México, Venezuela y Cuba

En 1979, Cuba y Colombia contendieron por uno de dos escaños latinoamericanos no permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU. De acuerdo con la carta de la ONU, son necesarios dos tercios de los votos para ser electo. No siempre se presentan dos candidatos de cada uno de los grupos regionales; en este caso, como Estados Unidos y otros países no deseaban ver a Cuba en el Consejo, alentaron la candidatura de Colombia para bloquearla, y lo lograron.

Al término de 154 votaciones, resultó evidente que Cuba jamás sería electa. Los dos países propusieron a México como tercero -en concordia, en este caso- y nos convertimos en el candidato único del grupo latinoamericano o Grulac. En 2000, Venezuela y República Dominicana buscaban ambos el mismo escaño, pero en este caso, por voluntad propia, le pedimos a Venezuela que se desistiera para permitirle al gobierno de Fox ingresar al Consejo. Solicitamos el mismo favor a República Dominicana. Venezuela accedió; Dominicana se negó; fuimos a la votación de noviembre de 2001, y ganamos en la segunda ronda.

Este año el único candidato del Grulac es Venezuela, por lo menos hasta la fecha. De seguir así, Venezuela se sentará en el Consejo a partir del 10 de enero de 2015, y durante dos años lanzará sus diatribas antiimperialistas sobre los temas más diversos: la crisis en Ucrania, la hecatombe en Siria, el proyecto nuclear iraní, más lo que se acumule. En una palabra, una pesadilla para los demás miembros y, en particular, para los que prefieren que el Consejo de Seguridad sea un órgano de toma de decisiones y no de denuncia. A nadie, empezando por el maltrecho sadismo venezolano, le conviene este camino.

Hay varias soluciones. La primera es a la que recurrió Estados Unidos en 2006, cuando Venezuela buscó un asiento. Washington “inventó” la candidatura de Guatemala para impedirlo y, al final, entró Bolivia al quite. Parece difícil en esta ocasión, ya que no es evidente que algún país latinoamericano, ante las dificultades económicas diversas y la importancia del subsidio petrolero de Venezuela, acepte contender contra Caracas. Honduras es una posibilidad. Pero aun si algún país pequeño se prestara a la táctica del bloqueo, no es seguro que en esta ocasión EU y otros puedan juntar los 129 votos necesarios para impedir el triunfo de Venezuela. De tal suerte que la estrategia confrontacional carece de probabilidades de éxito.

Hay otra: bajar a Venezuela por las buenas. Para ello se deben cumplir tres condiciones. Primero, que alguien con ascendiente con Maduro le explique que lo último que le conviene es comprar pleito tras pleito con Estados Unidos, con Francia y con Inglaterra. Los únicos que poseen tal ascendencia son, obviamente, los cubanos. Cuba procedería de esta manera por dos sencillas razones: sabe que a Venezuela no le conviene el conflicto permanente con Estados Unidos, y que la sobrevivencia de Venezuela es asunto de vida o muerte para ella; y porque tendría por fin una moneda de cambio verdadera, no imaginaria, con EU. Cuba le diría a EU: “yo te ayudo para evitar este desaguisado; pero ahora sí empecemos a hablar en serio de nuestros asuntos”. Cosa que no ha sucedido desde 1959. Washington aceptaría el quid pro quo por una simple razón: porque le conviene y porque es la única forma de bloquear a Venezuela.

Falta el último término de la ecuación. ¿Quién ocuparía el escaño latinoamericano? Sólo hay dos posibilidades. Una de ellas es Brasil que ya ha pertenecido al Consejo muchas más veces que otros. El otro candidato evidente… es México. Un gobierno del PRI, con una Cancillería ortodoxa y conservadora, preferiría no meterse. Pero con tantas concesiones para quedar bien con los cubanos y venezolanos, no sería un mal momento para cobrarlas, convenciéndolos que México es una buena alternativa, sobre todo en vista de que no se tratarán temas latinoamericanos durante los próximos dos años. De los 4, Venezuela, Cuba, EU y México, uno tiene que echar a andar la iniciativa. ¿Alguien dirá esta boca es mía?

Chile y Venezuela

Entre las muchas estupideces que un sector de la izquierda mexicana sigue manifestando a propósito de la situación en América Latina figura una triple analogía falsa y aberrante. En este pensamiento troglodita, Venezuela hoy es Chile en 1973, Nicolás Maduro es Salvador Allende y Barack Obama es Richard Nixon. Hay que ser muy idiotas y muy ignorantes.

En primer lugar, si bien tanto Allende como Maduro fueron electos, uno lo fue sin cuestionamiento por parte de los candidatos derrotados, al grado de que por no haber obtenido el 50% del voto, Allende fue electo por el Congreso chileno gracias a los sufragios de la democracia cristiana. No es que el margen de victoria de Maduro sea menor o mayor que el de Allende; la otra mitad de la sociedad venezolana cuestionó a tal grado la elección que desconoce a Maduro.

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¡España y Portugal sí, Cuba No!

Las protestas en Brasil contra el alza del precio del transporte, el sobregasto para el Mundial, los Juegos Olímpicos y la corrupción generalizada han llevado a un gobierno sensible a buscar respuestas novedosas. No todas han prosperado; la mayoría de los legisladores rechazaron la propuesta de Dilma Rousseff de celebrar un referéndum sobre una reforma política. Otra de las ideas principales, el programa llamado “Mais Médicos”, ha suscitado controversias por varias razones, entre ellas el trabajo obligatorio, la no especialización y el enviar a miles de galenos a zonas lejanas sin su consentimiento.

Uno de los aspectos más interesantes, aunque no el más importante, de esta propuesta de expandir los servicios de salud en Brasil ha sido la de importar entre 6 y 13 mil médicos del extranjero. Brasil padece un déficit serio en esta materia: un médico para mil habitantes, mientras que Argentina tiene 3,2 y México 2. Desde el mes de mayo, antes de las protestas callejeras, el gobierno anunció que negociaba con Cuba un acuerdo para traer aproximadamente 6 mil médicos de la isla. Poco después, el ministro de Salud, miembro del partido gobernante de izquierda, aliado cercano del régimen cubano, declaró que no prosperó esa idea, ya que “descartamos buscar médicos cuyo tiempo de formación no sea reconocido en nuestro país, como ocurre con la Escuela Latinoamericana de Medicina en Cuba”.

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Snowden: nadie come lumbre

El tragicómico episodio del vuelo presidencial boliviano entre Moscú y La Paz encierra, como buena novela de espionaje, todo tipo de enigmas, engaños, excesos y connotaciones. Seguramente, en los próximos días nos enteraremos de una de parte los chismes pertinentes y otros permanecerán en el misterio. Por lo pronto podemos utilizar el incidente -grave por la resonancia y, como hubiera dicho una tía de Héctor Aguilar Camín, ”el retintín’’ europeo frente a los países tropicales- pero también envuelto en lo que en algunos momentos parece ser una comedia de mayor o menor mal gusto. Como todo es especulación, conviene proceder por preguntas sin respuestas.

Para empezar, ¿por qué uno de los gobiernos más pobres de América Latina tiene un avión presidencial Dassault Falcon 900 de fabricación francesa con autonomía de vuelo de 7,400 kilómetros? Uno puede legítimamente preguntarse si un país que padece el atraso de Bolivia debe enviar a su presidente a decenas de miles de kilómetros de distancia a una conferencia, por importante que sea, en avión privado. De haber viajado en avión de línea, nada de esto le hubiera sucedido a Evo.

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