Así como no hay dos casas iguales, no hay dos barrios iguales, cada uno tiene su identidad. Como recita el tango, Los cien barrios porteños, “cada uno me trae un recuerdo, cada uno me da una emoción”. Son estas características particulares de cada barrio lo que le dan ese sentido único a cada pequeña porción de la ciudad, que muchas veces está organizada en torno a valores, tradiciones y hasta creencias en común.
Cada barrio posee una identidad propia, dada pura y exclusivamente por quienes allí habitan, fruto de la gran diversidad cultural que tenemos. Cada uno nos cuenta una historia diferente acerca de quienes lo frecuentan o frecuentaron. Los atributos que hacen única a una zona son lo que la vuelve atractiva. San Telmo es un buen ejemplo de esto. Originalmente un barrio donde se asentaron las primeras familias patricias en grandes casas, que luego, a medida que la ciudad creció hacia el norte, fueron albergue de numerosas familias de trabajadores y una gran cantidad de inmigrantes, que dieron lugar a los conventillos. Allí comenzaron a escucharse las primeras murgas, símbolo de liberación y libertad, expresión de la variedad y mezcla de culturas que le dio vida a la zona sur de la ciudad.