La sorpresa del resultado de las elecciones del 25 de octubre dio lugar a una misma pregunta: ¿cómo fue posible que Cambiemos se quedara con la provincia de Buenos Aires, luego de haberse quedado con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y que tenga grandes posibilidades de triunfar en las elecciones nacionales? Las respuestas ensayadas fueron múltiples y en general hacen referencia al hartazgo del modelo kirchnerista, pero sin que las personas terminen de comprender por qué el país llegó a una situación extrema, por qué es necesario un cambio y en qué consiste ese cambio.
Por parte del oficialismo las respuestas destilaron la misma soberbia, resentimiento, ninguneo e ironía que caracterizaron a los últimos años de Gobierno. El ala más dura, sin preocuparse en lo más mínimo por conocer estas razones e intentar revertir la situación, se dio el lujo de boicotear ridículamente a su propio candidato. En medio de la estampida apareció la verdad del relato: los últimos negocios, los últimos cargos a crear y cubrir con militantes, los últimos nombramientos de jueces y fiscales adictos. Infundir temor para quedarse en el poder.
Sin perjuicio de lo dicho, es posible responder aquella pregunta inicial desde otra perspectiva. No todo es casualidad, aprovechamiento de la coyuntura, gestión municipal o globo de color. La responsabilidad de los males que debilitan a nuestra república y sus instituciones no corresponde únicamente al Gobierno de la última década y a su populismo chavista. Tampoco “el cambio” que se anuncia es fruto del marketing vacío, como alegremente se dice. Existen explicaciones de fondo, ideas y construcciones teóricas desarrolladas durante 15 años y llevadas silenciosamente a la práctica en la ciudad de Buenos Aires. Ideas en acción. Continuar leyendo