¿Más o menos inflación para 2015?

El año recién comienza y se acumulan los pronósticos sobre la evolución futura de los indicadores. Uno que sobresale por su impacto social es la inflación. Después de haber alcanzado en 2014 su mayor nivel desde la salida de la convertibilidad se discute si los precios tendrán una escalada mayor o, por el contrario, moderarán el ritmo alcista de meses anteriores.

Quienes creen que será inferior argumentan que una actividad económica recesiva genera una barrera para que los precios se aceleren. A la vez, si el Gobierno se empeña en sostener una cierta estabilidad cambiaria y el BCRA responde a la emisión de pesos con absorción monetaria, el incentivo para las remarcaciones se desactivará. Hay que recordar que la fuerte expansión de dinero de diciembre de 2013 y la devaluación del peso en enero causaron un abrupto salto inflacionario durante el pasado verano.

Algunos análisis coinciden en que hubo desaceleración de la inflación hacia final del año si se compara con el primer trimestre de 2014, aunque con un intervalo de crecimiento interanual en torno al 40%, superior al 39% de todo 2002. El IPC-Congreso, difundido por legisladores de la oposición en base a datos de consultoras y organismos estadísticos provinciales, marcó un acumulado de 12 meses de 41,06% en septiembre; un 41,25% en octubre y 40,6% en noviembre.

La consultora Elypsis, que dirige Eduardo Levy Yeyati, presentó los resultados preliminares de su relevamiento de precios online (IPCE), con un incremento acumulado de 36,9% en doce meses. “La recesión finalmente logró reducir la inflación que se mantenía estable desde mayo. Luego de siete meses consecutivos en el entorno del 2% promedio mensual, la caída en los niveles de actividad junto con el atraso cambiario y tarifario lograron reducir la inflación”, indica el informe. “Tras haber tocado su pico en febrero con un registro mensual anualizado de 95% y haberse mantenido desde mayo por debajo del 30%, en diciembre registró una inflación mensual anualizada de tan sólo 17%”, refiere el estudio.

El sitio Inflación Verdadera detectó un incremento de precios del 38% entre el 25 de diciembre de 2013 y el 24 de diciembre de 2014, mientras que para la fundación FIEL, el acumulado del año pasado fue de 40,6 por ciento. El Relevamiento de Precios Minoristas (RPM) que elabora el Estudio Bein reflejó un incremento anual de 31,6 por ciento.

Factores para la baja

Por la caída de las cotizaciones internacionales del petróleo, también la rebaja del 5% para los combustibles desde enero contribuye a una moderada reducción de costos que se contagia a muchos precios al público, en un mes que estacionalmente registra alta inflación. En esta línea puede esperarse entonces que la caída de actividad más un dólar estable contribuirán a contener la inflación más próxima al 30% que al 40% anual en 2015.

Los datos oficiales refuerzan el concepto de una inflación mucho menor a la del consenso de entidades privadas. Según el INDEC, la inflación acumuló entre enero y noviembre del año pasado un avance de 22,7 por ciento. Esta semana se difundirá el informe de diciembre y se estima que el acumulado anual no superará el 24 por ciento. Por el cambio de metodología del ente estadístico no se pueden empalmar los datos de 2014 con los de 2013, lo que impide una comparación entre ambos períodos.

“Quedó claro que la inflación no es la que algunos decían. Una consultora privada dice que dio un 1,3% en diciembre. Y hace varios meses que baja. Anualizando estos datos estamos abajo del 20 por ciento. Y va a seguir así”, confió el ministro de Economía Axel Kicillof.

Sin embargo, otros analistas se inclinan por anticipar un nivel de inflación más elevado para este año, pues atribuyen que la contracción monetaria que implementó el Banco Central durante la gestión de Juan Carlos Fábrega está siendo desbaratada por su sucesor, Alejandro Vanoli. Es decir que el rol del BCRA vuelve a ser la clave para que la inflación se descomprima o avance un nuevo peldaño en 2015.

Por qué más inflación

Mientras que las tasas de interés siguen rezagadas respecto del avance general de precios, el aumento récord de 16% en la Base Monetaria aplicado en diciembre puede ser el anticipo de una etapa de fuerte emisión de pesos y menor ritmo de esterilización, para darle empuje a la economía durante el año electoral aún a riesgo de recalentar la inflación.

El ex secretario de Finanzas Guillermo Nielsen dijo a InfobaeTV que “en los últimos meses hubo una mejora inflacionaria, que nos permitió cerrar el año por debajo del 40%”, pero recordó que la desaceleración “fue el resultado de las políticas monetarias que llevó adelante el anterior presidente del Banco Central y que tienen cierto atraso al tener impacto. Desde que Fábrega salió del Banco Central, éste dejó de esterilizar la emisión monetaria producida por la Tesorería. Hoy no hay ninguna contención al exceso de moneda en la economía”.

En 2014, el Banco Central triplicó su deuda para absorber el excedente de pesos, con la colocación de Letras y Notas (LEBAC y NOBAC). Estos títulos pasaron de 110.547 millones a 282.135 millones de pesos, es decir, $171.588 millones o un 155% más. El retorno a circulación de estos pesos, más el interés devengado en torno al 28% anual, puede detonar un agresivo desborde de precios este año.

En el mismo sentido, Ariel Barraud, del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), apuntó que en el año eleccionario “es muy probable que nos encontremos en un escenario como el actual, en el que vamos a seguir observando el aporte de organismos del Estado y la propia emisión monetaria ya tocando límites de aceleración inflacionaria”. El economista José Luis Espert agregó que “si el gasto (público) y la recaudación siguen creciendo, sin duda que el déficit (fiscal) va a crecer, aún creciendo iguales, dado que el punto de partida es de déficit”. Según sus cálculos, el rojo de las cuentas públicas podría superar los $300.000 millones, hasta un 7% del PBI.

El dólar impone la agenda

Que el precio del dólar en el circuito marginal finalizara al borde de los 14 pesos este lunes es un dato a tener en cuenta, pero no el único ni el más importante. Con mínimos negocios en la plaza, otros indicadores condicionaron el movimiento de las variables cambiarias, de las cuales el “blue” es apenas una referencia. El estancamiento de las negociaciones para revertir el default selectivo empezó a marcar el tiempo de descuento para la política cambiaria del Gobierno y muestra de ello es que el Banco Central decidió desandar el paso en falso que significó el recorte de 1% en las tasas de interés para sus colocaciones de Letras y Notas (LEBAC y NOBAC).

Aunque la caída de la tasa a 26% anual fue moderada, aquella jugada agregó una fuerte e involuntaria dosis de pesos a la demanda sobre el dólar en todas sus variantes. La divisa marginal, que el 11 de agosto se situaba en $12,80, trepó un 9% en dos semanas, a los actuales 13,98 pesos. El dólar “contado con liquidación”, que se deduce de los precios de los activos en operaciones bursátiles, ganó 15,9% en ese período, desde los $10,66 en promedio a los 12,36 pesos.

El Banco Central había decidido poner un freno a la suba de tasas para inyectar algo liquidez a una economía que se enfría y limitar el creciente costo del crédito. Pero la presión sobre el dólar y las consecuencias inflacionarias de este flujo de pesos obligaron a definirse por el mal menor para el desempeño económico, amenazado simultáneamente por la recesión y el alza de precios.

Entre los que opinan que un dólar a $14 puede ser razonable están aquellos que miran la variable del dólar “convertibilidad”, que se calcula al dividir la cantidad de pesos establecida por la Base Monetaria por el monto en divisas de las reservas internacionales. Este tipo de cambio implícito asciende a los $13,51, entre reservas por u$s28.953 y una Base Monetaria de $391.070,1 millones, según los datos más recientes del BCRA, al 15 de agosto último.

Este resultado tiende a ampliarse debido a que los activos internacionales de la entidad retomaron la tendencia declinante que habían revertido en febrero. Este lunes, las reservas bajaron a u$s28.685 millones, para acumular en las tres últimas jornadas cambiarias una pérdida de u$s264 millones, casi un 1% menos. Aún con estabilidad de la Base Monetaria, que probablemente tenderá a expandirse hacia fin de año, el dólar convertibilidad de hoy se ubica en 13,63 pesos.

En la baja de reservas también está incidiendo la caída de depósitos en dólares, que la semana operativa del 11 al 15 de agosto retrocedieron u$s52 millones, para recortar a apenas u$s62 millones el incremento de estas colocaciones en el año. También adquieren peso las ventas a minoristas para “atesoramiento”, que en agosto ya alcanzaron un récord mensual de 213 millones de dólares.

Al borde del “stress cambiario”

Además de la propia cesación de pagos, que golpea en las expectativas sobre la economía en general, los precios de acciones y bonos, y las previsiones de mayor devaluación, otro indicador externo adquiere incluso mayor relevancia: el derrape de las cotizaciones internacionales de los granos y sus derivados industriales, sector que representa uno de los puntales del PBI nacional y que es el que más divisas aporta al país por su balance comercial netamente superavitario.

Por ejemplo, la soja para noviembre, que es el contrato más operado en las últimas semanas, descendió a su valor más bajo del año, a u$s377,95 por tonelada en el mercado de Chicago, casi 20% por debajo de las cotizaciones de enero. Las posiciones de vencimiento más próximo, para septiembre, cedieron este lunes un 3,7%, a 413,64 dólares. El bajón de precios y la expectativa por una suba del dólar oficial también están afectando a la liquidación de exportaciones del agro, que la última semana descendieron a su menor monto del año, a un promedio de u$s63 millones diarios. El economista Eduardo Levy Yeyati, director de Elypsis, advirtió que ”la reciente caída en la liquidación de divisas es un anticipo del stress cambiario que puede experimentar el balance de pagos durante el segundo semestre del año”.

La percepción de atraso cambiario es un fenómeno que desalienta las ventas externas de productores, cerealeras e industrias afines. Desde la devaluación de fines de enero a esta parte, el dólar en el mercado mayorista, que rige las operaciones de comercio exterior, subió sólo 5,1% en siete meses, mientras que la inflación subió entre 14 y 20 por ciento en el período.

Para contener una escapada del dólar informal, las autoridades cuentan con un instrumento muy útil: el dólar “bolsa” o MEP (Medio Electrónico de Pagos). Este tipo de cambio formal se obtiene a partir de la compra de bonos en el mercado bursátil local, para venderlos en dólares tras un plazo no menor a las 72 horas. Por esta operatoria legal, aunque poco conocida por el común de los ahorristas, cursada a través de alguna sociedad de Bolsa autorizada, se depositan las divisas en una cuenta registrada dentro del país.

A través de organismos como la ANSeS, cuya tenencia de títulos es muy importante y su mesa de dinero es la más activa en la plaza bursátil, el Gobierno puede intervenir directamente en las cotizaciones -e indirectamente sobre el dólar- al activar compras o ventas en volúmenes que definan la tendencia del mercado. Este dólar hoy se sitúa en $13,26, con un alza de 16,3% sólo en agosto, desde los $11,40 en que se situaba cuando el país recayó en cesación de pagos a fines de julio.

El experto en mercados de capitales Jorge Garbarino expresó por Desde la Bolsa en Directo que “el dólar está lejos del valor real que debería tener. El Gobierno tiene algunas herramientas para menguar temporariamente esta corrida que pueda tener el billete, como es el dólar MEP, que no deja de ser una alternativa barata. Está resultando hasta 7 u 8 % por debajo de conseguir las divisas en el mercado paralelo para grandes operaciones, pero aún para las pequeñas. Casi diría que junto con las tasas de interés del Banco Central, no hay otra alternativa para amansar un poco al dólar que este sistema que le está dando la posibilidad al público de hacerse de un dólar más barato que el informal, justamente para que no se vaya a ese mercado”.

Reservas: el mejor mes desde 2010

Abril se encamina a ser un mes muy favorable para las reservas del Banco Central. Con un avance de u$s743 millones en sólo 15 días, está cerca de superar a septiembre de 2010 (+u$s777 millones) y octubre de 2010 (+u$s793 millones), aunque lejos aún de los u$s1.833 millones de julio de 2010, la siguiente marca a romper, alcanzada 44 meses atrás.

El salto del dólar oficial en enero, que encareció las importaciones e incentivó las exportaciones, dejó la puerta abierta al actual flujo positivo de divisas en el período más intenso de venta de granos por la cosecha gruesa. El aumento de las tasas de interés del Banco Central, que permitió una cómoda absorción del excedente de pesos, fue un complemento adecuado para quitar presión sobre un dólar estacionalmente más abundante. Y con importaciones restringidas, se impusieron las compras oficiales de divisas en el mercado mayorista.

En el segmento minorista, la liberación parcial de las ventas para atesoramiento ayudó a doblegar la demanda informal a tal punto que desde el récord de $13,10 que tocó el dólar “blue”, inmediatamente después de la devaluación de enero, el billete verde se depreció 21,5% a los actuales $10,28, un valor inferior al del dólar “tarjeta” o “turismo”, aquel que se paga sobre el precio oficial más un 35% de recargo como adelanto del Impuesto a las Ganancias.

La brecha entre el dólar libre y el oficial -que promedia a $8,075 en bancos y casas de cambio- se desplomó hasta el 27,3%, el menor rango en 22 meses. Con esta tendencia el dólar informal también empieza acercarse al dólar “ahorro”, en torno a $9,69, al aplicarse en este caso un recargo del 20% sobre el oficial. Por esta operatoria, el Banco Central ya sacrificó u$s486,6 millones desde el 27 de enero, cuando empezó la apertura controlada del “cepo”.

La inflación ejerce un rol fundamental en la evolución del tipo de cambio. En el corto plazo restringe la capacidad de los ahorristas de destinar pesos excedentes para adquirir divisas. Pero con el correr de los meses, y con la mejora salarial que aportarán las paritarias, el aumento de los precios de la economía será un poderoso incentivo para que el dólar suba en el mercado informal y para que el Gobierno aplique una segunda dosis devaluatoria al peso.

Las divisas liquidadas por el agro y sus industrias derivadas acumularon hasta el viernes 11 de abril u$s5.880,4 millones, un 17,5% más que en el mismo período de 2013. Este monto está muy cerca del alcanzado en el mismo lapso de 2011 (u$s6.057 millones), un año récord para el ingreso de divisas por las ventas del campo. Un informe del IARAF cifra en u$s42.900 millones el valor de la cosecha argentina 2013/2014, producción que, además de superar los 100 millones de toneladas, podría ser récord en monto y volumen. “Si se consideran los tres principales cultivos –soja, trigo y maíz- y se tiene en cuenta un coeficiente razonable de toneladas exportadas/toneladas producidas, se puede ver que el valor de las exportaciones de éstos tres cultivos en su conjunto ascendería a u$s29.643 millones durante el año 2014”, indica el estudio de la consultora que dirige Nadin Argañaraz.

“Bajo este escenario, particularmente las exportaciones de la soja alcanzarían los u$s23.630 millones. Con estos resultados, el gobierno nacional podría recaudar u$s9.521 millones de derechos de exportación de los principales cultivos, del cual el 85% se explicaría por las retenciones a la soja”, detalla el IARAF. El precio internacional actual de la soja está más de 70 dólares o 15% por encima del valor que tenía en el inicio del año. En torno a los u$s540 por tonelada, una elevada cotización en términos históricos, se disipa la posibilidad de una crisis económica de envergadura como las conocidas por Argentina en las últimas décadas.

Esto no significa que el panorama para el dólar esté despejado. En el segundo semestre ya habrá pasado la oleada exportadora, mientras que comenzarán a acumularse los vencimientos de Letras y Notas, que el BCRA deberá renovar con más tasa o cancelar con pesos. La liquidez de moneda local tendrá un empujón adicional hacia fin de año, ante las necesidades de financiamiento del Tesoro: parte de ese volumen de dinero buscará refugio en dólares físicos o activos respaldados en divisas. Sin el auxilio de una política fiscal austera o la llegada de crédito e inversión externos, los movimientos certeros la entidad que preside Juan Carlos Fábrega no serán suficientes para defender el terreno ganado en la estabilización del dólar y las reservas.​

Un 2014 al calor del dólar y la inflación

El dólar arrancó el año con mayor demanda y un recalentamiento de precios que lo empinó otra vez por encima de los 10 pesos. En dos jornadas operativas (jueves y viernes), saltó 25 centavos o 2,5%, hasta los $10,29, en un mercado que -hay que reiterar- es altamente especulativo y reducido, aunque obediente a ciertos fundamentos.

La consigna parece ser escaparle al “riesgo argentino” y no debe circunscribirse sólo a una demanda estacional de aquellos que viajan al exterior para pasar sus vacaciones. La compra de dólares es la búsqueda de refugio en un activo ligado a la dinámica financiera del exterior, en este caso de los EEUU -emisor de la divisa-, y su eventual estabilidad, para no quedar expuesto a la degradación del valor de la moneda doméstica.

Así como el dólar sube en la Argentina, fronteras afuera fue una apuesta conservadora e incluso perdedora. Por ejemplo, el euro ganó 2,2% contra el dólar en los últimos tres años (desde u$s1,3301 a u$s1,3595), cuando en nuestro país fue una defensa contra la inflación. En el trienio 2011-2013 el dólar ganó 152% si se toma la cotización libre o 65% si se toma la oficial, mientras que el promedio de acciones Merval acumuló un alza de 53% en pesos en ese lapso, en el que el aumento real de los precios minoristas estuvo próximo al 95%, según la estimación del sitio Inflación Verdadera.

Por eso es pertinente preguntarse si el dólar informal ya está caro o sigue barato. “El dólar a $10 es caro para la Argentina. Cuando vos ves los precios de la Argentina, a este dólar blue es un país barato. No se justifica un dólar tan alto, pero hay una estacionalidad”, opinó por Infobae TV el economista Federico Sturzenegger. Sin embargo, el mercado paralelo sigue ciertos indicadores que apuntalan la consistencia de este recorrido alcista. Uno es aquel aumento de la demanda de moneda norteamericana frente a una oferta estrangulada por los controles oficiales. Otro, es la relación cada vez más tensa entre reservas y pesos en circulación, por el efecto conjunto de la caída de activos líquidos en el haber del Banco Central y la intensa emisión de billetes.

Como es frecuente cada fin de año por el pago de salarios, medio aguinaldo y obligaciones de la administración pública, el BCRA inyectó en diciembre más de $37.000 millones, para completar el 2013 con una expansión de la Base Monetaria del 21,7%, a un máximo histórico de 374.056 millones de pesos. Con reservas por u$s30.828 millones al 27 de diciembre, resulta que en la economía local hay $12,13 por cada dólar.

La emisión de pesos sin respaldo no tendrá pausa en 2014, aunque probablemente se atenúe el ritmo de expansión (en 2012 había sido del 39% anual). Una muestra de ello es que la recaudación fiscal está creciendo a una tasa menor que la inflación real: un 22,2% interanual en diciembre, mientras que las necesidades de financiamiento del Gobierno se acrecientan.

Otro factor que contribuye a la apreciación del blue es el avance manifiesto de la inflación, a la que sondeos privados ubican en diciembre en torno al 4% y adjudican un aumento similar para el mes en curso.

Un nuevo acuerdo de precios para un centenar de productos básicos es una señal desalentadora que envía el Gobierno, luego de los dos experimentos fallidos para contener la inflación desde las consecuencias en lugar de las causas, durante la gestión de Guillermo Moreno en la Secretaría de Comercio. El 2014 será un año marcado por precios crecientes: el alza de combustibles, peajes y pasajes de transporte público son peldaños en este camino ascendente, con impacto inmediato en el bolsillo de los consumidores. A su vez, el ministro Julio De Vido anticipó que “los recortes de subsidios van a continuar y aquellos que más consuman van a tener menores subsidios”.

La devaluación oficial, cada vez más vertiginosa aunque distante del ritmo que cobra el dólar blue, sumará presión a esta expansión inflacionaria, por el encarecimiento de los productos importados medidos en pesos argentinos. A la vez, disminuirá la demanda ya de por sí restringida de artículos del exterior, cuya mayor oferta es uno de los instrumentos para mantener a raya los precios internos de productos homólogos fabricados en el país.

El camino a 2015 no resiste más “piloto automático”

Durante los últimos dos años de la presidencia de Carlos Menem se acuñó la frase “piloto automático” para describir los rígidos lineamientos económicos que mantuvieron en pie a la convertibilidad. El acceso al crédito internacional permitió la continuidad del “uno a uno”, el tipo de cambio bajo que equiparaba al peso con el dólar, y dio estabilidad a la actividad económica –y a los precios- a la vez que expandió la deuda externa, mientras que consolidó la desocupación por encima del 13% de la población activa.

Aquel período, en el que Roque Fernández reemplazó a Domingo Cavallo como ministro de Economía, perdió el envión de crecimiento posterior al “efecto Tequila” (+8,1% en 1997 y +3,9% en 1998) en un escenario negativo para los países emergentes por el default en Rusia. La apreciación cambiaria de la convertibilidad continuó aún durante la recesión que comenzó en 1999 (-3,4%) y se extendió a 2000 (-0,8%) y 2001 (-4,4%), cuando el derrumbe del gobierno de la Alianza, con una deuda insostenible, obligó a una fortísima devaluación de 67% en el mandato de Eduardo Duhalde, que impactó en la caída de 10,9% del PBI en 2002.

Pasó más de una década y muchas circunstancias de la realidad económica y social mejoraron en forma nítida durante las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner, aunque la obstinación del Gobierno para ignorar la persistente inflación y la actual dinámica de atraso cambiario, entre múltiples distorsiones, revivió a partir de 2011 el concepto de “piloto automático”: mantener la actividad en una meseta y postergar las medidas que generen costos a riesgo de deteriorar más las variables económicas.

Así como Menem perdió las esperanzas de una re-reelección después de la derrota legislativa de 1997, la continuidad de un gobierno kirchnerista a partir de 2015 parece improbable y este condicionamiento político es otra vez un obstáculo para que la iniciativa de rectificar el rumbo provenga del propio Gobierno. La dirigencia prefiere que la pérdida de rédito político por las reformas sea afrontada por un sucesor.

A diferencia de los años ’90, la Argentina tiene cerrado el acceso al financiamiento externo. A cambio, el piloto automático de hoy obtiene recursos del Banco Central, cuyas reservas récord por encima de u$s52 mil millones retrocedieron a la zona de u$s35 mil millones en menos de tres años. La entidad asumió desde 2012 un peligroso doble rol de financista del Estado para pagar deuda en dólares y solventar parte del gasto público con emisión de pesos, cursados como adelantos transitorios y giro de utilidades.

Los números del proyecto de Presupuesto 2014 anticipan el desembolso de unos u$s12 mil millones (rentas de la propiedad) entre capital e intereses de títulos públicos, pago del Cupón atado al PBI y vencimientos con organismos internacionales que saldrán de las reservas del BCRA en lugar de las arcas del Tesoro, que es el deudor original.

El presupuesto para el año próximo tendrá que atravesar un debate parlamentario más duro que en otras oportunidades. Muchas de sus estimaciones no son creíbles: prevé un dólar oficial promedio de $6,33, cuando ese será probablemente un piso de cotización, mientras que anticipa un crecimiento del gasto público del orden del 17%, porcentaje que encubriría un ajuste significativo si se toma en cuenta una inflación real que supera en 2013 el 20% anual. En ese aspecto, el incremento del índice de precios al consumidor delineado por el ministro Hernán Lorenzino es apenas de 10% para 2014.

Otros cálculos son excesivamente optimistas: un crecimiento del PBI de 6,2% o un superávit comercial por encima de los 10 mil millones de dólares. Entre los números realistas figura el de la recaudación esperada, un 27,1% superior a la de 2013 y consistente con la inflación, y otro concreto y certero: el del monto establecido para cancelar deuda.

Si bien la ley de convertibilidad fue derogada, el respaldo en dólares de los pesos en circulación disminuye con tónica preocupante. Esta relación es observada de cerca por los actores del mercado financiero, porque en la historia reciente a la sequía de dólares siempre siguió una devaluación que dejó en una situación mucho más vulnerable a los sectores de menores ingresos, aquellos que no tienen ahorros y cobran en pesos. El presente de esos argentinos está lejos de la cobertura que ofrecen inversiones sofisticadas como acciones o títulos dolarizados, y aún del hábito de atesorar divisas “en el colchón” o adquirir bienes durables como refugio de valor, adoptado por buena parte de la clase media.

El Gobierno, decidido a dominar la agenda

Aunque el pasado 11 de agosto la Presidente afirmó que el Frente para la Victoria realizó una “elección excelente” en las primarias abiertas y obligatorias, es claro que el resultado de la votación impactó en un oficialismo que parecía inconmovible e impermeable a las críticas desde aquel histórico 54% obtenido en octubre de 2011.

A dos meses de las elecciones legislativas que sellarán su futuro político, Cristina Kirchner demostró otra vez su rápida capacidad de reacción para tomar la iniciativa e imponer los temas de debate para toda la dirigencia.

La incremento del mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias tiene un importante alcance para los sectores asalariados formales del escalafón medio, hasta los $15 mil de salario bruto, que integran una parte de la base de votantes del kirchnerismo, con un costo fiscal de sólo $2.581 millones, inferior al 1% del total anual de la recaudación, gracias a la compensación que aporta el gravamen sobre acciones y dividendos de las empresas.

Con esta mejora se inyectarán casi 4.500 millones de pesos anuales al consumo. La suba del piso de Ganancias fue una de las demandas más reiteradas por los sindicatos y también por los pequeños contribuyentes que observaban cómo sus ingresos se reducían en términos reales por el doble efecto de la inflación y la creciente percepción de impuestos, que licuaban los aumentos obtenidos en las negociaciones paritarias.

De todos modos, la inflación sigue y afecta a toda la población, sin distinción alguna, en especial a los pobres, que no reciben un beneficio directo por la rebaja del impuesto a las Ganancias. Si el aporte fiscal de su reducción se va a financiar con emisión sin respaldo, la consecuente inflación lo va a transformar en regresivo -recursos de los sectores de menos ingresos e informales que se destinan a sectores medios- en lugar de progresivo, tal como fue concebido -que aporten más los que más ganan-. A la vez, este gravamen, sin una actualización automática en base a datos estadísticos creíbles sobre inflación, continúa sometido al humor del Poder Ejecutivo, e incluso a la arbitrariedad de sus necesidades electorales, cuando debería ser el Congreso el que lo actualice como una facultad indelegable.

A favor del Gobierno suma el hecho de que el cambio en Ganancias y la ley que grava activos financieros para solventarlo surgieron del diálogo político y social, en el que participaron funcionarios, empresarios y sindicalistas.

Con los mismos reflejos, la jefa de Estado anunció el lunes la reapertura del canje de deuda luego de conocerse el fallo adverso en segunda instancia en la Justicia norteamericana en la causa iniciada contra el país por los bonistas que no ingresaron a las anteriores reestructuraciones de deuda. El objetivo es evitar el pago a los llamados “fondos buitre”, ganar tiempo hasta el 2015 -cuando vence la cláusula que impide mejorar la oferta- y eludir tanto un embargo como un eventual default con los acreedores que ya aceptaron  los dos canjes anteriores.

Esta iniciativa, que tiene todavía un resultado muy incierto, también recibió el apoyo de muchos referentes políticos y económicos, aunque desnudó la improvisación que asoma detrás de decisiones trascendentes y que tendrán largo efecto en el tiempo.

En ambos casos –Ganancias y holdouts-, Cristina dejó sentado que va a apostar todo su capital político para mejorar la performance del oficialismo en las elecciones legislativas. Queda sin definir si semejante reacción llega a tiempo o si ya es demasiado tarde para torcer la tendencia del voto en octubre.

Cuentas pendientes después de las primarias

Dos trenes a toda velocidad se aproximan. Circulan en sentidos opuestos y por la misma vía: uno carga con el déficit fiscal, cepo cambiario, recalentamiento de la demanda agregada, turismo en el exterior financiado al dólar oficial, boom de ventas de autos importados, subsidios crecientes. El otro trae emisión sin respaldo, inflación, pago de deuda y energía con reservas, salarios gravados por Ganancias, atraso cambiario. Si ninguno de los dos trenes –ambos, en realidad– se detiene a tiempo, la colisión será inevitable y los daños, totales.

Los objetivos electorales del Gobierno apañaron el recurso de inundar con pesos la economía, para sostener a cualquier precio un crecimiento económico que marca una tasa del 4,9% entre enero y mayo, difícil de sustentar en el tiempo. La otra cara de la misma moneda es la caída de u$s6.200 millones de reservas en el Banco Central, que ayuda a financiar la actividad de un país vedado al crédito externo.

La campaña por las primarias fue el prólogo de la otra campaña, por las legislativas, que seguirá hasta el 27 de octubre. Muchas cuentas quedan pendientes por la necesidad política del oficialismo, que paraliza y aplaza la toma de medidas de fondo para evitar un anunciado choque de las variables económicas. También extrema los esfuerzos por disimular la debilidad que se evidencia en el fracaso de iniciativas cosméticas.

Así, los controles y congelamientos de precios fueron inocuos. Estimaciones privadas apuntan que la inflación de julio se habría ubicado sobre el 2,5%, por encima del promedio de 2013. Los certificados BAADE y CEDIN, para incorporar a la economía formal y las reservas una parte de los dólares que salieron del sistema, aportan u$s1 millón por día, la mitad de los depósitos privados que se retiran de los bancos.

Hace varios meses que las resoluciones dictadas desde el Palacio de Hacienda, en especial las ideadas por el secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno, adolecen de credibilidad, la misma que le falta a la autoridad monetaria -el Banco Central- para que la ciudadanía tenga apetito por retener los pesos que emite. La moneda argentina pierde valor en términos estrictos de poder de compra, pero también en la ponderación de los ciudadanos, que buscan refugio en los bienes durables, el dólar o directamente gastan sus pesos en esparcimiento antes que ahorrarlos o invertirlos.

Las restricciones al dólar aplicadas inmediatamente después de las elecciones de 2011 permitieron estirar los plazos a un Gobierno confiado por el contundente respaldo del 54% de votos, que eludió su responsabilidad de impulsar correcciones y rectificar distorsiones macroeconómicas. Ahora, con un resultado electoral atomizado, pero claramente desfavorable al Frente para la Victoria, el panorama es diferente: aventó las certezas y sólo dejó interrogantes. Lo que antes funcionó para satisfacer el humor social ya no da frutos, a fuerza de impericia de los funcionarios y diagnósticos negadores.

Ante la fuga de capitales de 2011 (u$s21.504 millones), el Gobierno redobló la apuesta y estableció el “cepo” cambiario, una especie de “corralito”, que a diferencia del de 2001/2002, permite sacar los pesos, pero no comprar los dólares. La restricción debió extenderse a las importaciones, contagió a la inversión y afectó a las exportaciones por la falta de insumos importados. Los dólares siguen escaseando y los economistas críticos insisten en hablar de “restricción externa”, “tensión en la balanza de pagos” y “deterioro de fundamentos macroeconómicos”.

Lo que no se hizo en 2012 y 2013 –política económica integral que se enfoque en atacar la inflación desde sus causas, equilibrar las cuentas públicas y obtener financiamiento externo a tasas de interés históricamente bajas- va a ser más difícil de hacer en 2014 y 2015, con esquivo capital político, sin margen para el “gradualismo” y un gabinete económico disperso y devaluado.

La odisea del pan y el tomate

La última semana cobró fuerza una discusión estéril para explicar la suba de dos productos básicos como el pan y el tomate y establecer responsabilidades en las cadenas de producción, distribución y comercialización. El incremento de estos alimentos obedece a razones distintas: mientras que el pan aumentó como consecuencia de una serie de medidas de política económica que impactaron en su precio final, en el caso de la hortaliza hubo una cuestión estacional y por lo tanto pasajera, que se repite cada invierno.

En el pan influye el salto del precio de la harina, resultado de la menor siembra que tuvo el cereal en 111 años, con una zafra de 9 millones de toneladas, casi 40% menos que en 2012, dañada a su vez por una intensa sequía. La magra cosecha se debió también a que el nivel de retenciones -con una tasa del 23% en el grano de trigo y del 13% en la harina- desincentivó el cultivo, sometido a rígidos cupos de exportación. Para revertir esta situación, la Presidente anunció en mayo un plan para devolver las retenciones al trigo a través de un fideicomiso, pero este beneficio se percibirá a partir de la presente campaña, que se cosechará el próximo verano. Llegó muy tarde para remediar el actual déficit en el mercado interno.

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Moreno vence al dólar, pero no a la inflación

Desde hace seis semanas se sostienen con éxito las iniciativas oficiales para detener la escalada del dólar paralelo a través de un abordaje ortodoxo, a las que se suman los “aprietes” del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, a diversos agentes del mercado cambiario, que comenzaron cuando la brecha entre el dólar libre y el oficial alcanzó el 100 por ciento y el funcionario tomó las riendas del combate contra la fuga al billete verde.

Esta política tiene sus costos: las operaciones realizadas por la mesa de dinero de la ANSeS, que vende bonos en dólares, son eficaces para depreciar el tipo de cambio implícito (“contado con liquidación”), pero también presionan a la baja a las cotizaciones de estos títulos públicos que aún permanecen en cartera. Es decir, se exponen los activos del ente previsional a cambio de bajar el dólar “blue”, ligado al “contado con liqui”, que es lo mismo que decir que se afectan los fondos de los jubilados presentes y futuros. Además, la entidad se priva de percibir dólares llegado el momento de los vencimientos de capital e intereses de esos títulos.

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Inevitable: más controles para domesticar al dólar

El dólar paralelo volvió a mostrar las garras esta semana, más allá de los ingentes esfuerzos del Gobierno para alejarlo de los 10 pesos. Si se dijera que la divisa se negoció el viernes al mismo precio con el que había concluido el 17 de mayo, a $8,95, pareciera que se sucedieron jornadas cambiarias sin sobresaltos. Pero en el medio, cayó hasta los $8,40, para repuntar más de 6% en dos días.

¿Qué sucedió? En primer lugar, el miércoles trascendió un acuerdo del Banco Central, con los bancos y las tarjetas de crédito, por el cual estas últimas disponen una “autorregulación” para poner un tope trimestral entre 50 y 100 dólares por tarjeta para extracciones en países vecinos y otro tope mensual de u$s800 para extracciones en el resto del mundo. La interpretación de los cambistas, en un mercado tan acotado y especulativo, fue inmediata: aumentará la demanda del dólar “blue”, a falta de otras ventanillas dispuestas a ofrecerlo de manera formal. Por otra parte, era muy probable que esos dólares que ingresaban al país “vía Colonia” fueran revendidos en el mercado negro para ganar la diferencia ($6,65 del dólar “turista” contra $8,95 del “blue”). Esta usina de billetes para la oferta desaparecerá. Mientras, queda demostrado que los controles obligan a más controles.

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