Lo de Nicolás Maduro es rotundo. Todos los días amenaza y trata de sembrar el terror entre la gente para poner a la ciudadanía en el dilema “Yo o el caos, yo o sangre en las calles”.
Su solo lenguaje violento y grosero, que califica de “basura” al secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y hasta insulta a los muertos, desnuda ese espíritu. Pero sus intenciones también están claras: de perder las elecciones, ya ha dicho que gobernará “con el pueblo y las Fuerzas Armadas”, o sea, que desprecia el pronunciamiento popular y se sentará encima de las bayonetas. De un modo u otro, sigue repitiendo el concepto. Esta semana volvió a decir algo tanto o más terrible: que si lo obligan a salir a la calle, va a salir “con el pueblo” y que arderá “candela”. Añadiendo que él no va a entregar la revolución bolivariana, que peleará de todos los modos posibles.
Cuando ocurre un asesinato político, como pasó días pasados, nada menos que en un acto público, no se precisa ninguna investigación para saber quién es el instigador de esos actos de violencia, quién es el que crea el clima para que sus partidarios se exalten o sus esbirros actúen.
Lo peor del asunto es que en nuestro país hay quienes avalan esta realidad y esta prédica antidemocrática. Continuar leyendo
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¿Y la institucionalidad?
El ex presidente José Mujica sigue caminando por el mundo hablando de todo, diciendo una cosa y la otra, con muchos aplausos por su forma más que por el contradictorio fondo de sus dichos. Así, después de desearle suerte al Presidente electo de Argentina, dijo: “Mis temores tienen que ver con la estabilidad institucional de la República Argentina, en un dibujo político que no es fácil, no es sencillo, pero ojalá que esta desconfianza, también hija de la historia, no se confirme…”.
Ya sabemos que Mauricio Macri tendrá que enfrentar una situación gravísima: un país sin reservas monetarias, unos tipos de cambio distorsionados que van desde 9 a 15 pesos, una trama de subsidios cruzados que alteran la comercialización de productos básicos y una serie de reclamos que costarían mucho dinero a un presupuesto sin equilibrio fiscal. A partir de ahí, poner dudas sobre la institucionalidad argentina es aventurado y peligroso.
Que nos perdone el ex Presidente. Su personaje de Mujica comunicador tiene libertad de palabra, pero el límite se lo pone el Mujica ex presidente. No es cualquiera que habla. Es un ex presidente, que no puede —no debe— dudar de la institucionalidad de un país hermano que acaba de pasar por una ejemplar elección e instalar un nuevo partido en el Gobierno. Dudar de la estabilidad no solamente agravia al Gobierno electo, sino que quizás hiera aún más a la oposición, porque ya la está ubicando en actitud conspirativa.
Si hay temores de estabilidad, es porque se dibujarían ya en el horizonte corrientes que no aceptan el pronunciamiento electoral y estarían agazapadas esperando para dar el zarpazo. Continuar leyendo
La voluntad pacificadora de Uruguay está en juego
A la hora que escribo estas líneas, jueves al mediodía, no hay novedades en el caso de la denuncia sobre sevicias y tratamientos degradantes que afectó a 28 detenidas por la dictadura. Este expediente judicial se vio claramente cambiado de rumbo por la aparición fantasmal de Héctor Amodio Pérez, el tupamaro que vivía escondido en el exterior luego de haber sido liberado por la dictadura en misteriosas condiciones.
Da la impresión de que él ni idea tenía de lo que iba a ocurrir cuando vino con un pasaje marcado de retorno para dos días después de la presentación de su libro. El hecho, sin embargo, es que sus viejos compañeros, hoy en el poder, lanzaron su andanada contra él y la Justicia resolvió ubicarse entre la espada y la pared.
Lamentablemente, el país sigue enredado en las ominosas historias de aquellos años en que un grupo mesiánico intentó, por medio de la violencia, derribar las instituciones del país. Entraron a la cárcel repudiados por la gente y salieron bendecidos por los malos tratos que les infligió arbitrariamente la dictadura. Es uno de los peores legados del nefasto período de facto. Lo malo es que la voluntad pacificadora que el país tuvo al salir de él (y que tanto éxito tuvo, como que hemos vivido en paz y democracia estos años) se cuestiona todos los días. Ahora circulan las venganzas como moneda corriente y se sigue manteniendo vivo lo que solo debería ser materia de análisis histórico. Continuar leyendo
Los paros y los alumnos
Una vez más, esta semana se ha detenido la enseñanza. En un sistema cuya prestación en horas está por debajo del mundo entero, se siguen perdiendo días de trabajo educativo, como si estuviéramos viviendo en el mejor de los mundos.
Gremiales poco atentas a su deber de educar, indiferentes ante los malos resultados que registran nuestros jóvenes, siguen parando sus actividades. Desde ya que hay un reclamo salarial explicable, que no requeriría de paros y podría hacerse sentir públicamente por mil y un modos. Pero no es así, el paro es una gimnasia ya asumida y se aplica sin pudor. En el caso, la enseñanza se detiene todo el día, colgada a un paro parcial del PIT-CNT, con lo que su propia plataforma queda desdibujada en un mar de escarceos preparatorios del presupuesto nacional.
Al reclamo salarial se le agregan consignas que denotan una mentalidad retrógrada y son testimonio inocultable de la dificultad para renovar. Se cuestiona la actuación de la Ministro de Educación, que ha osado hablar —justamente— de educación; se condena que se tomen decisiones programáticas sin consultar a las gremiales (como si existiera esa obligación) y, para colmo, se proclama el rechazo al TISA, el “acuerdo sobre el comercio internacional de servicios”, que naturalmente no tiene nada que ver con la educación y solo es un viejo reflejo de la izquierda obsoleta.
En ese entorno, se insiste en que hay una especie de plan diabólico para “privatizar” la educación. Se ponen como pruebas el “contrasentido” de la aspiración del sindicalista Richard Read de fundar un liceo para hijos de trabajadores del sector de la bebida y que al propio Presidente se “le escapó” la idea de usar “vouchers educativos” como en Chile.
Naturalmente, el tal plan es claro que no existe y el gobierno no ha manifestado nada en esa dirección. El problema es que reclamos como el del sindicato de la bebida revelan un estado de opinión generalizado sobre la caída en la calidad de la educación pública. Es notorio que gente modesta está haciendo un esfuerzo enorme para enviar a sus hijos a la educación privada. Según cifras oficiales, entre el 2004 y 2013 la matrícula de primaria ha caído un 16% en el sector publico y ha aumentado un 20% en el privado. No se trata de ninguna siniestra conjura sino sencillamente de que la familia uruguaya siente la necesidad de volcarse a los establecimientos privados, así como tradicionalmente era un orgullo pertenecer a los oficiales.
Personalmente, hice primaria en el “Elbio Fernández”, matriz de la escuela laica, los cuatro años de liceo en el N° 1 José Enrique Rodó y los dos de “preparatorio” en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo. Mucho le debo a todos ellos y para mi generación eran un orgullo. Es verdad que la enseñanza de entonces no tenía la masificación de hoy. Había solo siete liceos públicos en Montevideo, cuando hoy son 72. Ya no es posible una pequeña Sorbona como era “el Vázquez” de la época, pero no por ello el nivel promedio tiene que bajar tanto, al punto de que a la enseñanza pública se va cada día más por resignación que por opción. Y esto empieza justamente en el orden, en la regularidad de las clases, en el clima interno, en la seguridad… Parece mentira, pero hasta la seguridad hoy es un valor en ese ámbito.
El ex Presidente Mujica dijo que a los gremios de la enseñanza hay que “reventarlos”. Es una expresión muy propia de él. Más allá del exabrupto, revela que desde todos los ángulos de la opinión se observan a estas gremiales como un factor de atraso. Como entidades corporativas que, más allá del reclamo salarial, solo repiten consignas tan desencaminadas como este maldecido TISA, que —una y otra vez— se ha aclarado que no es más que un intento de acuerdo de liberalización en el sector servicios, fundamental en nuestro país.
Todas las alertas que se hagan sobre la educación son pocas. En nuestro país y en la región. Pero no parecen llegarle para nada a las gremiales docentes que, encerradas en sí mismas, siguen en su mundo de eslóganes. El Presidente Vázquez les reclamó resultados en el Consejo de Ministros que se desarrolló en Dolores. Ojalá sea así. Pero la realidad no nos alienta a pensar que estamos en el buen camino. Todo lo contrario.
La hora de la Concertación
¿Importa o no importa que la Concertación vote bien y hasta pueda llegar a ganar la Intendencia de Montevideo? Sabemos que la Concertación arrancó mal, que la pérdida de sus candidatos iniciales le significo un mal comienzo, pero es evidente que de a poco viene cobrando fuerza. Las dos encuestas que han salido le dan bien, pero ya sabemos de qué poco valen como pronóstico. En cualquier caso, es fundamental que la Concertación vote lo mejor posible y que se estampe que por lo menos la mitad de los montevideanos no estamos de acuerdo con que continúen los horrorosos 25 años del Frente Amplio en la Intendencia.
¿No tiene algún sentido votar al Ing. Martínez para impedir que, dentro del Frente Amplio, no triunfe la Sra. Topolansky, que luce como la peor opción? En realidad, lo peor es esa actitud, porque un voto a Martínez puede conducir, vía doble voto simultáneo, al triunfo de la señora Topolansky, que —aunque alguna encuesta diga lo contrario— tiene detrás suyo la organización que fue mayoritaria en la última elección nacional. Además, nada cambia que gane el Ing. Martínez, porque dependerá de una Junta Departamental donde el mujiquismo tendrá una fuerte representación. Dicho más claro: será un prisionero en la Junta y un prisionero del señor Mujica, que estará, micrófono en mano, reclamándole todos los días algo al “compañero Intendente” desde el barrio en que se encuentre esa mañana o esa tarde. Si gana su señora, no estará tan suelto y tendrá que explicar por qué esto sí y por qué esto no. Martínez, eventualmente en la Intendencia, estará preso del mujiquimo y de la ADEOM, dedicado a aumentar impuestos para atender a sus reales mandantes. Y el mujiquismo suelto para hacer lo que más sabe: estar a la vez en el gobierno y en la oposición.
Dentro de la Concertación, ¿es fundamental la competencia interna o es más importante el voto general? Está claro que para quienes queremos terminar con el Frente Amplio y su Intendencia cara y mala, lo que importa son los votos de la Concertación. Hay que entender que Rachetti, Garcé y Novick suman. Todos su votos se acumulan, de modo que al efecto político es idéntico en cualquier opción. Así como Martínez, Topolansky y Cardozo —como lo señalamos más arriba— acumulan por la vía del doble voto simultáneo, también Rachetti, Garcé y Novick lo hacen bajo el lema común del Partido de la Concertación.
¿Por qué Rachetti, entonces? Porque a los colorados nos importa que el Partido Colorado esté presente. Y a quienes no lo son pero se ubican en el espacio democrático de los partidos tradicionales, también les importa, porque la reanimación del coloradismo es esencial para el futuro del país. También bueno es decir que se trata de un excelente candidato, un abogado capaz, un hombre nuevo que se incorpora a la vida política en un momento difícil del partido, que no viene a especular con cargos y posiciones. Su campaña es modesta, porque no hay dinero ni medios, pero sí mucho esfuerzo, mucho trabajo y un excelente programa, elaborado por gente que sabe de lo que está hablando, con real experiencia en el tema municipal.
Es claro que el Partido Colorado, después de mayo, iniciará una etapa fundamental, orientada a superar el tropezón de la última elección, que interrumpió el ascenso que se venía dando después del desastre posterior a la crisis de 2002. Hoy esta crisis está lejos, el país entero sabe que si se pudo aprovechar la bonanza de estos años fue por el manejo notable que se hizo de aquella catástrofe que nos regaló Argentina y —lo más importante— el Partido Colorado posee una reserva de gente importante para la vida del país, que tiene mucho para aportar. No son solo los viejos técnicos, sino mucha gente nueva también y una historia que compromete e impone. Cuando hoy se reconoce el valor de nuestra reforma educativa; cuando los cambios fundamentales en la producción, como la forestación, están asociados a nuestros gobiernos; cuando se contempla en perspectiva lo que fueron nuestros planes de vivienda, testigo silencioso frente al fracaso frentista, se reconoce que el Partido Colorado, que el Batllismo, mantiene su vigencia. Y de eso se trata hacia el futuro.
Valgan estas líneas, como un llamado a la reflexión y a que quienes compartan nuestros razonamientos, puedan ayudar a extenderlos.
Sobre el fracaso de la reforma de la UTU
El Presidente Mujica hizo de autonomizar a la Universidad del Trabajo de Uruguay (UTU) y alejarla del Codicen un caballito de batalla que terminó, como él mismo lo ha reconocido, en un fracaso.
Con su insistencia había generado una enorme expectativa adentro de la UTU, que hoy se ve frustrada, como lo expresan jerarcas y sindicalistas.
Desde mi punto de vista, una vez más se hace un reduccionismo del enfoque temático, de la complejidad y unidad del proceso educativo, deteniéndose en el tema institucional y presupuestal. Se construyó el espejismo de imaginarse que la separación del resto del sistema educativo suponía una mejora por sí misma, cuando de ningún modo es así.
Realmente no se advierten razones de fondo para ese planteo. El nacimiento del Codicen fue el resultado de la imperiosa necesidad de coordinar primaria y las dos ramas de la enseñanza media. Ello fue saludable y por eso hoy el ciclo básico de secundaria se cumple con igual valor tanto en la tradicional Secundaria como en la UTU. Quizás haya faltado una visión más de conjunto, pero es un hecho incuestionable que la existencia de esa autoridad es la que ha permitido armonizar mucho mejor esas ramas de la educación que antes navegaban con un autismo profundo, sin que nadie se coordinara con nadie.
Que el Codicen en ocasiones pueda resultar burocráticamente pesado, es verdad; pero eso reza para todas la ramas y no solo para la UTU. Un gobierno que sepa lo que procura debe comenzar, justamente, porque al designar al Codicen tenga en cuenta esa realidad y encargue a quienes están dispuestos a delegar y descentralizar funciones secundarias o simplemente de gestión, para concentrarse en la programación de conjunto y la estructuración de presupuestos acordes con esa idea, estableciendo prioridades claras.
Es más: quien preside el Codicen viene de ser Director General de UTU, de modo y manera que es quien mejor conoce las necesidades de ese organismo y cabe pensar que lo tendrá como su prioridad. Si la UTU hoy registra carencias y trabas administrativas, nos imaginamos que no es por desinterés del Codicen sino por la propia burocracia de UTU y las limitaciones presupuestales que naturalmente existen, especialmente en una rama que está en crecimiento.
Bueno es recordar que los Bachilleratos Tecnológicos creados en la reforma de 1995 fueron un éxito desde el primer día y se configuraron en un intento serio, acaso el más serio, por elevar el nivel de la enseñanza tecnológica, al entrar en un nivel terciario. Todo pasa justamente por seguir esa tendencia y allí el cuello de botella es la formación docente, la necesidad de procurar profesores de categoría en las especializaciones más modernas y en cambio constante.
El tema, entonces, no es simplemente “autonomizar”, porque ello suele terminar en las famosas “chacras” administrativas, que se van enquistando y formando enclaves desestructurados. El desafío está en saber realmente lo que se quiere, armar proyectos específicos y buscar —ahí sí— las financiaciones adecuadas, que es lo que normalmente no se hace, porque se discute primero el dinero y después se ve lo que hay que hacer.
En algún momento, con mucha confusión conceptual, el Prof. Netto habló de que el país tenía un sistema “neoliberal”, cuando luego lo acusó de dogmático por uniformidad. O sea lo contrario de “neoliberal”, que se supone es libertad para todo el mundo, adentro del sistema. También se opuso a seguir las tendencias del mercado, cuando parecería que es razonable hacerlo. Desde ya sin las rigideces de pensar solo en tareas específicas sino procurando, a la vez, mirar las necesidades del país y formar a los alumnos con la generalidad suficiente para ser versátiles y adaptarse a los cambios que inevitablemente se irán produciendo.
No hay duda de que el país tiene que seguir mejorando y actualizando su educación técnica, como lo viene haciendo claramente desde la restauración democrática, aunque sus jerarcas actuales —que crecieron en esos años— hoy se hagan los distraídos, afectados por esa pasión refundacional que ha contagiado el Presidente Mujica y parece que todo empezó con él. Tampoco hay dudas de que el país lo comenzó a entender desde entonces y que “m’hijo el dotor” no es ya el sueño de todas las familias uruguayas. La sobredemanda de los bachilleratos lo demostró desde 1996. Se trata, entonces, de no enredarse en debates jurídico-político-institucionales, buscar delegar lo delegable, agilizar las burocracias como se pueda, pero —sobre todo— tener claro dónde están las prioridades. Porque cuando todo es prioridad, nada es prioridad.
Desgraciadamente, el actual gobierno ha establecido el monopolio político, no acepta discutir otros criterios y por eso no ha permitido que la oposición esté presente en los Consejos Directivos. Es un gravísimo error. Esperemos que los actuales jerarcas sean lo más transparentes posibles en la información y acepten, en otros ámbitos, discutir lo que debiera procesarse adentro. Tendemos a pensar que difícilmente sea así, pero por lo menos hoy hagamos un llamado a esa reflexión.
Entre el conservadurismo y el reduccionismo educativo
Al Presidente Mujica hay que reconocerle la honestidad de asumir, reiteradamente, que fracasó en materia educativa. Es algo muy fuerte en un gobernante que el día que juró ante la Asamblea General fijó esa meta como la principal de su gobierno: “educación, educación, educación y otra vez educación”. Así lo dijo.
Ese gesto, sin embargo, no abrió un real camino hacia el proceso de modernización de nuestro sistema, tanto en su calidad como en su proyección social, donde hoy se constata el rezago formidable de los jóvenes de los sectores más pobres. Para alguien que se considera de izquierda eso sí que debería sentirse como un fracaso y los datos ofrecidos recientemente por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa son realmente para llorar. No repetiremos los números que se han publicado hasta el cansancio. El hecho es que en América Latina, Uruguay adolece de la distancia más grande entre los alumnos del sector de mayor poder adquisitivo y el más pobre.
A partir de este hecho, sin duda que estamos ante un fracaso, pero mucho mayor que el que reconoce el Presidente, que reduce ese resultado a la negativa que le tributó su bancada parlamentaria a la propuesta de dotar de autonomía a la UTU, separándola de la ANEP. En rigor, esa propuesta no tenía mucho sentido. ¿Qué se ganaría con sacar a la UTU de la ANEP? ¿Hay algo que la UTU no puede hacer por estar debajo del paraguas administrativo de un organismo rectore, el Codicen, que coordina a las tres ramas de la enseñanza primaria y media? Es más: cuando el propio presidente del Codicen viene de la UTU, en qué el Codicen obstaculiza el desarrollo de la UTU?
A la inversa, desmembrar el Codicen es renunciar a la visión de conjunto de una enseñanza que es un proceso continuo y, por lo tanto, requiere programas que se coordinen, procedimientos que se armonicen e ideas básicas que se compartan. Antes de la creación del Codicen, justamente, esa era la situación, con una Primaria que no miraba hacia Secundaria y mandaba allí a sus alumnos sin saber lo que venía y así sucesivamente. Cuando se creó el ciclo básico, además, quedó impuesto que Secundaria y UTU debían trabajar conjuntamente, para que el mismo pudiera cumplirse en las dos ramas de la enseñanza media y la técnica dejara de ser la cenicienta.
Lo que el Presidente Mujica reclamaba era una mayor atención a la capacitación tecnológica, propósito sin duda respetable, pero que para nada se iba lograr simplemente separando a la UTU del sistema coordinado que supone la ANEP.
El hecho es que de esa discusión salió al final la creación de la UTEC, Universidad Tecnológica, proyectada y propuesta insistentemente por el Partido Colorado. La misma está comenzando a andar y ha abierto espacios en el sector alimentación (especialmente, la lechería) y mecatrónica, con más ambición, para egresados de la UTU o de Secundaria que se especialicen en mecánica y pueden acceder hasta el nivel de ingenieros. No es desdeñable la actitud recelosa que la Universidad de la República tiene para esta nueva institución, a la que ve como una molesta competidora.
Como se va viendo, nuestro sistema educativo no ha entrado en un real proceso de reforma y, para peor, el nuevo gobierno ha resuelto seguir con lo que estaba. Ni siquiera ha cambiado a los jerarcas, lo que todo hace pensar que el tranco resignado que hasta hoy nos preside será la condena de otra generación de adolescentes, donde solamente los excepcionales saldrán delante de verdad.
El tema educativo es muy complejo para reducirlo a algunos esquemitas institucionales, de crear una autonomía o trasladar un organismo. Para empezar, hay que definir temas básicos, como la actitud ante el trabajo, ante el mercado laboral. El Presidente Mujica mira hacia allí con pragmatismo pero no puede ignorar que —históricamente— el Frente Amplio ha repudiado esa visión bajo el emblema de que no se pueden formar trabajadores para el mercado capitalista sino que, por el contrario, el sistema está para forjar ciudadanos críticos, capaces de cambiar este sistema burgués tan horrible que predomina en el mundo. Compartimos con Mujica su idea y vamos más allá: todo el sistema educativo —como lo proponía Pedro Figari hace un siglo— debe siempre pensar en producir, sean sus productos materiales o intelectuales, pero producir siempre. Como es sabido, la Universidad de la República piensa distinto y siente que el mercado es su enemigo.
En un plano más amplio, la cultura cientifico-tecnológica está lejos de la concepción de nuestra Enseñanza Secundaria y es preciso revolucionar ese contenido. No para que todo el mundo sea ingeniero pero sí para superar que no sea la matemática una barrera insalvable para la inmensa mayoría de nuestra juventud. Quienes venimos del derecho, de las materias humanísticas, por supuesto que seguimos creyendo en la relevancia de la enseñanza histórica y filosófica, pero la misma ha de equilibrarse con el otro costado de la cultura, que es la ciencia y sus derivados.
Estos son los debates de fondo que hay que dar y resolver como país. Ya hemos comprobado que con presupuesto solo no se resuelve nada, porque se multiplicó el presupuesto y ni siquiera quedamos igual sino que retrocedimos. Por supuesto, tampoco se puede tener un profesorado de calidad sin dinero, pero ésta nunca fue una profesión para enriquecerse sino fundamentalmente vocacional y es esa vocación la que se perdió. Hoy no atrae enseñar, la vida de las comunidades educativas no es un modelo de solidaridad y efervescencia cultural. Hasta la violencia degrada las relaciones y ellos es consecuencia de que la sociedad toda se ha embrutecido en el modo de hablar, de saludarse, de vestirse, de relacionarse con el vecino de puerta o el parroquiano con el que se comparte un ómnibus. Todo ese conglomerado es la cultura, justamente, y es lo que debemos algún día, en serio, discutir y empezar gradualmente a resolver.
Un Presidente y los valores de la sociedad uruguaya
La construcción de la sociedad uruguaya, especialmente a lo largo del fin del siglo XIX y todo el siglo XX, ha sido un constante esfuerzo de asimilación y superación, de integración cultural y afanosa búsqueda de progreso. Eso le destacó siempre en el contexto latinoamericano: su sentido igualitario, su respeto a la ley, sus clases medias forjadas mayoritariamente desde la inmigración, su mirada hacia arriba, su ética de trabajo, su pionero Estado de Bienestar, su educación en lo escolar y en lo cívico.
Es en ese contexto que debe mirarse la influencia que el Presidente Mujica ha tenido en el debilitamiento de esos valores básicos. En un mundo del espectáculo, en que todo es la imagen, un mandatario que vive en una modesta chacra, se viste descuidadamente, habla como en un boliche, maneja de a ratos un pequeño “Fusca”, luce como un modelo de austeridad, que confronta con las habituales acusaciones que rodean a los políticos y gobernantes en la mayoría de los países occidentales. El código semiótico es rotundo: quien viste con desaliño es honesto; quien trata de estar prolijo, casi sospechoso; quien usa palabrotas es sincero, quien trata de hablar castellano con corrección, una especie de afectado “doctorcito”.
Veamos algunos ejemplos, entre tantos que podríamos evocar.
LA POLÍTICA SOBRE EL DERECHO. Cuando se cometió la alcaldada de suspender en el Mercosur al Paraguay, por el juicio político a su Presidente, salió de Montevideo diciendo que el procedimiento era normal y democrático y que no estaba previsto el ingreso de Venezuela; regresó habiendo votado lo contrario. Su explicación fue clarísima: “lo político primó sobre lo jurídico”.
“COMO TE DIGO UNA COSA, TE DIGO LA OTRA”. Esa frase, que hizo escuela, define el zigzagueo constante de un gobernante que no piensa lo que dice y que va de un lado al otro al compás de los acontecimientos. Sin ir más lejos, acaba de votar una ley de medios. Quien dijo (en setiembre de 2010) que “la mejor ley de medios es la que no existe”, es el mismo que dos meses después, en Mar del Plata, dijo que si le traían el proyecto lo tiraba a la papelera. Un año después envió un proyecto de 180 artículos que acaba de votarse en las dos cámaras. De este modo se instaló la inconsecuencia como código de conducta. Todo puede cambiar, todo puede afirmarse y negarse. Como excusa dijo que cuando afirmó lo que afirmó, ni idea tenía del proyecto.
ELOGIO DE LA IGNORANCIA. A raíz de que el nuevo Parlamento mayoritariamente no está integrado con legisladores que terminaron la enseñanza media, dijo (11 de noviembre de 2014, en Teledoce) que esa situación era “un alivio”. Añadió: “Como decía un autor tradicional, le tengo miedo a los bachilleres, porque saben algo se creen que lo saben todo.” “Necesitamos un parlamento que trabaje”, añadió. Una semana después, dijo en su audición: “No hago voto por un país académico”, porque quienes tienen estudios superiores tienden a adoptar “una arrogancia con tinte de nueva aristocracia”.
EL COMPLEJO DE NO SABER. Varias veces ha dicho que lo “discriminan” por carecer de “chapa universitaria”; “… no es la intolerancia del que desprecia crudamente al negro en forma discriminatoria y grosera. Es una intolerancia mucho más culta. La vivía en toda la campaña electoral, no puede tolerarse que alguien que no tenga chapa universitaria o no pertenezca a determinado círculo social sea presidente….”.
En una de sus audiciones radiales fue bien categórico: “Nada puede igualar en nocividad a los pequeños burgueses acomodados personalmente en el oficio de criticar todo lo que se hace y por las dudas lo que no se hace”. “En términos genéricos son burócratas del Estado o de la docencia, a veces recalan en el periodismo, fecundos en notas contra Juan, contra Pedro y suelen blandir el concepto de solidaridad y de igualdad. Sin embargo, del punto de vista práctico, del punto de vista real, de las actitudes concretas, de la forma de vivir, de la forma de compartir, jamás se los va a ver ayudando a levantar una pared, jamás se los va a ver comiendo un guiso con la gente necesitada”, sostuvo. En esa ocasión cuestionó a los escribanos y abogados “que defienden a los ricos”, a gente aun de izquierda que “no están para nada”, que son individualistas e hipócritas y no se comprometen con ningún proyecto colectivo. Ni se les pasa por la cabeza comprar medio kilo de chorizos para compartir con los que necesitan”; son los que, en su resentido juicio “empiezan haciendo vacaciones en Punta del Diablo, o lugares parecidos, recalan en Florianópolis y al final hacen algún viajecito a Miami”.
EL PECADO DE TRABAJAR. El 18 de noviembre de 2012, en “Crónicas”, criticó a quienes tienen dos empleos. “Veo demasiada gente desesperada por la multiplicación de la plata, que no se la van a llevar en el cajón. Puedo hasta concebirlo que una familia joven esté preocupada por su porvenir, pero en esta etapa de la vida en que uno empieza a tener visión de que está para salir, ¿qué sentido tiene la desesperación por acumular?”. Añadió que “no se trata de una apología de la pobreza, sino de escapar de la carrera interminable de quienes se dejan arrastrar por un mundo pautado por la acumulación, que quiere que uno compre y compre, que pague cuotas y que persiga la zanahoria de la felicidad, que nunca se alcanza”. Estando en España (29 de mayo de 2013), dijo que los uruguayos “somos medio atorrantes, no nos gusta trabajar…. Nadie se muere por exceso de trabajo, pero no es un país corrupto, somos un país decente”.
En 2009, siendo candidato, ya había dicho que aspiraba a la que sociedad uruguaya se pareciera a la tribu africana de los ´Kung Sang”, que “no precisan jefes” y “trabajan dos horas por día”. “Esta gente labura dos horas. Esta gente trabaja muy poco y tiene una vida espléndida. Tiene una apariencia de pobreza , pero tienen una vida notable, lo que descubrí fue que es mentira que el hombre es un animal trabajador. Es un animal de hábito, eso sí. Pero contrae la disciplina de trabajo mucho después”.
EL INSULTO AL BARRER. Cuando el futbolista Luis Suárez, en junio de 2013, fue suspendido por la FIFA a raíz de una falta seria en el campeonato mundial, insultó “a los viejos de la FIFA que son una manga de viejos hijos de puta…” . O sea que cohonestó la infracción y, de paso, recurrió al insulto con gruesas palabrotas. ¿Cómo enseña una maestra a sus alumnos que no tienen derecho a insultar a un docente que le califica mal por un acto de indisciplina?
“DARSE LA PAPA”. Pasado ya de frenos en su defensa a la improvisada aventura de la legalización de la marihuana, ha llegado ya al elogio de la drogadicción. Puso como ejemplo al poeta Julio Herrera y Reissig: “Teníamos un famoso profeta, Julio Herrera y Reissig, que escribía poemas y vivía en una torre de marfil. Se daba a la papa y compraba la cocaína en la farmacia, y era de espléndida calidad. Y no pasaba nada”. Por supuesto ignoró que el poeta padecía de una grave afección cardíaca y que los médicos de aquel tiempo le habían recetado morfina (no cocaína) y que, en cualquier caso, murió a los 35 años.
LA VIOLENCIA COMO TRAVESURA. Nunca expresó arrepentimiento por sus años de pertenencia a una organización que, por medio de la violencia, intentó destruir las instituciones democráticas del país. Con cierta sinceridad dijo: “Permanecí muchos años en prisión no porque soy un héroe, sino porque me agarraron”. Y en Cuba explicó su pasado con aire de travesura: “Con los sueños de aquellos cubanos, oleadas de juventud nos movimos por toda nuestra América. Hoy somos viejos, arrugados, canosos, llenos de reumatismo, de nostalgia y recuerdo. Y nos reímos de nosotros mismos, de las chambonadas que hemos cometido, pero chambonadas sin precio, por una causa, por el sueño de una humanidad con igualdad básica, con garantías básicas”. En una palabra, basta “una causa”, el fin justifica los medios, los asesinatos fueran apenas “chambonadas”…
Podríamos seguir con interminables citas. Basten estas. El hecho es que, divirtiendo a la gente con su gracejo, vistiéndose descuidadamente y hasta exhibiendo desprolijidad y desaseo, el Presidente Mujica ha debilitado todos loa goznes de la estructura de la sociedad. La institucionalidad no importa, el derecho no importa, drogarse da lo mismo, trabajar no es lo nuestro pero como somos honrados da lo mismo, un Presidente puede decir lo quiera, incluso agraviar o insultar y así sucesivamente. Una generación de uruguayos se ha criado estos diez años —cinco de Ministro y cinco de Presidente— aceptando este estilo y escuchando incluso el aplauso a su modo de ser. Lo peor es la frivolidad de una sociedad contemporánea, más aún en el exterior, que ha confundido abandono y desprolijidad con humildad, pose con sustancia, desfachatez con sinceridad, dejadez con republicanismo, o sea toda una mirada hacia desvalores, hacia abajo, hacia la degradación de las costumbres y los buenos modales.
Con la pistola en la nuca
Culminando el proceso de inconsecuencias y contradicciones que le ha caracterizado, el Frente Amplio está imponiendo, en forma abusiva, su proyecto de ley de medios. Han pasado más de cuatro años desde aquel ya lejano setiembre de 2010 en que el Presidente Mujica cosechó el aplauso de toda América Latina cuando le dijo a la revista brasileña Veja que “la mejor ley de medios es la que no existe”. Ahora vemos cómo avanza de modo incontenible una ley de 186 artículos que es un modelo pernicioso de intervencionismo estatal, llevado al máximo de los particularismos y detalles.
Nadie hubiera objetado un breve texto que regulara las adjudicaciones de ondas de radio y televisión, estableciendo un procedimiento del que se carecía. Pero avanzar de este modo sobre todo un sistema que ha sido puntal de la democracia uruguaya, es realmente preocupante, tanto como lo es el oblicuo trámite, que se escondió durante la campaña electoral y ahora se resucita de modo abrupto, en la rebatiña de un final de gobierno. El actual oficialismo, igual que el kirchnerista, agita el fantasma de presuntos monopolios privados que no existen ni se avizoran, cuando nadie se ha beneficiado más de la pluralidad de nuestros medios que el Frente Amplio en los largos años en que era sistemática oposición a los gobiernos colorados y blancos.
Una ley con tantos controles, tantas posibilidades de sanción y la vigilancia de órganos políticos, opera psicológicamente como una pistola en la nuca del periodismo nacional. Entre las 6 de la mañana y las 10 de la noche, o sea, prácticamente todo el día, hay que proteger al menor de cualquier “truculencia” y en ningún momento un medio puede incurrir en “discriminación política”, conceptos —entre otros— de tan elástica interpretación que son una latente amenaza. Aplicados de buena fe, pueden ser inocuos, criterios orientadores, pero usados por un gobierno autoritario para amenazar, es un pernicioso mecanismo de censura o autocensura.
Las habilitaciones de servicios de radio o televisión quedan limitadas a un plazo de 10 y 15 años respectivamente, con lo que serán un freno a la inversión tecnológica en un mundo en cambio acelerado. A ellos, por otra parte, se les prohíbe la trasmisión de datos, que pasa a ser un nuevo monopolio estatal en manos de Antel y también cualquier acuerdo con empresas de telefonía, a las que se impide participar en radio y televisión. En un mundo en que la tendencia, para sobrevivir, es abrir justamente esas posibilidades de convergencia de servicios, se reducen posibilidades de expansión tecnológica que, en cambio, se le atribuyen graciosamente y en exclusividad a Antel.
En cuanto al fútbol, hay una bomba de tiempo, porque por un lado la Asociación Uruguaya de Fútbol está vendiendo la exclusividad de los derechos de la selección en cifras millonarias y, por otro, se habla de trasmisiones gratuitas. ¿Cómo se va a financiar la selección si el “producto” se regala? Son misterios del populismo de —una vez más— clara inspiración kirchnerista.
El oficialismo, para justificarse, por un lado agita fantasmas de inexistentes monopolios y, por otro, ensalza al sector audiovisual al establecer que un 60% de la programación emitida deberá ser nacional y un porcentaje debe ser producción independiente, siempre que ninguna empresa concentre más del 40%. En términos generales, no se está lejos del porcentaje general pero esa introducción particularizada en los contenidos ya se verá que no beneficiará al progreso del sector. Cuando se fuerzan las cosas —y esto lo hemos vivido desde el primer gobierno de Perón— lo que se gana es que esos espacios se llenen con producciones de bajo costo y calidad. Estamos de acuerdo en apoyar ese dinámico sector de creación, pero ello debe hacerse, como ya ocurre, con subvenciones y créditos, para que puedan desarrollarse programas de calidad, aunque no tengan una real virtualidad comercial.
Malo el procedimiento político, malo el contenido, peor este modo de actuar en un tema que es de libertades públicas, que hace a la esencia de la vida democrática y no puede quedar subordinado a interpretaciones capciosas de órganos políticos o la amenaza constante de sanciones definidas de modo impreciso.
Desastre inocultable
Una de las pocas modificaciones importantes y positivas ocurridas en el sistema educativo uruguayo, de tan lamentables resultados, fue la creación del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEEd). Cualquier organización moderna requiere de evaluaciones objetivas, que vayan midiendo resultados y, de ese modo, permitan orientar mejor las acciones pedagógicas y administrativas.
Cuando se designó a sus autoridades, todo el mundo aplaudió los nombramientos y estimó que la designación de Pedro Ravela como director ejecutivo aseguraba la idoneidad del trabajo. Se trataba de un técnico ampliamente reconocido, quien había coordinado la engorrosa prueba PISA en Uruguay y era —y es— considerado el mayor experto en el tema.
Al llegar a la difusión de la primera evaluación importante, empero, se produce su renuncia por discrepar con la conducción del organismo, lo que preocupa y es de lamentar hacia el futuro. En esta primera oportunidad, los procedimientos fueron los adecuados. Se ha encendido, ahora, una luz amarilla sobre lo que vendrá.
En la evaluación difundida, que condujo el director renunciante, los datos duros reaparecen, para confirmar el desastre educativo en que vivimos. Un gobierno que se proclama “de izquierda” consagra la mayor inequidad en el espacio de formación de nuestros jóvenes, justamente el fundamental para quebrar el círculo vicioso de pobreza-ignorancia-pobreza. Un mayor presupuesto derivó en peores resultados.
La población de 18 a 20 años que llegó a 12 años de educación formal, en Uruguay es apenas el 28%, menos que Paraguay (43%), Brasil (47%), Argentina (48%), Bolivia (56%) y Chile (76%). No se necesita calificativo alguno porque los números son terminantes. Nuestros jóvenes no llegan a terminar estudios secundarios y estamos detrás de todos aquellos países que antes nos miraban con envidia. El liceo no les atrae, se aburren, sienten que no les sirve para nada y desertan. ¿Se puede revertir esta situación con más de lo mismo, como cree nuestro gobierno?
Lo mismo ocurre cuando se analiza al rendimiento de alumnos en función del entorno socio-cultural. El Uruguay no es el país con mayor desigualdad social, comparando en la región. Sin embargo, en la educación muestra un resultado espantoso en términos de equidad, lo que hacia el futuro nos condena a retroceder. En los entornos socialmente más desfavorables, el 87% no alcanza el mínimo de comprensión en matemáticas. Más grave aún es comprobar que seguimos caminando hacia atrás porque los resultados de 2012 son peores que los de 2003.
Podría seguirse analizando números pero basten con estos porque todos coinciden. La deserción es enorme, los niveles alcanzados son bajísimos, las horas de clase son notoriamente insuficientes y esto nos rezaga en la comparación con nuestros vecinos de región (lo que es realmente oprobioso). Retrocedemos incluso con respecto a nosotros mismos.
No advertimos, sin embargo, una preocupación acorde con la realidad. El presidente Mujica se limita a hablar de la exaltación de la enseñanza técnica, que es lo menos malo y agota allí sus razonamientos. El Presidente electo hizo una campaña totalmente continuista y ahora insinúa cambios, pero no asume que lo primero sería desandar la nefasta ley que surgió de aquel vacío “debate educativo” que se condujo en su período.
El país hoy no tiene desafío mayor. Si no se logra hacer un cambio a fondo, quedará condenado a la mediocridad e incluso retrocederá en términos de equidad social. No es posible aceptarlo. El país tuvo en su educación la palanca de su construcción democrática; hoy es un factor de desigualdad progresiva. Todas las expectativas de futuro se juegan en ese escenario y ya no hay discurso que pueda llenar ese vacío.