Pasaron sólo 6 días —incluidos dos de fin de semana— desde la asunción de Mauricio Macri y el país ya es otro.
No hubo tiempo aún de anunciar medidas en todos los campos de las políticas públicas, pero el estilo de gobierno es tan opuesto al que rigió por 12 años que ha despertado inmediatamente un clima de confianza y de optimismo que es mucho más importante que la enunciación de los detalles de las medidas concretas.
Hemos recuperado la normalidad. Todas las ceremonias de la asunción se ajustaron a la tradición histórica, fueron sobrias y austeras. El discurso del Presidente ante la Asamblea Legislativa, breve, respetuoso, abierto, convocante.
Al día siguiente, la reunión del ingeniero Macri con los candidatos a presidente que participaron de las elecciones, con la excepción de Nicolás del Caño, quien lamentablemente no aceptó la invitación.
El sábado, el encuentro con todos los gobernadores, que no fueron esta vez un simple decorado de la exposición presidencial, sino que pudieron expresar sus puntos de vista en un diálogo franco y sin condicionamientos.
Hasta el locutor oficial dio el tono del nuevo tiempo: sobrio, serio, neutral. Continuar leyendo