En su agonía, el kirchnerismo se lleva puesta a la Justicia

El kirchnerismo es sin duda el resultado de fanatizar la mediocridad. Cuando uno revisa sus odios y sus amores se encuentran con una pobreza que no podemos definir “franciscana” porque le queda grande y debemos aceptar que es simplemente “santacruceña”. Scioli visitó a sus viejos enemigos de 6-7-8 y frente a la pregunta doctrinaria de “¿usted concurrió a Clarín?”, la respuesta fue para, mi gusto, de antología, algo parecido a “yo ando por todos lados”. Y se habían roto los límites de la cárcel kirchnerista: aquel Néstor que lanzó su alarido “¿qué te pasa Clarín?” y los seguidores gastando fortunas del Estado en medios obsecuentes. Cuando hagamos la cuenta de lo dilapidado tomaremos conciencia que se trataba del dinero de los necesitados. 

El kirchnerismo se construyó sobre algunos odios concretos y muchos amores ocultos. Fortunas se desarrollaron a partir del odio a Clarín y siempre quiero dejar en claro que lo odiaban por su virtud de ser libre en sus opiniones, si en lugar de Héctor Magnetto estaba cualquiera de los decadentes y despreciables empresarios conocidos por todos, nos quedábamos sin prensa. El empresariado nacional guarda para su propia honra la dignidad del gerente de una petrolera extranjera, el otro es Magnetto, y paremos de contar.

El enemigo era Scioli y, al elegirlo, la Presidenta asume su primera derrota frente a la realidad. El enemigo era Clarín, concurrir al piso y la tribuna de TN -como lo hizo la tropa K el pasado miércoles- implicaba asumir que la guerra había terminado. Estamos frente a una elección donde la competencia está más asentada en los errores de los candidatos que en sus aciertos. Una elección donde hay una certeza (“no nos van a defraudar”), es tan escasa la expectativa que depositamos en el futuro que difícilmente la respuesta sea peor que la esperada. Ya se inicia la etapa del olvido del que se va, la obsecuencia es ahora una pasión y una energía necesaria para depositar al servicio del poder de los que vienen.

El gran debate del presente es sobre el pequeño futuro que nos corresponde asumir. Algunos imaginan que Scioli va a ser un seguidor de Cristina, otros, me incluyo, pensamos que el kirchnerismo quedará tan sólo como una enfermedad pasajera de la política nacional.

Zannini es la expresión de lo oscuro de la política, de ese espacio enorme que nace con la vuelta a la democracia y que se impone a la misma política. Un lado oscuro que vive oculto, sin opiniones públicas, sin una voluntad de la transparencia frente a la sociedad. Son parte de la izquierda fracasada que inventó una memoria falsa donde al peronismo no lo forjaron los trabajadores sino los guerrilleros. Son los que desvirtúan las luchas populares, donde en lugar de nacer con Perón en el cuarenta y cinco todo nace con la guerrilla y sus errores, donde los héroes serían hoy la memoria de los vivos para gozar de los cargos y las prebendas. O sea, una generación de supuestos revolucionarios que desprecia a los obreros y parasita a los desaparecidos, y todo esto, con una concepción de complicidad que les permite convertirse en los nuevos ricos de esta decadente sociedad. No hay en ellos una voluntad de generar una sociedad más justa, sólo hay un conjunto de consignas que sirven para intentar vestir la desnudez de su ambición.

Los últimos pasos del Gobierno son todos destinados a corromper la Justicia para construir su propia impunidad. En eso Zannini es especialista, ya lo logró en Santa Cruz al eliminar al procurador. Justicia legitima, personajes menores que consideran que debe existir una vara para los amigos y otra para los que no participan de ese sector elegido. Justicia legítima implica legalización de la complicidad.

Vivimos una decadencia que ni siquiera llegamos a comprender. Pareciera que el gran maestro Discepolin se quedó corto cuando dijo “los inmorales nos han igualado”. Con estos muchachos nos ganaron lejos. Sólo nos salva el hecho que la mayoría de ellos son obsecuentes al poder de turno que tal vez –con suerte – se los lleve puestos y que nos dejan una grave crisis para sufrir en poco tiempo. El kirchnerismo que agoniza, en todo caso, se lleva lo peor de nosotros, gane quien gane ya nada será igual. Soy optimista, uno quiere imaginar que lo peor ya pasó.

Todo el poder a los conspiradores y a los más leales

Se me ocurre que a Scioli le pegaron duro, le impusieron a uno de los peores personajes del kirchnerismo, un intrigante, un encargado de impedir que la Justicia ilumine los negocios del poder.  Nunca tuve el disgusto de hablar con él, pertenece a esa estirpe de los oscuros que no nos quieren, les parece que los que decimos lo que pensamos no merecemos respeto. No le interesa ni la política ni mucho menos el peronismo, el poder es otra cosa, la ideología, solo un instrumento al servicio de la ambición. Un jefe de la especie de los conspiradores, de los que viven del poder sin decir jamás lo que piensan ni  opinan. Eso es para nosotros, los jetones según ellos, ellos son el poder real, que es oscuro siempre, mucho más en una sociedad como la nuestra.

En el retorno de la democracia volví a ser diputado, y pude observar la aparición de un nuevo personaje de la política, “el operador”, ser oscuro que maneja desde atrás, que no se muestra, que considera que lo importante es imponerse  a los que si salen a la luz, a los miembros del poder formal. Ese personaje menor fue el responsable de sacarse de encima al Procurador en Santa Cruz, ese que la Suprema Corte ordenó  reponer dos veces sin que ellos se dieran por enterados.

El kirchnerismo llevó adelante su capacidad de destrucción de las instituciones a partir del triunfo que les entregó una mayoría absoluta. Con ese número le impusieron su ley al resto de la sociedad. Esas leyes donde se intentaba instalar instituciones al servicio del autoritarismo, esa absurda imitación de Venezuela, esa idea de que toda limitación a la libertad podía ser justificada desde la revolución, ese grotesco fue fruto, entre otros,  de la mente oscura de Zannini.

En Santa Fe, más allá del papelón de festejar triunfos dudosos como si al festejarlo los convirtieran en definitivos, hubo tres fuerzas y ellas pueden ser la muestra del futuro político. Un centro-izquierda socialista, un centro-derecha con el Pro, y un peronismo de centro. Un peronismo que se recupera sin recibir la visita presidencial, al revés de Rio Negro, donde mucho apoyo y cadena oficial llevaron a la derrota hasta a un par de encuestadores. Pichetto pagó  su obsecuencia con un triste final.

Nunca un gobierno había llevado a los senadores y diputados a este punto de degradación, nunca tantos se habían dejado arrastrar por las órdenes de un poder sin límites, nunca sus miembros habían dejado al Parlamento tan al borde de no poder ni siquiera justificar la razón de su misma existencia.

Se va Pichetto y viene Zannini, se me ocurre que el peronismo comenzará a tomar distancia del kirchnerismo, al menos los que tienen ideas y algunos votos, o al menos los pocos que todavía guardan alguna noción de aquello que llamamos dignidad.

Zannini es el articulador de todo lo que se maneja al borde de lo institucional, por afuera de las normas y de las reglas, ese manejo oscuro que se impone desde el poder cuando este engendra su propia impunidad.  No hay partidos, tampoco interesa, los sustituyen por grupos, por sectas, como La Cámpora o Carta Abierta, espacios donde el poder del Estado sirve como continente y la obsecuencia que aplaude al poder de turno se disfraza de pretendida ideología.

La Presidenta acomoda todo para asegurar su continuidad en el poder, y la vigencia permanente de la impunidad. Siembran el miedo a los que sentimos que no soportamos que sigan gobernando, miedo a que se imponga este autoritarismo mediocre y enfermizo, que dice ser de izquierda o progresista, e insiste con  el cuento de “los grupos monopólicos”.

Scioli aparentaba distinto, estando solo era o parecía ser otra cosa, pero pareciera que esto de jugar al obediente le fue limando sus diferencias con la desmesura de los kirchneristas. Los duros sirven para parasitar el poder de los dialoguistas. 

La Presidenta sacó en el pasado muchos votos con su cara al lado de la de Boudou, ahora no tiene ese margen, necesita que el segundo, el Vice, le aporte las seguridades que necesita. Y Macri se inclina por Michetti, que hace poco lo enfrentó acompañado de otros ministros.

Muchos hablaron del final de la relación, ahora deben callar. Nos guste o no, el Pro se organiza con un respeto interno que les permite no caer en el autoritarismo. Para algunos, los autoritarios, esto sería un gesto de debilidad. Pienso que es muy distinto, esa supuesta derecha se muestra capaz de contener la diferencia, la otra versión, la autoritaria, termino repudiada en todo el mundo.

El poder quedó solo en manos de los operadores, las ideas ocupan tan solo el lugar de justificadoras de la ambición. La política agoniza a la par de la sociedad, los más sensibles sienten miedo, los otros imaginan que todo sigue igual. Daniel Scioli está entre ellos. Me parece que se equivoca.

Cuentos chinos en el tramo final

Estamos entrando en el tramo final de kirchnerismo y las opiniones están divididas. El calor oficial impone dos falsedades, la primera -con mucho dinero financiando encuestadores – dice que Daniel Scioli gana en primera vuelta; oculta lo más importante del presente: no podrían ganar en la segunda. Luego, viene el segundo “cuento chino” : “el kirchnerismo va a seguir siendo un poder importante”. El kirchnerismo es un partido del poder; son demasiados los que viven de sus dineros y no quieren ni oír hablar sobre que el Gobierno pueda sufrir una derrota, imaginan que si gana la oposición perderán sus beneficios que son el sustento de sus convicciones. Continuar leyendo

El largo adiós del kirchnerismo

El acto del 25 de Mayo estuvo al borde del absurdo. Bien pensado por sus gestores, sin limitar sus gastos, una mezcla de atracciones de todo tipo que terminan en multitudes que simulan lealtades y pertenencias. La secuela de oficialistas emocionados y oportunistas asustados fue enorme. Los que gobiernan venían de duras derrotas en Santa Fe, Mendoza y Capital, y de un triunfo en Salta que pertenecía más al peronismo que al kirchnerismo. Ese es el rumbo que toma el proceso electoral, la supuesta izquierda kirchnerista debe retroceder y volver a juntar votos con figuras del viejo peronismo. El kirchnerismo no era la superación de nada, solo un atraso de pragmatismo impune con veleidades de izquierdas y progresismos. Y ahora el peronismo se tomara su revancha.

En Salta, Santa Fe, Córdoba, se nota el retorno al peronismo dentro del hecho concreto de que solo salgan terceros sin chances de ganar. Con los kirchneristas no lograrían ni eso. La Campora se presentó en Capital con el fracaso que se pudo visualizar. Y la Presidenta toma consciencia de que su tiempo agoniza, se despide con demasiada soberbia como para que la recuerden después. Los humildes permanecen en el corazón, los soberbios, sin poder son solo olvidados o maltratados. La Presidenta vive imponiendo el miedo y ejecutando el castigo, sin el cargo y la lapicera pasará a ser parte de un partidito de izquierda con agonía previsible. Los que imponen poder desde el cargo cuando deben elegir sucesor saben, a veces inconscientemente que están eligiendo su verdugo.

Asusta la cantidad de individuos propensos a comerse el amague, a imaginar que el Gobierno es invencible porque junta una multitud que soporta un largo discurso que confunde a la patria con el más crudo y decadente nepotismo. Como si el oportunismo invadiera mentes propensas al oficialismo permanente, veletas que debilitan a la misma democracia.

Ellos son impunes. La imagen de Boudou es una muestra gratis de una manera de enfrentar la vida, de una concepción de la impunidad del poder. Y del otro lado, pocos valientes, demasiados asustados. Demasiados de esos que caen en la trampa de los caraduras que te imponen “no va a votar a la derecha” como si Scioli y la Presidenta ocuparan el espacio del progresismo y la revolución.

Hoy el progresismo es la democracia, es una justicia independiente que no caiga en las oscuras manos de la procuradora de turno, un parlamento donde se vote con dignidad. El kirchnerismo es impunidad, tragamonedas y odio a los sectores productivos, es moneda sin valor ya que nada que ellos hagan tiene sentido ni seriedad. Los discursos presidenciales son sin límites ni ideas en juego, nos acercan más a la Venezuela del odio que al resto del continente. Vivimos un fracaso con pretensiones fundacionales, una usurpación del estado en manos de personajes sin otra motivación que la más pura ambición.

El radicalismo jugó con lucidez y se acercó al Pro, el otro camino implicaba el seguro triunfo de Scioli. Ahora todos quieren que Macri acuerde con Massa y se asegure el triunfo. Es posible que sin acuerdo entre ambos sea más difícil ganarle al oficialismo, a un oficialismo que sin duda dejará de ser kirchnerista en el mismo momento en que Cristina se baje del poder. Dime de que alardeas y te diré de qué careces, muchos leales prometen la más dura de las traiciones. La Presidenta no tuvo piedad con sus seguidores, no la van a tener ellos cuando se baje del poder. Ya lo expresó el gobernador de Salta, ella se ira a su casa.

Y el eterno conflicto de la pretenciosa izquierda ilustrada con los humildes, los votos son de Scioli, Carta Abierta pretende candidatos más jugados, justo ellos, que nunca se enteraron de la existencia de Boudou ni Lázaro Báez. Ellos, duros con los opositores mientras acarician la más obscena corrupción oficialista. Somos una sociedad donde una parte de la derecha compite con restos de viejas izquierdas para ver quién de los dos es más pusilánime.

Es el fin de ciclo. Con derrota o sin ella, el kirchnerismo desaparecerá. Y por ahora, lo más seguro es la derrota. Se están acercando a su propio final.

Un peronismo vacío de contenido

Algunos personajes se rasgan las vestiduras al ver a los candidatos ocupando un lugar en el programa de Tinelli. No me parece grave el espacio que en nuestra sociedad ocupa la farándula, sin embargo es grave la ausencia de un espacio de prestigio que convoque al pensamiento y a la Academia, al debate de ideas; ése espacio que deberían ocupar los partidos políticos. Sin prestigio ni partido, la vigencia del circo termina siendo la única imagen visible.

Entre Carta Abierta y Alberto Samid hacen del peronismo un recuerdo vacío de contenido. La Presidenta nunca se ocupó de leer o tratar de entender a Perón y a la causa cuyo nombre arrastran. El peronismo fue tributario de un pensamiento demasiado importante como para terminar siendo explicado por aburridos discípulos de Marx. El mismo ministro de Economía Axel Kicillof es la expresión de una supuesta ideología que nada tiene que ver con nuestra historia. Menem buscó refugio en los viejos liberales ajustadores y, de esa crisis, nos sacaron los ministros y economistas formados en la escuela peronista. En ese rumbo pienso que junto a Sergio Massa está el mejor equipo económico que tiene la política. Son los mismos que acompañaron el buen tiempo del gobierno de Néstor Kirchner; ese tiempo que se agotó cuando la Presidenta se dedicó a jugar con la vieja izquierda que nunca entendió demasiado lo que pasa en la sociedad. Néstor sabía jugar con la izquierda y los Derechos Humanos sin darles un lugar importante en el Estado. La Presidenta inició un proceso donde ese sector intenta convertirse en esencial al kirchnerismo, con la pretensión de consolidarse como un pensamiento permanente. La absurda idea de que el kirchnerismo es una etapa superior del peronismo no choca contra la supuesta derecha, confronta con la cordura.

Sostengo que el kirchnerismo fue un pragmatismo feudal acostumbrado a la impunidad que encontró a la sociedad en un momento de extrema debilidad después que Menem había dejado a la democracia al borde de la disolución y la Alianza expresó absoluta impotencia para salir de la crisis. Néstor Kirchner cabalga sobre la política económica peronista que surge con Duhalde y luego se imagina capaz de manejar hasta la misma economía sin Ministro. Le ofrece un espacio en el Estado a los Derechos Humanos y luego a los viejos restos marxistas e izquierdistas no valorados por nadie a excepción de los estudiantes universitarios. No les ofreció pensar un futuro, únicamente permite ocupar un espacio a cambio de justificar al kirchnerismo como si fuera un pensamiento coherente. Quien tenía todo el poder le ofrece un espacio a los que creían tener todas las ideas, nadie influye sobre el otro, tan sólo se asocian para defenderse mutuamente y son complices en la expoliación del estado.

Entre los aburridos teóricos del Partido Comunista que pretenden explicar el rumbo de la humanidad, las cadenas oficiales que nos apabullan con mensajes sin contenido ni logros que valga la pena divulgar y los leales que transitan el “Bailando…”, el kirchnerismo termina siendo peronista porque ésa era la pertenencia de Discepolín al escribir su tango “Cambalache”.

Ahora Randazzo se apoya en Carta Abierta, un grupo de supuestos pensadores que nunca entendieron a Perón y por eso se volvieron kirchneristas; o bien, Scioli que elige a Samid como su cara visible, termina siendo la imagen del peronista que tiene la mayoría de los verdaderos gorilas. No estoy criticando a Samid sino a la manera cómo lo usan para deformar un pensamiento político que fue la causa de un pueblo y de miles de militantes. El peronismo puede contener a todos los que ven la vida como Samid, pero Samid no puede convertirse en la expresión pública del peronismo ni Scioli aplaudir a la Presidenta y trascender con Samid. Así tantos otros que cuando uno los escucha toma consciencia de que no les importa nada de nada – mucho menos de la política – y que sólo los une el convertirse en operadores del poder. La profesión política es hoy demasiado rentable para que algunos la sostengan desde las limitaciones de los principios, de la misma ética o desde la coherencia del pensamiento. Ni los intelectuales se animan a plantear el “apoyo crítico”, nada más aplauden los caprichos presidenciales con la misma convicción con la que de jóvenes de aferraron a los recovecos del marxismo. El peronismo les sirvió como una vía para acercarse al pueblo, el kirchnerismo los autorizó a sentirse vanguardia iluminada y dejar de sostener una causa popular que nunca habían logrado sentir. El kirchnerismo es la degradación del peronismo en manos de los intelectuales; retoma los defectos de los violentos de los setenta, la equivocada mirada de aquellos que eligieron la violencia en el seno de la misma democracia que les había ofrecido una enorme cuota de poder. Y todo eso aparece hoy, no al servicio de una causa política, sino al intento de engendrar una nueva burguesía rentista asentada en los beneficios del juego y la obra pública.

No estoy debatiendo con Samid pero sí confronto con una concepción de la política y del poder que desprecia al peronismo y lo substituye por marxistas que son sus detractores. La burocracia no es progresista ni de izquierda; la burocracia es la peor enemiga del pueblo y de la sociedad. La política no pasa ni por Carta Abierta ni por el Bailando, sigue necesitando un proyecto racional que ponga las pasiones al servicio de las ideas y no como un simple disfraz para evitar el debate.

La decadencia agresiva del kirchnerismo

La Presidenta no para de hablarnos, de decirnos que no estamos a su nivel, a veces de comparar nuestra inflación ilimitada con la de España, todo vale para cadena oficial. La confrontación con la Justicia tiene cada vez más ribetes de querer evitar consecuencias personales. Y la tropa que le obedece no duda nunca, ni tiene bajas: es un ejército rentado y obediente donde ya hace tiempo que se abandonó la pretensión de pensar, de opinar, de poder diferenciarse en algo de la conducción. Algunos dicen que el peronismo siempre fue así, absurda manera de describir lo que ignoran. El peronismo tenía sectores que pensaban distinto y lo manifestaban. El partido y los sindicatos se enfrentaban, la rama femenina estaba en otra posición, a veces Perón lograba encolumnar a todos y otras, muchas, tenía que asumir las limitaciones de su poder. Era un movimiento pleno de matices. El kirchnerismo es una versión aburrida de los partidos marxistas, con controles de lealtades y alcahuetes denunciantes. Si el peronismo hubiera sido como el kirchnerismo no hubiera durado ni una década.

La Presidenta actúa como si pudiera imponer un poder absoluto sobre sus seguidores, cosa que las prebendas del Estado hacen posible pero que sin duda desde el llano no son imaginables. Años de democracia donde el poder fue creciendo sin límites, a la destrucción ilimitada que proponían Cavallo y Dromi le siguió esta ocupación sin rumbo ni sentido. Ayer se privatizaba para hacer negocios, hoy se estatiza por la misma razón. Y sin duda los Kirchner participaron en las dos oleadas, ellos fueron imprescindibles para vender YPF -recordemos que su amanuense Parrilli fue el miembro informante de esa traición-  y ellos intentaron apropiarse de una parte con ganancias adelantadas, demencia inexplicable, y la volvieron a comprar como si estuvieran salvando nuestro destino.

El Futbol para Todos fue utilizado para ellos, los barras bravas eran contratados para defender oficialistas, la justicia flexible nos fue dejando sin castigo y en consecuencia sin límites. Ya no podemos ni siquiera compartir un partido de futbol, sembradores de vientos, estamos recogiendo tempestades. Entre oficialistas y opositores se fue gestando una distancia y una agresividad que carece tanto de explicación como de sentido. Como si fuéramos dos culturas, como si habláramos dos lenguas, como si tuviera algún sentido convivir agrediendo supuestos enemigos. La Justicia también fue dividiendo sus alas, terminó siendo tan ciega para la venganza como impotente frente al delito.

La inflación es de las más importantes del mundo, ni siquiera sabemos cuánto es. La deuda era un logro ganador de la década, ya quedan dudas de como saldremos de ella. El orden era necesario y ahora ya parece parte de un recuerdo. Los derechos humanos que ayer eran un logro hoy ya se encuentran devaluados por los excesos y el oportunismo de su uso.

Los discursos son tantos que apabullan, los hechos son tan graves que lastiman, que obligan a tomar distancia a gente que no se caracteriza por su tendencia a diferenciarse. El poder es una autoridad excedida en sus discursos y su guardia pretoriana esta exasperada por el temor de la derrota. Soy de los que opinan que el kirchnerismo agoniza, que cualquiera sea el ganador tendrá que ir diferenciado de esta decadencia agresiva. Tanto que no se animan a pensar en la derrota. Eso sí, el inconsciente los lleva a perseguir a los jueces que no manejan, que no les obedecen. Niegan la derrota pero le tienen miedo a la justicia. Es una manera de asumir que imaginan la proximidad de la derrota.

De la rebeldía a la obsecuencia

No resulta fácil de entender, pero es algo reiterado de observar. Las organizaciones revolucionarias nacieron para encauzar la rebeldía y terminaron siendo las que educaron para transitar el camino de la obsecuencia. Miles de seres nacieron soñando la revolución y terminaron persiguiendo la libertad. Quizás la imagen atroz de Ramón Mercader y su sueño revolucionario que termina asesinando a Leon Trotski refleje la metáfora de ese camino a la traición de los principios por los cuales se imaginaba luchar. Ese camino fue ayer reivindicado por los que adherían a la ortodoxia comunista, ese camino fue enfrentado por Albert Camus y reivindicado tantas veces por Sartre. Recuerdo su prólogo a “Retrato de un aventurero”, ese donde describía que el esclavo al asesinar al amo también mataba al esclavo que había en él. En el prólogo describe cómo el aventurero dejará paso al anónimo militante , como un final que termine con el individuo libre para ser ocupado por ese anónimo participante del ser colectivo. Para mi gusto, una liberación que convoca a una nueva esclavitud.

Desde el Partido Comunista a las organizaciones guerrilleras, desde cada intento de tomar el poder para gestar la revolución, desde cada una de esas experiencias se forjó el fracaso y la frustración, en cada una de ellas el militante devino en burócrata y el rebelde se amoldó al obsecuente. Cómo olvidar la manera en que las organizaciones enfrentaban al supuesto “amiguismo”, a las relaciones personales y hasta las familiares como una limitación a la relación del militante con su organización. La clandestinidad comenzó siendo una necesidad, luego se utilizó como una razón para impedir las disidencias y terminó siendo una manera de perseguir al mismo derecho a pensar. Absurdo resulta recordar que el socialismo engendraría una justificación para acabar con la libertad, que en cada uno de los países donde se imponía lograba una excusa para evitar que la sociedad eligiera libremente sus autoridades. Como si para gestar la justicia se hiciera necesario limitar la democracia. Años justificando las masacres del camarada Stalin, hasta que fue quedando demasiado en claro que la Nomenklatura era tan opresora o todavía más que los mismos capitalistas a los que intentaba combatir.

Milito en política desde el año 63, fui dirigente estudiantil y testigo de cómo la violencia se imponía entre los cristianos y los marxistas, de cómo la guerrilla aparecía como el único camino hacia la revolución, de cómo matar se convertía en la decisión obligada y luego, las consecuencias ni siquiera merecían una autocrítica. Aquella decisión de la violencia tenía su origen en la experiencia cubana, miles de mi generación se formaron militarmente en la isla; miles entregaron sus vidas sin siquiera ser una amenaza para el poder constituido. Es duro asumir que el heroísmo no suele estar acompañado por la lucidez, aquellos héroes son dignos de respeto, sus sobrevivientes sólo lo son cuando asumen la obligación histórica de la autocrítica.

El kirchnerismo es un pragmatismo sin límites morales ni éticos, sin una concepción de la política económica ni la ubicación internacional. Tuvo la decisión de cederle un espacio de poder a los viejos militantes de fracasadas revoluciones y ellos defendieron este absurdo aquelarre como si estuviera guiado por un sentido justiciero. El resentimiento expresa a los capitalistas fracasados que son peores que los exitosos; ambos son dos caras de la misma moneda. Menem fue la frivolidad, los Kirchner, la ambición, acompañada del resentimiento; ambos fueron la negación del peronismo; ambos fueron la conducción de una década perdida. En muchos, demasiados, la ambición de poder se impuso al sueño de justicia, los beneficios personales sustituyeron a los sueños de la justicia colectiva. El egoísmo fue mayor al que decían intentar sustituir.

El peronismo implicó una confrontación cultural, se enfrentó como enemigo hasta el golpe del 55. Perón viene a abrazar la unidad nacional en su retorno. La guerrilla no expresa a los trabajadores, tuvieron su propia violencia durante la dictadura, jamás en la democracia. Los peronistas creen en el voto y la democracia, sus enemigos en la violencia y la confrontación. La Presidenta expresa a los enemigos del peronismo, hoy son los mismos que los enemigos del país.

Los rebeldes de ayer, que son obsecuentes de hoy, son la negación del peronismo y de la misma militancia socialista, progresista o como la quieran llamar. La rebeldía es una forma de vida, las burocracias son la muerte de la militancia y la negación de la misma dignidad. El peronismo fue una expresión productiva de la clase trabajadora; de eso, hoy no queda ni el recuerdo en el gobierno que sólo se expresa en la oposición. Perón retornó para reivindicar la democracia, eso que hoy el kirchnerismo cuestiona. Es hora de respetar su legado o al menos dejar de usar su nombre como seductor de votantes. Que asuman y encarnen sus propios odios, al menos que sepan retirarse con dignidad.

Derrotas y mentiras

El Gobierno ganó en Salta, salió tercero en Santa Fe y en Capital, segundo en Mendoza y en Neuquén, y sigue alquilando mediciones que los dan en alza, en imagen, simpatía y otras virtudes de poca incidencia electoral. En Capital lo más llamativo fue el festejo, como si alguno de los encuestadores hubiera chocado contra la realidad. Y las explicaciones, todas del tenor de “no supimos comunicar”, alguien tendría que avisarles que comunican en demasía, que aburren con sus relatos, que el espejo de la realidad está los medios que ellos llaman “opositores” y “hegemónicos” y decidieron odiar. En contraposición, los medios oficialistas van engendrando una realidad demasiado parecida a la ficción. Si las democracias sobrevivieron a las dictaduras fue esencialmente por su capacidad de autocrítica. Por esa virtud que el kirchnerismo les prohibió hace rato a sus dependientes.

La noche de Capital fue jugosa, el joven Recalde contando que se puede, la hilera de candidatos con cara de “yo no fui” apilados para aparecer como iguales, la ausencia de la Presidenta, los de 678 bajando del dogma para visitar por un rato el asombro. Y salieron cuartos como candidatos y terceros como partido. Después de Mendoza, Santa Fe y Neuquén, no parece fácil seguir con la idea de que ganan en primera vuelta.

Todo parece reducirse a la Provincia de Buenos Aires, como si en ella, por contener casi el cuarenta por ciento de los votos se encontrará la ventaja vencedora del oficialismo. Si hacemos memoria, fue en esa provincia donde De Narváez derrotó al propio oficialismo yMassa se impuso a Scioli, donde primero aprendieron a morder el polvo de la derrota. Ahora la sueñan como la niña mimada que conserva los votos para terminar de hacer la revolución. El PRO todavía no tiene candidato con fuerza en esa provincia, pero cómo olvidar a Ítalo Luder esperando que lleguen los votos de La Matanza, terminó ya tarde por dirigirse a mi persona y pedirme, “puede bajar usted a aceptar la derrota”, y yo bajé con esa triste tarea en la Calle Reconquista al mil. Los esperados votos de la Matanza no cambiaban el asombro por la aparición de un desconocido de nombre Alejandro Armendáriz.

En el 2011 el oficialismo metía miedo. En la Provincia solo Jesús Cariglino se decidió a enfrentarlos, y logró ganarles. Para eso hay que tener gestión y el consecuente apoyo de los votantes. Ahora son muchos los que actúan con la dignidad de Cariglino, son tantos como para repetir la derrota que al oficialismo le impuso primero De Narváez y luego Sergio Massa. La provincia de Buenos Aires no es ya el seguro de vida del gobierno, es una expresión más del deterioro que sufren en todos los órdenes.

El acercamiento entre Massa y De la Sota puede ser importante tanto como resultar tardío. Es una digna tarea tratar de rescatar al peronismo de este kirchnerismo que imagina modernizarlo a partir de un tratamiento de rejuvenecimiento con pastillas de marxismo que están vencidas desde la caída del muro de Berlín. Una idea de avanzar retrocediendo donde nunca estuvimos, a un error de la historia que supimos superar en tiempos donde deslumbraba y asustaba al mundo, lo abrazan ahora cuando ya ni sus inventores lo consideran vigente. Marxistas aburridos y de pura explicación expulsiva de votantes, esos a los que el General llamaba “piantavotos”, esos son convocados por la Presidenta para explicar lo que ella imagina como una revolución, y termina apestando a “involución”.

Somos una sociedad con una democracia amañada y con riesgos de caer en manos de un autoritarismo de negocios con disfraz de progresismo. Una democracia cruzada por el miedo, miedo del Gobierno a perder el poder y tener que responderle a la justicia, miedo de la oposición a que el kirchnerismo no pierda y entonces ingresemos a una etapa final de disolución. No tenemos moneda ni índices para medir nuestras propias debilidades, caímos en un mundo donde por pensar distinto uno pertenece a “las corporaciones” o le dicen gorila. Un mundo donde los funcionarios se dedican a perseguir y denostar a los ciudadanos. Un mundo donde el oficialismo imagina que pierde elecciones solo porque no llega a la perfección de mostrar sus virtudes, sus logros, sus aciertos.

Imaginan que el pueblo es limitado de entendederas y necesita de la “vanguardia iluminada” para conocer los logros obtenidos. Sueñan que si hubieran eliminado a todos los medios libres solo serían ellos los narradores, y convencerían a las mayorías de las virtudes de esta sabia minoría. Olvidan un detalle, los logros son los que disfrutan ellos, al pueblo no hay que contarle como vive, saben de sobra lo duro que la están pasando. Las críticas de las supuestas corporaciones son el espejo de la realidad. Hace demasiado tiempo que gobiernan, ya nos llevaron de vuelta a la falta de moneda y al crecimiento de la deuda, ya necesitan cambiar la justicia para no correr el riesgo de tener que pagar por sus corrupciones, ya estamos iguales o peor que cuando empezaron.

Hay miedo de que intenten inventar un INDEC electoral. En lo demás, me parece que ya están sabiendo que les llegó el tiempo de la derrota. El tiempo que merecían ellos, y mucho más lo merecíamos y esperábamos nosotros.

Aplausos y sumisión

Ellos aplauden y yo me enojo, ellos se ríen y yo me irrito. Los discursos de la Presidenta no solo no me llegan sino que además me generan un profundo rechazo, siento que no tengo nada que ver con ella. Ellos saben por qué aplauden y además deben imaginar por qué me irrito, se me ocurre que aplauden por lo bien que les va y en consecuencia ni les importa escuchar lo que intenta decir el discurso de la Presidenta. A mí la vida se me complica, o mejor dicho la capacidad de comprensión, hay algunos con los que compartí el sueño de un país solidario, y aplauden y dicen que ellos lo están haciendo, y hay otros, muchos, a los que siempre desprecié por su egoísmo, y esos aplauden siempre, mientras se enriquece su egoísmo.

Hay rebeldes del ayer convertidos en sumisos de hoy. Muchos de esos a los que nada les conformaba y ahora todo les parece digno de ser aplaudido. Hasta alguno que enfrentó a Perón porque le resultaba reformista y ahora se apasiona por la Presidenta porque le resulta progresista. Estos rebeldes de ayer convertidos en sumisos de hoy, dando explicaciones propias de intelectuales, de esas que parecen inteligentes porque cuesta entenderlas, o simplemente no se las puede entender. Y me pareció quem para muchos, un gobierno resulta progresista desde el momento que le entrega un pedazo de poder a los progresistas. Antes, de jóvenes, nada parecía conformarlos, hoy, ya maduros, pasado el tiempo de la revolución soñada se dan por bien pagos a cambio de un cargo y sus agregados, secretarias, chofer, viajes en ejecutiva, parientes asimilados a la planta permanente del Estado.

El pasado, ese de la dictadura que se utiliza para que acusen a cada enemigo, ese pasado es también propiedad de la corrupción del presente. Se inventaron un pasado heroico un montón de personajes que siempre fueron lo mismo que ahora, oportunistas. Ni los Kirchner ni los Zaffaroni, ni los Verbitsky, ni tantos otros fueron perseguidos ni expresaron heroísmo en las difíciles. Cuando Alfonsín llevó adelante el Juicio a las Juntas, hasta en esos tiempos seguían ausentes sin aviso. Luego inventarían su propia epopeya. Siempre digo que cuando Néstor Kirchner baja el cuadro de Videla era como pegarle a Cassius Clay en el geriátrico y en la silla de ruedas. El objetivo era dividir, forjar las consignas de una secta, negar las virtudes ajenas para imponer los rencores propios, de eso se trata “el modelo”.

Al engendrar un espíritu sectario se deja de ser objetivo y se asignan todas las virtudes a los propios mientras se imponen todos los defectos en el campo de los otros. La secta ayuda a la consigna, la consigna es la tumba de la idea, la sumisión es siempre un espacio donde agoniza la libertad. Y con solo verlo a Scioli declamando obediencia y verlos a ellos exigiendo dependencia, con solo observar ese horrible cuadro de la continuidad del “modelo”, uno imagina cuál será su final. Lo malo y terrible del personalismo es que se convierte en la manera más ridícula de enfrentar la muerte, parte el sueño del Jefe incluye transitar la eternidad, se quiere volver hereditario, y ellos, los obsecuentes, salen generosos a aplaudir a la descendencia, a descubrirle virtudes a la ya larga parquedad del Príncipe heredero.

Y supieron recurrir a los ya escasos y aburridos discípulos de Stalin, y a otros pensadores dispuestos a recuperar el sueño gastado de la “lucha de clases”. Claro que no era el enfrentamiento de los pobres contra los ricos, nada de eso, solo el resentimiento de los nuevos ricos oficialistas contra algunos antiguos ricos que se creían con derecho a opinar. En realidad, cuando salieron a enfrentar a los poderosos eligieron intentar eliminar a los mejores. A los que no hacían silencio por miedo al poder de turno, a los que intentaban reivindicar la libertad.

Confundieron a la corrupción con la revolución, a la libertad con la derecha y las “corporaciones”, y no intentaron eliminar a los ricos y poderosos, tan solo que se corran para poder ellos, los nuevos progresistas ocupar su lugar.

Ellos deben saber por qué aplauden, yo también sé por qué aplauden ellos y por qué estamos obligados a enfrentarlos y enojarnos nosotros. Porque este presente está agotado, es la peor y más horrible visión del futuro. Enfrentarlos para estar seguros de que sufran una derrota electoral.

Nunca antes los más corruptos de los negocios se asociaron a los restos de viejos sueños revolucionarios, hasta hubo un tiempo donde uno dudaba de quien ocupaba el lugar de lo importante. El tiempo es cruel, arruina a los decorados y hoy, la corrupción emerge por encima de todas y cada una de las excusas. Es el destino eterno de las burocracias, morir enfermas de corrupción.

El kirchnerismo, un autoritarismo feudal y grotesco

El peronismo existió como pensamiento, como un conjunto de ideas que intentaron modelar un país. Nadie como Perón desarrolló una estructura de propuestas escritas que resultaron en un importante cuerpo doctrinario. Perón tuvo pocos seguidores intelectuales y dos grandes enemigos, los marxistas y los liberales. Cuando definía su consigna “ni yanquis ni marxistas” lo hacía con la voluntad de tomar distancia de los dos imperialismos pero también de sus apasionados seguidores en nuestra tierra. El peronismo tiene sus raíces en la clase trabajadora, que sin duda genera una concepción cultural bastante distante de las ideologías europeas.

El último Perón intenta integrar la violencia guerrillera a su gobierno y les entrega una enorme cuota de poder, pero la cortedad mental de sus conducciones los lleva a imaginar que el verdadero poder “está en la boca del fusil”. De este error histórico deviene una de las causas de la caída de la democracia o, al menos, una justificación para la derecha golpista que ejecutará el nefasto genocidio. La imaginada “guerra de los jefes guerrilleros” se degradará en sangrienta cacería, donde entregan la vida muchos de los mejores militantes de la generación. En esta sangrienta represión encuentran su final las Fuerzas Armadas y sus duros ideólogos, esos que opinaban que al matar a la guerrilla se acababa la amenaza y que al hacerlo nos convertían en la “vanguardia de occidente”. Pretensión exagerada para premio de un genocidio. Hay pensamientos que, al separarse de la realidad, se terminan convirtiendo en una enfermedad.

El aporte de esa dictadura nefasta fue llevarse para siempre una concepción del orden y la cultura, una idea que imaginaba que la consecuencia de reprimir permitía vivir de rentas abriendo un banco en cada cuadra de la ciudad, pagando diez por ciento mensual en dólares y destruyendo todo lo productivo. La peor consecuencia de esa masacre está en la degradación de toda la sociedad y como terminan muriendo en su intento de matar y devolviéndole vigencia a su víctima, a una guerrilla que portaba la soberbia del guerrero y terminó refugiándose en las prebendas de la víctima y del perseguido. Como si la guerrilla por no ser gobierno tuviera licencia para matar.

El kirchnerismo se encontró con la reivindicación de los Derechos Humanos y la izquierda luego de llegar al gobierno. Nunca antes se había interesado en esos temas, pero descubre que sus negocios pueden ser camuflados por la convocatoria al progresismo. Un mecanismo simple, un gobierno de pragmáticos y comerciantes le cede un espacio a los Derechos Humanos también a restos de fracasados marxismos y a cambio de eso, logra una defensa ideológica de sus prebendas acumuladas.

Ese encuentro entre una concepción feudal de la política y del poder con grupos llenos de pretensiones ideológicas engendra una organización parecida a un partido pero en rigor limitada a las órdenes y los caprichos del jefe de turno. La obediencia en los negocios surge de la necesidad de las prebendas y en la política tiene dos viejas escuelas, la guerrilla y el Partido Comunista. En ambos grupos el disidente era pariente del traidor, nada explica más su fracaso que este asesinato de la libertad.

Los enormes gastos del Estado en medios y publicidad van a forjar un partido del oportunismo. Primero inventan un revisionismo histórico tan mediocre como innecesario. Pacho O´Donell va a jugar un papel en esa degradación. Luego vendrá un remedo de formaciones que persiguen a los disidentes para acusarlos, esenciales al estalinismo en su inicio; y así se instala la oscura imagen de Horacio Verbistsky. Finalmente se suma una concepción del Derecho tan permisiva y frívola que cuestiona al orden como simple vicio burgués y Eugenio Zaffaroni será un propulsor de este absurdo cambalache. Lo llamativo es que ninguno de estos personajes, lo mismo que los Kirchner, fueron perseguidos por la Dictadura, ni siquiera necesitaron salir del país. Solo coincidían en cuestionar y degradar el orden y las instituciones vigentes como si el progreso se refugiara en la simple convocatoria al caos.

Perón les resultaba molesto, lo mismo que sus seguidores. Inventaron una memoria de la Dictadura donde ellos eran la única víctima y los únicos rescatables. Transformaron la Justicia en venganza: por peores que hayan sido los genocidas, merecen los mismos derechos que todo ser humano, pero a ellos sólo les interesaba el poder y los beneficios que les generaba, inventando un pretencioso “modelo” que únicamente reivindicaba a la burocracia y defendía sus innumerables delitos. Un autoritarismo feudal y grotesco se instaló en nuestra sociedad. Nada parecido al peronismo cuyo logro se basaba en integrar los caídos al sistema, aquí solo se trata de convertirlos en clientela electoral.

Las elecciones nos van a sacar de este riesgoso relativismo cultural con saqueo económico. Es hora de que asumamos que los otros candidatos expresan a la democracia que necesitamos recuperar, y que luego vendrán los tiempos de afinar el rumbo político. Derrotarlos es imprescindible; cuando lo logremos no olvidemos quienes fueron sus gestores. Esos no son nuestros adversarios, esos son nuestros enemigos. Es imprescindible asumirlo.