Muchos ciudadanos llevan su apoyo a Mauricio Macri, convencidos que es la mejor opción para derrotar al kirchnerismo. Lo curioso es que, en lugar de tomar como adversario a quien representa al kirchnerismo, Daniel Scioli, direccionan sus embates contra su contendiente dentro del mismo espacio opositor, Sergio Massa. En una posición similar, los seguidores de Sergio Massa privilegian sus críticas a Mauricio Macri, en lugar de dirigirlas a Daniel Scioli. Ambos, Mauricio Macri y Sergio Massa, quieren derrotar a Daniel Scioli. Sin embargo, en lugar de trabajar en ello, parecerían mucho más ocupados en derrotarse entre sí. Seguramente esta conducta obedece a la incapacidad que han tenido en su oportunidad para unir fuerzas, o en todo caso para dirimir con inteligencia su propia interna dentro del espectro del espacio opositor. Con esta postura, el único que se beneficia es el candidato a quien quieren derrotar.
Es una verdad de Perogrullo afirmar que el 60% de la población no quiere más kirchnerismo, si ese 60% no se encuentra unido. En rigor, tal cual está planteada la situación, resulta más adecuado afirmar que un treinta y pico por ciento de la población apoya al candidato kirchnerista, un veintipico a un sector de la oposición y otro veintipico a otro sector de la oposición. De esta forma, no resulta muy difícil advertir cómo cambia la ecuación. Ya no existe un 60% contra un treinta y pico, sino que manda este treinta y pico por sobre los otros dos veintipico. Si pudiéramos parafrasear al presidente Bill Clinton, diríamos: “Es la polarización, estúpido”. Exactamente, lo que falló fue la apuesta a la polarización que se buscó desde un sector de la oposición. Lamentablemente, a esta altura de los acontecimientos, a días del acto eleccionario, todavía sigue sin comprenderse cómo funciona o cómo se compone ese mosaico opositor.
De nada sirve que los candidatos opositores a Scioli busquen llegar al ballotage, si entre ellos mismos se sienten opositores. Mauricio Macri busca denodadamente llegar al ballotage, aun cuando los números parecerían no favorecerlo en esa instancia, frente al candidato Scioli. Sergio Massa también intenta con el mismo ímpetu llegar a esa instancia, pero con una realidad distinta: si bien los números parecen favorecerlo —a diferencia de lo que sucede con Macri— en un ballotage frente a Scioli, tiene mucho más complicado que Macri el camino para llegar a esa segunda vuelta. Una vez más, en ambos escenarios, el que sigue erigiéndose victorioso es el candidato a quien quieren derrotar, Daniel Scioli. En un caso, le ganaría el ballotage a Macri; en el otro, descansaría tranquilo, porque a Massa le cuesta más llegar al ballotage.
Lo sucedido en las PASO debería haberles servido de lección a estos dos candidatos que representan al 60% del electorado, para entender que por separado son tan sólo dos minorías que no alcanzan para cumplir el objetivo; y como sucede con la perinola, jugando de esta forma, la bolilla que sale es “Todos pierden”. Nada cambió: el electorado opositor tiene la misma composición. No resultaría inteligente seguir buscando una polarización automática que ya se demostró que no existe. Los candidatos siguen sin entender.
Quizás, debamos ser los electores quienes, una vez más, mostremos el camino. Ya no se trata de si me gusta más un candidato u otro. Se trata de si queremos derrotar al kirchnerismo o no. Las dos opciones para quienes nos sentimos parte del espacio opositor están sobre la mesa. Un candidato tiene más fácil el camino para llegar al ballotage y el otro tiene más oportunidad de ganar si efectivamente llega el ballotage. Está en cada uno de nosotros elegir cuál de las dos opciones preferimos arriesgar en pos de derrotar al kirchnerismo. Si se trata de llegar al ballotage o se trata de asegurar el triunfo en el ballotage. Como toda elección, conlleva un riesgo. Que llegue al ballotage y no gane, o que no llegue quien tiene más chances de ganar. Es nuestro turno de tirar la perinola. No es tiempo de tibios, sólo de reflexión. En todo caso, lo único no permitido es tirar con miedo. El destino está en nuestras manos y depende de nuestra decisión. Elegí si preferís apostar a asegurar llegar, o si preferís apostar a asegurar ganar. Vos tirás.