Acerca de la Conadep de la Corrupción

Un amigo me contó, medio en secreto, que hace poco envió un e-mail al despacho del senador Carlos Menem para ver la posibilidad de reunirse con él. El manual de corrección política indica que si esta hipótesis se plantea en público hay que permanecer indiferente o bien desmarcarse del asunto ya que Menem es una figura pública tan desgastada como desprestigiada. Menem, quien tenía el teléfono directo del Presidente de Estados Unidos, un hombre sobre el que Madonna dijo “su magia funcionó sobre mí”, que fue electo dos veces en su cargo, hoy es utilizado como una chicana política. Tampoco es menor el detalle que por decir esto pueda parecer que uno es menemista.

La historia que sigue al regreso de la democracia no encuentra tantos presidentes -sin contar, claro “la semana de los 5 Presidentes”-, ni gobernadores. Por un lado porque hubo muchos que fueron reelectos, cuando no perpetuados, y por el otro porque 30 años es muy poco tiempo aún. Ha sido muy corta la vida de nuestra democracia y quizás por eso no se pudo construir algunos espacios vitales dentro de nuestra vida democrática, uno de esos espacios es el lugar del prestigio y otro también el del respeto a quien ocupó por voto democrático la silla de Presidente.

Hace unas semanas el espacio UNEN planteó la necesidad de crear una Conadep de la corrupción. Un anuncio audaz pero que sugiere rápidamente dos cosas:

1- Que ellos son buenos y los otros son corruptos/malos y 2- Que en lugar de apelar al correcto funcionamiento de la justicia se deba crear una comisión que se dedique a investigar funcionarios de la gestión anterior con todo lo que ello implica, televisación, campañas de desprestigio y agresiones, ¿o acaso imaginamos el funcionamiento de esta Conadep como una merienda de señoras inglesas?

Así y todo, el principal problema de esta receta mágica, que pareciera ser lo único que mantiene la cohesión en UNEN, es que insiste en la lógica de la destrucción del otro, de la venganza, de la revancha, de la persecución, ¿o no existe la posibilidad de que se persiga a inocentes?, por otro lado, es extrapolar el funcionamiento de una comisión que por su peso específico fue pensada y llevada adelante por las especificidades del contexto histórico de la década del 80.

La vida democrática tiene una fórmula sensacional para combatir la corrupción, que es no siendo corrupto, y no invadiendo a la justicia para que si debe investigar pueda hacerlo.

No quiero imaginar un show mediático montado al servicio de perseguir a la presidente Cristina Fernández de Kirchner y sus funcionarios. Me parece que seguiría alimentando la cultura de la exageración, de que todo lo que hacemos tiene que ser grande, gigante, ampuloso. Me gustaría una cultura democrática que se dedique un poco más a exaltar a los que hacen las cosas bien, que escuche a sus mayores, más me gustaría que en 2016, sea quien sea presidente, esa persona tome el timón de la paz y diseñe fórmulas para nuestra generación, pensadas para nuestro tiempo y en base a nuestros problemas.

No me gustaría que en 10 años un amigo me cuente, medio en secreto, que le mandó un mail a la senadora Cristina Fernández para juntarse a charlar con ella y le cuente cómo fue ser Presidente de Argentina tanto tiempo, por qué tomó las decisiones que tomó y por qué no tomó las que no tomó. Con más ganas de escucharla que de juzgarla.

La huella kirchnerista y el relativo final de ciclo

El domingo la ciudadanía eligió a los candidatos para las elecciones generales de octubre y sobre esto se está escribiendo mucho. Todo lo que he leído hasta hoy se vincula a si termina el ciclo o no, a si Cristina seguirá siendo Presidente reformando la Constitución o no y si pierde o gana un diputado más o menos. No es parte de mi intención indagar sobre eso, sí sobre algo que no necesariamente es más profundo pero sí prescinde del análisis electoralista.

En Le Monde Diplomatique de julio se publica una encuesta de la consultora Ibarómetro sobre “ideología” en general y de la clase media en particular. En los números de la estudio se muestra que la clase media tiene tendencias más progresistas que la sociedad en su conjunto. De esta manera se expone que un 57,5% cree que es mejor estar asociados a países latinoamericanos antes que a Norteamérica y Europa, los cuales ostentan un 21,5% de adhesión; también que un 53% frente a un 31,5% cree que la democracia existe para garantizar la igualdad antes que la libertad; y un abrumador 69,1% frente a un marginal 13,7% cree que el Estado debe intervenir mucho en la economía.

Continuar leyendo

Un presidente mudo

Hace unas semanas un amigo me contó que tuvo un sueño extraño: que teníamos un presidente mudo. Un presidente mudo a quien no le quedaba otra opción más que trabajar mucho, lo suficiente, para que su trabajo “hable” por él. Mi amigo es descendiente de surcoreanos, lo cual me hizo recordar accidentalmente al prestigioso director de cine surcoreano Kim Ki Duk y su película Hierro 3, que a pesar de tener sonido no tiene diálogos. Nadie habla en ella y aun así nos mantiene atentos ante lo que pueda suceder en cada escena.

Me pareció una hipótesis maravillosa para pensar sobre qué calidades se supone que debe revestir un líder para ser representativo del pueblo y, más específico aún, qué condiciones se supone que debe revestir un Presidente de la Nación para poder ser un buen presidente.

Tampoco pude evitar pensar sobre nuestra presidente, quien en 2011 hizo un uso inteligente de las cadenas nacionales para conectarse directamente con la sociedad, pero que en 2012 abusó tanto de ellas que produjo un masivo hartazgo que se evidenció en distintas convocatorias de protesta. Este fenómeno estalló cuando el 3 de septiembre la utilizó por vez 17ª en lo que iba del año, acumulando 15 horas, que en el último caso fue para anunciar, en horario central televisivo, que Argentina era una de las potencias exportadoras de aerosoles y alguna cosa más. Produjo tanta aversión que se marcó un antes y un después en su comunicación. En ese momento empezó a mudar su comunicación hacia las redes sociales, poniendo énfasis en Twitter, desde donde comenzó a marcar el ritmo con una impronta personal y minimalista con declaraciones potentes. Subía 7 u 8 twitts por día que la conectaba directamente con sus 2 millones de seguidores, y que a su vez eran noticia en los principales medios nacionales. Pero como todo… volvió a abusar y ahora hay días en que sube hasta más de 40 twitts. Y logró algo mucho peor que lo sucedido con la cadena nacional: se volvió intrascendente.

Más allá de cuánto escriba o hable la presidente en redes sociales o por cadena nacional, es necesario pensar sobre cuánto necesitamos líderes que estén inundándonos cotidianamente con su presencia en lugar de su trabajo. No subestimo la importancia del carisma y la empatía que pueda tener un líder respecto del sentir y pensar del pueblo, de hecho es muy importante para la representación colectiva, pero los buenos líderes no necesariamente son buenos presidentes.

A su vez no tengo ningún sustento fáctico más que la propia experiencia y cierta intuición, pero tiendo a creer que nuestra sociedad descree cada vez más de la palabra de los políticos -en algo que le debe suceder a la mayoría de las sociedades del mundo-. Así entonces recupera cierta jerarquía la importancia de hacer y resolver problemas. Gestionar, pero gestionar para recuperar la palabra.

Recientemente en una entrevista brindada a La Nación, Daron Acemoglu, uno de los economistas más citados en el mundo y autor del célebre libro Por qué fracasan los países, criticó la noción de “líderes fuertes”, diciendo que los países ricos como Argentina cuando retrocedieron fue porque sus líderes además de practicar una mala redistribución de ingresos también se han ocupado por destruir paulatinamente la institucionalidad en pos de instalar su nombre para trascender en la historia, lo que los sitúa por sobre la resolución de los problemas del país. Acemoglu cierra diciendo: “Creo que los argentinos deberían rezar por un presidente cuyo nombre fuera totalmente olvidable”.

Esto implica pensar la idea de “liderazgo fuerte” y lo que para nosotros significa culturalmente. En mi caso creo que está atada inevitablemente al grito, y también a la noción de personas que nos dan grandes explicaciones sobre cualquier cosa. Que amontonan gente en actos y que poco se interesan por lo simple. De hecho, el mejor Kirchner es el que menos preocupado estaba por la comunicación y el peor Kirchner es el que empezó a preocuparse por qué titulaban los medios de comunicación.

Liderazgo débil, en tanto aptitud para el diálogo, escucha y tolerancia de críticas, preocuparse porque un Gobierno funcione, y posea una actitud democrática en su relación con otras fuerzas políticas y la no persecución ideológica constante del que piensa fuera del orden mayoritario.

En Argentina hay algunos ejemplos que permiten esperanzarse con que quizás podamos tener un presidente que hable poco y haga lo que tenga que hacer para que las cosas funcionen. Quizás el sueño de mi amigo, cual película de Kim Ki Duk, sea posible.

La Cámpora, una juventud arruinada

La página oficial de La Cámpora cuenta con un nuevo blog llamado “La Patria es el voto”, en alusión a su anterior eslogan “La Patria es el otro” y, por otro parte, como una crítica sarcástica contra la Corte Suprema. En el blog han publicado una serie de folletos digitales con los que se proponen argumentar a favor de la confrontación y el conflicto. De esta manera citan a San Martín, Monteagudo, Evita, Mariano Moreno y la mismísima Declaración de la Independencia y qué hubiera sucedido si en lugar de tener un lenguaje confrontativo hubieran elegido un contenido “sin conflicto”. Y por último en lo que podría ser casi una tomada de pelo, nos dicen que cuando alguien diga que se puede hacer política sin conflicto lo confrontemos con la realidad. Unos  magos.

monteagudo

La primera reacción es previsible: sonreír y creer que “un poco de razón tienen”. Es evidente que la campaña es creativa, audaz e inteligente. Sin embargo, lo creativo o ingenioso de una presentación no la vuelve cierta, ni verdadera o suficiente. Asumieron una estrategia para relativizar cosas importantes, construyendo estéticamente alrededor del grito y la irracionalidad valores más importantes que la tranquilidad, la reflexión o la mismísima capacidad para resolver problemas.

Continuar leyendo

Partidización de la impunidad

Tal vez una de las más poéticas introducciones de la filosofía del derecho haya sido escrita por Hans Kelsen -autor con el que la presidente Cristina Fernández de Kirchner alguna vez dijo sentirse identificada- en su libro ¿Qué es la Justicia?. Kelsen traza un paralelo con el pasaje bíblico en el que Jesucristo se encuentra con Poncio Pilato y cuenta que viene a dar “testimonio de la verdad”, a lo que Pilatos pregunta “¿qué es la verdad?”, de la que se deriva la inevitable pregunta “¿qué es la justicia?”.

Continuar leyendo