Antes que nada quiero reconocer que valoro la acción de dedicarle tiempo personal a los asuntos políticos. Más allá de las ideas que se defiendan, la preocupación por la cosa pública siempre me pareció respetable.
Durante los últimos años se ha sobredimensionado la participación juvenil en los grupos kirchneristas. Parte del relato indicaba que por primera vez en muchos años grandes masas militantes abrazaban la causa “nacional y popular” oficialista. Si bien la última versión del peronismo ha despertado entre muchos jóvenes más popularidad que los últimos gobiernos, el mito de La Cámpora estuvo siempre más relacionado a miles de contratos estatales que sirvieron como nodo para los coordinadores de grupos juveniles. Sin el uso de los recursos fiscales nada del despliegue al que nos acostumbró el kirchnerismo hubiese sido posible.
Desde el resultado de la primera vuelta algo cambió. Mucha gente, no necesariamente vinculada con los beneficios del Estado, ha decidido hacer todo lo posible para advertir a cuanta gente pueda, de la catástrofe que significaría un eventual gobierno de Mauricio Macri. Si bien son varios los que se suben a los trenes o se encuentran en las esquinas predicando el manual del buen sciolista, que se actualiza a diario entre continuidad y renovación, es evidente que son muchos más los que dejan cartas debajo de las puertas o pegan artículos en los ascensores, como creyentes religiosos que suplican la salvación antes del fin del mundo. Uno de ellos es mi vecino K.
No se quién es ni en qué departamento vive. Puedo abrirle la puerta a la mañana o esperarme en el ascensor cuando llego del trabajo. Lo único que sé es que está obsesionado con persuadirme que no haga lo que pienso hacer el domingo: votar la formula de Cambiemos.
Las fotocopias al entrar al departamento forman un colage de citas sacadas de contexto, mentiras y verdades a medias, me advierten las tragedias a las que seremos sometidos los argentinos en el caso de ganar Mauricio Macri. Anoche, los artículos de medios oficialistas que empapelaban el ascensor, me tuvieron respondiendo a punta de birome los pobres argumentos de los que quiero explayarme a continuación.
El populismo tiene la característica de aislar los procesos políticos, descontextualizando momentos. Corta escenas de la historia y crea su relato. Durante los últimos años vimos como se nos dijo que el proceso “neoliberal” de la década del noventa fue el plan malévolo de unas cuantas personas, desconociendo los ochenta, los setenta y la historia de, por ejemplo, las empresas estatales o la inflación. No voy a entrar aquí a analizar si las privatizaciones fueron positivas o no, ya que es parte de otro debate, lo que no puedo dejar de afirmar es que en muchos casos no se trató de una apertura de mercado ya que empresas como Entel o Aerolíneas Argentinas pasaron de ser monopolios estatales a privados. Algo similar sucedió con la Ley de Convertibilidad. Si bien no me propongo aquí analizar la medida en concreto, el estado fijando el tipo de cambio poco tiene que ver con una reforma del tipo liberal.
Lo claro es que aquellas medidas fueron parte del colapso del estatismo, y si bien las mismas podían haber sido mucho más positivas, en un marco de competencia, apertura y responsabilidad fiscal, el cambio de rumbo era una obligación. Quienes peinan algunas canas y recuerdan los aumentos de precios diarios, la energía racionada con cortes programados y el privilegio del teléfono propio, saben a lo que me refiero.
Mi vecino K, que me deja cartas y me empapela el ascensor, cae en la grave falacia de descontextualizar la situación que heredará el próximo gobierno. Los artículos de los medios paraestatales ofrecían la evidencia de que Macri devaluaría y aumentaría las tarifas. Scioli no. ¿Por qué? Básicamente porque el candidato del Frente para la Victoria es bueno y piensa en los más necesitados y el referente del PRO es malo y quiere perjudicar a la gente. Esto no es parte de una chicana, en estos momentos todos los medios de comunicación repiten un spot que reza: “Vos querés más para vos. Macri quiere que tengas menos. ¡Ese cambio no, no, no!”
Es muy triste ver la política nacional debatir en esos términos. Siempre fui crítico de la frivolidad del PRO y su estética característica. Pero el Frente para la Victoria 2015 ha superado todo lo visto hasta el momento con semejante campaña tan infantil como decadente.
Quiero aprovechar esta oportunidad para explicarle algo a mi vecino que parece no estar comprendiendo. Ya que desconozco su departamento me tomo el atrevimiento de escribirle por aquí.
Sobre cepo, inflación, pesos, dólares, devaluación y tipo de cambio. Si bien Ud. escuchó mediante los medios no concentrados, populares y democráticos que el cepo, que no era cepo y no existía, era una medida para evitar situaciones como operaciones de lavado, lo cierto es que se trató de una medida coercitiva para que la gente no pueda liberarse de los pesos que podía ahorrar. ¿Por qué? Porque el gobierno se dedicó a imprimir billetes para palear el déficit fiscal y el gasto público. (Lo que Menem hacía mediante deuda externa). La expansión de la moneda sin crecimiento económico no hizo otra cosa que devaluar los billetes en relación a los bienes y servicios.
Se nos trató de convencer de que la “ortodoxia económica”, es decir que si tengo 10 no puedo gastar 12, se trataba de una “opción”, de una “ideología” y que por lo tanto era discutible. En este contexto se nombró una banquera central como Marcó del Pont que dijo: “No es cierto que la emisión monetaria genere inflación”. Debería haber explicado entonces para qué nos cobran impuestos si pueden imprimir más billetes para cubrir los gastos del Estado. Es más, deberían explicar por qué tenemos que trabajar todos los días si se podría solucionar con una impresora de billetes doméstica para evitarnos la molestia.
Lo cierto es que el cepo cambiario fue una pésima medida, pero si se hubiese levantado hace un año, habría sido menor el problema. La situación persiste hoy. Mientras más se postergue la decisión de remover el control de cambios menor será la devaluación real. Aplica tanto para Macri, como para Scioli. Las leyes económicas no distinguen de globos amarillos o naranjas.
Nos guste o no, no van a llegar dólares sin inversión. No llegarán las inversiones con el cepo cambiario. No se puede continuar dilapidando las reservas, es decir, mantener el modelo actual, ya que esta película tiene un solo final: la hiperinflación.
Si Scioli o Macri tienen en mente el desarrollo del país, ambos saben que el cambio del modelo es obligatorio, ya que está agotado.
Sépalo y no responsabilice al nuevo gobierno de la oposición si tiene que tomar alguna medida impopular, pero por sobre todas las cosas, no se desilusione de su propio candidato si gana, ya que tendrá que ir por el mismo camino.
No será culpa ni elección de Macri ni eventualmente de Scioli, será culpa de la irresponsabilidad económica del gobierno durante la última década.