Inscripciones online: otro fracaso de la “gestión” macrista

El final del ciclo lectivo en la Ciudad de Buenos Aires viene acompañado este año por un nuevo fenómeno: la preocupación de las familias por la falta de vacantes debido a la implementación de un nuevo sistema de inscripción online. Al  escenario educativo  que viene construyendo el macrismo a base de falta de inversión en infraestructura, subejecuciones y disminuciones presupuestarias hay que agregarle ahora un sistema de inscripción que dejó afuera a más de 3500 alumnos y un polémico Instituto de Evaluación Docente que no pudo ser.

El mecanismo de inscripción online hace agua por donde se lo mire. Obviamente no resuelve el problema estructural de la falta de vacantes, que debiera atenderse con políticas públicas que apunten a  la construcción de nuevos establecimientos escolares. Además, es violatorio del Reglamento del Sistema Educativo y responde al planteo macrista de considerar la educación como un gasto y no como una inversión a futuro.

Las inscripciones por internet fueron concebidas como algo completamente independiente de los equipos de conducción de las escuelas y supervisores escolares, hecho que va en contra de lo establecido por el artículo 23 del Reglamento Educativo. Asimismo la falta de transparencia del sistema le permitió al Ministerio de Educación no tener que dar explicaciones por los miles alumnos que quedaron sin vacante, ni por todos aquellos sometidos arbitrariamente a una mala asignación.

Entre ellos encontramos familias que no pudieron conseguir la vacante reservada en la escuela elegida, hermanos de alumnos que mantenían regularidad, hijos del personal docente de cada institución e incluso alumnos que pretendían continuar sus estudios en los establecimientos a los que venían asistiendo. Tampoco explicaron por qué uno de los nuevos procesos de inscripción, aquel que obliga a los interesados a elegir cinco establecimientos educativos, desconoce el derecho del alumno a inscribirse en escuelas que se encuentren en un radio de cercanía de su hogar.

Queda claro que la ciudad desatiende una de las principales responsabilidades indelegables que su propia constitución le atribuye, la de “asegurar y financiar la educación pública, estatal laica y gratuita en todos los niveles y modalidades, a partir de los cuarenta y cinco días de vida hasta el nivel superior”. Esta desatención no pareciera ser simple negligencia sino que responde a una decisión política de fomentar el éxodo hacia el sistema de educación privada.

El Instituto de Evaluación Docente, proyecto que no prosperó en el recinto, respeta esta lógica de abandono de la escuela pública por parte de la gestión PRO. Herramienta que pretende acortar el camino que encara el ministro Esteban Bullrich hacia el modelo de educación existente en Chile, este proyecto no surgió de una discusión entre el ministerio y los actores que conforman la comunidad educativa sino que nace directamente de la vocación del Jefe de Gobierno porteño por disciplinar a los docentes. Ambas iniciativas son ineficientes en temas donde el gobierno porteño se jacta de ser innovador: la incorporación de nuevas tecnologías y el rediseño de los procesos en la administración escolar.

Sin embargo no se trata de oponerse ciegamente a la informatización del proceso de inscripción;  sí de rediscutir junto con los actores de la comunidad educativa el rol de las instituciones en el tramo final de este proceso, puesto que creemos que nunca debiera haberse perdido la relación directa entre la autoridades de la escuela y las familias que desean inscribir a sus hijos en ella.

Más recursos, menos planificación

Hace ya dos semanas el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hizo público el Presupuesto 2014. Según el proyecto, el año que viene el gobierno de Mauricio Macri contará con alrededor de $ 59.000 millones en recursos. Es decir, contará con cerca de $ 20.000 por cada porteño. Para ilustrar esa magnitud, téngase en cuenta que los presupuestos vigentes de Rosario y la ciudad de Córdoba no superan los $4.000 por habitante.

En 2007, los ingresos de nuestra ciudad no superaban los $10.000 millones. En estos años, de la mano del crecimiento del país, el macrismo vio multiplicar su recaudación por ingresos brutos. Sin embargo, los habitantes de la Ciudad no viven su traducción en un Estado activo y presente que encare obras estructurales ni preste servicios integrales y de calidad. El macrismo, además, combina la multiplicación de los ingresos con un inexplicable aumento del endeudamiento, falta de planificación y crónicas subejecuciones.

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Los jóvenes porteños: ¿nicho de mercado o protagonistas del cambio?

Alrededor de un millón de jóvenes viven, laburan y desarrollan su vida en la capital de todos los argentinos. Durante las elecciones, la mayoría de las campañas políticas están dirigidas a ellos, porque son un sector clave en la opinión pública. Sin embargo, casi todos esos discursos propagandísticos les hablan mucho, pero les dicen poco. Mucho ruido, pero pocas nueces.

Desde el 2003, el gobierno nacional eligió no aturdirlos, sino escucharlos y trabajar por ellos con políticas de empleo e inclusión, con más becas, más escuelas y universidades, más inversión en ciencia y tecnología, entre tantas otras. No hay proyecto nacional si no se apuesta por los jóvenes. Hoy hay futuro porque a las nuevas generaciones ya no se le cierran puertas, sino que se las impulsa a crecer. La juventud expresa un clima de época que desborda de sentido la vida cultural, económica, política y todas las otras esferas de la vida social de la Ciudad. El macrismo ha registrado el fenómeno, pero lejos de comprenderlo, ha reaccionado como era de suponer: les hablan desde el marketing, porque los jóvenes para el macrismo sólo consumen, no son sujetos de derecho. Para el macrismo, los pibes nunca son protagonistas, sino meros espectadores pasivos de una realidad que les pasa por el costado.

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