Por: Jesús Cariglino
Desde mi humilde posición de representante comunal de los vecinos de Malvinas Argentinas he intentado, por todos los medios, generar una alternativa al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires.
Siempre creí, y sigo creyendo, que esa alternativa tenía que contener a aquellos espacios políticos cuya prioritaria preocupación y ocupación fuese el bienestar de las personas.
Disconforme con muchas actitudes y algunas políticas del oficialismo, me sumé a sectores de representación popular que proponen una Argentina mejor, para lo cual es indispensable una provincia de Buenos Aires mejor.
Lo he intentado todo. Hasta un acercamiento más profundo con el PRO, sin abdicar de mi partido peronista y mucho menos de mi condición peronista, para lograr una alianza entre todos los que queremos que se acabe la imposición del relato y la política del látigo y la billetera.
Pero no se pudo. Cuando la intransigencia estuvo en el Frente Renovador no dudé retirarme. Nos propusieron ir al el PRO para construir una alternativa desde ese lugar. A partir de ello quise predicar por la unidad en ambas orillas.
Y paradójicamente, a medida que el Frente Renovador entendía que debían resignarse posturas personales en favor de la unidad, en el PRO, algunos dirigentes mostraban que nada querían con los peronistas.
Intenté hasta último momento generar un acuerdo, pero en las últimas horas, la soberbia de algunos y la absoluta falta de una mirada federal me demostraron que era imposible.
Uno puede, en aras del bienestar del conjunto, acordar políticas públicas con aquellos que piensan distinto en algunas cosas, en algunos procedimientos. Pero es imposible hacerlo con quien básicamente no quiere competir como se debe en una interna.
Es poco entendible cómo el PRO abre internas en distritos como San Isidro, y se niega a hacerlo en otros en los que, claramente el peronismo, que lo apoyaría, es el ganador.
Esa obsesión por la “pureza amarilla”, casi discriminatoria en lo personal en relación con muchos dirigentes de distintas extracciones hace que deba tomar esta decisión.
Lejos de superar antinomias, algunos dirigentes del PRO las impulsan. Lejos de federalizar, el PRO se vuelca a dirigentes y candidatos “popularizados” desde la Ciudad de Buenos Aires; lejos de acordar, el PRO quiere imponer, y lejos de superar esa visión histórica con la que nació, bien lejos del peronismo, el PRO la profundiza.
De modo que es imposible para un peronista de convicciones democráticas permanecer en donde, claramente, no nos quieren.
Intenté aportar humildemente para que el Frente Renovador y el PRO convergieran. Lo hice con honestidad y convicción. Resigné aspiraciones personales. Prioricé a la gente.
Desde donde estuve siempre, el Peronismo y Malvinas Argentinas, sigo adelante. Lamentablemente, he comprobado que el elitismo está mucho más arraigado de lo que suponía.