La verdad sobre los DNU

Un grupo de noveles demócratas que adquirió en los últimos dos meses las virtudes del republicanismo constitucional desató una serie de críticas contra el presidente Mauricio Macri e intentó instalar la sensación de que el mandatario pretendía gobernar el país mediante decretos de necesidad y urgencia (DNU).

Sin embargo, transcurridos dos meses de gestión, la actual administración solamente emitió cinco de ese tipo de decretos. Los artículos de algunos medios, cuando el Presidente tenía apenas días en su cargo, giraban injustamente sobre la idea de que Macri había hecho uso de dicha herramienta constitucional con más frecuencia que todos sus antecesores. Comparaban la cantidad emitida en pocos días con el promedio anual de los anteriores presidentes, lo que configura un grosero error, porque es evidente que, cuando el Gobierno se ordena y las sesiones ordinarias del Congreso comienzan, el promedio desciende.

De hecho, no se observan notas que refieran a que hoy, a dos meses de administración, Macri sigue teniendo en su haber los mismos cinco DNU, con lo cual su promedio disminuyó a 2,5 por mes, la mitad que los emitidos, por ejemplo, por Néstor Kirchner, sacando el promedio total de su mandato, y un tercio de los que el mismo mandatario dictó en sus primeros dos meses. Continuar leyendo

Despidos y cargos políticos

Quienes observamos la política o participamos de ella hace más de treinta años, asistimos por estos días a un fenómeno único, extraño, heterodoxo, producto seguramente de doce años continuados de la misma fuerza política en ejercicio del poder y de la concepción autocrática y con pretensión y convicción de eternidad con que dicha fuerza concebía su estancia en la conducción del Estado.

Es histórico, tradicional, de buen uso y gusto, y un gesto de vocación democrática, que los funcionarios y los empleados políticos del Estado que ejercieron un rol en una administración entreguen sus renuncias cuando esa gestión concluye. Y que aquellos que no lo hacen esperen pacíficamente su reemplazo cuando el nuevo Gobierno lo decida.

Es lógico, cada gestión tiene su impronta, su modo de ver las cosas, sus confianzas y sus fidelidades, al cabo, por eso el pueblo toma su soberana decisión de cambiar una administración por otra, no solamente para el cambio de un presidente, sino de todos sus equipos de trabajo. Es disparatado pensar que el nuevo gobernante deberá llevar adelante el país con gente que piensa absolutamente distinto o guarda fidelidades con sus rivales políticos. Con estos puede sentarse y acordar, debatir, intercambiar ideas e incluso aceptar propuestas, pero no son su equipo de gestión. Continuar leyendo

La cosa no juzgada

La decisión del Gobierno de Mauricio Macri de desistir la apelación del fallo que declaró la inconstitucionalidad del pacto con Irán no solamente devuelve un poco de cordura y racionalidad al Estado de derecho y la política exterior, sino que abre posibilidades más que interesantes para revisar las resoluciones que dieron por cerrada la denuncia del fiscal Alberto Nisman, la cual, a la sazón, le costó la vida.

Para empezar, resulta un poco comprometido jurídicamente darle el carácter de cosa juzgada a algo que no se juzgó. Dicho instituto de raigambre constitucional impide que una persona pueda ser enjuiciada más de una vez por el mismo hecho. Sin embargo, la exhaustiva denuncia del fiscal no fue objeto de juzgamiento, simplemente se la archivó sin investigar. No hubo siquiera un sobreseimiento de los imputados, se produjo un rechazo in limine, por presunta inexistencia de delito.

En tales condiciones, estamos frente a lo que podríamos llamar una cosa no juzgada, algo que en realidad jamás se ventiló ni investigó y, por ende, es susceptible de hacerlo. Los rigoristas podrán decir que, en realidad, habiéndose analizado los hechos denunciados y comprendido los jueces que ellos no constituían delito, opera la cosa juzgada en tal sentido. Cuestión discutible desde lo jurídico. Continuar leyendo

Política, miedo y subestimación

Es sintomático que alguien haga política tratando de infundir temor. Los peores años de la Argentina transcurrieron en un clima de miedo. A decir, a hacer, incluso a haber visto, o a estar en una agenda. El miedo no nos vino solo, nos quisieron dar miedo, trataron de atemorizarnos para que pensásemos o actuáramos de tal o cual modo, para sojuzgarnos. Volver a la política de atemorizar al ciudadano, al votante, para condicionar su conducta es, una vez más, propio de las dictaduras. Podría decirse que jamás un Gobierno elegido por el voto popular tuvo tantas características de una tiranía, en eso el kirchnerismo es realmente especial, único.

Desesperado por el resultado electoral de la presidencial, el oficialismo incrementó su campaña del miedo, que, por cierto, no empezó ahora. Si uno recuerda a aquel pobre empleado de una inmobiliaria que se le ocurrió decirle a un periodista que habían bajado las ventas y la AFIP se le vino encima, mientras la Presidente lo destruía por cadena nacional, uno entiende que la estrategia del miedo no es de hoy. Pensando en la mecánica del temor se me vino a la cabeza Alberto Nisman, no sé bien por qué.

Sin embargo, el juego del terror tiene también sus dificultades. Para infundir miedo el emisor del mensaje debe ser creíble. Decir que determinada persona acarreará sobre nosotros las siete plagas de Egipto necesita que quien lo diga goce de credibilidad, porque se trata de un disparate de tal magnitud que solamente la fe en el emisor puede nublar de tal modo la razón como para hacer creíble el mensaje. Continuar leyendo

Macri y la peronización

He venido escuchando y leyendo incesantemente, bajo autoría de pretendidos especialistas en campaña electoral, medios, analistas y políticos, que Mauricio Macri “desperonizó su campaña”, que ahora va a “peronizarla”, y que sube o baja en las encuestas como consecuencia de tales supuestos imprecisos.

Para saber si alguien se peroniza o desperoniza hay que subir primero una cuesta complicadísima y de múltiples senderos, casi todos conducentes a la nada, que implica definir qué es el peronismo. En principio, soy de la idea de que tal concepto encierra una serie de nociones vinculadas a equiparar las posibilidades de todos los ciudadanos, cualquiera sea su origen, estableciendo principios de justicia social, tanto discursivamente como en los hechos. En definitiva, ese es el gran legado del peronismo a la historia argentina: el establecimiento como ineludibles de una serie de derechos del pueblo que ya nadie niega.

En tal sentido, es harto evidente que Mauricio Macri no necesita peronizar su campaña, dado que ya está altamente peronizada, no solamente desde las declaraciones públicas como candidato, sino especialmente desde sus hechos en el Gobierno en la ciudad de Buenos Aires. No ha habido, si tal es el concepto de peronismo, un Gobierno más peronista que el de Macri en esta ciudad. En retrospectiva histórica, es imposible encontrar un mayor y mejor acceso a la salud y la educación públicas que en la gestión macrista. Es imposible recordar que algún otro Gobierno local se haya empecinado de la forma en que lo hizo el de Macri en hacer progresar con infraestructura las zonas más empobrecidas y postergadas históricamente en la ciudad de Buenos Aires, como La Boca, Barracas o Parque Patricios. Continuar leyendo

La proyección de indecisos

En épocas electorales, los medios de comunicación y las empresas de medición de opinión pública nos envían una serie de datos que no solemos tener que analizar en nuestra vida cotidiana y que, a veces, no podemos interpretar cabalmente.

En los últimos días, algunos encuestadores han comenzado a dar presuntos resultados de la elección del 25 de octubre, con la que llaman “proyección de indecisos”. Calculando esta, por ejemplo, Daniel Scioli, que parece no poder moverse en su intención de voto, de lo obtenido en las PASO (un 38,5 %), crecería a 41 o 42 puntos y si consigue separarse 10 % de Mauricio Macri, sería presidente en primera vuelta.

Ahora bien, más allá de la coyuntura que utilizamos para poder trabajar sobre un caso concreto, debemos saber con precisión en qué consiste la proyección de indecisos y qué verosimilitud tiene tal proyección.

Los encuestadores tienen un método que es casi siempre el mismo, con pocos matices, y está bien que así sea, porque de otro modo se haría imposible llegar a conclusiones más o menos plausibles. Pero ese método no siempre se relaciona con la verdadera indecisión de los indecisos, es decir, los que manifiestan que no han decidido todavía a quién votar padecen una duda, pero la proyección no valora en qué consiste esa incertidumbre. Continuar leyendo

La violenta agonía del régimen

Como todo gobierno con pretensión totalitaria, la salida del poder por parte del kirchnerato se plaga de violencia contra el pueblo. Resiste en base a fraude, trampas, presiones, amenazas y el uso de la fuerza física contra la sociedad. El Tucumanazo, como la “Primavera Árabe”, prueban que la gente perdió el miedo.

Saben que se van. Que ya no hay fraude suficiente, que las prebendas no alcanzan, y la agonía del régimen, como en todos los casos se vuelve violenta. Tucumán es un caso y posiblemente no sea el último. El domingo a la noche el candidato a presidente Daniel Scioli salió abrazado entre carcajadas con los que ayer ordenaron la represión al pueblo. Simulaba festejar lo que sabe que fue una derrota.

Es claro que las maniobras fraudulentas ya no son suficientes. A José Alperovich, en Tucumán, hace cuatro años lo ayudaron a llegar al 70% de los votos, y en 2007 al 78%. El domingo apenas superó el 50%, quemando urnas, baleando gendarmes, repartiendo comida a los mismos a los que sumieron en el hambre.

Curiosos los índices de indigencia del NOA. Según en el INDEC en tal región del país se ha alcanzado el “hambre cero”, pero compran votos con bolsones de comida por un valor de $50 o $70 según el caso. Difícilmente puedan meter más de cinco paquetes de fideos: no es un bolsón, es una bolsita. Si comprás un voto con eso, el hambre y la miseria deben ser catastróficos.

La Policía tucumana ayer, por orden del gobernador, salió a golpear a un par de decenas de miles de manifestantes pacíficos que reclamaban por el evidente fraude electoral. Disparó balas de goma, arrojó gases lacrimógenos, corrió y apaleó con la caballería y la infantería, todo un dispositivo puesto en marcha reprimir al pueblo. Como todo régimen autocrático en agonía, lo que vimos ayer es casi una venganza contra la sociedad que ya no les da el sustento de los votos.

La necesidad, el espíritu del cambio que reina en la sociedad, es harto evidente. En la Provincia de Buenos Aires se impuso María Eugenia Vidal, una candidata que hace un año directamente no medía en el distrito, y que a fuerza de caminar, de estar, de ser distinta, terminó imponiéndose en las PASO, en un distrito que tampoco es ajeno al fraude, a volcar las urnas, a robar boletas. Vidal le ganó al PJ y también al fraude que lo acompaña siempre, como una característica inescindible.

Lo que viene no será fácil. Si esta es la reacción del kirchnerato frente a las muestras de su deceso, el final será cruento. Si como indican las encuestas encargadas por ellos mismos, Scioli registra para las generales índices de crecimiento nulos respecto a las primarias, y Macri rondaría el 33% de los votos, el fraude será masivo y escandaloso, para tratar de estirar una diferencia exigua que le asegura la derrota en segunda vuelta. Y si ese fraude no es tampoco suficiente, la violencia contra el pueblo se multiplicará.

Es complejo imaginar lo que ocurrirá en caso de una segunda vuelta, que todos los sondeos dan como totalmente segura. Posiblemente la idea sea quemar todas las urnas que encuentren y reprimir a los electores directamente en las mesas de votación.

El problema con todo esto es que no resulta tan dificultoso ver el final, incluso con todas estas maniobras de por medio, y los totalitarios lo saben. A la mala elección que Scioli hizo en las PASO (38% cuando CFK alcanzó el 50% hace cuatro años), se sumaron las inundaciones, la fuga del gobernador a sus lujosas vacaciones, la causa Hotesur que avanza contra todas las operaciones judiciales que intentan, las denuncias de los abogados en la causa por la muerte de Alberto Nisman, el dólar paralelo que crece y crece sin techo y la violencia, que cumple el rol de castigo al pueblo, pero que también le impide a Scioli alcanzar ese 6 o 7 por ciento de votos de clase media que necesita para tener chances.

Se van y la agonía de los regímenes totalitarios siempre es violenta. En el Tucumanazo como en la Primavera Árabe egipcia, las protestas y manifestaciones toman el rol de revolución democrática. Las dictaduras fraudulentas del NOA, incluyendo en él a Formosa, tienen características muy similares a las de muchos países árabes, y enfrentan en el caso del “Jardín de la República” un problema serio: existe una porción de la sociedad dispuesta a reclamar sus derechos y con vuelo intelectual para hacerlo. En otra provincias, la opresión tiene la ventaja de de haber sometido al pueblo a la hambruna y la carencia de educación suficientes, como para seguir doblegándolo por un tiempo.

Lo que ocurrió ayer en Tucumán fue doloroso y triste, pero sus resultados a mediano plazo serán importantes para la república. Como en 1816, deberemos agradecer a los tucumanos su coraje, su lucha y su dignidad, como ariete fundamental de un cambio que ya es indefectible.

Macri y el social liberalismo

El liberalismo clásico como ideología política nunca fue, salvo para algunos teóricos, una idea llevada a la práctica en forma pura. Como toda teoría, tuvo sus variantes y sus matices. Cada uno por su lado y en su contexto, puede decirse que Thomas Jefferson (redactor de la constitución de los Estados Unidos), Voltaire y John Stuart Mill fueron los primeros que esbozaron lo que luego se llamó social liberalismo. ¿Qué implica esto? Sencillo, que las libertades individuales son perfectamente compatibles con la justicia social, y con la intervención estatal en la vida cotidiana y en la economía, de modo justo y equilibrado, evitando afectar dichas libertades. El social liberalismo es equilibrio.

En la política europea, el social liberalismo juega un rol protagónico, en el que puede establecerse como “punta de lanza” al primer Gobierno del premier británico Tony Blair, basado en la teoría de la tercera vía, ideada por el sociólogo Anthony Giddens. Veníamos escuchando a Mauricio Macri hace un tiempo hablar de tercera vía e intentábamos interpretaciones simples, casi lo veíamos como un eslogan.

El discurso de Macri del domingo 19 de julio, tras el triunfo de Horacio Rodríguez Larreta en la segunda vuelta porteña, nos mostró que la frase que repetía es mucho más que eso: es el reflejo de toda una filosofía política, económica y social que se reflejará si el líder del PRO es electo presidente. Se nutre de un contenido teórico-práctico imprescindible en su proyecto político. Continuar leyendo

El desafío porteño de Larreta

Algún resabio de nuestro pasado complejo nos impide a veces manifestar nuestras preferencias electorales y hacerle saber a cada conciudadano que uno prefiere a un candidato por sobre otro, y por qué lo hace. Librado de esas ataduras, seguramente producto de los años de plomo, es importante para el suscrito contar por qué acompaño y apoyo a Horacio Rodríguez Larreta para que sea el próximo jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Es innegable que el gobierno del PRO estableció un cambio en la ciudad de Buenos Aires. En términos institucionales generó una suerte de “isla republicana” en medio de un marasmo nacional interminable de arbitrariedades, violaciones a las normas, desconocimiento de la Constitución, etc. No ha habido en la ciudad un solo juez jaqueado por el gobierno local por dictar fallos contrarios a los intereses del oficialismo, y muchos jueces lo han hecho, en variados casos, casi como mecánica para detener obras que mejoran la vida de los ciudadanos.

El PRO ha gobernado estos ocho años sin contar con cuórum propio en la Legislatura. Las leyes necesarias para el Gobierno han tenido que ser consensuadas con la oposición. Con un sector o con otro, pero siempre han requerido de más de una fuerza política para sancionarse, y los acuerdos se han alcanzado. El Gobierno de Mauricio Macri, y hay que decirlo, que también es el de Rodríguez Larreta, ha demostrado que es posible gobernar sin vandalismo retórico, sin apretadas, cumpliendo la ley. Y que es posible hacerlo eficientemente.

Si se lo compara con los últimos 25 años de la Argentina, y con la gran mayoría de las provincias, lo que el PRO ha exhibido en esta ciudad es revolucionario. En la Argentina, gobernar con eficiencia, sin ser despiadadamente autoritario, es un cambio sustancial de cultura sociopolítica.

No voy a hacer enumeraciones en términos de infraestructura, para eso está el candidato, pero todos sabemos que vivimos mejor que antes. El Gobierno de Macri y Rodríguez Larreta ha creado la primer policía posdictadura, una fuerza de proximidad que ha generado un acercamiento entre uniformados y ciudadanos que los que tenemos cuarenta y tantos largos jamás habíamos visto. Una policía metropolitana entrenada en el conocimiento y el respeto a los derechos humanos, la asistencia al ciudadano, profundamente democrática.

Pese a lo que digan, la ciudad de Buenos Aires posee planes de asistencia para los menos favorecidos en diversas áreas, como la salud, la tercera edad, la recuperación de adicciones, propios de un Estado socialista avanzado, al estilo del norte europeo o de Canadá.

Y de todo ello, tanto como de todo lo que me niego a enumerar, es responsable Macri y lo es Rodríguez Larreta. Cambiar no es un eslogan, es una necesidad sustancial para quienes queremos un futuro para nuestros hijos, y el cambio que se ha mostrado en la ciudad lo quiero también en todo el país. Pero eso será imposible sin asegurar el bastión de esa revolución que es la ciudad de Buenos Aires.

No quisiera entrar en el nivel de disparate que implica empezar a negar el aserto inverosímil de que “este país solo puede gobernarlo determinado partido”. Eso es un dislate, un mito creado por los integrantes de ese partido para eternizarse en el poder. Y a la vez una amenaza insólita en los tiempos que corren a cualquier atisbo de cambio. Nosotros, los ciudadanos, tenemos el deber de garantizar y custodiar que el mito sea solo eso.

Pero volviendo a la ciudad, no puedo dejar de referirme a los dos principales contendientes del PRO en la elección del próximo domingo. Mariano Recalde representa un modelo que resulta diametralmente opuesto al que encarna Rodríguez Larreta. Es la transferencia del esquema kirchnerista que impera en la Nación al Gobierno porteño. No lo votaría, es justamente lo que quiero cambiar, pero debo reconocerle cierta honestidad en la propuesta: todos sabemos “qué se trae” Recalde, qué cosas haría y cómo; no hay misterios, el ciudadano decide en libertad si lo prefiere o no.

Por otro lado, lo de Martín Lousteau me resulta bastante más confuso. Dice ser aliado de Elisa Carrió y Ernesto Sanz, que a su vez son aliados del PRO a nivel nacional, pero también de Margarita Stolbizer, que se candidatea por otro espacio con propuestas e ideas totalmente diferentes. Entonces, ¿cuál es la línea de pensamiento de Lousteau? Porque no todo da lo mismo.

Resulta asimismo el economista severamente crítico con el actual Gobierno de la ciudad, por lo que se ha visto, especialmente en el debate, más agresivamente crítico que el propio kirchnerismo. ¿Cómo podría entonces acompañar a Carrió y Sanz en una alianza con Macri que ha hecho un gobierno tan atacable, a su criterio? ¿Carrió piensa como él? ¿Y Sanz? De ser así, ¿cómo se justifica la alianza nacional? Carrió siempre dice lo que piensa, pero no está diciendo lo que dice Lousteau. El candidato es, en sí mismo, una enorme contradicción.

En fin, flota en la Argentina una aroma similar al que tienen los autos recién comprados, “olor a nuevo”, dicen. No sé si el aroma se expandirá o no; será el pueblo en definitiva y como siempre, el que decida por democrática mayoría qué camino seguir. Pero el que quiera cambiar sepa que el derrotero de ese cambio comienza el domingo próximo, y votar a Rodríguez Larreta es la única opción posible para el que desee ese camino.

Lo que las encuestas no miden

La medición puede ser muy buena, el método evolucionado y moderno, la cantidad de consultados enorme, disminuyendo así el margen de error, y de todos modos la encuesta estar muy lejos de la realidad. ¿Por qué? Cuando el encuestador realiza las preguntas al encuestado lo hace como si todas las categorías por las que deberemos sufragar fuesen independientes y no se continuasen unas a otras, en la misma boleta.

Vamos a un sencillo ejemplo. Las elecciones simultáneas con las de cargos nacionales mas importantes, son las de la Provincia de Buenos Aires, por el volumen de votantes. El mismo encuestador le otorga siguiendo el ejemplo, el 27,2% de intención de voto a Mauricio Macri a nivel país, lo que debería representar al menos un 20% en la Provincia de Buenos Aires. Pero a su vez, la confiere a su principal candidata en dicho distrito, María Eugenia Vidal, un 9,4% de las preferencias, lo que nos pondría frente a un inédito escenario de corte de boleta en la provincia que superaría el 10% cuando la media histórica no alcanza el 2%. ¿Alguien puede creer tal cosa?. Lo veo complejo. Continuar leyendo