Por: Julio Bárbaro
El kirchnerismo es sin duda el resultado de fanatizar la mediocridad. Cuando uno revisa sus odios y sus amores se encuentran con una pobreza que no podemos definir “franciscana” porque le queda grande y debemos aceptar que es simplemente “santacruceña”. Scioli visitó a sus viejos enemigos de 6-7-8 y frente a la pregunta doctrinaria de “¿usted concurrió a Clarín?”, la respuesta fue para, mi gusto, de antología, algo parecido a “yo ando por todos lados”. Y se habían roto los límites de la cárcel kirchnerista: aquel Néstor que lanzó su alarido “¿qué te pasa Clarín?” y los seguidores gastando fortunas del Estado en medios obsecuentes. Cuando hagamos la cuenta de lo dilapidado tomaremos conciencia que se trataba del dinero de los necesitados.
El kirchnerismo se construyó sobre algunos odios concretos y muchos amores ocultos. Fortunas se desarrollaron a partir del odio a Clarín y siempre quiero dejar en claro que lo odiaban por su virtud de ser libre en sus opiniones, si en lugar de Héctor Magnetto estaba cualquiera de los decadentes y despreciables empresarios conocidos por todos, nos quedábamos sin prensa. El empresariado nacional guarda para su propia honra la dignidad del gerente de una petrolera extranjera, el otro es Magnetto, y paremos de contar.
El enemigo era Scioli y, al elegirlo, la Presidenta asume su primera derrota frente a la realidad. El enemigo era Clarín, concurrir al piso y la tribuna de TN -como lo hizo la tropa K el pasado miércoles- implicaba asumir que la guerra había terminado. Estamos frente a una elección donde la competencia está más asentada en los errores de los candidatos que en sus aciertos. Una elección donde hay una certeza (“no nos van a defraudar”), es tan escasa la expectativa que depositamos en el futuro que difícilmente la respuesta sea peor que la esperada. Ya se inicia la etapa del olvido del que se va, la obsecuencia es ahora una pasión y una energía necesaria para depositar al servicio del poder de los que vienen.
El gran debate del presente es sobre el pequeño futuro que nos corresponde asumir. Algunos imaginan que Scioli va a ser un seguidor de Cristina, otros, me incluyo, pensamos que el kirchnerismo quedará tan sólo como una enfermedad pasajera de la política nacional.
Zannini es la expresión de lo oscuro de la política, de ese espacio enorme que nace con la vuelta a la democracia y que se impone a la misma política. Un lado oscuro que vive oculto, sin opiniones públicas, sin una voluntad de la transparencia frente a la sociedad. Son parte de la izquierda fracasada que inventó una memoria falsa donde al peronismo no lo forjaron los trabajadores sino los guerrilleros. Son los que desvirtúan las luchas populares, donde en lugar de nacer con Perón en el cuarenta y cinco todo nace con la guerrilla y sus errores, donde los héroes serían hoy la memoria de los vivos para gozar de los cargos y las prebendas. O sea, una generación de supuestos revolucionarios que desprecia a los obreros y parasita a los desaparecidos, y todo esto, con una concepción de complicidad que les permite convertirse en los nuevos ricos de esta decadente sociedad. No hay en ellos una voluntad de generar una sociedad más justa, sólo hay un conjunto de consignas que sirven para intentar vestir la desnudez de su ambición.
Los últimos pasos del Gobierno son todos destinados a corromper la Justicia para construir su propia impunidad. En eso Zannini es especialista, ya lo logró en Santa Cruz al eliminar al procurador. Justicia legitima, personajes menores que consideran que debe existir una vara para los amigos y otra para los que no participan de ese sector elegido. Justicia legítima implica legalización de la complicidad.
Vivimos una decadencia que ni siquiera llegamos a comprender. Pareciera que el gran maestro Discepolin se quedó corto cuando dijo “los inmorales nos han igualado”. Con estos muchachos nos ganaron lejos. Sólo nos salva el hecho que la mayoría de ellos son obsecuentes al poder de turno que tal vez –con suerte – se los lleve puestos y que nos dejan una grave crisis para sufrir en poco tiempo. El kirchnerismo que agoniza, en todo caso, se lleva lo peor de nosotros, gane quien gane ya nada será igual. Soy optimista, uno quiere imaginar que lo peor ya pasó.