derechas del pasado. Pero hasta que ello ocurra cunde el engaño y se finge vivir en democracia, haciendo que las sociedades no puedan seguir siendo democráticas para acabar en un pozo colmado de alambres de púas y cadenas.

Las falsas deidades como “la igualdad” y “la justica social”, ante las cuales varias generaciones de políticos y responsables de medios de prensa se consideraron en la obligación de postrarse, hoy pierden vertiginosamente credibilidad ante la prosperidad económica de dirigentes fraudulentos. Lo mismo ante la corrupción y las falsas consignas de gobiernos como los Venezuela, Ecuador, Argentina y Bolivia, por no mencionar a Nicaragua o Cuba.
La compresión de movimientos sociales es nula en la mayoría de los gobiernos sudamericanos, incluido el argentino que siempre ha apoyado el lado equivocado desde su vanidad e intolerancia, características sobresalientes del impúdico pseudo-progresismo que no acepta el pensamiento crítico.

El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner demostró no haber aprendido nada en el ámbito de la política internacional cuando se mostro laxo e ingenuo en la firma de un acuerdo violatorio de su propia soberanía judicial con el régimen iraní por la causa AMIA, y creyendo que jugaba en grandes ligas de la diplomacia mundial no se sonrojó en negociar la vida de 85 ciudadanos argentinos asesinados en el peor ataque terrorista padecido en su suelo. Aunque hay que reconocerle que gobierna sin un canciller a la cabeza del Ministerio de Relaciones Exteriores, lo cual no es nada sencillo en este mundo globalizado. Y esto ha quedado claro horas atrás cuando Argentina prestó tácitamente su apoyo a Putin en el escandaloso escenario de Crimea; a Bachar Al-Assad en sus crímenes de lesa humanidad contra el pueblo sirio, y ahora, al régimen fascista venezolano.
Todo lo que el kirchnerismo ha demostrado, en nombre de un código de valores muy cuestionable, ha sido desechar los parámetros que hacen a una sociedad libre desde la eterna contradicción de su ideología, si es que alguna vez ha tenido una. Sus posiciones actuales derivaron en una corriente incomprensible de apoyo a regímenes criminales en detrimento de los pueblos que padecen y sufren a los tiranos. Con ello, dio por tierra para siempre con cualquier posición que haya esgrimido en el pasado en materia de derechos humanos.

Este engañoso horizonte al que América Latina puso proa a toda máquina dirigida por una tripulación de marginales que después de haber malgastado el combustible, comenzó a alimentar las calderas con la madera del propio buque y de sus botes salvavidas, parece no tener retorno. Al tiempo, se dice que todos los problemas creados por el populismo igualitario serán solucionados aumentando el número de esos mismos problemas. Pero lo que se ve es que estos gobiernos han logrado que las industrias y empresas estatales crezcan en su ineficiencia y que la inversión privada sea asfixiada por el constante aumento de impuestos que se destinan a ineficaces subsidios -por no hablar del fraude de los precios controlados y los índices inflacionarios donde el gobierno conspira en forma directa contra la propia salud democrática de su sociedad civil.

En suma, la búsqueda de un consenso espurio es alarmante en América Latina. Lo notable y a la vez característico de sus regímenes es que los gobiernos de estas fingidas sociedades democráticas se abocan a imponer una escala de valores propia obligando a una sociedad civil que cavila mansamente a aceptarlos en detrimento de sus propios e históricos valores. Estos trastornos conceptuales han impactado negativamente en Argentina, donde se aprecia gran confusión y la gente tiende a referirse vagamente a la democracia como si fuera algo más que un método para decidir quién ejercerá la autoridad. Así, se ha llegado a decir que la democracia es un fin en sí misma, que representa todo un sistema de vida e incluso un tipo especial de civilización, cuando en realidad no es ninguna de estas cosas con las que todavía el kirchnerismo engaña a la masa de incautos. La democracia no es más que un mecanismo que se encuentra sujeto a un gran número de modificaciones en situaciones diversas y un método para elegir y descartar gobiernos que, como se observa en Argentina, sería el peor sistema del mundo si no fuera porque existen todos los demás.

¿Hacia dónde marcha Siria?

A medida que la crisis siria entra en su trágico cuarto año, la pregunta sigue siendo si el régimen del presidente Bashar Al- Assad será vencido y derrocado o si finalmente será capaz de someter a la oposición y mantener el poder en su devastado país. El número y la intensidad de las batallas diarias en toda Siria muestran que los tres años transcurridos no han inclinado la balanza claramente en favor de alguno de los contendientes. A pesar del apoyo ruso-iraní que el régimen dispone y del soporte que Arabia Saudita y Qatar brindan a los rebeldes, ambos bandos parecen estancados más allá de los combates y las victorias parciales.

Hace dos años, Assad trataba de comprar algunas semanas de tiempo con la comunidad internacional para establecer el control sobre algunas regiones que los rebeldes habían conquistado. A principios del año pasado, Bashar dijo estar de acuerdo -en principio- para negociar la incorporación de extra-partidarios a su gobierno con el fin de continuar ganando tiempo. Entonces ocurrió el ataque con gas neurotóxico en la zona de Ghouta, Damasco, ante lo cual, Assad nuevamente movió ficha confiando en las garantías de sus aliados rusos e iraníes e hizo una propuesta para entregar su arsenal de armas químicas. La propuesta era -y fue- también una táctica con la que Assad evito la intervención de EE.UU, y a través de la cual, obtuvo más tiempo para ejecutar su estrategia y finalizar la batalla aplastando a la oposición en varias ciudades en manos de los rebeldes.

Sin embargo, a pesar de todo el tiempo que el régimen se procuro, de las armas que adquirió de Moscú y Teherán, de los expertos y de la participación activa en los combates del Hezbollah libanes, Assad aún no ha logrado afianzar su control sobre toda Siria. El único éxito que ha tenido el régimen tanto como los grupos islamistas que lo combaten, ha sido la completa destrucción del país llevando a sus ciudadanos en un viaje sin retorno al enfrentamiento sectario y al odio más profundo a nivel comunitario.

Entrados ya en el cuarto año de una de las guerras más feroces que haya conocido la región para derrocar un régimen la mitad de la población siria está desplazada y perdió sus hogares, el 90% de ciudades y pueblos del país están destruidos y el número de muertos contabilizados por la ONU -hasta octubre de 2013 en que dejo de hacerlo- es de unas 175.000 personas. Al mismo tiempo, los combates se están desarrollando en los suburbios de Damasco en momentos en que el régimen parece haber consumido el tiempo que compró en el pasado cuando ofreció deshacerse de su arsenal químico. Assad y el Baath sirio saben que esta noticia no es buena para su supervivencia y no desean quedar expuestos ante la comunidad internacional sin su arsenal de armas tácticas. Pero puede que sean escasas para el régimen las posibilidades de ganar más tiempo. Moscú no desea que la crisis siria humille más aun a los EE.UU, pues tiene asuntos más importantes que atender en Crimea y Sebastopol y necesita buen clima con Washington. Esto último puede no ser bueno en el corto y mediano plazo para Damasco ni para Teherán.

Cabe preguntarse ¿qué ha pasado con el apoyo internacional a la oposición siria y al Ejército Sirio Libre (ESL)? ¿Tiene aun el mundo libre entusiasmo, capacidad y voluntad para armar al ESL, para ayudar a los millones de refugiados y participar en batallas políticas contra Assad e Irán en el escenario político internacional? Aquellos que creen en la oposición y apoyan el pueblo sirio -en particular Arabia Saudita, los Emiratos Árabes y Qatar- siguen comprometidos con su postura. Estos países dan cuenta de las amenazas que se plantean si abandonaran a la oposición. Ellos entienden que quitar su apoyo significaría la victoria del régimen iraní en el conjunto regional. También son conscientes que la tragedia se expandirá si abandonan su papel en la ayuda y que la lucha contra Assad debe ser llevada hasta el final.

La oposición también tiene una responsabilidad importante por su fracaso en conseguir apoyo político global y no ha sabido evitar los temores de la comunidad internacional respecto a su capacidad para administrar las zonas liberadas, sus habitantes y los recursos que le fueron dados ante la expansión e infiltración en suelo sirio de grupos criminales como el Frente Al-Nusra y el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS). Estos grupos han sido funcionales a los intereses del régimen amenazando las minorías y aterrorizando a la mayoría de las personas que se sublevaron contra el régimen, y con ello, colocaron al mundo en la dicotomía de brindar apoyo al mal menor, pero lo cierto es que han paralizado mucha ayuda occidental.

En todos los casos, la Siria actual no será nunca más la de antes. Seguramente no va a ser un camino de rosas construir una nueva Siria plural y tolerante entre las distintas sectas religiosas que la han compuesto en el pasado. La situación del país ha cambiado de manera dramática y para siempre. Assad y su régimen son parte de una historia que el mismo presidente ha decidido, no cuenta lo duro que pudo resultar tal decisión. Inclinándose por Irán y Hezbolllah, Assad ha mostrado a las claras su adhesión a las acciones de violencia dentro y fuera de la región.

Una transición rápida podría aliviar el sufrimiento del pueblo sirio que no dispone de demasiadas opciones y pareciera tener que escoger entre el mal menor sin encontrar una salida pacificada. Tanto el régimen como los islamistas no tienen mucho que ofrecer en dirección a la pacificación del país. Mientras tanto, el mundo se empeña en prolongar el derramamiento de sangre y el dolor de los ciudadanos sirios ante la brutalidad a la que los someten ambos bandos en el día a día.

Evitar un nuevo Bosnia

Cuando se trata de evaluar lo que está bien y lo que está mal en las conductas y los conflictos humanos, es habitual estar ante una difícil decisión pues el ámbito de colisión tanto de las ideas como de las acciones a menudo incluyen zonas grises. Cuando se trata de interpretar una guerra civil, la tarea se vuelve aún más escabrosa debido a que la urgente necesidad de detener la tragedia debe superar la tentación de repartir culpas y responsabilidades.

De vez en cuando, sin embargo, nos enfrentamos a un conflicto en el que tomar partido es a la vez ‘una posibilidad teórica pero también un imperativo moral’. Exactamente a esa categoría pertenece esta crisis que ha sumido a Siria en una tragedia de magnitud por los últimos de tres años. Es por eso que uno siente cierta sensación de indignación ante los que tratan el asunto con sus tibios “sí, pero no” (para evitar tomar partido) lo que al final del día, equivale y significa llanamente tomar partido por los malhechores y asesinos.

Tiempo atrás, en el marco de una de mis conferencias en Boston, un oficial de alto rango de la administración del presidente de EEUU, Barack Obama, me dijo que actuarían duramente ‘para frenar la masacre del pueblo sirio a manos de Bashar Al-Assad si se comprobaba la utilización de armas neuro-toxicas en suelo sirio’ (el propio Obama hizo también la misma promesa). Ese era el momento de la ‘línea roja’ de Washington, me indicó. Luego, el mundo vio que nada de eso sucedió y la esperanza de los sirios que esperaban ayuda ante su sufrimiento se desvaneció por completo. El año pasado, un alto funcionario del gobierno francés declaró que el presidente de Francia, François Hollande, ‘estaba listo, incluso para una acción militar’ que pusiera fin a la carnicería de Siria. Pero por supuesto, eso fue antes de que Obama realizara su espectacular huida de la región, dejando solo al desventurado e inepto Hollande. Si Francia pretendía maquillar sus traiciones históricas en el Oriente Medio y el Levante en Siria, todo lo que sucedió es que París reincidió en su conducta artera y dual hacia los pueblos árabes.

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Siria: el régimen compra tiempo

La noticia relevante con posterioridad a la llamada cumbre de Ginebra II sobre Siria ha sido que el presidente Assad ha llamado al dialogo. ¿Qué ha cambiado para que Bachar Al-Assad ahora esté pidiendo diálogo con la oposición? Es claro que hay muchos factores que se han movido, el más importante es el avance sobre el terreno del Ejército Sirio Libre (ESL) y su implacable persistencia. Ello a pesar de que indicadores recientes han puesto de manifiesto la abierta y flagrante interferencia iraní y del Hezbollah libanés en suelo sirio. La comunidad internacional teme la propagación del terrorismo debido a los crímenes de Assad y la interferencia de Irán, y pareciera que finalmente eso ha llevado al mundo a actuar. Parece que el paso más importante en este sentido ha sido, o será, permitir el flujo ilimitado de armas y tecnología militar a los rebeldes sirios, tal y como lo reveló recientemente el Washington Post, a pesar de que el periódico no anunció qué hay en realidad detrás de la oferta de ayuda a los rebeldes. Lo importante para el ESL es que el refuerzo armado se ha convertido en una realidad y esto se hará evidente en las próximas semanas. Continuar leyendo

Irak: reaparece el fantasma de Saddam

 

Cualquier persona que por estos días escuche noticias sobre Irak escuchara el batir de tambores de guerra. El primer ministro Nuri Al-Maliki parece estar preparándose para un asalto militar contra los grupos opositores en la provincia de Anbar, específicamente con la ciudad de Falluyah como blanco principal de su ofensiva para acabar con la sedición sunita que alberga los residuales leales a Saddam Hussein, hoy asociados con elementos de Al-Qaeda. Aunque puede ser demasiado tarde para debatir la conveniencia de tal medida o para ofrecer consejos sobre la solución de la crisis. Sin embargo, el mejor consejo que Maliki podría tomar es el de reconsiderar su estrategia militar.

Puede parecer que el primer ministro tenga la situación a su favor pues el nuevo ejército iraquí con casi un millón de hombres, incluidas las fuerzas armadas regulares y los equipos de seguridad y policiales es controlado absolutamente por él. También tiene algunos aliados entre las tribus árabes sunitas en Anbar, incluyendo parte de la As-Sahwah (una coalición que ayudó a derrotar la resistencia favorable a Saddam hace casi una década). Su estrategia patriotera también goza de apoyo entre varios grupos chiítas dentro del país. El referente de la política iraquí chiíta, Sheikh Mokhtada Al-Sadr, ha suavizado su tono beligerante de otros tiempos contra Maliki en nombre de la solidaridad chiíta, lo cual fortalece al primer ministro en sus planes militares y lejos de buscar un consenso político, cada vez lo empuja más hacia la salida armada.

Es claro que el primer ministro está dispuesto a buscar un tercer mandato en las próximas elecciones generales, el ha conseguido un impresionante nivel de apoyo extranjero. Los mulás iraníes, a quienes nunca les simpatizo porque pensaban que era el hombre de Washington en Irak, ahora lo apoyan y sostienen que es la única figura chiíta iraquí capaz de mantener unida a la comunidad ante los próximos desafíos políticos locales y regionales. También la administración Obama está jugando ficha a favor de Maliki proporcionándole sofisticados aviones no tripulados y misiles. Algunos círculos en Washington y Teherán están propagando la idea que EEUU y la República Islámica tienen un interés compartido en el aplastamiento de los grupos de la resistencia sunita iraquí, tanto igual que en el mantenimiento de un debilitado presidente Bashar Al-Assad en Siria para mantenerlo como marioneta a manipular de forma conjunta.

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Integrismo: “Es la ideología, no el comportamiento”

El problema con el terrorismo de índole religiosa es que se basa, fundamentalmente, en un dogma estrecho y fuera de cualquier posibilidad de ser contrastado. Su discurso es un diálogo ‘de suma cero, violento, represivo y maximalista’. Sus defensores y adherentes jamás reflexionan y sólo estarán satisfechos cuando los que consideran sus enemigos se conviertan a su creencia o sean vencidos. Sus seguidores creen que todo lo que los demás deben hacer es reconocer la legitimidad de la espalda con la que amenazan al diferente. Los discursos que se oyen por parte de los líderes de Al-Nusra (brazo de Al-Qaeda) en la Siria actual muestran claramente la inexistencia de la racionalidad y la ausencia de su legitimidad. El silencio que esgrimen aquellos que apoyan a los radicales en la guerra civil siria hace que la inmoralidad que los islamistas encarnan se permita y se siga oyendo. Esta gente no está allí para liberar a los ciudadanos sirios de Assad ni de nadie. Ellos están tratando de destrozar lo que queda en pie del Estado y las instituciones sirias para instaurar su proyecto de califato islamista, al tiempo que asesinan sin miramiento a civiles inocentes de todas las edades.

Durante décadas, incluso antes del 9-11, cuando el terror fundamentalista mostró lo que estaba dispuesto a hacer, una corriente perversa de análisis sobre el fenómeno del terror fundamentalista fue tomando cuerpo en la voz de intelectuales y académicos occidentales, y de ellos se valió la prensa para confundir a la opinión pública sobre el significado real de lo que encarna este tipo de terror. Estos intelectuales y analistas esgrimen una débil y absurda explicación sobre el llamado terrorismo religioso, al que sindican como el resultado de la pérdida de libertades políticas, la hegemonía occidental y la ocupación israelí de Palestina. Tal explicación configura una vulgaridad disociada de la realidad que no resiste análisis alguno.

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Siria: se debe preservar la nación-estado por sobre el estado sectario

A medida que EEUU y Rusia se preparan para verificar los trabajos de desmantelamiento de las armas químicas en Siria, algunos think tanks en Washington y Moscú están tratando de revivir la idea de dividir el país devastado por la guerra en miniestados.

Todo es muy similar al debate previo a las elecciones de Irak en 2003, tras la liberación de la tiranía baasista de Saddam Hussein. Incluso una serie de libros editados recientemente en los EEUU avanzan sobre el tema de dividir Siria en miniestados, igual que el Irak actual fue repartido fácticamente en tres cantones: chiíta, sunita y kurdo.

Recuerdo exactamente un enfrentamiento verbal que tuvo sobre el tema el senador Joseph Biden, actual vicepresidente de los EEUU, con el senador John McCain. En esa discusión, Biden insistió en que Irak era un estado artificial y no podía sostenerse. Lo que el actual vicepresidente no entendía ni comprende actualmente es que todos los Estados árabes, y también los EEUU, son artificiales, sencillamente porque ninguno cayó del cielo completamente formado y menos en sus circunstancias actuales.

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El Acuerdo Kerry-Lavrov sobre Siria

Con su acuerdo sobre las armas químicas de Siria, el presidente Barack Obama ha provocado un estruendoso silencio en torno a su estilo de liderazgo. Sus amigos hablan de un golpe diplomático, sus adversarios afirman que ha cometido un error que ningún otro presidente de EEUU se habría permitido cometer.

Es innegable que ambos puntos de vista están abiertos a la discusión: el acuerdo Kerry- Lavrov puede ser un buen golpe diplomático para Moscú, pero no para Washington, y claramente ha sido una victoria demoledora de Putin, quien ha logrado encauzar la cuestión siria como planeaba. Recorriendo la crisis siria desde el principio, es claro que se trató de una revuelta de la ciudadanía contra un régimen que le niega sus derechos políticos y humanos, que aplastó las demandas populares con matanzas indiscriminadas en las que han muerto más de cien mil personas en los últimos treinta meses. Esto dio lugar a que la idea de una intervención fuera tomando cuerpo en la comunidad internacional, ello a fin de detener las matanzas y ayudar a los sirios a encontrar un camino hacia un nuevo sistema político que garantizara su seguridad. Pero esto no sucedió, todos y cada uno de los líderes de los países centrales esquivaron su responsabilidad en el caso sirio.

Ahora, centrando el problema en el arsenal de las armas químicas del régimen, Putin ha vuelto a incendiar Siria, tanto en el problema originario como en la solución. La salida que se busca es colocar ese arsenal bajo supervisión internacional a fin de ser desmantelado. Pero no se aborda el eje central del verdadero problema: se deja de lado las masacres ejecutadas por el Estado sirio con armas convencionales.

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El triángulo Hasaka: una opción viable a la crisis

En el noreste de Siria, un territorio de unos diez mil kilómetros cuadrados contiguo a Irak y Turquía conocido como el triangulo Hasaka es habitado por unos tres millones de kurdos, un millón de cristianos y medio millón de árabes. Las fuerzas de Assad han dejado prácticamente la zona. Las milicias kurdas controlan el territorio y combaten exitosamente -frenando inclusive por las últimas cinco semanas- a las milicias de Al-Nusra que intentaron entrar en ese distrito.

Esta región bien puede ser el punto de partida para una Siria libre sin necesidad de una intervención militar como la que aun evalúa Washington y Paris.

Si se aspira realmente a liberar Siria de Al-Assad como de las milicias islamistas, es allí donde se debe comenzar a gestionar y apoyar una zona libre dentro del país. Esto debería ser realizado con ayuda Occidental y de EEUU.

Los kurdos, los cristianos y los árabes que habitan esa región pueden establecer una zona liberada en sus ciudades y aeropuertos para funcionar como área de recepción de ayuda. Es allí donde el Ejercito Libre Sirio (ELS) y otros grupos de la oposición deben ser invitados a aliarse para convertirse en la base de la liberación del país y en el punto de partida para el establecimiento de una sociedad plural y pacífica para todos los sirios.

Aunque esta opción puede parecer irreal a muchos, a mi juicio ‘no es menos irreal que la esperanza de que Vladimir Putin y los rusos pavimenten un camino honesto a la paz y la convivencia en Siria’.

Si se examinan responsablemente las posibilidades actuales para solucionar la crisis, debemos reconocer que recurrir a este plan ofrecería una esperanza real de salida plural y pacífica para Siria a mediano plazo.

El plan del presidente Obama no fue más allá de declaraciones y discursos televisivos contra Assad, a quien presume responsable de utilizar armamento químico sobre civiles. Ello después que más de cien mil ciudadanos sirios han sido brutalmente asesinados en dos años de guerra civil por armamento convencional. Obama quería un ataque limitado para forzar a negociar a un Assad debilitado. Pero fracasó rotundamente. Cualquier observador del caso sirio sabe que no habrá solución política del conflicto en este marco. Todo se disparó al peor escenario y se ha ido muy lejos, las divisiones sectarias son demasiado profundas y la anarquía avanza en casi todo el territorio del país. Pero la solución contemplada por el presidente Obama por medio de un ataque como el que planifico, a mi juicio no tiene la menor posibilidad de éxito ni esperanza.

Por otra parte, el argumento aislacionista del parlamento británico y de aquellos que no participaron en el plan de EEUU y Francia es simplemente permitir que ambas energías en pugna continúen combatiendo entre sí porque no tienen ‘su propio caballo en esta carrera’. En consecuencia la idea que manejan es ‘que Dios y los sirios lo resuelvan’. Sin embargo, esta opción de resolución divina o de no involucrarse es completamente peligrosa.

Según lo ve la comunidad internacional, hay dos energías sobre el terreno; las fuerzas armadas de Assad y los radicales de Al-Qaeda, y cada uno recibirá más refuerzos. Así, finalmente, resolverán su batalla a través del triunfo militar del gobierno o de los islamistas, nadie ignora que en el transcurso de ello habrá miles de muertos inocentes a los ya contabilizados. Pero nadie ve una salida política en las condiciones actuales. Todos saben que es una guerra inter-árabe, por tanto, un enfrentamiento a muerte; aunque la gravedad de su profundización puede dar lugar a una nueva guerra fabricada contra Israel. Pero incluso si se evitara esa guerra, lo que tendremos será dos grupos extremista y terroristas fuertemente armados dentro de Siria con el peligro regional que conlleva.

La otra opción, la planteada por el senador Mc Cain es igual de peligrosa. El senador quiere armar completamente a los rebeldes en un intento por derrocar a Assad. La ingenuidad de esta alternativa es absoluta, pues será manipulada por grupos islamistas que aplastarán a las fuerzas seculares y liberales dentro de la oposición. Esto podría determinar el empoderamiento de Al-Qaeda para producir futuros ataques contra intereses estadounidenses en Siria, lo cual ya sucedió en Libia. En ese escenario no se debería descartar una guerra con Hezbollah en vista de la tendencia natural de esta administración hacia el retiro que podría culminar en una nueva victoria para los radicales.

Por eso sugiero y sostengo que el plan del Triángulo Hasaka es una opción acertada para la creación de una Siria libre. En esta región, claramente hay un grupo de aliados naturales donde Al-Qaeda y Al-Nusra han sido contenidos y expulsados, igual que las tropas de Assad. Si Occidente está realmente preocupado por resolver el conflicto sirio, inexorablemente allí tiene la única opción válida a mediano plazo. Cooperar con la conexión independiente de kurdos, cristianos y árabes, es una opción que debería ser explorada en la región de Hasaka.

El desarrollo de una Siria libre es la opción más viable para Estados Unidos, Europa y el resto de la comunidad internacional. Aquí es donde las minorías en peligro pueden ser protegidas y es el único territorio en la Siria actual donde están unidos los liberales y seculares con la mayoría sunita.

Los sirios anhelan seguridad y libertad. Si Occidente anhela una política exterior eficaz. Es hora de comenzar a construir hacia ese fin.

El ‘neocon’ arrepentido

En su tiempo, George Bush padre envió sin titubeos tropas a Panamá para expulsar a Noriega. Ello permitió a los panameños liberarse de un narco-dictador, votar, elegir democráticamente y crecer en lo económico. Ese día, el entonces presidente mando una tarjeta de Mickey Mouse al Congreso escrita de puño y letra en la que los congresistas pudieron leer: “En ocho horas habremos liberado Panamá. Cordialmente, el presidente”.

Hoy, el presidente Obama, quien tanto ha denostado a los republicanos por sus políticas y acciones, pareciera ser el nuevo neocon y está actuando como sus antecesores republicanos, pero hay diferencias. Personalmente no puedo decir que Obama me decepciono, menos aún que me haya sorprendido, sus acciones de gobierno son demasiado predecibles y su incapacidad evidente desde las primarias en las que se impuso a Hillary Clinton.

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