Pare y piense un momento. Sí, piense. Ya que no lo hacemos lo suficiente.
Piense en todo el tiempo que perdemos buscando cosas, reaccionando a distintas situaciones que se nos presentan, dejándonos llevar por las prioridades y planificaciones de otras personas. ¿Cuántas veces decimos que no tenemos tiempo suficiente para pensar en lo que queremos?
Pensemos pues en el proceso en sí de pensar, en cómo funciona el cerebro y cómo podemos hacer que este funcione de forma más rápida y eficaz.
El cerebro no es un objeto de un tamaño o forma predeterminados que necesite de gran estimulación para funcionar. Al contrario, el cerebro cambia de forma constante. Continuamente redefinimos nuestro cerebro: desarrollamos las partes que consideramos más interesantes, reforzando esas sinapsis, y olvidamos aquellas cosas que consideramos irrelevantes, dejando morir esas otras sinapsis. Esto resulta de especial interés para los que trabajamos en negocios muy cambiantes.
Existen tres áreas en el cerebro que debemos tener en cuenta: la parte cognitiva o la acumulación de conocimientos; la reflexiva, que es la capacidad de analizar dichos conocimientos; y la afectiva o nuestras reacciones emocionales. En términos generales, nos preocupamos por el potencial cognitivo de los empleados más jóvenes, la capacidad de reflexión del personal más experimentado y el bienestar emocional de ambos.
Debemos trabajar con esto en mente, respetar a los empleados y tener en cuenta cómo pueden funcionan mejor sus cerebros. En general, la gente más mayor trabaja mejor por las mañanas, mientras que los más jóvenes se muestran más receptivos por la tarde. Teniendo esto en cuenta, sería más lógico organizar las juntas directivas por la mañana y los cursos informativos por la tarde.
Pensemos también en el modo de vida. Está totalmente demostrado que el rendimiento del cerebro aumenta con un modo de vida saludable. Esto significa que debemos observar cómo se comportan las personas en el trabajo y analizar si su comportamiento conduce a un modo de vida saludable.
El modelo tradicional del siglo XX del empleado que se trasladaba a la oficina para sentarse en su mesa ocho horas diarias no sólo no supone estimulación mental, social o física, sino que tampoco potencia el funcionamiento del cerebro. En este contexto donde predominaban las jerarquías, el solo hecho de pensar era un privilegio reservado para unos pocos.
Ahora que el énfasis se pone en la importancia de la innovación, resulta vital que las personas estén continuamente aportando nuevas ideas. Por ello, los espacios de trabajo modernos suelen incluir áreas de recreación para reunirse y hablar, zonas de juegos para la estimulación física y una planificación del trabajo más variada que fomente las consultas frecuentes o los cambios de sitio. También es importante proporcionar zonas tranquilas para pensar. Regus ofrece ahora “salas para pensar”, pequeños espacios delimitados físicamente en los que la gente se puede aislar del movimiento que haya alrededor sin perder totalmente el contacto con los demás. Estas salas están teniendo mucho éxito.
La flexibilidad en el trabajo permite integrar la vida laboral y personal de la manera que más nos conviene, teniendo en cuenta nuestro modo de vida, y trabajando en horarios que nos resultan más productivos. Sin embargo, la gente no siempre sabe lo que le conviene más y en este sentido, los jefes más atentos pueden hacer que el entorno laboral aumente el rendimiento del cerebro.
Para cultivar la parte reflexiva del cerebro, la clave está en potenciar la comunicación entre empleados, la pertenencia a asociaciones profesionales, la asistencia a conferencias o la participación en grupos de contactos profesionales. También se deben fomentar las redes sociales. Finalmente, una de las formas más eficaces de desarrollar la parte reflexiva del cerebro es mediante la implantación de un sistema de orientación por el que el personal más experimentado pueda transmitir sus conocimientos y tomar contacto con las ideas más innovadoras de las nuevas generaciones.
Pero el entorno laboral es sólo parte del trabajo. Si queremos sacar lo mejor de nuestros empleados, tenemos que entrar en lo personal.
A cualquier edad y en cualquier momento del día, la formación mejora las conexiones sinápticas. Sin embargo, esto sólo ocurre si la parte afectiva del cerebro funciona bien, es decir, si estamos receptivos y nuestras emociones reaccionan positivamente.
Por eso es esencial que un jefe se interese de forma sincera por el bienestar de sus empleados. Si quiere que la gente piense, debe dejar claro que lo valora y que realmente le interesa lo que piensan. Esto implica hablar libremente y animar a los empleados a que también lo hagan. Debemos pensar más en ellos, darles la oportunidad de que piensen por sí mismos y por la empresa.