Por: Martín Guevara
Los nacionalismos, que conforman una maniobra burda de distracción clásica de los Gobiernos cuando están apretados por algún costado, no dejan de sorprendernos, sin embargo, con su capacidad intacta para arrastrar a tanta tropa despistada, aun siendo tan obvios y previsibles.
El caso que me ocupa ahora no es ni siquiera si Cataluña será independiente o no, sino que los medios de comunicación y los comunicadores a nivel nacional no sucumban cautivos de esa permanente estratagema de distracción, por otro lado, tan elemental, escamoteándonos durante horas lo más substancioso de la actualidad en pos del manido recurso.
Argentina tiene sus Malvinas, Cuba su Estados Unidos y su Guantánamo, los nazis a los judíos, los judíos a sus palestinos, los comunistas a sus gusanos. Los Estados Unidos tuvieron a su URSS y ahora a sus árabes, los árabes a sus Estados Unidos, España su Gibraltar y su Magreb para echar mano de ellos cuando se precise. Y Cataluña tiene al demonio español.
El colmo es que quienes lideran la campaña de independentismo han dilapidado el dinero y los derechos en Cataluña. En este sentido el Partido Nacionalista Vasco (PNV) tiene muchísima más autoridad moral para hacer un planteo del estilo, pero: ¿desde el púlpito de los Pujol, de los Mas e incluso desde el de los Durán i Lleida? ¡Hombre!
Les importa un bledo la independencia, más bien trabajan para neutralizar los efectos de los desmanes de las propias políticas y de los propios actos de rapiña del dinero público.
Por otro lado, en el momento en que Europa busca dotarse de una identidad entre todos sus Estados miembros pensar en atomizarse unilateralmente es desde todo ángulo brutal; siempre que entendamos que una eventual independencia incluye todo el espectro del término “in-dependiente”. Que Cataluña pase a ser tratada como un Estado ajeno a España y a Europa, sin productos ni servicios subvencionados, sin proteccionismo ni ventajas comerciales. O sea, si al Estado español le publican a mejor precio en Túnez, se le encarguen publicar los textos escolares a Túnez.
Sin contar con las dudosísimas ventajas de quedar fuera de Europa.
Además, habría que ver el tiempo que les lleva ponerse de acuerdo en los términos político-económicos que tendría la flamante sociedad independiente. No es la misma visión la de la derechista Convergencia y Unión (CIU) que la de la izquierdista ER, que la de los partidos nacionales españoles también dispares entre sí, la de Ciudadanos o la de los grupos afines a la formación Podemos.
Eso sí, hay que preguntarse por qué tanta gente se hace nacionalista cuando un tipo como Mariano Rajoy gobierna desde su agresividad anticatalana, en la época de oposición con Ángel Acebes y Eduardo Zaplana y, luego en el Gobierno, con su pasividad total con respecto de la problemática en Cataluña. Claro que genera desafección ¡Hasta en la provincia de León hay grupos y sensibilidades que quieren perderse de vista de Rajoy al precio que sea!
He ahí la posibilidad de la importancia histórica de los nuevos partidos afectos al sistema de libertades individuales, económicas, de incentivo al emprendimiento, de abrir el juego del capitalismo para todos y no para un grupo de amiguetes, como lo practica el Partido Popular de reminiscencias franquistas, y con una idea de nación mucho más conveniente para todos que nuestras antiguas y ya anquilosadas rémoras conceptuales al respecto.