Cuba, festín en tierra virgen

Su santidad Francisco llega a Cuba con todas las expectativas positivas: Ha sido vehículo de una nueva era de acercamiento entre los Gobiernos de los Estados Unidos y quienes usurpan el poder en la isla desde hace más de 50 años. Lejos están los años en que los católicos eran perseguidos o la época donde la religión era el opio de los pueblos. Tan lejos como meses atrás, quizás semanas, quizás días, o quizás ayer, pero no importa, para arrepentirte siempre tienes el último segundo de tu vida.

Al parecer, los hermanos Castro se han arrepentido, en privado, de sus pecados pocas horas atrás. El mayor de ellos, Fidel, ha sido servido con gentileza merecida. No ha tenido que mover siquiera un pie de su casa, pues hasta ella ha ido el enviado de Dios. ¿Cuál Dios? Es que Dios es él mismo para mi generación de cubanos. Esa donde expulsaron estudiantes o en la que, al ver un árbol de navidad, preguntábamos a nuestros padres: “¿En esa casa viven contrarrevolucionarios?”. Fidel estaba en todas partes, omnipresente. En todos los libros, todos los carteles, hasta incluso en cada avión que sobrevolaba nuestras cabezas. “¡Adiós, Fidel!”, gritábamos desde el patio de la escuela, la misma que tenía su cuadro en cada aula, su foto en cada libro. Siempre con sus botas de combatiente, omnipotente o, para usar una palabra más revolucionaria, invencible. Invencible con su traje verde olivo, impecable, almidonado para cada día aparecer en la televisión, su Biblia, nuestra única Biblia. Nos educaba sobre el arte de las ciencias, la economía, las matemáticas, el mundo, el cosmos. Él, que lo sabía todo, omnisciente, también nos protegía de un Dios que le hacía competencia. Lo tildaba de falso, inexistente, mentiroso y drogadicto, como el opio. Continuar leyendo

Venezuela, moneda de cambio entre USA y Cuba

Sin dudas la próxima cumbre de la OEA en Panamá estará centrada en las relaciones entre el régimen de la Habana y Washington. Todo se resume a una foto entre Raúl Castro y Barack Obama. El momento es apropiado para mostrar al resto de los espectadores si las conversaciones van por buen camino o navegan rumbo al naufragio. De esto además se deriva el destino de Venezuela, hoy moneda de cambio de los hermanos Castro en esta negociación. Nicolás Maduro ha quedado fuera del baile y a esta altura tendrá un ejercito de chavistas revisando segundo a segundo twitter por si le llega la mala noticia “Oye, Raúl nos soltó la mano, se hizo la foto con Obama”.

Encauzar a Venezuela por la vía democrática es posiblemente uno de los primeros pedidos de la administración norteamericana que para adicionar mayor dramatismo e importancia al hecho, ha enlistado recientemente a Venezuela como un país que pone en peligro la seguridad nacional. Entregar a Caracas, con militares, narcos y corruptos incluidos, representa una pérdida para Raúl pero éste sabe que la economía venezolana no da para más. Esta pérdida es recompensada por una ganancia mayor y, principal objetivo, el mercado norteamericano – “un solo turista yanqui nos da más dinero que 10 venezolanos raspando el cupo” – parece decir Raúl a sus adentros.

¿Qué probabilidades existen de que surja esta foto? Muy altas, pues caso contrario sería una burla y revés para la administración de Obama. Sólo la torpeza de Raúl puede impedir esa foto. Esto sellará la suerte del régimen castrista, clausurando la única puerta de escapatoria que han tenido y tendrán en los próximos 10 años; será el fin y estarán posiblemente vivos para verlo.

El lazo de la muerte de los Castro

Cuba va barranca abajo y sin freno, y sostenidos de Maduro caerán en el precipicio. La dependencia entre ambos es de vida o muerte. Aun con todo el esfuerzo que hagan en Unasur, los pataleos de cuanto populista llegó al poder gracias al petróleo venezolano y la maquinaria perversa de los Castro, esa es la situación real y actual, crisis total y absoluta. No es solo una crisis económica: los castristas y el chavistas están totalmente desmoralizados. ¿Por qué todo esto? Porque “el sistema no funciona ni para nosotros mismos”, según palabras del ejecutor principal de este engendro, Fidel Castro.

Como el sistema no funciona, los Castro han elegido hace más de 20 años mirar al norte, la primer economía del mundo. Ellos aspiran, con el fin del embargo, a mantenerse cual garrapata, pues hay suficiente sangre que chupar. El proceso de “acercamiento” a los EEUU necesitó de un “lavado de cara” hacia el exterior donde la relación entre Lula y Obama era clave.

obama lula

Castro pide el fin del embargo y da a cambio su influencia en la ONU. Lula, ahora de la mano de Dilma, quiere para Brasil, una silla permanente en el consejo de seguridad de la ONU y da a cambio su influencia sobre Obama. Obama quiere quedar en la historia como el presidente que “liberó” a Cuba y da a cambio el fin del bloqueo. En ese circulo vicioso están hace varios años, destrabando, negociando, destrabando, negociando. El plan cumplía varios años hasta que tuvieron la mala suerte de que muriera quien financiaba esta locura, Chávez .

Con la muerte de Chávez, Lula y Castro debieron recurrir a un socotroco que fuera controlable, al menos por un tiempo. Pero el pueblo de Venezuela despertó, primero en las urnas apoyando a los opositores y restando legitimidad al régimen chavista. Luego pasaron meses hasta que en la calle, los estudiantes venezolanos y dos lideres indiscutibles de la resistencia, Leopoldo López y Maria Corina Machado, han puesto en jaque finalmente ese plan. El pueblo de Venezuela solo tiene que resistir, pues el tiempo esta a su favor.

Castro, Lula y Obama han encontrado increíblemente en Venezuela un escollo. El error ha sido de los comunistas de La Habana, quienes siendo los más debiles del grupo, se han creído los más fuertes, perdiendo un valioso tiempo imposible de recuperar. Hoy vemos sentados en la mesa venezolana a Brasil, pues la orden de “dialogar” vino de La Habana e Itamaraty. Es claro que quien necesita imperiosamente “dialogar” para enfriar el escenario y posponer la definitiva caída es Castro, Maduro y Lula en ese orden, pues Obama a esta altura debe estar pensando que le queda muy poco tiempo para quedar en la historia como el “presidente que terminó con el comunismo en Cuba”. Esa suerte le tocará al próximo, lo más probable, un Republicano.

 

El error de Raúl en la Celac

La Celac me ha dejado un gusto, así como a “no sé qué”. Es impactante ver como un puñado de presidentes latinoamericanos elegidos “democráticamente” y otro grupo de funcionarios elegidos “burocráticamente” le dan apoyo a la junta militar que gobierna en Cuba. Pero como todo en Cuba, ¡sólo fue un show!

El show tiene actores de reparto y actores principales. Los actores principales, tomaron sus aviones de regreso. Pero los actores de reparto, los cubanos de a pie, estarán durante semanas bajo el efecto del evento. Ahora mismo deben estar en sus casas contándole a toda la familia, vecinos y amigos del bario de… ¿de la Celac? No, no, no. ¿De que conocieron a la Kirchner? No, mucho menos. Quien crea que hablarán de esos temas es porque no tiene la más minima idea de la realidad cubana, pues ellos hablarán solamente de la comida.

Hoy Yohandry (*) ya está en casa, sentado con el familión alrededor de la mesa, plena noche, quizá bajo la penumbra de un apagón. El tema abre con los muslos de pollo que se han comido, al arroz con gris que se podía servir más de una vez y sobre todo que, el día martes, como estaba lleno de extranjeros, las raciones eran más grandes: “Oye, me tocó un clase de pedazo de pechuga, que pa’ que digo!”. Iroel (**) en su casa va más allá. Cuenta que los extranjeros apenas comían y los muy tontos sólo se preocupaban por intercambiar tarjetas y correos electrónicos “mientras yo estaba dándome tremendo atracón”.

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Fidel llamó a Raúl: “Oye, chico, ¿tú eres bobo?”

Ante los ojos de los cubanos, con la aparición del “Período Especial”, que no fue otra cosa que el hambre repartida entre todos, algunos grupos de poder comandados por los militares comenzaron a adaptar las viejas empresas estatales a nuevas formas de gerenciamiento. Aparecieron grupos económicos dirigidos por los propios generales o en algunos casos discípulos civiles, que con anterioridad habían demostrado con palos y turbas su fidelidad al sistema.

Desde inicios de los 90 comenzó a gestarse esa separación entre los burócratas del comunismo más recalcitrante y los camajanes de verde olivo deseosos de vivir la buena vida sin tener que estar a escondidas. Ambos grupos estaban comandados por dos hermanos, de nombre Raúl y Fidel, que siempre fieles entre sí, debieron llegar a un pacto “tu coje pa allá y yo cojo pa acá, a ver a cuál nos sale mejor”. Raúl tomó el rumbo de la economía controlada y Fidel la batalla de ideas.

Entre esas dos visiones nos hemos comido los cubanos 20 años, tiempo suficiente para probar que ambos llegaron al mismo lugar, al descalabro total de la economía. Pero como buenos comunistas, ya cansados de culpar a otros, deben estar ahora mismo culpándose entre ellos. Claro está que esos 20 años no pasaron en vano, y hoy se mueven como vejestorios o marionetas de sus herederos. Raúl tiene sus herederos, los militares de verde; y Fidel tiene los suyos, los burócratas de traje. Integran estos grupos, como lideres agazapados sus respectivos hijos, los de Raúl de “carrera” y los de Fidel “a la carrera”.

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“Mister presidente, my name is Raúl Castro…”

El encuentro entre Raúl Castro y Barack Obama no fue casual. Obama sabía quiénes estaban presentes y por ello su discurso fue claro: “muchos lideres hablan de la solidaridad de Madiba y su lucha por la libertad, pero no toleran lo mismo para su propio pueblo”. Esas palabras estaba dirigidas al puñado de dictadores que se sabía estarían presentes. De seguro que las negociaciones previas, principalmente de parte del equipo de ceremonias de Obama fueron rigurosas pues todos saben que un encuentro, una foto, significa mucho. No contaban con que Raúl Castro quería esa foto, estaba desesperado por esa foto, pues sería su única oportunidad y quizá la última.

El lugar por donde subiría el presidente de los Estados Unidos era un detalle conocido de antemano por los anfitriones, a quien quizá, haciendo uso de su prolongada amistad, acudió Castro a fin de situarse en medio del camino. Con el lugar elegido, necesitaba “algo” o alguien para llamar la atención. A fin de cuenta Raúl siempre necesito de su hermano Fidel para llamar la atención sobre él.

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