Por: Leonardo Pizani
“El deporte tiene el poder para cambiar al mundo. Tiene el poder para unir a la gente de la manera en que pocas cosas lo hacen. Les habla a los jóvenes en un lenguaje que ellos entienden. El deporte puede crear esperanza donde antes sólo había desesperación. Es más poderoso que el gobierno en cuanto a romper las barreras raciales”.
Nelson Mandela
Aún recuerdo el 18 de diciembre del 2002, la iracundia de un Tte. Cnel. Chávez vociferante gritando por TV “¡Al enemigo, ni agua!”, indignado con sus propios seguidores porque dos manifestaciones contrarias que se habían encontrado en una autopista, en lugar de enfrentarse a golpes o a tiros, habían resuelto jugar un partido de futbolito. Esa forma tan nuestra que utilizó la gente para evitar el enfrentamiento ponía en riesgo la estrategia de polarización y confrontación que tanto resultado le ha dado al régimen cubano durante 60 años.
Hoy, que se está discutiendo mucho sobre encuestas y posibles candidatos, siento que el análisis de lo sucedido en esa autopista es clave para comprender el momento. Mientras que la polarización como táctica electoral es conocida y utilizada en todas partes tanto por los gobiernos como por la oposición, en Venezuela los gobiernos chavistas han convertido la confrontación en una herramienta de gobierno que utilizan de manera permanente pero con menor intensidad durante los procesos electorales.
Ha sido una conducta típica en estos 16 años. En la medida en que se acercan los procesos electorales el discurso del gobierno se suaviza y se hace conciliador en tanto queda flotando en el ambiente -amenazante- la cárcel, el despido, los grupos paramilitares y los militares mismos.
En su estrategia de convertir la confrontación en un estilo de vida, el gobierno de Venezuela es capaz de hacer cualquier cosa: violar la Constitución y las leyes; manipular de manera desafiante un Poder Judicial servil y controlado; reprimir; violar los derechos humanos; utilizar grupos paramilitares; realizar fraude continuado amparado en un control total del Poder Electoral; comprar y vender conciencias a partir de los recursos del Estado. Robar con absoluta impunidad. Cerrar medios de comunicación; burlarse de los opositores y meterlos presos bajo la acusación de “traición a la patria”, en fin, hacer cualquier cosa para provocar la ira y la confrontación que es el objetivo.
Esto resulta indignante para la mayoría pero, para poder combatirlo, debemos aprender y comprender que, más allá del daño real que causan al país, estas actitudes del gobierno tienen el objetivo ulterior de dividir a la sociedad. No entenderlo así es caer en la trampa de la confrontación.
Unir pensando en la gente
Paradójicamente, en buena medida son lo autogoles del gobierno los que han logrado romper la polarización.
La inseguridad, la escasez, la corrupción y el abuso de poder han logrado unificar a la población en contra de un mal gobierno. Es un enorme error el que cometen aquellos sectores de la oposición que buscan estimular el enfrentamiento.
Más que averiguar quien lidera a la oposición, las empresas encuestadoras deben averiguar por quien, de la oposición, estarían dispuestos a votar los sectores que hasta ahora lo han venido haciendo por el chavismo. Esa es la pregunta clave y sobre su respuesta es sobre lo que han venido trabajando importantes sectores de la Mesa de la Unidad Democrática.
La Salida, La Constituyente y el Congreso Ciudadano han fracasado como líneas políticas nacionales porque no es el momento de la confrontación, es el momento del futbolito. Es el momento de Mandela, pero no el Mandela guerrillero que fue a la cárcel por confrontar, es el momento del Mandela que sale de ella sin odios y comprendiendo que necesita unir a su pueblo.
Hartos de la pelea, una candidatura de confrontación no sólo no atraería votos del chavismo, incluso probablemente conseguiría que algunos de la oposición vayan al gobierno por temor a la violencia que la retaliación y la venganza podrían generar.
Chávez sabía de esto más que nadie y por eso confrontaba hasta el momento en que llegaban tiempos electorales. Entonces se convertía en un manso corderito que era capaz de llorar y pedir perdón de rodillas con un crucifijo en la mano, y no es una figura retórica.
En Venezuela, la sociedad civil organizada ha comprendido este problema y camina en la dirección adecuada. A la oposición partidaria aún le falta mucho por hacer. Por eso la sociedad civil tiene una enorme responsabilidad sobre sus hombros y debe presionar y lograr que los partidos actúen con la madurez que el momento exige.
La unidad política de la oposición es imprescindible para ganar las próximas elecciones, y la unidad de una importante mayoría de la población, chavistas y opositores, es imprescindible para garantizar la gobernabilidad en paz.