La Argentina que mata dos veces

Todavía no se acallan los comentarios sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman y lo poco que ha hecho la Justicia por aclararlo cuando nos encontramos, en los matutinos de las últimas horas, con otra “joya” de la extravagancia: el despropósito y la demencial desmesura del juez de Casación Penal, Horacio Piombo, quien redujo la pena para un violador de un menor de seis años al considerar que la figura agravante de “gravemente ultrajante” no era aplicable porque el menor había sido violado con anterioridad de modo que podría ser considerado homosexual.

En la Argentina estamos en serio riesgo, porque cuando los valores propios de cada sociedad son subvertidos y pasa a ser normal lo que claramente no lo es, una sociedad está en peligro.

Cuando niños que están creciendo ven absolutamente normal que su padre y su abuelo no trabajen por que reciben un plan social y esto se hace regla.

Cuando se muere un Fiscal de la Nación de manera absolutamente violenta y la fiscal del caso manifiesta que “ojalá que sea un suicidio porque si no es un escándalo” y nadie se horroriza.

Cuando los diputados hacen leyes para que los alumnos evalúen a los profesores a ver si pueden o no enseñar.

Cuando el deporte de máxima convocatoria en el país se transforma en una batalla campal y nadie castiga a nadie, e inclusive algunos festejan la barbarie una Nación claramente está en peligro grave de disolución.

El caso del juez Horacio Piombo es un eslabón más en la cadena de horrores provocados, inventados, y puestos en práctica por una manera de conducir un país que, a todas luces, muestra su cara más nefasta cuando de hacer justicia se trata. 

El Dr. Piombo justificó en su fallo la violación de un niño de 6 años “por que ya había sido violado antes”, o sea, lo volvió a violar. En el fallo, este juez, argumentó que el menor “ya había sufrido el impacto de lo gravemente ultrajante” de una primera violación ya que, supuestamente, el “niño ya estaba acostumbrado a la sexualidad por lo que en otro momento le pasó”, y que además esto se potenciaba por las condiciones de vida y de pobreza del niño violado. Piombo volvió a violar al niño y ahora el argumento es más grave: “lo violaron porque es pobre”

Cuando decimos que en la Argentina lo anormal se ha vuelto moneda corriente y que están subvertidos los valores, nos apoyamos exactamente en esto. Lo lógico es que los actos de un delincuente sean aberrantes y los fallos, ejemplares, en la Argentina, el fallo es más aberrante que el hecho. Lo que dice Piombo, palabras más, palabras menos, es que si un niño o adulto fue violado una vez, la segunda es menos grave. Un disparate de características insuperables, un fallo que debería disparar miles de pedidos de juicio político, una rápida acción del Estado, aunque más no sea una fortísima declaración.

Pero, claro, hay cosas más importantes en Argentina que un niño violado, y un violador en libertad; hay que sacar de la Corte Suprema a un juez muy mayor, por que puede perjudicar el futuro de los integrantes del Gobierno que se va.

Lo anormal es normal y nadie hace absolutamente nada por cambiar esta realidad que nos lastima como sociedad, nos hunde en la más absoluta de las miserias y que nos incluye en el grupo de personas que alguna vez denunciara Martin Luther King cuando dijo que no le dolían los actos de la gente mala “me duele la indiferencia de la gente buena”

La premisa de la década: cuidar y justificar al delincuente

Daría la sensación que lo que se buscó durante la gestión de los Kirchner fue garantizar la seguridad jurídica de los delincuentes. Ellos fueron la prioridad durante toda esta década. No se persiguió nunca desalentar sus conductas, mucho menos castigarlas. Por el contrario, se modificaron leyes y códigos para alivianar o directamente eliminar sanciones.

Se impuso como la obligación de encontrar siempre una justificación a la conducta ilícita. En contraposición, se hizo evidente el desprecio a la persona y a los derechos de las víctimas. Para estos últimos, la situación fue muy distinta: se los condenó a soportar y sufrir el castigo que implica la falta de respuesta del Estado y la falta de sanción al delincuente.

Para las víctimas, la otra cara de la moneda, solo inseguridad jurídica. Fueron dejados expuestos y abandonados a su suerte. No solo sin protección, sino mostrándoles que estaba a favor y preocupado por los derechos de los delincuentes por sobre el de las víctimas.

Una vez mas, el absurdo como regla; el mundo del revés. A quienes el Estado debió garantizar la seguridad jurídica que debiera emerger de sus leyes, solo les generó inseguridad e incertidumbre. A quienes debió desalentar en el accionar ilícito, por el contrario les ofreció garantías y seguridad jurídica. Los derechos para el delincuente, la inseguridad para las víctimas.

Como para coronar esta situación de inseguridad que vive el ciudadano común y honesto, la grieta que ha generado en el seno del Poder Judicial. Enfrentamiento entre fiscales y jueces que a nadie pasa desapercibido, y que por cierto afecta a todos. Hoy la suerte de una causa pareciera estar echada, según en que juez o fiscal recaiga. Imposible hablar de seguridad jurídica en esas condiciones.

Asistimos impávidos en causas de la entidad de la denuncia y muerte del fiscal Nisman, a un claro enfrentamiento entre jueces y fiscales, donde se dicen de todo de un lado y de otro; incluso contra la persona del fiscal muerto. Resultante natural de este desmadre, al final del día, las causas no avanzan y los únicos que se benefician son los responsables de los delitos que no se investigan.

Nunca antes el país vivió una situación así. Nunca antes tanta inseguridad jurídica para el ciudadano de bien. Nunca antes, tanta seguridad jurídica para los delincuentes. Definitivamente, algo anda mal.

Los argentinos nos convocamos para dar el pésame

El pésame que la Presidente de la Nación y el Gobierno todo le negaron a las hijas y familia del Fiscal Alberto Nisman les será brindado por la gran mayoría de los argentinos el próximo 18 de Febrero.

Un pueblo dolido, impactado, se autoconvocó para suplir y reparar lo que desde el poder se quiso evitar. Que la República le rindiera homenaje a un fiscal de la Nación, que ofrendó su vida en aras de la verdad. Verdad que desde el Gobierno, pareciera se quisiera que no salga a la luz. Demasiadas contradicciones, demasiadas interferencias, demasiadas descalificaciones, demasiados silencios. Se descalificó hasta la ofensa el trabajo del fiscal muerto. Se quiso hacer ver desde un primer momento, que al fiscal se lo “miraba” todo el tiempo, estuviera donde estuviera. Y a partir de esa “mirada” se quiso poner en duda su conducta; incluso se cuestionó, que haya sido él, el responsable de su trabajo.

Se apresuró la Presidente de la Nación en acusar un suicidio, para inmediatamente después denunciar un homicidio. En ambos casos, sin dar razón de sus dichos. Contrasta tanta incontinencia verbal para opinar y entrometerce en una causa judicial, lo que constitucionalmente le está vedado, con el silencio que guardó respecto a los personajes involucrados en las escuchas que todos los argentinos hemos podido conocer. Asusta cuando uno toma conciencia que las personas involucradas en las escuchas no solo preservan sino que aumentan su poder de control sobre todos nosotros, o caminan libremente, sin dar ninguna explicación.

Tanto es así, que jueces y fiscales por primera vez en muchísimos años, han hecho conocer sus preocupaciones y temores públicamente. No solo por lo que sucedió con el fiscal Nisman, sino por lo que pudiera ocurrir a cualquiera de ellos, de aquí en más. Desde la desintegración de la Cámara Federal Penal, tras el asesinato del juez Jorge Vicente Quiroga y los atentados sufridos entonces por los jueces Munilla Lacasa Malbrán y Bianco que no se vive una situación de estas características en el país. Tampoco recuerdo tanto cuestionamiento de la sociedad y de los propios fiscales hacia la persona de un Procurador. Difícil trabajar cuando uno no confía en quien lo debe dirigir; tan o más difícil para el ciudadano común, confiar en la transparencia del Ministerio Público cuando se desconfía de su cabeza.

Por ello, es muy importante la valiente actitud que han tenido los fiscales y jueces de cara a la sociedad , que no solo han expresado sus miedos, sino que al mismo tiempo han transmitido confianza y compromiso en su gestión. A excepción de ese pequeño grupo que integra lo que se conoce como “Justicia Legítima” que lidera Gils Carbó, se han mostrado más unidos y compenetrados que nunca con lo que su labor exige. En esa convicción, no les ha temblado el pulso para proponer una marcha en silencio, para rendir homenaje al colega caído en el cumplimiento de su deber.

En momentos en que la República atraviesa momentos muy dificiles, de los que se hacen eco no solo los medios y noticias locales sino también del exterior, resulta muy sano y oportuno mostrarle al mundo que los argentinos, mas allá de algunos pocos, estamos juntos y rechazamos y despreciamos la violencia y el terrorismo. Por ello, hoy más que nunca es una obligación de todos nosotros acompañar la marcha de jueces y fiscales, para rendir el justo homenaje que el fiscal Alberto Nisman se merece, y dar el pésame a su familia que este Gobierno les negó. Como un ciudadano más, sin título ni cargo, por supuesto que allí estaré.

Sabor a nada

Sabor a nada. Eso fue lo que dejó el último discurso de la Presidente de la Nación. La única verdad, insoslayable, es que el Fiscal Alberto Nisman se encuentra muerto. Las causas de su muerte, siguen siendo un enigma. Para la Presidente, pareciera que todo empieza y termina con la firma del Memorándum con Irán. Que dicho sea de paso, volvió a reivindicar. Ni un paso atrás. Ella nunca se equivoca ni toma decisiones erradas. Eso queda para los demás. Nunca mas presente la famosa frase de Luis XIV, “el Estado soy yo”.

Durante su exposición, ensayó todo tipo de explicaciones para explicar lo inexplicable. Sin embargo, omitió referirse a lo que todos los ciudadanos estabamos esperando se refiriera. Nada dijo de las escuchas que todos ya hemos conocido a estas alturas, que vinculaban a D’Elía con Parrili, antes Secretario Legal y Técnico y hoy a cargo de la Secretaría de Inteligencia de la Nación. No explicó porque D’Elía, siempre en primera fila en todos los actos del Gobierno, daba y/o recibía instrucciones de Yussuf Khalil en temas referidos justamente a este famoso pacto.

No explico por qué Esteche concurría a la Casa Rosada a negociar con Jefatura de Gobierno y el ¿espía? Bogado su situación procesal. Tampoco cómo es que se utilizan barras bravas para llenar actos políticos, ni de dónde sale el dinero que se les da para que asistan. No creo que D’Elía sea un hombre de fortuna ni tampoco tan generoso. En suma, los temas que todos estamos ávidos que alguien nos los explique, y que nadie del gobierno explica.

No nos alcanza a los 40 millones de argentinos que nos digan que la denuncia del Fiscal Nisman es un disparate. Tampoco nos satisface ni alcanza que nos digan que la grave situación institucional que atraviesa el país hoy, es responsabilidad de una Secretaría de Inteligencia a la que hay que disolver en un plazo perentorio de 90 días; tras haber gobernado 12 años ininterrupidamente, y de haber manejado dicho organismo a voluntad. Pura casualidad, como todo lo que le sucede en este Gobierno.

A escasos meses de dejar el poder, recién advierten que esta Secretaría “es peligrosa” para el país y llena de manzanas podridas. Lo grave de este descubrimiento es que quienes manejaban y tenían la mayor responsabilidad sobre este organismo son las personas de mayor confianza de la Presidente de la Nación. Luego, los argentinos nos merecemos que alguien nos explique como es que nadie se dio cuenta de nada durante estos 12 años. O de lo contrario, porque no se hizo nada durante todo ese tiempo y se esperó a que concluyera su gobierno para denunciarlo.

Honestamente, estamos cansados de la teoría del complot. Ni jueces ni fiscales son los responsables de lo que sucede.Tampoco los medios tienen responsabilidad ni en la muerte del Fiscal Nisman ni en el manejo de la SI. Si como dijo la Presidente todo empieza y acaba en el Memorándum con Irán, le cabe a ella la máxima responsabilidad de dicho acuerdo; y por ende, le cabe también a ella dar las explicaciones, que hasta la fecha no dio.

El miedo manda

Bastaron diez años para desvastar un país. Sistemáticamente, se fue destruyendo todo. Se desprestigiaron las instituciones, las Fuerzas Armadas, los partidos políticos, la Iglesia, los medios, y hasta nuestra propia historia. Se intentó un revisionismo histórico para descalificar y poner en duda a nuestros próceres y colocar en su lugar a los artífices de tamaña patraña. Nombres como Kirchner o Chávez pretendieron reemplazar a los de San Martín y Bolívar. Intentaron hacernos creer que era lo mismo construir que destruir.

Hoy sufrimos un país sin fronteras, ni Ejército que las pueda cuidar, que ha dado lugar a que el narcotráfico se adueñe de nuestro país. Ciudades enteras como Rosario o la propia provincia de Buenos Aires padecen este flagelo, que no se cansa de cobrar vidas humanas y sembrar el miedo. Desde el Gobierno, se mira para otro lado. Se ha puesto el acento en la defensa del delincuente, -hasta el absurdo-, en detrimento de la víctima, como parte de esta estrategia de descomposición. Se ha desvirtuado el tema de los derechos humanos para hacer de ello un gran negocio; y paradójicamente se los ha violado sin ningún pudor, haciendo ver que lo que existe para unos, no existe para otros. ¿Qué peor violación a los derechos humanos que eso?

En este marco, la Presidente de la Nación, en una de sus tantas cadenas al mejor estilo cubano o chavista, nos advirtió que debíamos temerle a Dios, pero también un poquito a ella. Seguramente entonces, no alcanzamos a comprender la magnitud ni la extensión de la advertencia. Nos fuimos sorprendiendo, como en la fábula del sapo que se va cocinando a fuego lento, con los ataques que vimos, fueron sufriendo aquellos fiscales y jueces que tuvieron la osadía de investigar al entorno presidencial. Nombres como Righi, Rívolo, Rafecas, Campagnoli, Bonadío o Marijuan pueden dar fe de ello.

La frutilla del postre, la designación de los fiscales militantes, cuyo objetivo fue el de reemplazar a los fiscales afectos a ceñirse al Código y a la ley, en todas aquellas causas en que tuvieran que ver con sus patrones políticos. Y por cierto mostrarle al país, que prevalecía la defensa del interés político por sobre la vigencia de la ley. De esta suerte, el mensaje a la sociedad toda, fue el de tampoco cuentan ustedes para su defensa con el Poder Judicial. Ya antes de esto, la herramienta para reencausar al que asomaba con incomodar al Gobierno con sus opiniones, -por cierto nada novedoso en un Estado de esta naturaleza-, fue ni mas ni menos que la también pareciera “militante” AFIP. Se me ocurre emplear dicho término, pues parece que para muchos allegados al poder, la AFIP parece no haberle causado ningún temor ni mucho menos incoveniente, pese a las operaciones, que a la postre, empiezan a salir a superficie.

En este escenario donde la Justicia sufre los embates del Gobierno, que de manera abierta expone que está decidido a doblegarla en función de sus intereses e impunidad, con un Poder Legislativo totalmente subordinado al poder del Ejecutivo, amanecimos el pasado lunes con la noticia de la muerte del fiscal Alberto Nisman. El hombre que horas antes había denunciado a la Presidente de la Nación, y que en pocas horas mas iba a exponer ante una Comisión del Congreso Nacional, apareció muerto en su departamento, con 14 personas de custodia.

Si hasta aquí la sociedad vivía en un estado de “intranquilidad”, donde la inseguridad aparece como la mayor preocupación en todas las encuestas, no quiero pensar cuál es hoy el sentir popular. Pero desgraciadamente, no se acaba alli esta película, a la que ya a esta altura, podemos calificar como de terror. Uno de los mas encumbrados agentes de Inteligencia del país, acaba de manifestar que teme por su vida y la de su familia; y destaca que en estas condiciones no regresa al país. El propio jefe de la Policía Federal también manifestó que teme por su vida. Luego, los ciudadanos nos preguntamos, si estas  personas que son quienes deben velar por nuestra seguridad, acusan tener temor por sus vidas, ¿qué nos queda a los ciudadanos, quién nos va a defender? A esta altura no exagero si pido que por favor cuidemos entre todos al juez Ariel Lijo.

Esto es Argentina hoy. A esto nos ha llevado este Gobierno. A una Argentina donde el miedo manda. El periodista que dio la primera alerta sobre la muerte del fiscal Nisman también se fue del país por miedo a que lo maten. Y como si quisiera que esto no pase desapercibido, desde el Gobierno se publicitan los detalles de la partida y destino del periodista.

Falta muy poco para las elecciones. Las urnas están muy próximas a hablar. No les demos el gusto ni de temerles ni mucho menos de doblegarnos. El fiscal Nisman no se doblegó.