Por: Jesús Cariglino
Bastaron diez años para desvastar un país. Sistemáticamente, se fue destruyendo todo. Se desprestigiaron las instituciones, las Fuerzas Armadas, los partidos políticos, la Iglesia, los medios, y hasta nuestra propia historia. Se intentó un revisionismo histórico para descalificar y poner en duda a nuestros próceres y colocar en su lugar a los artífices de tamaña patraña. Nombres como Kirchner o Chávez pretendieron reemplazar a los de San Martín y Bolívar. Intentaron hacernos creer que era lo mismo construir que destruir.
Hoy sufrimos un país sin fronteras, ni Ejército que las pueda cuidar, que ha dado lugar a que el narcotráfico se adueñe de nuestro país. Ciudades enteras como Rosario o la propia provincia de Buenos Aires padecen este flagelo, que no se cansa de cobrar vidas humanas y sembrar el miedo. Desde el Gobierno, se mira para otro lado. Se ha puesto el acento en la defensa del delincuente, -hasta el absurdo-, en detrimento de la víctima, como parte de esta estrategia de descomposición. Se ha desvirtuado el tema de los derechos humanos para hacer de ello un gran negocio; y paradójicamente se los ha violado sin ningún pudor, haciendo ver que lo que existe para unos, no existe para otros. ¿Qué peor violación a los derechos humanos que eso?
En este marco, la Presidente de la Nación, en una de sus tantas cadenas al mejor estilo cubano o chavista, nos advirtió que debíamos temerle a Dios, pero también un poquito a ella. Seguramente entonces, no alcanzamos a comprender la magnitud ni la extensión de la advertencia. Nos fuimos sorprendiendo, como en la fábula del sapo que se va cocinando a fuego lento, con los ataques que vimos, fueron sufriendo aquellos fiscales y jueces que tuvieron la osadía de investigar al entorno presidencial. Nombres como Righi, Rívolo, Rafecas, Campagnoli, Bonadío o Marijuan pueden dar fe de ello.
La frutilla del postre, la designación de los fiscales militantes, cuyo objetivo fue el de reemplazar a los fiscales afectos a ceñirse al Código y a la ley, en todas aquellas causas en que tuvieran que ver con sus patrones políticos. Y por cierto mostrarle al país, que prevalecía la defensa del interés político por sobre la vigencia de la ley. De esta suerte, el mensaje a la sociedad toda, fue el de tampoco cuentan ustedes para su defensa con el Poder Judicial. Ya antes de esto, la herramienta para reencausar al que asomaba con incomodar al Gobierno con sus opiniones, -por cierto nada novedoso en un Estado de esta naturaleza-, fue ni mas ni menos que la también pareciera “militante” AFIP. Se me ocurre emplear dicho término, pues parece que para muchos allegados al poder, la AFIP parece no haberle causado ningún temor ni mucho menos incoveniente, pese a las operaciones, que a la postre, empiezan a salir a superficie.
En este escenario donde la Justicia sufre los embates del Gobierno, que de manera abierta expone que está decidido a doblegarla en función de sus intereses e impunidad, con un Poder Legislativo totalmente subordinado al poder del Ejecutivo, amanecimos el pasado lunes con la noticia de la muerte del fiscal Alberto Nisman. El hombre que horas antes había denunciado a la Presidente de la Nación, y que en pocas horas mas iba a exponer ante una Comisión del Congreso Nacional, apareció muerto en su departamento, con 14 personas de custodia.
Si hasta aquí la sociedad vivía en un estado de “intranquilidad”, donde la inseguridad aparece como la mayor preocupación en todas las encuestas, no quiero pensar cuál es hoy el sentir popular. Pero desgraciadamente, no se acaba alli esta película, a la que ya a esta altura, podemos calificar como de terror. Uno de los mas encumbrados agentes de Inteligencia del país, acaba de manifestar que teme por su vida y la de su familia; y destaca que en estas condiciones no regresa al país. El propio jefe de la Policía Federal también manifestó que teme por su vida. Luego, los ciudadanos nos preguntamos, si estas personas que son quienes deben velar por nuestra seguridad, acusan tener temor por sus vidas, ¿qué nos queda a los ciudadanos, quién nos va a defender? A esta altura no exagero si pido que por favor cuidemos entre todos al juez Ariel Lijo.
Esto es Argentina hoy. A esto nos ha llevado este Gobierno. A una Argentina donde el miedo manda. El periodista que dio la primera alerta sobre la muerte del fiscal Nisman también se fue del país por miedo a que lo maten. Y como si quisiera que esto no pase desapercibido, desde el Gobierno se publicitan los detalles de la partida y destino del periodista.
Falta muy poco para las elecciones. Las urnas están muy próximas a hablar. No les demos el gusto ni de temerles ni mucho menos de doblegarnos. El fiscal Nisman no se doblegó.