Un Presidente y los valores de la sociedad uruguaya

Julio María Sanguinetti

La construcción de la sociedad uruguaya, especialmente a lo largo del fin del siglo XIX y todo el siglo XX, ha sido un constante esfuerzo de asimilación y superación, de integración cultural y afanosa búsqueda de progreso. Eso le destacó siempre en el contexto latinoamericano: su sentido igualitario, su respeto a la ley, sus clases medias forjadas mayoritariamente desde la inmigración, su mirada hacia arriba, su ética de trabajo, su pionero Estado de Bienestar, su educación en lo escolar y en lo cívico.

Es en ese contexto que debe mirarse la influencia que el Presidente Mujica ha tenido en el debilitamiento de esos valores básicos. En un mundo del espectáculo, en que todo es la imagen, un mandatario que vive en una modesta chacra, se viste descuidadamente, habla como en un boliche, maneja de a ratos un pequeño “Fusca”, luce como un modelo de austeridad, que confronta con las habituales acusaciones que rodean a los políticos y gobernantes en la mayoría de los países occidentales. El código semiótico es rotundo: quien viste con desaliño es honesto; quien trata de estar prolijo, casi sospechoso; quien usa palabrotas es sincero, quien trata de hablar castellano con corrección, una especie de afectado “doctorcito”.

Veamos algunos ejemplos, entre tantos que podríamos evocar.

LA POLÍTICA SOBRE EL DERECHO. Cuando se cometió la alcaldada de suspender en el Mercosur al Paraguay, por el juicio político a su Presidente, salió de Montevideo diciendo que el procedimiento era normal y democrático y que no estaba previsto el ingreso de Venezuela; regresó habiendo votado lo contrario. Su explicación fue clarísima: “lo político primó sobre lo jurídico”.

“COMO TE DIGO UNA COSA, TE DIGO LA OTRA”. Esa frase, que hizo escuela, define el zigzagueo constante de un gobernante que no piensa lo que dice y que va de un lado al otro al compás de los acontecimientos. Sin ir más lejos, acaba de votar una ley de medios. Quien dijo (en setiembre de 2010) que “la mejor ley de medios es la que no existe”, es el mismo que dos meses después, en Mar del Plata, dijo que si le traían el proyecto lo tiraba a la papelera. Un año después envió un proyecto de 180 artículos que acaba de votarse en las dos cámaras. De este modo se instaló la inconsecuencia como código de conducta. Todo puede cambiar, todo puede afirmarse y negarse. Como excusa dijo que cuando afirmó lo que afirmó, ni idea tenía del proyecto.

ELOGIO DE LA IGNORANCIA. A raíz de que el nuevo Parlamento mayoritariamente no está integrado con legisladores que terminaron la enseñanza media, dijo (11 de noviembre de 2014, en Teledoce) que esa situación era “un alivio”. Añadió: “Como decía un autor tradicional, le tengo miedo a los bachilleres, porque saben algo se creen que lo saben todo.” “Necesitamos un parlamento que trabaje”, añadió. Una semana después, dijo en su audición: “No hago voto por un país académico”, porque quienes tienen estudios superiores tienden a adoptar “una arrogancia con tinte de nueva aristocracia”.

EL COMPLEJO DE NO SABER. Varias veces ha dicho que lo “discriminan” por carecer de “chapa universitaria”; “… no es la intolerancia del que desprecia crudamente al negro en forma discriminatoria y grosera. Es una intolerancia mucho más culta. La vivía en toda la campaña electoral, no puede tolerarse que alguien que no tenga chapa universitaria o no pertenezca a determinado círculo social sea presidente….”.

En una de sus audiciones radiales fue bien categórico: “Nada puede igualar en nocividad a los pequeños burgueses acomodados personalmente en el oficio de criticar todo lo que se hace y por las dudas lo que no se hace”. “En términos genéricos son burócratas del Estado o de la docencia, a veces recalan en el periodismo, fecundos en notas contra Juan, contra Pedro y suelen blandir el concepto de solidaridad y de igualdad. Sin embargo, del punto de vista práctico, del punto de vista real, de las actitudes concretas, de la forma de vivir, de la forma de compartir, jamás se los va a ver ayudando a levantar una pared, jamás se los va a ver comiendo un guiso con la gente necesitada”, sostuvo. En esa ocasión cuestionó a los escribanos y abogados “que defienden a los ricos”, a gente aun de izquierda que “no están para nada”, que son individualistas e hipócritas y no se comprometen con ningún proyecto colectivo. Ni se les pasa por la cabeza comprar medio kilo de chorizos para compartir con los que necesitan”; son los que, en su resentido juicio “empiezan haciendo vacaciones en Punta del Diablo, o lugares parecidos, recalan en Florianópolis y al final hacen algún viajecito a Miami”.

EL PECADO DE TRABAJAR. El 18 de noviembre de 2012, en “Crónicas”, criticó a quienes tienen dos empleos. “Veo demasiada gente desesperada por la multiplicación de la plata, que no se la van a llevar en el cajón. Puedo hasta concebirlo que una familia joven esté preocupada por su porvenir, pero en esta etapa de la vida en que uno empieza a tener visión de que está para salir, ¿qué sentido tiene la desesperación por acumular?”. Añadió que “no se trata de una apología de la pobreza, sino de escapar de la carrera interminable de quienes se dejan arrastrar por un mundo pautado por la acumulación, que quiere que uno compre y compre, que pague cuotas y que persiga la zanahoria de la felicidad, que nunca se alcanza”. Estando en España (29 de mayo de 2013), dijo que los uruguayos “somos medio atorrantes, no nos gusta trabajar…. Nadie se muere por exceso de trabajo, pero no es un país corrupto, somos un país decente”.

En 2009, siendo candidato, ya había dicho que aspiraba a la que sociedad uruguaya se pareciera a la tribu africana de los ´Kung Sang”, que “no precisan jefes” y “trabajan dos horas por día”. “Esta gente labura dos horas. Esta gente trabaja muy poco y tiene una vida espléndida. Tiene una apariencia de pobreza , pero tienen una vida notable, lo que descubrí fue que es mentira que el hombre es un animal trabajador. Es un animal de hábito, eso sí. Pero contrae la disciplina de trabajo mucho después”.

EL INSULTO AL BARRER. Cuando el futbolista Luis Suárez, en junio de 2013, fue suspendido por la FIFA a raíz de una falta seria en el campeonato mundial, insultó “a los viejos de la FIFA que son una manga de viejos hijos de puta…” . O sea que cohonestó la infracción y, de paso, recurrió al insulto con gruesas palabrotas. ¿Cómo enseña una maestra a sus alumnos que no tienen derecho a insultar a un docente que le califica mal por un acto de indisciplina?

“DARSE LA PAPA”. Pasado ya de frenos en su defensa a la improvisada aventura de la legalización de la marihuana, ha llegado ya al elogio de la drogadicción. Puso como ejemplo al poeta Julio Herrera y Reissig: “Teníamos un famoso profeta, Julio Herrera y Reissig, que escribía poemas y vivía en una torre de marfil. Se daba a la papa y compraba la cocaína en la farmacia, y era de espléndida calidad. Y no pasaba nada”. Por supuesto ignoró que el poeta padecía de una grave afección cardíaca y que los médicos de aquel tiempo le habían recetado morfina (no cocaína) y que, en cualquier caso, murió a los 35 años.

LA VIOLENCIA COMO TRAVESURA. Nunca expresó arrepentimiento por sus años de pertenencia a una organización que, por medio de la violencia, intentó destruir las instituciones democráticas del país. Con cierta sinceridad dijo: “Permanecí muchos años en prisión no porque soy un héroe, sino porque me agarraron”. Y en Cuba explicó su pasado con aire de travesura: “Con los sueños de aquellos cubanos, oleadas de juventud nos movimos por toda nuestra América. Hoy somos viejos, arrugados, canosos, llenos de reumatismo, de nostalgia y recuerdo. Y nos reímos de nosotros mismos, de las chambonadas que hemos cometido, pero chambonadas sin precio, por una causa, por el sueño de una humanidad con igualdad básica, con garantías básicas”. En una palabra, basta “una causa”, el fin justifica los medios, los asesinatos fueran apenas “chambonadas”…

Podríamos seguir con interminables citas. Basten estas. El hecho es que, divirtiendo a la gente con su gracejo, vistiéndose descuidadamente y hasta exhibiendo desprolijidad y desaseo, el Presidente Mujica ha debilitado todos loa goznes de la estructura de la sociedad. La institucionalidad no importa, el derecho no importa, drogarse da lo mismo, trabajar no es lo nuestro pero como somos honrados da lo mismo, un Presidente puede decir lo quiera, incluso agraviar o insultar y así sucesivamente. Una generación de uruguayos se ha criado estos diez años —cinco de Ministro y cinco de Presidente— aceptando este estilo y escuchando incluso el aplauso a su modo de ser. Lo peor es la frivolidad de una sociedad contemporánea, más aún en el exterior, que ha confundido abandono y desprolijidad con humildad, pose con sustancia, desfachatez con sinceridad, dejadez con republicanismo, o sea toda una mirada hacia desvalores, hacia abajo, hacia la degradación de las costumbres y los buenos modales.