Un año más las mujeres del país nos dimos cita para encontrarnos y discutir sobre nuestras problemáticas, nuestros sueños, deseos y desafíos como movimiento. Esta vez el encuentro tiene lugar en San Juan y las decenas de miles de mujeres que llegamos desde distintos puntos del país y América Latina nos disponemos a dar un paso más, a dejar otra huella en nuestra memoria histórica.
Los Encuentros Nacionales de Mujeres (ENM) suelen pasar sin pena ni gloria por los grandes medios de comunicación. Siempre decimos que si hubiera 20, 30 mil varones -por ejemplo, trabajadores de determinado sector- que se juntaran todos los años ininterrumpidamente desde hace 28 años, sería un evento tapa de los principales diarios y ocuparía buena parte del espacio de los noticieros. Pero somos mujeres, y nuestras luchas, nuestros sueños y horizontes, son la mayoría de las veces silenciados u omitidos por las agendas de los sectores de poder.
Ha corrido mucha agua bajo el puente desde aquel primer encuentro que se realizaba en Buenos Aires en 1986, y los ENM se fueron convirtiendo en la expresión más importante de las luchas que las mujeres vamos desarrollando en diferentes espacios y territorios donde la sociedad actual aún nos domina, oprime y violenta: las fábricas, las casas, los barrios, las escuelas, los hospitales, los sindicatos, las universidades, la ciudad, el campo. No son abordadas allí simple y llanamente “cuestiones de mujeres”, sino cuestiones que -por supuesto- hacen a demandas específicas y además otras más generales, con la originalidad de ser abordadas con la mirada de las mujeres.
La enorme cantidad de mujeres que nos reunimos aumenta año a año y sin dudas que el 2001, cuando distintas expresiones de luchas sociales y populares cobraron masividad y combatividad, fue el año en que los ENM dieron un salto gigantesco. En estas casi tres décadas, el encuentro recorrió gran parte del país, incluida San Juan en 1997, donde el gobierno provincial y la jerarquía de la Iglesia Católica emprendieron una dura batalla por frenar su realización y, al no poder lograrlo, realizaron uno paralelo.
Hoy volvimos a San Juan, una provincia que es máxima expresión de los nuevos milagros que nos quieren vender: la provincia de la megaminería, de las empresas que se instalan, saquean los bienes naturales, contaminan nuestro ambiente, explotan a los trabajadores y luego levantan campamento cuando ya no les conviene seguir, dejando todo peor que antes. Por eso este sábado a las 18 un conjunto de organizaciones feministas, sindicales, políticas, ambientalistas y sociales, realizaremos un escrache a las empresas tercerizadas de la Barrick Gold y al Centro Cívico, para denunciar el saqueo y la contaminación de nuestros bienes comunes y también para visibilizar que de la mano del extractivismo vienen las redes de trata de mujeres y niñas para la explotación sexual. Si históricamente la ruta del petróleo era la de la prostitución, hoy los enclaves megamineros son un polo de atracción para quienes lucran con el secuestro y la explotación de mujeres, con la connivencia de todos los poderes del Estado. Decimos que luchamos por la soberanía sobre nuestros territorios y sobre nuestros cuerpos, como muchas feministas del continente.
El aborto legal es una deuda de la democracia
Hace pocos días se discutió en la Cámara de Senadores de la Nación una reforma al Código Civil en el que se afirma que la “vida comienza con la concepción”, retrocediendo en la amplitud de criterio incluso a la redacción orginal de Vélez Sarszfield. La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito emitió un comunicado en el que indica: “…tanto desde el punto de vista civil como penal, el derecho argentino no ha otorgado el mismo status al embrión que a la persona nacida. Si bien el Código Civil dice que se es persona desde el momento de la concepción inmediatamente sujeta esta cualidad a su viabilidad, o sea, que si no hay nacimiento con vida no hay persona. Los ejemplos en el derecho penal son varios, entre otros, la distinta pena que merece el homicidio en comparación con el aborto, y que este no es punible en grado de tentativa. Al realizarse estas construcciones, se puede correr el riesgo de tergiversaciones interpretativas de todo el articulado legislativo y convencional, en especial en lo que se refiere a los derechos humanos de las mujeres, particularmente sus derechos sexuales y reproductivos. Violan los principios de igualdad y no discriminación por sexo que establecen los tratados y convenciones de DDHH, ya que solo las mujeres son actuales o potenciales gestantes”. El proyecto de reforma va completamente en contra de las recomendaciones de la Comisión Interamericana por los Derechos Humanos.
Estos sucesos recientes sin duda atravesarán los talleres de discusión sobre el derecho al aborto, que suelen ser polos de fuertes discusiones sobre la estrategia a seguir para conquistar ese derecho, entre las mujeres que allí concurren. Según la Organización Mundial de la Salud, Argentina tiene una tasa de mortalidad materna de 77 por 100 mil nacidos vivos, una cifra inadmisible en relación a otros indicadores de salud de Argentina. Se sabe que casi la mitad de esas muertes corresponden a secuelas de abortos inseguros. La necesidad de avanzar en la despenalización y legalización de la interrupción voluntaria del embarazo es una cuestión de salud pública. También es un tema de derechos humanos y de justicia social. Que quede claro, el aborto existe aún en la ilegalidad y a causa de esa sanción penal miles de mujeres mueren, particularmente mujeres de los sectores populares.
El ENM servirá, sin duda, para reforzar y relanzar la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, y volver a poner en agenda la necesidad urgente de aprobación del proyecto de ley cajoneado desde hace más de cinco años, aún contando con la firma de más de 50 diputados y diputadas de todos los sectores políticos. Lo que falta es la voluntad real de aprobarlo y no sólo de incluirlo como un eje “políticamente correcto” en las campañas electorales.
Varias decenas de miles de mujeres llegamos a San Juan con mucho aprendido sobre nuestras espaldas, y con todo lo que aún nos golpea: con un enorme esfuerzo financiero debido al alza de precios y a la inflación, con trabajos precarizados y derechos sociales y familiares que no alcanzan para aliviarnos las duras jornadas de trabajo doméstico y cuidado de la familia, con derechos sindicales en los cuales no se contempla suficientemente nuestras particularidades como mujeres, con la violencia que aún sufrimos y las instituciones que no contienen y acompañan suficientemente. Y nos iremos con los mismos problemas, pero con otra mirada y mucha más fuerza para seguir luchando por una sociedad realmente igualitaria y para seguir sembrando rebeldía feminista en las plazas, en las casas y en las camas.