El presidente Mauricio Macri decidió intervenir la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca). Es una determinación inobjetable desde el punto de vista jurídico e imprescindible en el plano político.
Hagamos un poco de historia para darle contexto a esta nueva iniciativa del Gobierno. En 2009 el kirchnerismo perdió las elecciones legislativas. Como suele ocurrir, no se preguntó qué había hecho mal, sino que culpó a los medios por dar una imagen distorsionada. En especial al grupo Clarín, con el que hasta el año anterior había tenido una magnífica relación.
Entonces, procuró remediar ese mal a través de la ley de medios, que logró sancionar con la mayoría legislativa que conservaba hasta que los nuevos diputados y senadores asumieran sus bancas en diciembre de ese año. El cacareado propósito de la ley era asegurar la “pluralidad de voces”. El objetivo real era el opuesto: uniformar el discurso, premiar a los subordinados y castigar a los disidentes.
La Afsca se creó como autoridad de aplicación de ese engendro normativo. Sería la nave insignia de la guerra contra Clarín, al que se desguazaría, se le quitaría el poder económico y, como necesaria derivación, se lo privaría de toda influencia en la opinión pública. No hace falta recordar, porque son tediosas, todas las peripecias de esos combates, que tenían al mítico 7D como fecha de este nuevo desembarco en Normandía.
Martín Sabbatella fue puesto a conducir la nave. Y se encargó de transformarla en una unidad básica de su partido Nuevo Encuentro, de favorecer a amigos y de perseguir a los independientes. La ley es mala, pero si alguna meta loable tiene, ciertamente la gestión de Sabbatella no trató de alcanzarla.
De ahí que la intervención sea el medio adecuado para reordenar un organismo que se apartó de la ley, que abusó del poder, que empleó fondos públicos con fines partidarios y que se convirtió, en síntesis, en abanderado de la guerra cultural que el kirchnerismo quiso librar contra la prensa libre.
El Presidente tiene plenas facultades para hacerlo, ya que se trata de un ente que se halla en la órbita del Poder Ejecutivo y cuyo directorio este designa. La intervención tiene la finalidad no de perpetuarse, sino de normalizar la Afsca y sacar a la luz todas sus irregularidades.
El kirchnerismo se enfureció con esta medida de higiene republicana. Habló de dictadura, de campos de concentración, de vuelos de la muerte. Sabbatella se atrincheró en su oficina y presentó un habeas corpus, como si estuviera privado ilegítimamente de su libertad ambulatoria. Del ridículo es difícil volver.
En definitiva, un paso más de Mauricio Macri en el camino de la recuperación de las instituciones avasalladas por doce años de populismo autoritario.