Por: Juan Gasalla
El dólar paralelo volvió a mostrar las garras esta semana, más allá de los ingentes esfuerzos del Gobierno para alejarlo de los 10 pesos. Si se dijera que la divisa se negoció el viernes al mismo precio con el que había concluido el 17 de mayo, a $8,95, pareciera que se sucedieron jornadas cambiarias sin sobresaltos. Pero en el medio, cayó hasta los $8,40, para repuntar más de 6% en dos días.
¿Qué sucedió? En primer lugar, el miércoles trascendió un acuerdo del Banco Central, con los bancos y las tarjetas de crédito, por el cual estas últimas disponen una “autorregulación” para poner un tope trimestral entre 50 y 100 dólares por tarjeta para extracciones en países vecinos y otro tope mensual de u$s800 para extracciones en el resto del mundo. La interpretación de los cambistas, en un mercado tan acotado y especulativo, fue inmediata: aumentará la demanda del dólar “blue”, a falta de otras ventanillas dispuestas a ofrecerlo de manera formal. Por otra parte, era muy probable que esos dólares que ingresaban al país “vía Colonia” fueran revendidos en el mercado negro para ganar la diferencia ($6,65 del dólar “turista” contra $8,95 del “blue”). Esta usina de billetes para la oferta desaparecerá. Mientras, queda demostrado que los controles obligan a más controles.
En horas se diluyó buena parte del accionar coordinado de distintos organismos oficiales para instar a la baja al díscolo billete verde. Desde el 8 de mayo, cuando marcó un máximo de cierre de $10,45, subieron las tasas interbancarias al retirarse el Banco Nación de esta operatoria, se vendieron importantes volúmenes de bonos en dólares –algunos analistas lo atribuyen a la ANSeS- para “planchar” el dólar “contado con liquidación” y Guillermo Moreno se reunió con importantes referentes del sector financiero para inducir a los cambistas informales a bajar la cotización “blue”.
El “contado con liqui” es el dólar de referencia para las operaciones de compra de acciones y bonos argentinos que se venden en el exterior para hacerse de divisas extranjeras. Esta cotización oscila en forma pareja con la del dólar libre y al caer con fuerza ofrece a los inversores y empresas un conducto para dolarizarse a través de una operación formal, alternativa que reduce el apetito por comprar billetes en el circuito marginal.
También el miércoles, la Presidente realizó anuncios que marcaron claramente las directrices de la política económica hasta las elecciones. El pulso del año electoral se sintió con fuerza cuando Cristina Kirchner presentó el plan “Mirá para cuidar”, para que las agrupaciones se “desplieguen por el territorio”. Más allá del recurso improvisado para abordar un problema que tiene origen estructural y que requiere de medidas fiscales y monetarias, quedó claro que no habrá cambios de política. Al congelamiento de precios y la disposición de un techo paritario del 24% se le suma ahora una fiscalización a través de “movimientos políticos y juveniles” en los propios comercios.
En el mismo acto la mandataria anunció un aumento del 35% en la Asignación Universal por Hijo y la Asignación por Embarazo. La medida, elogiable por su importante efecto redistributivo en favor de los sectores sociales más postergados, confirmó a su vez que el elevado ritmo de emisión monetaria para financiar el gasto público no tendrá pausa antes de las elecciones.
Otra señal sobre el devenir de la economía llegó desde el Senado. El proyecto de ley para el blanqueo de capitales a través de la emisión del bono BAADE y el certificado CEDIN avanzó con 39 votos a favor y 28 en contra y un debate de nueve horas y esta semana lo tratará Diputados. Se pudo escuchar al justicialista Carlos Reutemann, quien cuestionó que la iniciativa deje la puerta abierta para aquel que “trae bolsos de dinero inexplicablemente conseguido y le dan un diploma verde que paga intereses”. Los rechazos desde todo el espectro político, excepto el Frente para la Victoria, alimentaron más dudas sobre la eficacia y aceptación que pueda tener la propuesta.
Con su verborragia habitual, el senador Aníbal Fernández aportó un poco de sinceridad en medio de tantos discursos de barricada y sinceró el pensamiento del oficialismo: “Antes que devaluar, es preferible tener un manejo cuidadoso respecto de la divisa y tener una alternativa para que dineros negros, clandestinos, ociosos, regresen para poder participar de la vida económica de la Argentina”. El ex ministro reforzó la línea dialéctica de la que el Gobierno no piensa apartarse: antes de autorizar una suba abrupta del dólar, que pueda beneficiar a los tenedores de divisas y afecte aún más a los pesificados, se apelará a cualquier iniciativa al alcance de la mano, aún con alto costo político.
Sin embargo, el “suave deslizamiento” del dólar oficial ya no es el mismo desde que el mercado paralelo mostró signos de hacer su propio camino y empujar la brecha con el oficial a límites imprevisibles. En los últimos meses, el Banco Central está convalidando un incremento más acelerado del precio oficial de la divisa norteamericana, hoy a $5,27. En la comparación interanual ganó un 17,6% (desde los $4,48 de mayo de 2012), por encima del 14,4% que sumó en todo 2012. Y si se mide su apreciación en las últimas cuatro semanas y se la proyecta a doce meses, alcanza el 23%, a tono con la inflación real de este año, en un reconocimiento implícito del Gobierno de que el atraso cambiario existe.