El economista Javier González Fraga despertó una fuerte polémica al manifestar que el kirchnerismo creó un populismo donde un empleado medio pensaba que con su salario era posible tener “celulares, autos, motos e irse al exterior”. La frase, de lectura antipática, encendió el debate con defensores y detractores.
De un lado de la grieta, los nostálgicos Nac and Pop argumentaron que la justicia social de la última década lo hizo posible. Del otro, los encolumnados detrás de Mauricio Macri justificaron al economista radical y advirtieron que hoy pagamos los platos rotos de la fiesta populista, sin hacer mucha referencia sobre el tema en cuestión de las posibilidades de un trabajador promedio.
Todos tienen un poquito de razón y a la vez están equivocados. Lo destacado es que ambos modelos son incompatibles con la sustentabilidad y con el bienestar de los trabajadores de recursos moderados.
¿Puede un trabajador promedio tener celulares de última generación, grandes televisores modernos y viajar en avión donde quiera, con su familia, en el marco de una economía sustentable? Sí. Pero no en Argentina.
En los países donde existe un gasto público acorde a los ingresos reales, sin incurrir en graves inflaciones monetarias y endeudamientos para palear el déficit fiscal, y donde existen economías abiertas de bienes y servicios, los trabajadores de ingresos medios tienen fácil acceso a todo esto y más.
Más de un argentino habrá sido testigo en varios países de que los teléfonos celulares por los que acá pagan fortunas son dados sin cargo por empresas que buscan nuevos clientes. Los mejores televisores, computadoras y varios electrodomésticos, producto del libre comercio, tienen costos accesibles y generan en nuestros compatriotas de viaje por el mundo amargas situaciones ante la imposibilidad de “traerse todo”, por las restricciones aduaneras y de sobrepeso de equipaje.
Si algún lector tiene dudas de estas cuestiones, puede entrar desde su computadora a uno de los tantos sitios de vuelos baratos en países donde impera una política de “cielos abiertos” (libre competencia aerocomercial) y verá que probablemente, con los pesos que tenga en la billetera, le alcanza para emitir algún pasaje desde y hasta algún destino europeo.
Durante el kirchnerismo, nuestro país se embarcó en un proceso de corto plazo de subsidios vergonzantes, destrucción de la moneda y tipo de cambio atrasado. Los problemas se paleaban con la impresión de billetes, el corralito cambiario y las distorsiones de toda índole. Total, “mañana vemos”.
El Gobierno de Macri parece tener intención de poner las cuentas en orden, pero advirtió que no está dispuesto a abrir la economía al mundo, por lo que los trabajadores argentinos deberán continuar comprando bienes caros a las élites empresarias privilegiadas, como la “industria ensambladora” de Tierra del Fuego.
Una adecuada reforma podría en muy poco tiempo generar mejores salarios, de mayor capacidad adquisitiva y, a la vez, multiplicar los bienes en el mercado interno con precios accesibles para los trabajadores.
Ni las políticas de los últimos doce años, y hasta ahora, ni las implementadas por la nueva administración van en este sentido.