Las cuatro patas del narcotráfico en Argentina

En los últimos años, en materia de narcotráfico se discute si la Argentina pasó de ser un país de tránsito a uno de producción de drogas.

La discusión se vuelve falaz si se pretende creer que se pasa de una categoría a otra. El narcotráfico presenta cuatro patas: la producción, el tránsito, el lavado de dinero y el consumo, y lo usual es que se encuentren reunidas todas ellas, con mayor o menor intensidad.

Podemos afirmar enfáticamente que en la Argentina ha crecido en gran magnitud tanto la producción de drogas como su traslado. En la década ganada del kirchnerismo se han dado las condiciones propicias para el enorme desarrollo de estos cuatro fundamentos del narcotráfico.

Con respecto a la producción, resulta alarmante que, según datos judiciales, entre los años 1999 y 2010 se hayan importado 55.900 kilos de efedrina, mientras que con solo 156 kilos por año basta para satisfacer la producción farmacéutica local. Los picos de estas importaciones fueron durante los años 2006 y 2007. Ello se desprende de la causa penal por la que fue procesado el propio José Granero, quien curiosamente cumplía funciones como titular de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar).

La efedrina es utilizada para elaborar drogas sintéticas, principalmente la metanfetamina.

Por su parte, la producción de cocaína no se queda atrás. La primera fase de la producción es la materia prima, la hoja de coca, que se transforma en pasta de coca. Esta se realiza en el lugar de origen y Argentina no cuenta con facilidades geográficas para el cultivo. Sin embargo, la producción de la cocaína presenta otras tres etapas que se llevan a cabo en nuestro territorio: la elaboración de la pasta base, la transformación de la pasta base en clorhidrato de cocaína y finalmente la adulteración, donde se mezcla con otros elementos para generar mayor volumen y para el fraccionamiento. Continuar leyendo

Evitar la rotonda justicialista

La política está llena de opiniones, de distintos modos de pensar y de eso se trata. Lo cierto es que los hechos políticos, o mejor dicho, los actos políticos, causan efectos. No es lo mismo hacer una cosa que la contraria.

Poner sobre la mesa lo que Sergio Massa hizo como Jefe de Gabinete de Ministros de Cristina Fernández de Kirchner tiene como objetivo debatir la política en concreto. Es posible que alguien haya asumido decisiones de las que se arrepiente, pero lo que hace Massa es negar el pasado reciente, ocultándolo en un sinfín de frases hechas, pretendiendo construir un presente aséptico y como consecuencia ofrece un futuro lleno de dudas o quizás colmado de lamentables certezas

Que haya nombrado en el Gobierno a Lorenzino, Moreno, Etchegaray, Schiavi y Boudou en definitiva no importa. En verdad ni siquiera importa Sergio Massa. Lo que sí es relevante es lo que haga la sociedad ante eso, porque lo que verdaderamente importa es el futuro de la Argentina.

No decimos esto porque si. Sabemos que nuestro repaso de la memoria de corto plazo sobre las aventuras de Massa, el hombre que inventó a Boudou y lo llevó al Gobierno Nacional, es una acción antipática e interesada.

Antipática porque plantea un contrapunto concreto y “la gente quiere mirar para adelante”. Y es interesada, porque al plantear este contrapunto concreto, pretendemos paradójicamente que la sociedad mire para adelante, avisore un futuro distinto y evite la rotonda del Partido Justicialista que nos vuelve poner en la mismo carril del cual queremos salir.

Massa nos convoca a una renovación tras haber acompañado medidas fundamentales de estos diez años de kirchnerismo, alguna de las cuales llevan su firma al pie de página; el veto a la Ley de Glaciares y los nombramientos mencionados constan en el boletín oficial.

No planteamos esto como un castigo a nadie. En Argentina necesitamos permitirnos el debate con todo sobre la mesa, que cada uno se haga cargo de sus acciones y decisiones. Solamente de esa forma podemos darnos el desafío del cambio. Cambio que no supone un jardín de rosas, sino un cambio que propone una argentina llena de desafíos, pero definitivamente otros desafíos.

Si no descubrimos quién es quién, con sus aciertos y sus errores, pero con la verdad, lamentablemente vamos a seguir discutiendo la corrupción. La falta de independencia judicial, el crecimiento económico con empobrecimiento, el avance del narcotráfico y la trata de personas, y algo tan básico como el funcionamiento del sistema republicano y la democracia.

Venimos peleando con el lenguaje, porque las palabras dejaron de significar lo que nombran, y también venimos peleando con los fenómenos políticos; Carrió decía: Lo nuevo no es el espectáculo de lo novedoso” y es acertado para pensar el país que viene.

El acto heroico de elegir la escuela pública

Cuando se discute de educación, especialmente de educación pública, estamos acostumbrados a escuchar hablar de integración social, aprendizaje significativo, formación, multiculturalidad, igualdad, comunidad y otras tantas palabras que parecieran ser solo eso, palabras. Estamos acostumbrados porque eso es la escuela pública o quizás eso fue. De algo estamos seguros: definitivamente eso es lo que debería ser.

Educar a todos sin importar distinción social, dotar a todos sus niños de iguales herramientas, generando pisos mínimos de igualdad como es el aprendizaje, es la primera política de Estado de un país democrático. Somos muchos los que fuimos a la primaria, secundaria y universidad del Estado. Tantos que cada historia, aunque irrelevante en términos individuales, construye una tradición fundada en la vivencia colectiva.

La Argentina construyó una escuela en función de generar ciudadanía nacional, que era motivo de orgullo y de integración de un país que emergía de la mano del nexo entre los nacidos y los que bajaban de los barcos. Pero viendo la situación de la educación la pregunta es ¿qué tipo de ciudadanía estamos construyendo? o ¿qué institución mejor que la escuela puede construir la ciudadanía?

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¿Fin de ciclo o cambio de ciclo?

El resultado electoral de último domingo 27, que hoy pareciera sucedió un año atrás por el giro que tomo el debate publico en torno al fallo de la Corte sobre la Ley de Medios, fue contundente pero confunde.

Se ha instalado la idea de fin de ciclo como si eso fuera la meta de llegada y el desenlace de un fenómeno político que termina. Aquí entonces lo que se pone en debate si el kirchnerismo como fenómeno político ha concluido, y por otro lado si el fin de ciclo kirchnerista supone un cambio en la Argentina.

Sobre el primer interrogante, no hay dudas de que es así. El kirchnerismo se ha destacado por su complejidad política. A lo largo de esta década había logrado sostener en superficie una infinidad de transversales al peronismo, intelectuales, artistas, militantes por los derechos humanos que, a gusto con el relato, sostenían el discurso frente a las clases medias urbanas y medios de comunicación. Por supuesto que con eso no gobernaba pero era lo que le daba nombre.

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