La bandera en el bolsillo

Los nacionalismos, que conforman una maniobra burda de distracción clásica de los Gobiernos cuando están apretados por algún costado, no dejan de sorprendernos, sin embargo, con su capacidad intacta para arrastrar a tanta tropa despistada, aun siendo tan obvios y previsibles.

El caso que me ocupa ahora no es ni siquiera si Cataluña será independiente o no, sino que los medios de comunicación y los comunicadores a nivel nacional no sucumban cautivos de esa permanente estratagema de distracción, por otro lado, tan elemental, escamoteándonos durante horas lo más substancioso de la actualidad en pos del manido recurso.

Argentina tiene sus Malvinas, Cuba su Estados Unidos y su Guantánamo, los nazis a los judíos, los judíos a sus palestinos, los comunistas a sus gusanos. Los Estados Unidos tuvieron a su URSS y ahora a sus árabes, los árabes a sus Estados Unidos, España su Gibraltar y su Magreb para echar mano de ellos cuando se precise. Y Cataluña tiene al demonio español.

El colmo es que quienes lideran la campaña de independentismo han dilapidado el dinero y los derechos en Cataluña. En este sentido el Partido Nacionalista Vasco (PNV) tiene muchísima más autoridad moral para hacer un planteo del estilo, pero: ¿desde el púlpito de los Pujol, de los Mas e incluso desde el de los Durán i Lleida? ¡Hombre!

Les importa un bledo la independencia, más bien trabajan para neutralizar los efectos de los desmanes de las propias políticas y de los propios actos de rapiña del dinero público. Continuar leyendo

El ron y la coca cola se extrañaban

Durante mucho tiempo se habían llevado excepcionalmente bien. Se profesaban cariño pero sobre todo se necesitaban. Tras un percance tormentoso estuvieron un largo período de tiempo separados. 

Por un lado iba la Coca Cola presumiendo de ser más saludable y seria que el ron. Por el otro iba el ron encargándose de la fiesta, vanagloriándose de su creatividad y su libertad.

Alejados uno del otro tejieron sus historias, hubo pequeñas y grandes traiciones, sucedáneos de amoríos, escándalos, rupturas y más traiciones. Nunca fueron del todo felices en aquél distanciamiento.

Este 17 de diciembre, día de la deidad Babalú Ayé del panteón afrocubano o de su equivalente cristiano San Lázaro, a expensas y gracias en gran parte al aporte del hielo, que ofició como concienzudo mediador, decidieron escenificar un aparcamiento de las diferencias, y se acercaron para sumergirse juntos en el trasluz de un vaso por primera vez en muchos años. Continuar leyendo

Hispania de la gleba. La muerte de la Duquesa de Alba

En  Andalucía hoy falleció entre muchas otras personas, una anciana, a la que ya le venía tocando esta semana o la siguiente, y que pertenece a una prosapia que se formó a partir de negocios muy legales como era la “esclavitud ” cuando era legal, la inquisición cuando lo era, y que de manos del genocida Francisco Franco, uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis europeo del siglo XX y de toda su Historia -a saber: Hitler, Stalin, Mussolini y Franco-, recuperó gran parte de su patrimonio nacionalizado por el gobierno de la República, democráticamente elegido en la urnas, luego de torturar y fusilar a todos los participantes de dicho gobierno y cientos de miles de simpatizantes.

Hoy parece que ha fallecido de manera natural una de los integrantes de esa familia, que no hizo mayor daño a nadie, excepto por supuesto si se tiene en cuenta a todos sus asalariados que les pagaba una miseria mientras las leyes españolas estaban lejos de Europa y la protección a los derechos de los trabajadores más aún. Si se tiene en cuenta que con la que está cayendo en materia de carencias en la península Ibérica en su parte Hispana, a esta aristócrata que cuenta con una fortuna de 3.700.000.000 de euros, se le adjudicaba por parte del Estado, tres millones de euros de regalo para que cultivase las tierras. Las que en su mayoría tenía improductivas.  Continuar leyendo

Estruendo en León

De repente escuché uno de esos gritos habituales que se emiten en mi casa, que suelen tener lugar cuando la comida está lista, cuando se requiere a alguien desde la buhardilla al patio o bien cuando unos de los cohabitantes antes de dar rienda suelta a sus instintos primarios decide gastar el último cartucho poniendo en serios aprietos las cuerdas vocales. En esta ocasión Pat era la emisora del alarido y yo el destinatario.

“¿Viste lo que pasó en León?” Y luego con más ahínco dramático y consternado pero menos volumen en la voz: “Mataron a Isabel Carrasco”.

No me lo podía creer. No por tener alguna noción secreta del carácter inmortal de la presidenta de la Diputación de León ni nada parecido, más bien porque León en materia de estadísticas de sucesos violentos debe reflejar números  similares a los de la estepa de Mongolia, los lagos finlandeses o las Islas Feroe. En León, los automovilistas paran en cada paso de cebra y por más transeúntes que atraviesen sin dignarse siquiera mirar hacia un costado, sinónimo de alto civismo, no se les ve el más mínimo gesto de incomodo. En hora punta un semáforo puede ponerse en verde y el conductor estar entretenido con algo hasta que decida espabilar que nadie le grita ni la milésima cantidad de improperios que le proferirían en Madrid, Buenos Aires o Roma, y ni siquiera lo azuzan o advierten con el claxon.

Tal vez ese saber vivir, esa tranquilidad, ese antídoto natural contra los ataques cardíacos haya sido una de las cosas en adición a su belleza que me ayudaron a tomar la decisión de ir a vivir por primera vez en mi vida a una ciudad de provincias, pero no a cualquiera, sino a la tranquila, coqueta y práctica ciudad de León.

Bueno, ya no tan tranquila desde la semana pasada.

Las noticias de todo el mundo hablaron de la Presidenta de la diputación asesinada fulminantemente de tres disparos en una pasarela sobre el río Bernesga, que une dos partes atractivas de la ciudad, en una de las cuales está la sede de su partido el PP y en la otra su casa.

Y además de los noticieros, los programas de debate comienzan con tertulias incandescentes acerca de este trágico suceso, por los tintes  almodovarianos, hitchcockianos, hammetianos e incluso borgianos que va adquiriendo el crimen minuto a minuto puesto a la luz de los descubrimientos que no se pueden ocultar. Porque en este asunto hay mucho oculto que hará lo posible y lo imposible por no ver la luz, al menos no la de los focos de las salas e estar de las peluquerías.

La vida de Isabel Carrasco en sí, sin mediar este terrible y lamentable final, constituía sin dudas un argumento mucho más jugoso que los de cientos de plomizas cintas destinadas al entretenimiento nocturno. Una vida de intrigas, de permanente ascenso, de estudio casi matemático de la psique humana por parte de una mujer con una infra-cultura académica, proverbial en materia de psicología pero con una capacidad natural para conocer cada punto de “los demás” en donde ella podría incidir, bien a través de su carácter, de cierta información sensible,  del compadreo o el ataque. Una mujer de muy escasa estatura y de no demasiada belleza natural que no obstante consiguió hacerse centro de atención en cada estadía de su vida adulta.

Sería maravilloso conocer acerca de la Isabel niña, de sus relaciones familiares, la historia de sus padres y algún suceso clave que marcó su vida. En su honor debo decir que siempre estuvo muy atenta a los requerimientos de la comunidad argentina en León y a los leoneses que emigraron a Argentina.

Pocas novelas cuentan con tantos componentes atractivos, tanto “trabajo de carpintería” como le llamaba el maestro Gabriel García Márquez a la caparazón de las historias de ficción, pero en este caso un trabajo de carpintería que viene de serie, sin contar con el suceso del asesinato. Si encima se le añade ese ingrediente nada menos que en la apacible ciudad de León, la película podría ser de romper taquillas. Incluso podría dar para una serie como House of Cards, tratando los mismos bajos instintos, con el componente del caciquismo de provincias, de una mujer que domina todo en una sociedad machista, una persona de grandes lealtades, a la cual no le alcanzaban las 24 horas del día para trabajar, moverse, conspirar, articular en los sentidos en que cada ocasión requería.

Yo mismo que tuve la oportunidad de hablar alguna que otra vez con ella aunque de nada trascendente, y en la distancia corta era de trato afable, directo, muy  práctica, no invertía tiempo en lo que no era de su estricto interés. Me quedé con la duda de que tipo de persona realmente sería, y que energía le motivaba a estar en permanente movimiento y alerta.

De las personas que la mataron, madre e hija del mismo partido político que Carrasco y con una intensa y poco armónica relación personal, sólo diré que por más que hayan sido seriamente agraviadas, sus razones no merecen siquiera ser tenidas en cuenta, porque esa no es la manera en que nos hemos propuesto solucionar nuestras diferencias. Si bien tampoco concuerdo con la insistencia de los medios en ocultar los posibles entresijos de este lamentable entuerto, y las no pocas enconadas aversiones hacia la presidenta de la Diputación, por acciones en las que tuvieron lugar generalmente entre personas de su propio entorno, de su propio partido político, gente que en todo caso había perdido una batalla con Isabel, pero su inocencia la habían dejado atrás mucho antes, personas que pugnaban por alguna de las posiciones que de manera determinada y autoritaria la presidenta solía conquistar y dominar y que perdieron en la brega. Los mentideros de León ya se ocupan de informar al antiguo estilo, yendo mucho más allá que su cauta prensa.

Yo me encuentro más bien dentro de las sensibilidades de oposición al proyecto de su partido, a su estilo de gobierno, a las acumulaciones de cargos, a la acumulación de poder, al clientelismo, al mal del caciquismo, y me confieso más propenso a la modernización, al europeísmo, al civismo, a la participación de todos los actores sociales en el destino de una provincia tan orgullosa de sí misma, bella, henchida de Historia, aislada del ruido mundano, variopinta, tranquila y querida como lo es León. Precisamente, quizás por ello, es que creo que es el momento de que quienes creemos en otro León y otro mundo posible, dejemos claro que resulta inadmisible que esa ni ninguna otra forma violenta de resolver cualquiera que haya sido la causa del profundo desacuerdo vigente entre las partes, ni ninguno de los problemas nacidos dentro de las intrigas el poder y mucho menos por supuesto aquellos pertinentes a la vida política.

El sistema debe proveer de mecanismos ágiles, no anquilosados, que blinden los derechos de las personas ante cualquier tipo de poder.

Pero si nos encontrásemos en una situación de abuso institucional en la cual no vemos fácil encontrar asistencia de manera inmediata por aquello que consideramos “La ciega Justicia” , ello de ninguna manera no nos da el derecho a enceguecer y tomar un camino tan rotundo, trágico y del cual no hay retorno para nadie, ni siquiera para quien otrora fuese la víctima y hoy el victimario.

Como siempre ocurre en estos casos, mientras aún estaba caliente el cuerpo de Carrasco en la pasarela, algunos politicos y sectores mediáticos intentaron sacar tajada de una tragedia, y comenzaron a culpar a los indignados, a la pacífica modalidad de denuncia pública conocida con el término lunfardo argentino de “escraches”, sin saber nada aún se comenzó a aludir a sectores descontentos con el Gobierno, dejando entrever en su apresurada defensa una cargo de culpa perturbador. Y no contentos con esto, desde el Gobierno se lanzó un globo sonda para auscultar la posibilidad de establecer férreos controles al estilo Cuba o Venezuela en las redes sociales, y destinar a la policía en revisar las opiniones de los ciudadanos.

Tal vez si comenzase por perseguir los insultos en las redes o presonalmente a las victimas del franquismo, a Pilar Manjón, al propio ex presidente Zapatero, cuando en las manifestaciones organizadas por la AVT y apoyadas por el PP, se le gritaba voz en cuello: “Zapatero, vete con tu abuelo” haciendo referencia a su abuelo fusilado por los sediciosos, con la más absoluta de las impunidades. Quizás si cuando muere un grupo de subsaharianos ahogados en las costas españolas se censurasen los comentarios de ciertos descerebrados en las redes sociales e incluso de ciertos periodistas renombrados, que les han llamado abiertamente “manadas”, o si se actuase contra los que estos días difamaron y calumniaron a los ya muy vapuleados indignados de este país, a lo mejor hasta hacía una excepción en mis exigencias de libertad y hasta podría llegar a sopesar la propuesta.

Curiosamente, en un paralelismo con el asesinato de Isabel Carrasco, que fue cometido no sólo por personas de su propio partido sino de su entorno, y de su círculo de seres más conocidos durante años, en el caso de perseguir en las redes las expresiones constitutivas de delito o de apología a la violencia muy probablemente al final el gobierno se encontrase con que la gran mayoría de los procesados pertenecerían a sus votantes más incondicionales.

Verídico y veraz

El periodismo condescendiente, complaciente, obsecuente, se pregunta sorprendido y en voz alta, muy alta, para ser escuchado, exculpado y en la medida de los posible: bien pagado

¿Por qué son cada vez más repetidos los incidentes violentos en las cada vez más frecuentes manifestaciones de estudiantes, personal de la salud, mineros, barrenderos, bomberos, españoles en general? Y entonces aseguran asintiendo y batiendo brazos en el aire, mirando de reojo a aristócratas, ministros y banqueros:

¡Es que la violencia anti sistema de la ultra está liderando las manifestaciones de descontento!

Lo mismo que en Venezuela pero al revés. O sea, al revés que en Venezuela, pero lo mismo.

¿De verdad no tienen idea de por qué se ha tensado la cuerda de la convivencia social?

¿De verdad creen que todas esas amas de casa quieren estar desahuciadas en la calle bajo un puente, mientras el marido regresa de una gira con algo de comer y unos cuantos vinos de tetra brick entre pecho y espalda para soportar la catarata de abusos de la que súbitamente se conviertieron en acreedores?

¿De verdad creen que los médicos y enfermeras quieren estar en la calle protestando y siendo golpeados por las fuerzas de choque de la policía hasta que se deban curar los unos a los otros?

¿Creen que los mineros leoneses y asturianos quieren perder sus ojos con pelotazos de goma de las fuerzas represivas para defender su fuente de trabajo?

¿Creen que los estudiantes, todos ellos desean emigrar del país porque no hay nada para ellos, y aquellos bichos raros que no se van y salen a defender sus derechos son aprendices de terroristas, o peor aún, de la Gestapo como llegó a llamarles precisamente un político del gobierno nada crítico del franquismo y análogos?

¿Creen que cientos de miles de desahuciados querrán enloquecer, alcoholizarse, divorciarse, suicidarse de a poco o de un tiro, o de un sogazo en el cogote, para que los banqueros que ganan más de un millón de euros por mes, puedan cobrar sus indemnizaciones por incumplir sus deberes, para no responder por la estafa y la dejación en sus obligaciones?

¿No apreciaron estos periodistas que toda la masa social española en realidad merecería una medalla a la paciencia, al saber estar, al poner la otra mejilla, durante estos dos años de represión in crescendo de los antidisturbios, de destrucción de los puestos de trabajo, de la conversión gradual de la condición de ciudadano europeo del primer mundo, a deshecho de un mundo aún sin numerar?

Mis padres estudiaron periodismo ambos y ninguno de los dos ejerce. De manera completamente fortuita y curiosa yo les tomo de a ratos el bastón de relevo y dejo salir algunas criticas, unas crónicas de payador, unos análisis nunca demasiado pulidos, de manera tal de no tener tiempo de lidiar con el miedo, ni en exceso irreflexivos y temperamentales cosa de no tener que arrepentirme ipso facto de las bravuconearías aún tibias en la palangana.

Cualquier recurso al escribir, menos faltar a la verdad. Para eso ya contamos con el lenguaje hablado, centinela de los secretos del alma junto a otros ardides como las miradas y los ademanes.

Amigos periodistas: ustedes pueden respetarse mucho más que eso, pueden recuperar aquella ilusión temprana, primigenia, de disipar dudas y contar sospechas, de levantar manteles y dispersar las migas. Eviten que un día sea necesario un juramento hipocrático atendiendo a un código deontológico que mantenga cercada tanto la falta a la verdad, como el ceñirse en exclusiva a la veracidad del “asunto”, que nunca fue necesaria en una de las carreras más bellas y trepidantes a la vez que arriesgada e ingrata, en la cual era usual que quienes la ejercían supiesen que difícilmente consiguirían enriquecer, pero que con toda seguridad terminarían familiarizandose con no pocas incomodidades.

¿Monarquía, república… o falange?

El caso de la monarquía en España es complejo. Por un lado es cierto que cumplen un rol suprapartidista en un país que no ha abandonado la nostalgia por la riña de una mitad contra la otra. Y es cierto que Juan Carlos mejoró mucho a su prosapia borbónica compuesta por esclavistas y sanguinarios latifundistas. Así como es destacable que su hijo Felipe se casó con Letizia, nieta de un taxista de procedencia progresista, asturiana de larga tradición irredenta.

Pero también es cierto que es poco defendible una jefatura de Estado conseguida única y exclusivamente a través de la cópula y posterior fecundación del óvulo que resulte en un embrión varón. Probablemente sea complejo defender esto como procedimiento moderno y sofisticado para alcanzar la cúspide de un Estado democrático, aunque el rey se mantenga al margen de las decisiones políticas.

Uno tiene derecho a preguntarse: si no participan en ninguna decisión de peso, ¿cuál es el truco? ¿Por qué están ocupando el trono dado que muy baratitos no salen? Claro, aunque sólo sea una persona la que se declare legal y penalmente irresponsable, queda de ese modo sentado que es una sociedad de castas, jamás será una sociedad democrática. Democracia y monarquía etimológicamente son tan irreconciliables como paz y guerra.

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