Una bofetada a la Unasur

A Zapata, Laureano, Rayma, Ana y demás humoristas del mundo

El presidente del Uruguay, José Pepe Mujica, fue preso de Juan María Bordaberry, quien es conocido en la historia por el golpe de Estado que dio en 1973 después de haber sido electo democráticamente en 1972.

Seguramente Mujica ha meditado mucho sobre si lo que hizo Bordaberry fue un golpe, un auto golpe, un golpe blando o si lo que sucedió fue un golpe militar y Bordaberry no fue más que un Presidente títere de quienes realmente ejercían el poder; pero más allá de las clasificaciones, lo importante es que, si alguno entre los presidentes latinoamericanos sabe lo que es un golpe de Estado realizado desde el poder, ese es Mujica. Por esas vueltas de la historia, hoy es a él a quien corresponde -en su condición de Presidente Pro Tempore de la UNASUR- tomar decisiones y adelantar iniciativas (o no) con relación al golpe de Estado que tuvo lugar el mes de diciembre pasado en Venezuela y del que Unasur ha sido testigo de excepción y la gran burlada.

Cinco poderes: una explicación necesaria

En casi todas las democracias del mundo el poder del Estado se divide en tres; en Venezuela se divide en cinco poderes. Además de los tradicionales Ejecutivo, Legislativo y Judicial, la Constitución de 1999 creó el Poder Electoral y el Poder Ciudadano, integrado este último por la Fiscalía, la Contraloría y la Defensoría del Pueblo. El Ejecutivo y el Legislativo son elegidos por el voto popular universal y secreto, y los otros Poderes -después de un proceso con amplia participación ciudadana para la selección de los candidatos- deben ser designados por la Asamblea Nacional con el voto favorable de los dos tercios de sus integrantes.

Para Unasur -que desde hace meses intentaba promover el diálogo entre gobierno y oposición en Venezuela- evidentemente el que los Poderes Electoral, Judicial y Ciudadano tuvieran los períodos vencidos representó una gran oportunidad. Que ninguna de las partes tuviera la mayoría de dos tercios necesaria para la designación de los poderes mencionados, de alguna manera garantizaba que las partes tuvieran que sentarse y buscar un acuerdo, de manera que presionó al gobierno y logró que éste aceptara comenzar el proceso al que durante muchos meses se había negado.

En diciembre del año pasado, cuando todos esperaban conversaciones y acuerdos sobre las nuevas designaciones, el Teniente (r) Diosdado Cabello -Presidente de la Asamblea Nacional- se dirigió a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia informando de la imposibilidad de llegar a un acuerdo y solicitando una Interpretación de la Constitución. La Sala en cuestión rápidamente se expidió (en un fin de semana) y sin ni siquiera por decoro haber escuchado a la oposición, dio como solución al supuesto impasse, el que la Asamblea designara a los miembros de los poderes (incluyendo a 12 de sus propios magistrados) por mayoría simple. Tal fue el descaro, que el dictamen estableció que no era necesaria la mayoría simple de los miembros de la Asamblea, que bastaba con la mayoría simple de los asistentes a la sesión en la que se hicieran las designaciones.

Como una nota de color digna de mencionar y que seguramente los presidentes de los países miembros de Unasur sabrán interpretar, cuando la Sala Constitucional responde a la consulta del Teniente retirado, lo asciende y se dirige a él como “ciudadano General de División Diosdado Cabello Rondón, en su condición de Presidente de la Asamblea Nacional”.

La respuesta está a la vista y Unasur lo sabe: el gobierno no intentó buscar el acuerdo y, con evidente desprecio a la recomendación de los presidentes de los países miembros, da un golpe de Estado en toda regla contra tres de los cinco poderes que constituyen el Poder Púbico en Venezuela.

¿Qué hará Unasur? ¿Qué va a hacer el Presidente Mujica? Se acaban de burlar de ellos, pero lo más grave es que, con ese engaño, el gobierno militar pone en evidencia su estrategia de continuar en la dirección de la confrontación que, sin duda, puede llevar a un baño de sangre.

Dada la corta historia de Unasur, la organización no cuenta con herramientas orgánicas apropiadas para lidiar con un problema de esta índole. Sólo dispone del prestigio y poder de presión y persuasión de los presidentes de los países que la integran. ¿Lo utilizarán? ¿Harán algún tipo de manifestación pública?

Que Maduro y el Tte. Cabello avancen contra las instituciones democráticas era algo esperado y viene siendo denunciado desde hace ya un año, cuando la brutal represión desatada contra la oposición dejó decenas de muertos, presos políticos y torturados incluso entre militantes disidentes del propio régimen.

La oposición y el pueblo venezolano saben que deben resolver solos sus problemas, pero evidentemente un pronunciamiento de Mujica y de los otros presidentes puede contribuir a evitar males mayores a los que ya se están viviendo.

El envilecimiento de la justicia

           “No existe ninguna independencia de la ley respecto al nacionalsocialismo. En cada decisión que adopten, díganse a sí mismos: ¿cómo       actuaría el Führer en mi lugar?… La ideología nacional-socialista, especialmente en lo que se expresa en el programa del Partido y en los    discursos de nuestros Líderes, es la base para la interpretación de las fuentes legales”.  

Hans Frank, asesor jurídico de Hitler

Frecuentemente se critica la politización de la justicia al referirse a la utilización que han hecho de ella partidos políticos o grupos económicos y allí se cuela un error conceptual.

La administración de justicia no sólo está politizada, es que es necesario que así sea, a efectos de que sus responsables estén en capacidad de conocer y evaluar los pensamientos y avances de la sociedad.  Es eso lo que les abre la posibilidad de emitir opiniones que se correspondan con los tiempos que les toca vivir.

El problema es que en nuestros países -con instituciones sumamente débiles- algunos dirigentes de organizaciones políticas o económicas han pretendido controlar el poder judicial, utilizando herramientas constitucionales y legales para designar, en los cargos de la administración de justicia, a empleados o militantes acostumbrados a obedecer. Continuar leyendo

Venezuela: para salir democráticamente del autogolpe

Desde el 19 de abril de 2013 Venezuela vive un proceso de autogolpe continuado del cual sólo se podrá salir, democráticamente, si la oposición gana y administra con responsabilidad y sabiduría su mayoría en la Asamblea del 2015.

Como en una vieja película de comienzos del siglo pasado, el 8 de diciembre del 2012 el Caudillo designó a su sucesor y, para no innovar -aconsejado por el otro caudillo caribeño-, para ese trance pensó en el más obediente y no en el más capaz. Para entonces ya habían comenzado las conspiraciones en palacio y en los cuarteles transmutados en restaurantes VIP con güisqui 18 años.

Ante los aprietes, el presidente -débil, sin liderazgo, capacidad ni popularidad- huye hacia adelante con la idea de ganar tiempo a la espera del milagro que le permita sortear una crisis económica, política y social heredada, cuyo origen no se atreve a denunciar porque lo enfrentaría con el difunto y sus otros deudos. Continuar leyendo

La corrupción y el compromiso

La corrupción no es sólo un problema legal, moral o ético, es un problema político de importancia mayor que está destruyendo la política y la democracia y corroyendo nuestras sociedades. La corrupción acaba con la confianza de la gente en sus dirigentes y de los ciudadanos en sus vecinos.

La corrupción por dinero -la que todos más directamente vinculamos al concepto- generalmente está tipificada y penada por la ley y puede ser perseguida, por lo que frente a ella siempre queda la esperanza de que las instituciones funcionen y de que los corruptos puedan ser castigados por la vía judicial.

Pero es sobre la corrupción de la política sobre la que queremos poner atención porque corroe la confianza entre la gente y, aunada a la del dinero, son capaces de liquidar las instituciones y hacer difícil la convivencia social.

Por la dinámica que genera de frustración y descreimiento, la corrupción política transmite una sensación de engaño y propicia salidas no democráticas, como sucedió en la Argentina del 2001 cuando se generó aquel grito desesperado “qué se vayan todos”, y que en la Venezuela de los 90 sirvió de caldo de cultivo para la irrupción de un caudillo militar.

La corrupción de la política, la politiquería, la negociación de carguitos y prebendas personales o para el partido, el toma y dame, el manoseo, es vivido por el ciudadano como una traición. Una deslealtad y un desprecio que deja la sensación de haber sido utilizado para fines no acordados previamente con él, que es desechado como un bagazo a ser recogido la próxima vez que se lo necesite. Eso es evidente hoy en el partido de gobierno y en sus seguidores.

Estas acciones políticas cuasi delictivas no tipificadas en la ley -frente a las que el ciudadano común y corriente se siente totalmente indefenso porque no tiene ni cómo ni ante quien reclamar- son las que más daño producen a la sociedad y a la democracia y es contra ellas que se espera que la sociedad civil organizada actúe.

Conductas cuasi delictivas

Sin partidos no hay democracia. Los Partidos Políticos son esenciales y es fundamental que los primeros en comprender esa gran verdad sean sus propios dirigentes para que puedan, responsablemente, actuar en consecuencia.

La sociedad está harta de la corrupción, no sólo porque muchos se han enriquecido vendiéndose y comprándose, también porque lo vive como una mera utilización de su presencia sin que ella represente ningún compromiso para los partidos.

Frente a la corrupción política que afecta la confianza de la gente, se desarrolla una relación perversa que llega a corroer las bases mismas de la sociedad democrática. Quizás esto explique el porqué en algunos países, ante gobiernos populistas cuyos dirigentes han hecho incluso ostentación de enriquecimiento ilícito, mucha gente los sigue votando – y hasta los comprende o justifica- a cambio de no sentirse traicionados. Se llega a preferir el autoritarismo al desprecio de la utilización.

En Argentina, a pesar de haber vivido procesos dictatoriales tan cruentos como los que han sufrido, ni la oposición ni el gobierno han logrado construir las bases de un programa que les sirva de punto de partida común y el fantasma de la inestabilidad de la democracia ronda permanentemente.

En Venezuela, la Mesa de la Unidad Democrática se ha ofrecido a la sociedad como un acuerdo programático y de principios fundamentado en la Constitución de 1999 y no como un acuerdo meramente electoral. Si los partidos no actúan en consecuencia – y hay algunas señales de que algunos no lo van a hacer- propinarán un nuevo golpe a su propia credibilidad y con ello a la lucha por la libertad y la democracia.

Ante la debilidad de las instituciones, quienes tienen la obligación de exigir honestidad, responsabilidad, transparencia y coherencia son las organizaciones de la sociedad civil.

En el caso de Venezuela, fue la denuncia de la corrupción la que llevó al poder a un caudillo militar y todo parece indicar que será su propia corrupción la que sacará del gobierno a sus herederos. La gente quiere y necesita gobiernos serios y decentes.

No se trata sólo de que el régimen de Maduro implosione corroído desde sus propias entrañas. Es imprescindible también contar con partidos y dirigentes que hoy están en la oposición y que mañana deben ser capaces de reconstruir responsablemente el país y sus instituciones democráticas.

El compromiso adquirido por los partidos de oposición alrededor de la unidad programática basada en el respeto de la Constitución Nacional es un logro fundamental de la sociedad civil. De la observancia de ese compromiso depende el futuro del país.

De la misma manera, la selección de candidatos idóneos, que se comprometan públicamente y sean capaces de llevar adelante el programa de la unidad sin traiciones ni deslealtades, es fundamental, no sólo para la gobernabilidad, también para el rescate de la credibilidad y el fortalecimiento de los partidos.

¿Co-gobierno en Venezuela?

La existencia de una sociedad civil diferenciada de la sociedad política es un pre-requisito para la democracia.

Jurgen Habermas

En momentos en los que la sociedad venezolana vive situaciones agobiantes de inseguridad, escasez, una fuerte represión que ha producido más de 50 muertos, decenas de heridos, presos políticos, y torturados, pensar en el futuro no es tarea fácil. Paradójicamente, todo lo anterior sucede en tiempos que indican que marchamos aceleradamente hacia un complejo proceso de transición política.

Vista una fotografía de la situación actual, resulta bastante probable que, si la oposición va unida, gane las elecciones y obtenga la mayoría en la Asamblea Nacional (AN), lo que nos colocaría en una situación objetiva de co-gobierno durante un lapso más o menos largo: la oposición con mayoría en la AN y el PSUV con control del ejecutivo y de los otros poderes públicos, al menos en tanto se vayan cumpliendo los lapsos constitucionales contemplados para la renovación de esos otros poderes.

Una situación como la descripta no sería demasiado especial en una democracia cualquiera, pero ese no es el caso venezolano donde desde hace más de 14 años, un gobierno cívico militar -sostenido en la popularidad de un caudillo y disponiendo de enormes ingresos petroleros- ha venido abusando ilimitadamente del poder.

Si bien los grandes actores de la política en democracia siguen siendo los partidos, la decepción, la corrupción y los manejos a espaldas de la gente que dicen representar han llevado a una enorme desconfianza entre representados y representantes y han colocado a la Sociedad Civil -ciudadanos organizados fuera de las estructuras partidarias- a jugar papeles trascendentales en especial en complejos procesos de transición.

En América Latina el caso más emblemático ha sido, sin duda, la hermosa lucha que han llevado adelante desde hace 37 años las asociaciones de Madres y Abuelas de Plaza de mayo.

Más allá de la valentía de estas mujeres que durante todos estos años han luchado por encontrar a sus hijos y nietos desaparecidos -y en especial en el caso de la Asociación de Abuelas- es poco lo que se puede decir para hacer justicia al inconmensurable aporte que han hecho a la democracia misma y a sus instituciones.

Es que estás mujeres no sólo enfrentaron al régimen cívico militar aún a costa de la vida de varias de ellas, además, no se conformaron con la derrota de la dictadura y continuaron activas durante la democracia, obligando a los partidos políticos, a sus dirigentes y a la sociedad toda, a comprender que no buscaban venganza, que su lucha sólo podía satisfacerse, realmente, el día que las instituciones del Estado funcionaran de tal manera que garantizaran justicia.

Así como hoy es conocida la lucha de las Madres y Abuelas, es desconocida la lucha de la Sociedad Civil venezolana que durante más de 14 años ha mantenido una vigilia permanente para:

1.- Sostener una movilización permanente -y en la calle- en defensa de los principios esenciales de una sociedad democrática;

2.- Presionar para que la oposición actúe unida en defensa de tales principios, actuación que hoy la coloca a punto de obtener una contundente mayoría en la AN y,

3.- Elaborar un Programa de Gobierno alrededor del cual se han comprometido todos los partidos de la oposición. Guiado por la SC este programa, tiene como característica fundamental impedir un regreso al pasado y claramente incorpora aquellos objetivos que la población venezolana ha visto como logros en estos 14 años además de muchas de las promesas incumplidas por el régimen actual. Todo dentro de un proyecto coherente de gobernabilidad y avance democrático.

Ahora la SC en nuestro país tiene un nuevo reto: conseguir que ese Programa de Gobierno tan trabajosamente elaborado, discutido y aprobado por todas las fuerzas políticas, sea realmente la guía de actuación de los representantes de los partidos que vayan a la Asamblea.

Así como las Abuelas de Plaza de Mayo han seguido su lucha muchos años después de alcanzada la democracia en Argentina, así la SC venezolana deberá continuar con su vigilia y movilización para evitar que los logros alcanzados hasta ahora puedan perderse.

Garantizar la gobernabilidad del país es un objetivo esencial que no va a ser tarea fácil. Controlar la corrupción y meter nuevamente los militares a sus cuarteles; desarmar a los colectivos paramilitares que el gobierno ha creado, frenar el golpismo que todavía anida en pequeños grupos militaristas opositores, requiere de una ciudadanía activa y una sociedad civil vigilante y claramente diferenciada de la sociedad política.

Venezuela, la tortura y el cono sur

¿Hasta cuándo seguirán llamándose “apremios” a las torturas practicadas en diversos lugares del planeta?

Eduardo Galeano

Después de 10 años, el pasado 6 de noviembre Venezuela compareció ante el Comité Contra la Tortura de la ONU que escuchó la presentación de las diferentes ONGs nacionales e internacionales que se ocupan de estos temas y las explicaciones que tuvo a bien brindar el gobierno. Sólo voy a mencionar un dato que es suficientemente revelador de la gravedad de la situación y de la impunidad con la que actúan los cuerpos represivos: en 10 años hubo 9.000 denuncias de torturas y sólo 12 acusados de perpetrarlas.

En esos 10 años, además de la impunidad evidenciada en las cifras mencionadas, Venezuela se ha negado sistemáticamente a recibir la visita del Relator contra la Tortura, a ratificar el Protocolo Facultativo de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes y se retiró del sistema Interamericano de Derechos Humanos dependiente de la OEA. No hay que ser mal pensado para ver en este conjunto de hechos una actitud premeditada dirigida a evitar el control y la condena de los organismos internacionales a costa de la indefensión de las víctimas y la impunidad de los represores.

Ta barato, dame dos.

Durante ese mismo lapso Venezuela disfrutó de los ingresos petroleros más altos de toda su historia, circunstancia que el Tte. Cnel. Chávez supo aprovechar.

Con un estilo simpático, dicharachero y campechano -muy venezolano, hay que decirlo- y seguramente con una interesada asesoría de la Habana, manejando con gran habilidad sus condiciones de caudillo en un país con débiles instituciones democráticas, el Tte. Cnel. desplegó una agresiva política internacional con el tradicional discurso integracionista y antiimperialista típico de nuestros gobiernos, pero respaldado por una abultada chequera.

En esos 10 años Venezuela promovió su incorporación a Mercosur y apoyó con decisión la creación de Unasur y de otros organismos subregionales como el Alba, más dócil a sus propias políticas. El problema está en que estos organismos –que entre sus principios constitutivos tienen la defensa de la democracia y de los DDHH- no cuentan con mecanismos independientes de supervisión y control en estas materias.

No es ninguna novedad el decir que en política internacional no hay ideologías sino intereses, pero cuando esos intereses cuentan además con una ideología y un discurso político común, realmente se tejen unas alianzas muy difíciles de derrotar, de otra manera no se explicaría cómo es que en todos estos años las grandes potencias del mundo no han logrado poner coto a los paraísos fiscales, al lavado de dinero y al tráfico de estupefacientes, o cómo es que Suiza -adalid mundial en materia de DDHH- se ha resistido tanto a terminar con el secreto bancario y a devolver a los judíos los depósitos de sus bienes robados que el nazismo hizo en sus bancos.

En nuestro caso, la alianza que Chávez logró forjar explica, aunque de ninguna manera justifica, el estruendoso silencio de sus socios regionales ante las terribles violaciones que su régimen ha hecho de los principios democráticos y de los DDHH en Venezuela.

Algo habrán hecho

Lo que resulta mucho más difícil de explicar, especialmente en el cono sur, es el mecanismo mediante el cual esas alianzas de intereses y poder bajan hasta ser aceptadas por las poblaciones de esos países y, más difícil aún, comprender cómo es que llegan a constituirse en verdaderos procesos de autocensura, e incluso complicidad, entre los comunicadores e intelectuales -defensores de los DDHH- que optan por callar antes que denunciar a un gobierno que consideran aliado de aquel al cual respaldan.

Salvo la notables excepciónes de la hija de Allende, la Senadora María Isabel Allende y de Fernando Mires quienes han fijado una clara posición de “tolerancia cero” frente a las violaciones de los principios democráticos y de los DDHH en Venezuela, hasta ahora no hemos visto dirigentes del Frente Para la Victoria en Argentina ni del Frente Amplio en Uruguay con posiciones claras al respecto.

Con relación a los medios de comunicación, comunicadores e intelectuales de los países del cono sur el panorama es aún más grave. Su silencio, muy parecido al famoso “algo habrán hecho” que imperó durante la dictadura de Videla y que llevó a mucha gente progresista a callar frente a las barbaridades del régimen, resulta incomprensible frente a hechos que han sido del dominio público durante años.

Parafraseando a Galeano, uno podría decir: ¿hasta cuando seguirá llamándose “no hacer el juego al imperio” el silencio de políticos, intelectuales y comunicadores ante gobiernos -que se proclaman anti-imperialistas y progresistas- pero violan sistemáticamente los principios democráticos y los DDHH ?

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¿Por quién votarán en Venezuela?

“El deporte tiene el poder para cambiar al mundo. Tiene el poder para unir a la gente de la manera en que pocas cosas lo hacen. Les habla a los jóvenes en un lenguaje que ellos entienden. El deporte puede crear esperanza donde antes sólo había desesperación. Es más poderoso que el gobierno en cuanto a romper las barreras raciales”.
Nelson Mandela

Aún recuerdo el 18 de diciembre del 2002, la iracundia de un Tte. Cnel. Chávez vociferante gritando por TV “¡Al enemigo, ni agua!”, indignado con sus propios seguidores porque dos manifestaciones contrarias que se habían encontrado en una autopista, en lugar de enfrentarse a golpes o a tiros, habían resuelto jugar un partido de futbolito. Esa forma tan nuestra que utilizó la gente para evitar el enfrentamiento ponía en riesgo la estrategia de polarización y confrontación que tanto resultado le ha dado al régimen cubano durante 60 años.

Hoy, que se está discutiendo mucho sobre  encuestas y posibles candidatos, siento que el análisis de lo sucedido en esa autopista es clave para comprender el momento. Mientras que la polarización como táctica electoral es conocida y utilizada en todas partes tanto por los gobiernos como por la oposición, en Venezuela los gobiernos chavistas han convertido la confrontación en una herramienta de gobierno que utilizan de manera permanente pero con menor intensidad durante los procesos electorales. 

Ha sido una conducta típica en estos 16 años. En la medida en que se acercan los procesos electorales el discurso del gobierno se suaviza y se hace conciliador en tanto queda flotando en el ambiente -amenazante- la cárcel, el despido, los grupos paramilitares y los militares mismos.

En su estrategia de convertir la confrontación en un estilo de vida, el gobierno de Venezuela es capaz de hacer cualquier cosa: violar la Constitución y las leyes; manipular de manera desafiante  un Poder Judicial servil y controlado; reprimir; violar los derechos humanos; utilizar grupos paramilitares; realizar fraude continuado amparado en un control total del Poder Electoral; comprar y vender conciencias a partir de los recursos del Estado. Robar con absoluta impunidad. Cerrar medios de comunicación; burlarse de los opositores y meterlos presos bajo la acusación de “traición a la patria”, en fin, hacer cualquier cosa para provocar la ira y la confrontación que es el objetivo.

Esto resulta indignante para la mayoría pero, para poder combatirlo, debemos aprender y comprender que, más allá del daño real que causan al país, estas actitudes del gobierno tienen el objetivo ulterior de dividir a la sociedad.  No entenderlo así es caer en la trampa de la confrontación.

Unir pensando en la gente

Paradójicamente, en buena medida son lo autogoles del gobierno los que han logrado romper la polarización.

La inseguridad, la escasez, la corrupción y el abuso de poder han logrado unificar a la población en contra de un mal gobierno. Es un enorme error el que cometen aquellos sectores de la oposición que buscan estimular el enfrentamiento.
Más que averiguar quien lidera a la oposición, las empresas encuestadoras deben averiguar por quien, de la oposición, estarían dispuestos a votar los sectores que hasta ahora lo han venido haciendo por el chavismo. Esa es la pregunta clave y sobre su respuesta es sobre lo que han venido trabajando importantes sectores de la Mesa de la Unidad Democrática.

La Salida, La Constituyente y el Congreso Ciudadano han fracasado como líneas políticas nacionales porque no es el momento de la confrontación, es el momento del futbolito. Es el momento de Mandela, pero no el Mandela guerrillero que fue a la cárcel por confrontar, es el momento del Mandela que sale de ella sin odios y comprendiendo que necesita unir a su pueblo.

Hartos de la pelea, una candidatura de confrontación no sólo no atraería votos del chavismo, incluso probablemente conseguiría que algunos de la oposición vayan al gobierno por temor a la violencia que la retaliación y la venganza podrían generar.

Chávez sabía de esto más que nadie y por eso confrontaba hasta el momento en que llegaban tiempos electorales. Entonces se convertía en un manso corderito que era capaz de llorar y pedir perdón de rodillas con un crucifijo en la mano, y no es una figura retórica.

En Venezuela, la sociedad civil organizada ha comprendido este problema y camina en la dirección adecuada. A la oposición partidaria  aún le falta mucho por hacer. Por eso la sociedad civil tiene una enorme responsabilidad sobre sus hombros y debe presionar y lograr que los partidos actúen con la madurez que el momento exige.

La unidad política de la oposición es imprescindible para ganar las próximas elecciones, y la unidad de una importante mayoría de la población, chavistas y opositores, es imprescindible para garantizar la gobernabilidad en paz.

Desde el dolor (II)

Quiero dedicar esta columna a todos los habitantes de Venezuela que hacen vida cotidiana con una sonrisa y una canción en los labios a pesar de la terrible y permanente inseguridad que padecen.

Las estadísticas

Según cifras de la ONU -que surgen de la información oficial proporcionada por los gobiernos-  en 1998 en Argentina la tasa de homicidios fue de 7,22 por cada 100.000 habitantes mientras que en Venezuela fue de 19, y en 2012 la tasa de homicidios en Argentina bajó a 5,5, mientras que en Venezuela subió a 53,7 por cada 100.000 habitantes. En Venezuela hubo en 1998 4.550 homicidios, y en 2012 16.072 según cifras oficiales.
En los primeros 14 años de discurso populista y militar en el gobierno, en Venezuela la tasa de homicidios -según cifras oficiales- se triplicó y sigue creciendo. Según otros observadores independientes, se cuadruplicó.

Las agendas

Con motivo de los procesos electorales de Uruguay y Brasil y de la campaña electoral ya en marcha en Argentina, tiende a posicionarse un análisis -que tuvo su antecedente en Venezuela con Chávez- según el cual mientras las campañas oficialistas se orientan a defender los avances y logros programáticos alcanzados por sus gobiernos, “la agenda de la derecha” sólo se sostiene sobre los temas de la corrupción, la inseguridad y la inflación por no tener que proponer en materia de política social, educación, salud o empleo.
Ese breve párrafo, que los oficialismos repiten una y otra vez, resume muy bien su discurso que incurre en peligrosas simplificaciones tanto para el análisis político de la realidad de nuestros países, como para la defensa de los intereses de los sectores populares que pretenden representar.
Meter en una sola bolsa a toda oposición contribuye a una polarización innecesaria que, aunque tiene objetivos electorales en el corto plazo, en el mediano favorece un clima de intolerancia política que no es conveniente para la consolidación de la democracia.
Darle connotaciones ideológicas a los problemas y no a las soluciones transmite la idea de que es la oposición quien se preocupa por ellos, y conlleva el mensaje de que las fuerzas hoy en el poder son corruptas y que no se preocupan por la inseguridad y la inflación que tanto afectan a toda la población.
Cuando se habla de esos problemas y se dice que conforman la agenda de la oposición, por una parte se está diciendo que no forman parte de la agenda del oficialismo, y, por la otra, se está insinuando que esos temas son vistos, por esos gobiernos, como problemas que sólo afectan a los sectores sociales medio y medio-alto (tradicionalmente de derecha, según ellos), cuando en realidad estadísticamente es perfectamente claro que los sectores más afectados por la inseguridad, la corrupción y la inflación siempre son los que tienen menos recursos.

Las otras víctimas

Pero la consecuencia más terrible de ese tipo de análisis, es que abandona y deja en total indefensión a todo aquel que teme por su seguridad.
En Venezuela lo que estamos diciendo adquiere visos de tragedia. Cuando un país llega a la situación de ser considerado uno de los más peligrosos del mundo surgen tres tipos de sujetos que necesitan ser comprendidos, contenidos y atendidos, a quienes ni los discursos, ni el gobierno ni la polarización política les resuelve nada y que están solos frente a la tragedia:  las víctimas propiamente dichas, sus familiares cercanos y los millones de personas que lo único que anhelan es vivir en paz y seguridad, y que viven en un permanente estado de terror atenazados entre la delincuencia, las policías y el gobierno militar.
En Venezuela a las 21 Hrs. el transporte colectivo prácticamente desaparece, las calles se vacían, los restaurantes cierran, los semáforos dejan de cumplir su función pues nadie se detiene ante una luz roja por miedo a que lo asalten, los automóviles a los que se pincha una goma siguen rodando y si el auto se detiene por alguna falla mecánica, el propietario prefiere correr el riesgo de dejarlo en la calle hasta que pueda regresar a buscarlo de día, porque sabe que quedarse a esperar una grúa puede significar la muerte. 
Mucha gente anda armada y especialmente los funcionarios del gobierno hacen ostentación de ello y de sus guardaespaldas. Un accidente de tránsito con un motorizado o un raspón con otro carro, puede derivar en una tragedia y mirar distraídamente al guardaespaldas de algún “chivo” del gobierno puede llevar a la cárcel. Los militares hacen lo que les da la gana y los empleados públicos -obligados a asistir a las marchas con el uniforme oficial- no hacen comentarios sobre política  por miedo a ser escuchados por un sapo o confidente que lo haga perder el empleo.
En fin, el problema de la seguridad no es el mismo en todas partes ni tiene las mismas causas ni las mismas soluciones, pero decir, o peor aún, creer que es un tema de la derecha, como también lo serían la corrupción y la inflación, además de inhumano es un gravísimo error.

Venezuela: quieren cerrar Tal Cual

Habiendo nacido para proteger a reyes y emperadores, el desacato, la injuria, la difamación y la calumnia como formas penales avanzan con los regímenes autoritarios y retroceden con la democracia y los casos de Venezuela y Argentina son paradigmáticos en ese sentido.

Mientras en Argentina en los últimos 20 años esas figuras jurídicas se han despenalizado, en Venezuela no sólo se ha introducido la figura del desacato en los artículos 148 y 149 de la última reforma parcial del Código Penal, además se han incrementado las penas contempladas para los delitos de difamación en los artículos 444 y 446 con el claro objetivo de intimidar, censurar y controlar la opinión, la información y la prensa independiente. Eso ya lo han vivido los argentinos.

Los comunicadores argentinos sufrieron situaciones de acoso judicial similares y en algunos casos peores que las que sufren los venezolanos, pero mientras los primeros pudieron acudir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para proteger su derecho a la libertad de prensa, de opinión y de información, los venezolanos por ahora no disponemos de esa herramienta. Continuar leyendo

El humor político en Venezuela y Argentina

Sobre Pinochet se dice que no le molestaban los chistes que se hacían sobre él…, hasta que se los explicaban.

“Se salvó la Patria”, gritó exultante el médico para anunciar al gabinete que el General Gómez, el dictador que gobernó Venezuela de 1908 hasta 1935, ya en su lecho de muerte con un cáncer de próstata, había logrado echar tres gotitas de orina. Esta anécdota fue lo primero que me vino a la mente cuando supe que habían despedido, por una caricatura, a Rayma del diario El Universal.

Aunque hoy la imagen que nos transmite la anécdota referida pueda resultar una caricatura de una época pasada, también sirve para ilustrar buena parte de lo que está sucediendo en Venezuela.

La mezcla simbiótica de militares, civiles arribistas y un concepto simplón de Patria basado en un relato hollywoodense, y elaborado a su medida por los mismos militares que lo administran, da para cualquier cosa, como por ejemplo, para perseguir periodistas -especialmente humoristas- que no pueden dejar de ver en esa mezcla un filón inagotable de inspiración.

En circunstancias como las que se están viviendo, las intervenciones de los humoristas desnudan con mucha perspicacia y una envidiable capacidad de síntesis situaciones que suelen ser incluso trágicas en su profundidad.

Sería una gran mentira decir que todos los civiles que apoyan el proyecto chavista son arribistas. No tengo dudas de que la gran mayoría de los que allí trabajan son gente honesta que cree firmemente en ese proyecto y trabaja denodadamente por él pero ¿qué duda cabe de que para congraciarse con el Gobierno despidieron a Rayma? Ni el más ingenuo piensa que el despido fue por razones ideológicas. Sólo hubo razones crematísticas.

“Que el patrón quiera congraciarse con el Gobierno” no es una causal de despido. Debe ser denunciado  incluso por los chavistas, pero hay miedo, la mezcla simbiótica también los amenaza, y de esto puede dar testimonio Jorge Giordani.

Giordani, ministro por 14 años y hombre de confianza de Chávez hasta su muerte, fue despedido por Maduro cuando se atrevió a denunciar el robo de 20.000 millones de dólares realizado a través de la Comisión Administrativa de Divisas sólo entre los años 2012 y 2013.

Para que tengamos una idea clara de las magnitudes de las que estamos hablando, es bueno que consideremos que el total de las reservas internacionales de Venezuela es de 21.000 millones dólares y el total de las de Argentina son USD 29.000 M. En Venezuela se robaron -en dos años- un monto casi igual al total de las reservas internacionales. Entre otras razones, es por eso que no hay medicamentos y la sanidad pública está en terapia intensiva, que es lo que denuncia Rayma en su caricatura.

Aunque parezca un chiste, Rayma y Giordani (ella de la oposición y él del gobierno) fueron despedidos por los mismos y con el mismo objetivo: acallar la denuncia.

Argentina y Venezuela

Aunque hay similitudes, las diferencias son inocultables en temas como la  libertad de prensa. Valga por ahora una referencia cuantitativa; mientras en Venezuela las agresiones, detenciones y casos de censura se cuentan por cientos y constituyen una Política de Estado, en la Argentina sobran los dedos de las manos para contar las denuncias de este tipo de hechos.

En tanto que en Venezuela  no hay humorista opositor que en los últimos 15 años no haya sido agredido, censurado, detenido, multado o despedido, en el mismo lapso ningún humorista ha sido perseguido en Argentina, más allá de alguna crítica.

Lo que llama poderosamente la atención es el escandaloso silencio de los argentinos frente a estas denuncias en Venezuela. Que el gobierno calle, aunque es injustificable desde el punto de vista ético, tiene explicaciones políticas y económicas. Pero que callen sus intelectuales, comunicadores y humoristas de avanzada resulta inexplicable, no sólo porque ellos sufrieron en carne propia la censura de gobiernos militares y saben de lo que se trata, sino además, porque muchos de ellos conocen Venezuela o buscaron allí refugio y fueron acogidos sin reserva por los colegas que hoy son perseguidos allá.

Dependiendo de la generación, muchos de estos intelectuales, comunicadores y humoristas argentinos conocen personalmente la obra de Pedro León Zapata, Laureano Márquez, Luis Chataing o Rayma Suprani, y muchos otros ¿Por qué callan? ¿La cuestión político partidista puede llevar hasta el silencio cómplice?

Estos son  temas que merecen ser tratados aparte.