Por: Horacio Minotti
La medición puede ser muy buena, el método evolucionado y moderno, la cantidad de consultados enorme, disminuyendo así el margen de error, y de todos modos la encuesta estar muy lejos de la realidad. ¿Por qué? Cuando el encuestador realiza las preguntas al encuestado lo hace como si todas las categorías por las que deberemos sufragar fuesen independientes y no se continuasen unas a otras, en la misma boleta.
Vamos a un sencillo ejemplo. Las elecciones simultáneas con las de cargos nacionales mas importantes, son las de la Provincia de Buenos Aires, por el volumen de votantes. El mismo encuestador le otorga siguiendo el ejemplo, el 27,2% de intención de voto a Mauricio Macri a nivel país, lo que debería representar al menos un 20% en la Provincia de Buenos Aires. Pero a su vez, la confiere a su principal candidata en dicho distrito, María Eugenia Vidal, un 9,4% de las preferencias, lo que nos pondría frente a un inédito escenario de corte de boleta en la provincia que superaría el 10% cuando la media histórica no alcanza el 2%. ¿Alguien puede creer tal cosa?. Lo veo complejo.
El problema es que el encuestador ofrece las opciones por separado, como si se tratase de de una elección con boleta única al estilo Santa Fe, cada candidato en una boleta y el elector pone varias en la urna, tantas como categorías se pongan en disputa. Pero en el caso de Buenos Aires, cuando el elector llega al cuarto oscuro encuentra la boleta completa, una larga tira con varias categorías, apenas separadas por una línea de puntos que muy pocos deciden cortar.
A la inversa, el mismo encuestador, para seguir con el ejemplo, otorga a Sergio Massa para la presidencial apenas un 21% de preferencias. Podríamos creer que esas voluntades son mas en la Provincia de Buenos Aires que en otros distritos, digamos un 25%. Pero los candidatos massistas a gobernador, con Francisco De Narváez a la cabeza, sumarían casi el 32% de los sufragios. Otra vez el consultor parece esperar un masivo corte de boleta, en este caso de casi 7 puntos, algo totalmente imposible.
Lo que ninguna encuesta considera es que en las elecciones simultáneas con boleta completa, el corte es casi imperceptible, y que es más que probable, que los guarismos que obtenga el candidato presidencial en los distritos con ese sistema electoral, casi se repitan para el el candidato a gobernador variando entre uno y dos puntos entre ellos, pero no más que eso. El candidato presidencial, que es quien encabeza la boleta, termina digitando la suerte de quienes lo acompañan en los paños adheridos.
Para no corrernos del ejemplo usado, si Macri anda alrededor de los 20 puntos en la Provincia, Vidal podrá obtener 18% o 22%, pero no mucho más ni mucho menos. Lo mismo ocurre si Massa alcanza el 25%, su candidato a gobernador podrá obtener 23% o 27%, aunque cuando se lo consulta al elector como si fuesen boletas independientes, el resultado sea muy distinto.
Tampoco puede omitirse en la lectura de encuestas, la consecuencia histórica de las primarias, a las que el electorado suele darle un cariz de primera vuelta, donde evalúa las auténticas posibilidades de los candidatos que seleccionó y si los mismos no cumplen las expectativas, vira su voto en las elecciones generales.
Cambiando de consultor, en la última encuesta de Raúl Aragón, puede verse que, para las primarias, en un extenso trabajo realizado sobre 3.000 casos en todo el país, Macri se lleva el 23.9% de las adhesiones, contra 19,6% de Massa, 13,2% de Scioli, 8,3% de Randazzo, Julio Cobos llegaría al 5,7%, Hermes Binner consigue 4,8% y José Manuel De la Sota 3,4%. Luego Aragón pregunta a quién votaría en las elecciones generales y da por supuesto que, por ejemplo, es Scioli el que se impone en la primaria del FpV, tal como arroja su primer test. Esto da los siguientes resultados: Macri con un 27,2% contra 21,6% de Scioli, 21,4% de Massa y 8,6% De la Sota.
Sin embargo, el encuestado, luego elector, en este caso, a diferencia de lo que ocurrirá en las elecciones reales, no conoce el resultado de la primaria en porcentajes. El encuestador le pregunta primero a quien votaría en las PASO e inmediatamente después, dando por supuesto un resultado, por quién se inclinaría en las generales. Pero en el proceso electoral esto ocurre distinto e influye notoriamente en el votante. Si creyésemos que el resultado de la primaria será el que plantea Aragón posiblemente Scioli se vea mucho más afectado de lo que indica su propia encuesta.
Si nos basamos en la reacción social en experiencias anteriores, podemos ver que en las elecciones primarias para Presidente de la Nación del año 2011, el oficialismo con Cristina Fernández de Kirchner a la cabeza, se impuso con holgura. Pero el fenómeno se produjo más abajo, en la pelea por el segundo lugar. En el estreno de las PASO, el candidato radical Ricardo Alfonsín y el del peronismo antiK Eduardo Duhalde, empataron el segundo lugar con 12,20% de los votos. Cuarto aparecía sorpresivamente el ex gobernador de Santa Fe, Hermes Binner con 10% de los votos.
Los sufragios obtenidos por Duhalde, evidentemente no se debieron al volúmen de gente que creía en él, sino al grupo de ciudadanos que creyó que podría forzar una segunda vuelta electoral contra el kirchnerismo. Como el resultado de la elección primaria fue escaso, la gente desistió de votarlo en la elección general, y apenas cosechó el 5,80% de los sufragios, siendo superado por Binner que se alzó con casi 17 puntos, Alfonsín, y hasta Alberto Rodriguez Saa.
¿Que pasó?. Ciudadanos que le veían al bonaerense chances de pelear la elección, entendieron en las primarias que no las tenía, lo vieron “perdedor”, y en la general, votaron otros candidatos.
En el año 2013 el fenómeno se repitió, especialmente en Provincia de Buenos Aires y el protagonista fue Francisco De Narvaéz. Buena parte del electorado opositor creyó que “el colorado” era una opción mas interesante que quien resultó ganador, Sergio Massa. Pero en la elección primaria, no pudo sacar más que el 10,5% de los votos, contra el casi 35% del intendente de Tigre. ¿Que ocurrió en la elección general?. De Narváez cayó estrepitosamente al 5,40%. Un fenómeno muy similar al de Duhalde en 2011.
Conclusión: cuando el ciudadano pone expectativas en un candidato que obtiene en las primarias menos votos de los esperados, lo percibe sin chances, “perdedor”, y lo abandona en la general.
Volviendo al escenario de PASO planteado por Aragón, un escaso 13,2% de Scioli podría resultar poco atractivo para concentrar los votos del electorado, y si bien en este caso tal vez no disminuya su porcentual, el crecimiento sea bastante menor al esperado. No puede omitirse que el gobernador cuenta entre su caudal de votos no solamente a justicialistas, sino a electores que creen todavía, que “no es lo mismo que el kirchnerismo”. Tales electores que aun votando a Scioli buscan un cambio, podrían no verlo como un agente idóneo para llevar adelante ese cambio frente al resultado de las primarias y modificar sus preferencias en la elección general.
De tal modo, la lectura de encuestas tiene particularidades que no son tenidas en cuenta al revelar los números obtenidos del modo en que los sondeos de opinión pueden hacerlo, fraccionado por un lado, y sin considerar los efectos políticos de un escenario y otro, porque tales escenarios aún no se han producido. Por eso, un análisis político idóneo debe tomar los números relevados como una referencia y no como una verdad, y trazar las campañas con previsiones menos rígidas, contemplando fenómenos electorales que las encuestas no pueden medir, pero que se han venido repitiendo elección tras elección.
Estas líneas no implican una crítica a los consultores ni a las encuestas, ni a los métodos para efectuarlas, por el contrario, tales trabajos tienen una enorme relevancia en el análisis político, pero son una herramienta que debe combinarse con otras para llegar a conclusiones que permitan determinar las diversas hipótesis plausibles y los cursos de acción en cada caso.