La sorpresa del resultado de las elecciones del 25 de octubre dio lugar a una misma pregunta: ¿cómo fue posible que Cambiemos se quedara con la provincia de Buenos Aires, luego de haberse quedado con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y que tenga grandes posibilidades de triunfar en las elecciones nacionales? Las respuestas ensayadas fueron múltiples y en general hacen referencia al hartazgo del modelo kirchnerista, pero sin que las personas terminen de comprender por qué el país llegó a una situación extrema, por qué es necesario un cambio y en qué consiste ese cambio.
Por parte del oficialismo las respuestas destilaron la misma soberbia, resentimiento, ninguneo e ironía que caracterizaron a los últimos años de Gobierno. El ala más dura, sin preocuparse en lo más mínimo por conocer estas razones e intentar revertir la situación, se dio el lujo de boicotear ridículamente a su propio candidato. En medio de la estampida apareció la verdad del relato: los últimos negocios, los últimos cargos a crear y cubrir con militantes, los últimos nombramientos de jueces y fiscales adictos. Infundir temor para quedarse en el poder.
Sin perjuicio de lo dicho, es posible responder aquella pregunta inicial desde otra perspectiva. No todo es casualidad, aprovechamiento de la coyuntura, gestión municipal o globo de color. La responsabilidad de los males que debilitan a nuestra república y sus instituciones no corresponde únicamente al Gobierno de la última década y a su populismo chavista. Tampoco “el cambio” que se anuncia es fruto del marketing vacío, como alegremente se dice. Existen explicaciones de fondo, ideas y construcciones teóricas desarrolladas durante 15 años y llevadas silenciosamente a la práctica en la ciudad de Buenos Aires. Ideas en acción.
Personalmente, como parte de esa construcción, he volcado en una serie de ensayos reunidos bajo el nombre de 19 motivos (Planeta) algunas de las ideas que sustentan el cambio del que tanto se habla y sorprende, y que considero que debemos llevar adelante los argentinos para poder vivir mejor.
En primer lugar, comparto una profunda y aguda crítica sobre la orientación y la actualidad de distintos temas que hacen al presente y el futuro de los argentinos. Entre ellos: el uso de lo público para satisfacer intereses de la política y sus amigos; la imposición de tener que vivir de disputas ideológicas del pasado; el desprecio por la ley y las reglas de juego; la manipulación de la Justicia; el conflicto y la confrontación como lo propio de lo político y la democracia; la justificación de la mentira y la corrupción; la transformación de la república y sus instituciones en un régimen populista-chavista.
En segundo lugar, hago una crítica o un llamado de atención a quienes abandonamos lo público, delegamos en otros la construcción del entorno, el contexto y las circunstancias que determinarán nuestra existencia y el tipo de vida que podremos desarrollar. Involucrarse y participar es la única manera de que nuestras construcciones personales se sustenten en bases sólidas y no en arena movediza. Los otros somos nosotros.
Finalmente, enuncio las bases de una propuesta política de cambio para la Argentina del siglo XXI. Una alternativa diferente a la oferta política tradicional y al modelo de país vigente en las últimas décadas. Una propuesta abierta y centrada en las personas, que ponga el Estado a su servicio, que mire al futuro, que se sustente en el diálogo, el respeto a los demás y la pasión por el hacer, pero, sobre todo, en valores, principios, formas y respeto de la Constitución y sus instituciones republicanas.
El problema no son las instituciones. Somos nosotros. El país es maravilloso. Despertemos, dejemos de mirar para el costado, asumamos la ciudadanía, involucrémonos en lo público. Construyamos bases sólidas que nos permitan pisar en firme y sacar adelante el país. Pero primero cambiemos nosotros si queremos cambiar el modelo. Reinventemos la república.