El ranking de México en la IED

Conforme se acerca el 20 aniversario de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), será necesario revisar sus resultados ante las expectativas reales o irrealistas que generó hace dos décadas. Para quienes siempre pensamos que se trataba mucho más que un mecanismo para “blindar” la política macroeconómica mexicana que de un convenio propiamente comercial, uno de los principales objetivos consistía en incrementar, a través de ese blindaje, la Inversión Extranjera Directa (IED) en México. Ésta, como se sabe, fue acotada durante varios decenios a través de múltiples instrumentos, pero durante la década de los setenta y en principios de los ochenta su exiguo monto fue suplido por el crédito externo. A través de 1982 eso resultó difícil, y a partir de 1989 prácticamente imposible.

La ecuación es muy sencilla. Para que México crezca al 5% por año, es indispensable, aunque quizás no suficiente, que invierta alrededor de la cuarta parte de su producto anual. Andamos, con ciertas variaciones anuales, en alrededor de 20 o 21 %; nos faltan por lo menos 5 puntos porcentuales adicionales de inversión. Como el sector público difícilmente lo puede hacer, debido a la restricción fiscal, y como el sector privado mexicano ha ido invirtiendo cada año más en el extranjero y menos proporcionalmente en México, todo sugiere que buena parte de estos 5 puntos adicionales tendrá que provenir de la IED. Ya hemos comentado en estas páginas cómo el porcentaje de IED sobre PIB en México ha disminuido en los últimos lustros. Su año pico fue en 1995 cuando alcanzó poco más del 3% (aunque en parte se debió a la contracción draconiana de la economía). Se mantuvo en esos niveles o ligeramente por debajo hasta el año 2001 (2.8%) y a partir de entonces ha seguido descendiendo al grado que el año pasado se hundió a 1.1%, la cifra más baja desde 1981 (ligeramente distorsionada por la desinversión de Grupo Santander México a través de una salida en bolsa de Nueva York). Pero resulta más interesante  comparar esta evolución e insuficiencias mexicanas con las cifras de otros países latinoamericanos para estos mismos años.

Continuar leyendo

Pay publicitario, viagra y genomma

En la larga discusión sobre las ventajas e inconvenientes de una tercera cadena de televisión, las televisoras existentes esgrimían la tesis de que tal medida las debilitaría sin mejorar la calidad de los contenidos o la cobertura de los noticieros. Aunque las televisoras ya no se oponen al surgimiento de alternativas, el argumento no carecía de cierta razón. El problema es que el pastel publicitario en México no sólo es pequeño; ha permanecido estancado de tiempo atrás. De acuerdo con CICOM, en 2011 la publicidad total en televisión abierta y restringida en México era de 3 mil 82 mdd, una cifra irrisoria en relación con el tamaño de la economía mexicana (en 2011, un PIB 1.72 billones de dólares castellanos) o en relación con otros países: el pastel equivalente alcanzó 9 mil 600 mdd en Brasil, ciertamente un país con 50% más de habitantes, pero con un PIB per cápita casi 20% inferior al nuestro. Si nos vamos al conjunto de la publicidad, incluyendo televisión, revistas, radio, e internet, la inversión per cápita en México fue de 38 dlls, de 70 en Brasil y 80 en Argentina.

Continuar leyendo

¡España y Portugal sí, Cuba No!

Las protestas en Brasil contra el alza del precio del transporte, el sobregasto para el Mundial, los Juegos Olímpicos y la corrupción generalizada han llevado a un gobierno sensible a buscar respuestas novedosas. No todas han prosperado; la mayoría de los legisladores rechazaron la propuesta de Dilma Rousseff de celebrar un referéndum sobre una reforma política. Otra de las ideas principales, el programa llamado “Mais Médicos”, ha suscitado controversias por varias razones, entre ellas el trabajo obligatorio, la no especialización y el enviar a miles de galenos a zonas lejanas sin su consentimiento.

Uno de los aspectos más interesantes, aunque no el más importante, de esta propuesta de expandir los servicios de salud en Brasil ha sido la de importar entre 6 y 13 mil médicos del extranjero. Brasil padece un déficit serio en esta materia: un médico para mil habitantes, mientras que Argentina tiene 3,2 y México 2. Desde el mes de mayo, antes de las protestas callejeras, el gobierno anunció que negociaba con Cuba un acuerdo para traer aproximadamente 6 mil médicos de la isla. Poco después, el ministro de Salud, miembro del partido gobernante de izquierda, aliado cercano del régimen cubano, declaró que no prosperó esa idea, ya que “descartamos buscar médicos cuyo tiempo de formación no sea reconocido en nuestro país, como ocurre con la Escuela Latinoamericana de Medicina en Cuba”.

Continuar leyendo

Snowden: nadie come lumbre

El tragicómico episodio del vuelo presidencial boliviano entre Moscú y La Paz encierra, como buena novela de espionaje, todo tipo de enigmas, engaños, excesos y connotaciones. Seguramente, en los próximos días nos enteraremos de una de parte los chismes pertinentes y otros permanecerán en el misterio. Por lo pronto podemos utilizar el incidente -grave por la resonancia y, como hubiera dicho una tía de Héctor Aguilar Camín, ”el retintín’’ europeo frente a los países tropicales- pero también envuelto en lo que en algunos momentos parece ser una comedia de mayor o menor mal gusto. Como todo es especulación, conviene proceder por preguntas sin respuestas.

Para empezar, ¿por qué uno de los gobiernos más pobres de América Latina tiene un avión presidencial Dassault Falcon 900 de fabricación francesa con autonomía de vuelo de 7,400 kilómetros? Uno puede legítimamente preguntarse si un país que padece el atraso de Bolivia debe enviar a su presidente a decenas de miles de kilómetros de distancia a una conferencia, por importante que sea, en avión privado. De haber viajado en avión de línea, nada de esto le hubiera sucedido a Evo.

Continuar leyendo

O momento brasileiro

Fue predecible la derrota de la Selección mexicana contra la brasileña en el partido de ayer; es comprensible que el año entrante en el Mundial con sede en Brasil nos vaya igual que siempre: octavos de final y ya. También es perfectamente lógico que ahora resulte que la supuesta edad de oro del gigante sudamericano no sólo fue efímera y superficial, sino que desembocó en protestas sociales, sobre todo de jóvenes, como nunca se habían visto en las ciudades San Pablo, Río de Janeiro, Belo Horizonte y otras, desde mediados de los años ochenta.

Lo incomprensible estriba en el error que cometieron muchos brasileños al creerle más a los medios internacionales, a las casas de bolsa, a las corredurías y a los supuestos analistas financieros y económicos de los grandes bancos de Wall Street y de la City en lugar de confiar en sus instintos y sus propios conocimientos. Cuando todas estas fuentes de sabiduría y de presunta recopilación de informes y datos cantaban extraordinarias loas al desempeño de la economía brasileña, del Banco Central, del gobierno de Lula, del programa Bolsa Familia, del surgimiento del gigante verde amarelo, los magníficos estudiosos y comentaristas brasileños de las grandes universidades, medios de comunicación y think tanks, como la Fundación Getulio Vargas, debieron haber detonado señales de alarma explicando que no era así de sencillo: que tal o cual banca de inversión en Nueva York o en Londres, o empresa, o hedge fund y private equity fund, tuviera razones de interés directas.

También debieron haber escuchado a aquellos que les dijeron que realizar a dos años de distancia los eventos de la Copa Mundial y los Juegos Olímpicos no es nada del otro mundo; más aún, el último país latinoamericano que lo hizo, a saber, México 1968 y 1970, lo único que conserva en su memoria colectiva al respecto es la matanza de Tlatelolco. Pudieron haberle preguntado a los sudafricanos, a los ingleses y a muchos más, quienes les habrían confesado con cinismos y resignación que esos acontecimientos no traen inversión extranjera más allá de la que había de todas maneras; no atraen un mayor número de turistas de modo duradero, y que sobre todo la infraestructura en la que se invierten enormes cantidades de recursos no suele servir de nada más tarde. Sólo puede sacarle verdadero provecho a un evento de este tipo un país como China, que puede canalizar enormes esfuerzos y recursos a un evento de Estado, y reprimir si es necesario a quien se oponga a él. Eso no lo puede hacer el gobierno de Dilma Rousseff afortunadamente, pero sin eso, este tipo de eventos no suele prosperar.

Las protestas en Brasil contra el aumento en transporte público, la mala calidad de la educación pública, las deficiencias del sector salud y las inmensas inversiones en los nuevos estadios, caminos, aeropuertos, etcétera, necesarios para el Mundial y los Juegos Olímpicos, seguramente llegarán a su término pronto. Brasil es una auténtica democracia, y existen muchas maneras de canalizar ese descontento por vías institucionales. Además, en vista de que el gobierno de Rousseff es un gobierno a la vez eficaz y sensible, seguramente tomará medidas para atender las demandas y las quejas de los manifestantes. Lo que se habrá roto, quizás sea justamente la burbuja brasileña o el espejismo brasileño que nunca debió haber adquirido las dimensiones que tuvo.

Todo esto debiera servirnos también en México. Decía hace unas semanas en una cena Luis Rubio, con la perspicacia que lo caracteriza, que cuando todo era fantástico en Brasil y todo en México era un desastre, aquí seguíamos creciendo al 3%. Aguas con los medios internacionales, aguas con el optimismo beato de los analistas internacionales increíblemente superficiales, aguas con el momento de México. Hay mucha gente que sabe manipular a los medios internacionales, a las casas de bolsa, a los fondos y a las corredurías. Habría que preguntarles a ellos para no creernos cuentos sobre el destino nacional.