¿Trabajadores con plasmas, celulares y viajes al exterior?

El economista Javier González Fraga despertó una fuerte polémica al manifestar que el kirchnerismo creó un populismo donde un empleado medio pensaba que con su salario era posible tener “celulares, autos, motos e irse al exterior”. La frase, de lectura antipática, encendió el debate con defensores y detractores.

De un lado de la grieta, los nostálgicos Nac and Pop argumentaron que la justicia social de la última década lo hizo posible. Del otro, los encolumnados detrás de Mauricio Macri justificaron al economista radical y advirtieron que hoy pagamos los platos rotos de la fiesta populista, sin hacer mucha referencia sobre el tema en cuestión de las posibilidades de un trabajador promedio.

Todos tienen un poquito de razón y a la vez están equivocados. Lo destacado es que ambos modelos son incompatibles con la sustentabilidad y con el bienestar de los trabajadores de recursos moderados.

¿Puede un trabajador promedio tener celulares de última generación, grandes televisores modernos y viajar en avión donde quiera, con su familia, en el marco de una economía sustentable? Sí. Pero no en Argentina. Continuar leyendo

Macri no devaluó

En la política, lamentablemente, la comunicación es tan importante como los hechos en sí mismos. La realidad termina siendo formada por la percepción, la interpretación y la conclusión de los hechos en las mentes de las mayorías, o de las minorías militantes que imponen su visión, o de las elites influyentes. Pero muchas veces existen distancias abismales entre los hechos (probablemente el término “fact”, en inglés, sea más preciso para describir esto) y las conclusiones generales que logran imponerse.

Una de las manifestaciones más aberrantes de la historia en este sentido fue la página escrita por el nacionalsocialismo que responsabilizó, entre otras cosas, a los judíos por la hiperinflación que aquejaba a los trabajadores alemanes por esos días.

Recientemente, y en nuestra historia, claro que salvando las distancias con la tragedia más grande del siglo XX, la crisis del 2001 manifestó en la interpretación mayoritaria (situación también fogoneada por ciertos intereses corporativos) un análisis erróneo que requirió soluciones equívocas. Continuar leyendo

Mi vecino, el militante k

Antes que nada quiero reconocer que valoro la acción de dedicarle tiempo personal a los asuntos políticos. Más allá de las ideas que se defiendan, la preocupación por la cosa pública siempre me pareció respetable.

Durante los últimos años se ha sobredimensionado la participación juvenil en los grupos kirchneristas. Parte del relato indicaba que por primera vez en muchos años grandes masas militantes abrazaban la causa “nacional y popular” oficialista. Si bien la última versión del peronismo ha despertado entre muchos jóvenes más popularidad que los últimos gobiernos, el mito de La Cámpora estuvo siempre más relacionado a miles de contratos estatales que sirvieron como nodo para los coordinadores de grupos juveniles. Sin el uso de los recursos fiscales nada del despliegue al que nos acostumbró el kirchnerismo hubiese sido posible.

Desde el resultado de la primera vuelta algo cambió. Mucha gente, no necesariamente vinculada con los beneficios del Estado, ha decidido hacer todo lo posible para advertir a cuanta gente pueda, de la catástrofe que significaría un eventual gobierno de Mauricio Macri. Si bien son varios los que se suben a los trenes o se encuentran en las esquinas predicando el manual del buen sciolista, que se actualiza a diario entre continuidad y renovación, es evidente que son muchos más los que dejan cartas debajo de las puertas o pegan artículos en los ascensores, como creyentes religiosos que suplican la salvación antes del fin del mundo. Uno de ellos es mi vecino K. Continuar leyendo