¿Cómo desconectarnos cuando estamos “siempre conectados”?

All work and no play makes Jack a dull boy (literalmente, “sólo trabajo y nada de juego hacen de Jack un chico gris”) es un proverbio inglés que significa que, sin tiempo de ocio, una persona se vuelve aburrida. Hoy en día se habla de los peligros de la adicción al BlackBerry o al iPhone y la necesidad de tiempo libre. Nuestro lenguaje puede haber cambiado, pero el sentimiento es el mismo: no es saludable obsesionarse con el trabajo y excluir todo lo demás de nuestras vidas. Siempre hemos necesitado alguna manera de desconectarnos y encontrar refrescar nuestras mentes, lejos de nuestro trabajo cotidiano.

Pero, ¿cómo desconectarnos cuando estamos “siempre conectados”? La mayoría llevamos nuestro BlackBerry o iPhone con nosotros todo el tiempo, listo para enviar o recibir correos electrónicos y mensajes de texto en cualquier momento del día o de la noche. Para aquellos de nosotros que hacemos negocios en diferentes zonas horarias, la capacidad de estar conectado no es sólo un elemento útil, sino indispensable.

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El asistente perfecto

Nadie puede manejarlo todo por sí mismo. Incluso los mayores líderes, desde Alejandro de Macedonia hasta Nelson Mandela, se han visto obligados a contar con los servicios de algún tipo de asistente personal. Creo que llegó el momento de dar a esos asistentes la atención y valor que merecen.

El asistente arquetípico es eficiente y modesto, no le importa ser eclipsado por su líder y, por lo tanto, la historia los ha pasado por alto. Por otro lado, la ficción ha sido más amable con ellos: sabemos cómo Don Quijote se apoyaba constantemente en el sufrido Sancho Panza.

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Tiempo de reflexión

Pare y piense un momento. Sí, piense. Ya que no lo hacemos lo suficiente.

Piense en todo el tiempo que perdemos buscando cosas, reaccionando a distintas situaciones que se nos presentan, dejándonos llevar por las prioridades y planificaciones de otras personas. ¿Cuántas veces decimos que no tenemos tiempo suficiente para pensar en lo que queremos?

Pensemos pues en el proceso en sí de pensar, en cómo funciona el cerebro y cómo podemos hacer que este funcione de forma más rápida y eficaz.

El cerebro no es un objeto de un tamaño o forma predeterminados que necesite de gran estimulación para funcionar. Al contrario, el cerebro cambia de forma constante. Continuamente redefinimos nuestro cerebro: desarrollamos las partes que consideramos más interesantes, reforzando esas sinapsis, y olvidamos aquellas cosas que consideramos irrelevantes, dejando morir esas otras sinapsis. Esto resulta de especial interés para los que trabajamos en negocios muy cambiantes.

Existen tres áreas en el cerebro que debemos tener en cuenta: la parte cognitiva o la acumulación de conocimientos; la reflexiva, que es la capacidad de analizar dichos conocimientos; y la afectiva o nuestras reacciones emocionales. En términos generales, nos preocupamos por el potencial cognitivo de los empleados más jóvenes, la capacidad de reflexión del personal más experimentado y el bienestar emocional de ambos.

Debemos trabajar con esto en mente, respetar a los empleados y tener en cuenta cómo pueden funcionan mejor sus cerebros. En general, la gente más mayor trabaja mejor por las mañanas, mientras que los más jóvenes se muestran más receptivos por la tarde. Teniendo esto en cuenta, sería más lógico organizar las juntas directivas por la mañana y los cursos informativos por la tarde.

Pensemos también en el modo de vida. Está totalmente demostrado que el rendimiento del cerebro aumenta con un modo de vida saludable. Esto significa que debemos observar cómo se comportan las personas en el trabajo y analizar si su comportamiento conduce a un modo de vida saludable.

El modelo tradicional del siglo XX del empleado que se trasladaba a la oficina para sentarse en su mesa ocho horas diarias no sólo no supone estimulación mental, social o física, sino que tampoco potencia el funcionamiento del cerebro. En este contexto donde predominaban las jerarquías, el solo hecho de pensar era un privilegio reservado para unos pocos.

Ahora que el énfasis se pone en la importancia de la innovación, resulta vital que las personas estén continuamente aportando nuevas ideas. Por ello, los espacios de trabajo modernos suelen incluir áreas de recreación para reunirse y hablar, zonas de juegos para la estimulación física y una planificación del trabajo más variada que fomente las consultas frecuentes o los cambios de sitio. También es importante proporcionar zonas tranquilas para pensar. Regus ofrece ahora “salas para pensar”, pequeños espacios delimitados físicamente en los que la gente se puede aislar del movimiento que haya alrededor sin perder totalmente el contacto con los demás. Estas salas están teniendo mucho éxito.

La flexibilidad en el trabajo permite integrar la vida laboral y personal de la manera que más nos conviene, teniendo en cuenta nuestro modo de vida, y trabajando en horarios que nos resultan más productivos. Sin embargo, la gente no siempre sabe lo que le conviene más y en este sentido, los jefes más atentos pueden hacer que el entorno laboral aumente el rendimiento del cerebro.

Para cultivar la parte reflexiva del cerebro, la clave está en potenciar la comunicación entre empleados, la pertenencia a asociaciones profesionales, la asistencia a conferencias o la participación en grupos de contactos profesionales. También se deben fomentar las redes sociales. Finalmente, una de las formas más eficaces de desarrollar la parte reflexiva del cerebro es mediante la implantación de un sistema de orientación por el que el personal más experimentado pueda transmitir sus conocimientos y tomar contacto con las ideas más innovadoras de las nuevas generaciones.

Pero el entorno laboral es sólo parte del trabajo. Si queremos sacar lo mejor de nuestros empleados, tenemos que entrar en lo personal.

A cualquier edad y en cualquier momento del día, la formación mejora las conexiones sinápticas. Sin embargo, esto sólo ocurre si la parte afectiva del cerebro funciona bien, es decir, si estamos receptivos y nuestras emociones reaccionan positivamente.
Por eso es esencial que un jefe se interese de forma sincera por el bienestar de sus empleados. Si quiere que la gente piense, debe dejar claro que lo valora y que realmente le interesa lo que piensan. Esto implica hablar libremente y animar a los empleados a que también lo hagan. Debemos pensar más en ellos, darles la oportunidad de que piensen por sí mismos y por la empresa.

Los desafíos de una fuerza de trabajo remota

El trabajo remoto o flexible, en oposición a la rutina de oficina tradicional, llegó para quedarse. Es una consecuencia inevitable de la globalización y desarrollo tecnológico. Cuando la tecnología permite a las personas trabajar con más eficacia a distancia o en movimiento, ¿por qué querrían éstos trasladarse todos los días a un lugar menos conveniente? Además, ¿por qué los empleadores querrían atar su propio capital a edificios que no están capacitados para satisfacer las demandas de una fuerza laboral moderna? Esto al final condena los espacios de trabajo a ser subutilizados. Sencillamente, no tiene sentido.

Mi propia empresa, Regus, acaba de concluir una encuesta sobre el trabajo remoto, basándose en más de 26.000 entrevistas a gerentes de alto rango y dueños de negocios en un total de 90 países de todo el mundo. La encuesta muestra que el 48% de quienes respondieron ahora trabajan de manera remota la mitad de su semana laboral. Estos resultados implican que los profesionales que siguen trabajando regularmente desde una oficina fija pronto serán una minoría. Esta tendencia también explica la razón por la cual Regus ha crecido tan rápidamente durante los últimos años, abriendo nuevos centros de negocios y prestando nuevos servicios para satisfacer la creciente población global de trabajadores flexibles y móviles.

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Una fuerza laboral multigeneracional

Mucho se ha dicho y escrito sobre el envejecimiento poblacional, un problema que es especialmente grave en Japón, donde la población mayor de 65 años representa un 25 % del total y que puede llegar a ser el 40 % en 2060. Mientras tanto, en el otro extremo, existe un problema igualmente preocupante en países como España, donde el 55 % de los jóvenes se encuentran desempleados.

Entonces ¿qué podemos hacer para acomodar a los trabajadores mayores, que en algún momento se consideraban estar por sobre la edad de jubilación, y al mismo tiempo ofrecer oportunidades a recién graduados o titulados, quienes de otra forma pueden pasar a los márgenes de la sociedad?

Comencemos por el lado del adulto mayor. A nivel de directorio, lo que más importa es la experiencia. Se necesita personas que puedan tomar decisiones en base a experiencias vividas, personas que hayan sido testigos de éxitos y fracasos, y que comprendan las razones detrás de cada uno. Estas personas mayores están mejor capacitados para alejar a los equipos ejecutivos de trampas y guiarlos hacia los caminos más productivos.

Los adultos mayores también tienen otras ventajas. Actualmente, el fabricante japonés de equipos de construcción Komatsu busca recontratar al 90 % de sus jubilados, lo que no sorprende, porque esas mismas personas están dispuestas a trabajar por ¡40 % menos que sus colegas menores de 65 años!

Por otra parte, sólo los empleadores más cegados no reconocen el valor de los jóvenes en el lugar de trabajo. No solo tienen energía y están muy dispuestos a aprender, sino que también son mucho más adeptos a utilizar TI y medios sociales, lo que permite crear nuevos mercados y oportunidades de negocios cada día.

Sin embargo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha advertido sobre una generación “asustada” de trabajadores jóvenes, que están desempleados o que reciben sueldos excesivamente bajos y que pueden acabar por desconfiar del sistema político y económico.

Los empleadores deben hacer todo lo posible para nivelar el campo de juego. Por ejemplo, ¿por qué insistir en evidencia de experiencia laboral, o recomendaciones, cuando se puede crear una prueba específica para el trabajo en cuestión de forma que todos los postulantes jóvenes tengan las mismas posibilidades?

Entonces, ¿cómo atraer lo mejor de todas las generaciones? Debes estar preparado para ofrecer cosas distintas a distintas personas.

Los jóvenes no están atados a las mismas rutinas de trabajo y de traslado que las generaciones anteriores, ellos quieren flexibilidad para poder trabajar desde sus casas o en movimiento. Pero muchas de las personas sobre 65 años quieren un tipo diferente de flexibilidad. Quieren continuar trabajando, pero en sus propios términos, tal vez menos horas de trabajo y tal vez no cinco días a la semana. Y no solo en Japón las empresas le están haciendo frente a este desafío.

Me encantó leer en el Financial Times sobre tres empresas que están dando un gran ejemplo: primero, BMW está rediseñando su línea de producción de forma que las herramientas, sillas y pisos sean adecuados para los trabajadores mayores, quienes demuestran ser tan productivos como el resto del personal, pero con menos tasas de ausencias; segundo, McDonalds, que ha visto un aumento de un 20 % en la satisfacción al cliente en aquellos restaurantes que emplean a personas mayores de 60 años; y finalmente Vita Needle, una empresa familiar de tuberías de acero que confía en un personal de medio tiempo con un promedio de edad de ¡74 años!

¿Qué más pruebas se necesitan? Para cualquier empleador sensato, la edad es irrelevante. Todo lo que importa es elegir a personas con las cualidades adecuadas para el trabajo en cuestión. Esto significa ser flexible de muchas formas y buscar reclutar personal del rango etario más completo posible.