Debate de sordos

Lo más trascendente que parece haber dejado el debate es la poca voluntad para escucharse que exhibieron los candidatos. Cada uno con una estrategia bien estudiada, salieron al ruedo a expresar lo suyo, sin reparar en nada más. No pareció importarles el debate en sí, ni que la sociedad se quedara sin poder conocer sus propuestas. Ninguno contestó las preguntas de su oponente. Daba la sensación de que ni las escuchaban y, si lo hacían, se esforzaban por sobreactuar que no las iban a contestar. Tal lo sucedido verbigracia sobre el final, cuando Mauricio Macri le preguntó a Daniel Scioli qué actitud iba a tomar respecto del memorándum con Irán, o con lo que está aconteciendo con la dictadura de Nicolás Maduro, y este le respondió con otra pregunta sobre los derechos humanos. Diálogo de sordos.

Ciertamente, llegaban uno y otro en situaciones y con necesidades bien diferenciadas. Scioli esperando el milagro que lo volviera a posicionar, Macri con la intención de tan sólo transcurrir el compromiso. En ese escenario, el ganador por lejos resultó Mauricio Macri. El lenguaje corporal de los candidatos durante el debate, y sobre todo al inicio y al final, fue más que elocuente al respecto. Un Scioli tenso y nervioso al inicio, un Macri exultante y merecedor del beso y abrazo de su mujer sobre el final. El campeón había retenido la corona. El retador hizo lo que pudo, pero, como sucede en el mundo del boxeo, sólo con un knock out hubiese salido victorioso. Demasiado pretensioso para un candidato que hasta en el debate mismo llegó a negar a sus colaboradores de “esquina”. Continuar leyendo

Preservemos al Presidente del ídolo

A las puertas de un nuevo Gobierno, florece todo el entusiasmo y la esperanza de un futuro mejor. Mucho más cuando finaliza una administración que se caracterizó por dividir a los argentinos entre “ellos” y “nosotros”. División por cierto nada inocente si tenemos en cuenta que los derechos y las prerrogativas parecieron patrimonio exclusivo tan sólo de quienes se reconocían como integrantes del grupo correspondiente a los “nosotros”, donde todo parecía permitido o excusado.

Por el contrario, para quienes se encolumnaban en el grupo de los “ellos”, quedaban los retos, los gritos y las descalificaciones. Incluso existen denuncias por actos más graves y peligrosos, como espionaje, agresiones físicas y, por qué no decirlo, hasta muertes que al día de hoy no han sido esclarecidas.

Pareció cobrar vida aquella vieja publicidad que decía: “Pertenecer tiene sus privilegios”. Sobran nombres para retratar esta realidad. Hebe de Bonafini con sus Sueños Compartidos, Guillermo Moreno gritando “Acá no se vota” y ofreciendo guantes de boxeo a quien osara actuar conforme al derecho. Luis D’Elía tomando una comisaría, Amado Boudou justificando todas sus causas y sus falsos domicilios como simples casualidades. Leonardo Fariña contando con todo detalle por televisión cómo pesaban el dinero que se llevaban, para al otro día negarlo con total descaro, cual pieza de ficción. Del otro lado, quien tuviera el atrevimiento de cuestionar al Gobierno se exponía a la visita de algún inspector o a un escrache público. Cómo olvidar a aquel abuelo al que la Presidente tildó de “amarrete”, o cuando el titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos dio detalles de la situación impositiva de dirigentes de la oposición. Continuar leyendo

Tucumán fue el gran ariete

La elección del domingo tuvo varios ganadores y, por supuesto, importantes derrotados. Mauricio Macri, María Eugenia Vidal, el mismo Sergio Massa pueden adjudicarse diferentes triunfos. Del otro lado, Cristina Kirchner, Daniel Scioli y Aníbal Fernández encarnan claramente la cara de la derrota. Sin embargo, hubo un ganador que los ha trascendido a todos, y es quizás el gran responsable del triunfo de quienes a la postre resultaron victoriosos. Esta vez no fueron los estrategas, ni los grandes analistas, mucho menos las encuestas, quienes definieron la elección.

El responsable del resultado del domingo se llama Tucumán. La resistencia estoica del pueblo tucumano al fraude electoral en su provincia, puesta de manifiesto en todos esos días y sus noches de autoconvocatoria en la plaza Independencia, fue la bisagra que marcó un antes y un después en el control del escrutinio. Lamentablemente, no les alcanzó a los hermanos tucumanos para evitar lo sucedido en aquella elección a gobernador de su provincia. Se podría decir que sufrir ese resultado fue el costo que hubo —en rigor, que tuvieron— que pagar para que no se continuara con la cultura del fraude que marcó la mecánica del sufragio en todos estos últimos años en nuestro país. Continuar leyendo

Falló la apuesta a la polarización

Muchos ciudadanos llevan su apoyo a Mauricio Macri, convencidos que es la mejor opción para derrotar al kirchnerismo. Lo curioso es que, en lugar de tomar como adversario a quien representa al kirchnerismo, Daniel Scioli, direccionan sus embates contra su contendiente dentro del mismo espacio opositor, Sergio Massa. En una posición similar, los seguidores de Sergio Massa privilegian sus críticas a Mauricio Macri, en lugar de dirigirlas a Daniel Scioli. Ambos, Mauricio Macri y Sergio Massa, quieren derrotar a Daniel Scioli. Sin embargo, en lugar de trabajar en ello, parecerían mucho más ocupados en derrotarse entre sí. Seguramente esta conducta obedece a la incapacidad que han tenido en su oportunidad para unir fuerzas, o en todo caso para dirimir con inteligencia su propia interna dentro del espectro del espacio opositor. Con esta postura, el único que se beneficia es el candidato a quien quieren derrotar.

Es una verdad de Perogrullo afirmar que el 60% de la población no quiere más kirchnerismo, si ese 60% no se encuentra unido. En rigor, tal cual está planteada la situación, resulta más adecuado afirmar que un treinta y pico por ciento de la población apoya al candidato kirchnerista, un veintipico a un sector de la oposición y otro veintipico a otro sector de la oposición. De esta forma, no resulta muy difícil advertir cómo cambia la ecuación. Ya no existe un 60% contra un treinta y pico, sino que manda este treinta y pico por sobre los otros dos veintipico. Si pudiéramos parafrasear al presidente Bill Clinton, diríamos: “Es la polarización, estúpido”. Exactamente, lo que falló fue la apuesta a la polarización que se buscó desde un sector de la oposición. Lamentablemente, a esta altura de los acontecimientos, a días del acto eleccionario, todavía sigue sin comprenderse cómo funciona o cómo se compone ese mosaico opositor.

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