Crimen y psiquis

“Hombre acusado de tortura sexual a hombres. Mujer que da a luz a bebé prematuro en bañera de motel. Hombre de Aventura mata a novia y luego se suicida. Pederasta convicto fingía ser un abogado de prisiones”.

Los anteriores son titulares del diario publicados en un solo día, el pasado miércoles. ¿Sera que en una sociedad como la nuestra, en la que hay seguridad decente para los ciudadanos, y sostenibilidad para sus habitantes, predominan estos crímenes aislados? Seguramente. O probablemente en otras sociedades menos organizadas también los haya, pero como existe tanto problema general, como atracos, robos, asaltos a mano armada, hambre y conflictos, entonces los crímenes “domésticos” (por llamar así a los que no afectan al colectivo directamente) no son visibles. Por alguna razón nuestra sociedad, que clama por la igualdad, y que comparada a otras lo hace muy bien, se ha llenado de intolerantes.

Me encontré un artículo publicado por la NBC que me dejo fría. En Estados Unidos existen unos 939 grupos de odio. Un incremento del 56 por ciento desde el año 2000. Y según reporta el artículo que basa sus estadísticas en el Southern Poverty Law Center, muchos de estos grupos surgieron en respuesta a la elección del Presidente Barack Obama (primer presidente negro de los Estados Unidos) y la crisis económica. Los crímenes de odio o hate crimes, son los basados en intolerancia a alguna minoría o diferencia sexual, racial, de religión, étnica, o ideológica y otros. El reportaje de la NBC fue emitido a raíz del ataque mortal que perpetró un supremacista blanco, con historial antisemita, en Kansas la pasada semana.

Lo grave es que la intolerancia no queda ahí, ya que un crimen no es solo de odio, sino con odio y por odio. Que existan 939, o más grupos, que comentan crímenes por no aguantar las diferencias del otro y que ello conlleve a la ofensa a un grupo en particular, difiere de delincuentes aislados que desafortunadamente creen en “matar a su pareja, o violar y torturar personas, o entrar a un lugar público a disparar” entre otros muchos crímenes que nos dejan con la boca abierta porque parecen sacados de una película de terror. Hay un factor común que es el desbalance psíquico de muchos, que no necesariamente es lo mismo que el desbalance psiquiátrico. Claramente no todos los criminales están locos, pero muchos sí podrían estar desbalanceados mentalmente. He de ahí que a psicópatas los puedan juzgar bajo la ley de un país como completamente cuerdos. Puntos claramente debatibles para muchos y tema de investigación para los criminólogos.

La intolerancia, ya sea manifestada en crímenes de odio, o crímenes de otra índole, es la base de la cadena de dolor que éstos generan. Las autoridades invitan que como comunidad denunciemos cualquier sospecha de intolerancia. La página web del FBI recomienda denunciar. Solo de esta manera venceremos como comunidad y como sociedad, mientras que la empresa privada y las entidades públicas logran ajustar el sistema de salud mental de los Estados Unidos, que desafortunadamente, se encuentra quebrantado: es caro, no es de fácil acceso en la mayoría del país, y tiene un problema “de actitud”. ¿Cuántas de las personas que dicen tener depresión que conocemos buscan ayuda?

Una nueva tragedia evitable

Es desafortunado. Qué sinsabor tan grande tener que escribir nuevamente de un tiroteo de esos que ocurren “al azar”. Perpetuados por alguna persona que de pronto padece de: desequilibrio mental, depresión, ansiedad, frustración o algo más… Pueden ser todas o algunas de las anteriores. Nunca se sabe. El arma que usó Iván López, el hombre que disparó dejando heridos a 16 y mató a dos personas en la base de Fort Hood, Texas, antes de quitarse la vida, la compró en el mismo lugar donde también lo hizo el mayor de la Armada y psiquiatra, Nidal Malik Hassan, cuando dejó sin vida a 13 personas en el año 2009.

La última columna en la que escribí referente al tema del control de armas en Estados Unidos se titulaba “¿Esperando el próximo tiroteo?”. Y fue hace 6 meses. Pedía más control a la industria de la compra y venta de armas. Pero era predecible, no había que ser adivino, ocurrió otra vez, otro tiroteo en el que se pierden vidas inocentes. Y no se ha hecho nada para evitarlos. Nada.

Sé que si leen estas líneas saldrán muchos lectores diciendo (ojalá de manera respetuosa) que las armas no se las pueden quitar al pueblo norteamericano… que la Constitución… que si el Estado se toma a la gente… que si se mete un ladrón en casa…. que si deben actuar en defensa propia… que si deben tener derecho a hacer lo que les venga en gana.

Lo que está matando a los estadounidenses en tiroteos de estos, de película, inesperados, en lugares considerados seguros, es la capacidad no regulada de adquirir armas fácilmente. El dinero mueve al país y la Asociación Nacional del Rifle financia con sus billones a los políticos que no pueden soltar la alianza con el donante, aunque a veces eso este por encima de la ley de la lógica de cualquier otro país desarrollado. Y que el dinero sea lo que mueve al país está lejos de acabar. Esta semana la Corte Suprema falló a favor de que no haya regulación en las donaciones personales a las campañas, dejando así que los intereses de los que más tienen de una u otra forma cobren más protagonismo.

Mientras se sigan vendiendo las armas desmesuradamente, hasta a personas que están siendo tratadas por depresión u otros problemas mentales, y no precisamente las armas para cacería, estamos lejos de poder ofrecer seguridad básica a los ciudadanos.

Y repito: ¿cuántas vidas más? Si después de que murieron una veintena de niños en la escuela Sandy Hook no se hizo nada al respecto, ¿cómo creer que alguien tenga los pantalones para hacer algo ahora? El país se encuentra dividido. Según la última encuesta general de percepción del Pew Research Center publicada en marzo de este año, un 49 por ciento de la generación del Milenio (nacidos en los 80 y los 90) dice que se debe controlar la posesión de armas, entre la generación Silent (nacidos entre los años 20 y los 40) un 51 por ciento está de acuerdo, y entre los boomers (entre 1945 y los 60) un 45% y de la generación X (de los 60 a los 80) un 48% piden más control.

Hay un gran componente histórico en cada generación. Pero, ¿tendrán que morir más niños, o militares, o civiles? Es triste decirlo, pero como último recurso será que se necesita que se unan empresarios a favor de la regulación de las armas y combatan con dólares y propaganda al dinero que hay detrás de la industria en donaciones de campañas. Al parecer para muchos vale más la plata que la vida.

La transición del mundo gay

Seis parejas del mismo sexo han establecido una demanda en la corte de Miami Dade, porque piden poder casarse en la Florida. Auguro que muy pronto les será posible. Recuerdo claramente cuando tenía 18 años recién cumplidos y llegué a vivir a Miami Beach. Al bajar el McArthur Causeway se abrió el mundo ante mis ojos. Viajé el día después de mi grado de bachiller a estudiar periodismo en los Estados Unidos. Venía de Cartagena De Indias con la cara hinchada de tanto llorar por dejar a mi familia y a la sociedad en la que vivía bajo principios tradicionales de nuestra Latinoamérica. Miami Beach en ese momento para mí, era un mundo de colores que activaba fácilmente mi curiosidad por explorar su diversidad. Era y es simplemente fantástico. La tierra de la libertad. En ese momento, contraste, Cartagena era un lugar conservador y cerrado, poco atractivo para una “periodista del futuro”. 

En Miami encontré mucha diversidad: gente de todo tipo y cultura, raza, modo de vivir y orientación sexual. Para mí, toda una novedad a la que me adapté rápidamente. Después de tomar una clase de feminismo en la universidad, en la que para mi sorpresa, la mitad del curso eran lesbianas, entendí que cada cual debe elegir su modo de vivir siempre y cuando esté dentro de la ley de nuestra sociedad y no se haga daño a los otros. También entendí que ser feminista no es ser lesbiana, hoy día me considero una feminista. Debatir temas como los del matrimonio gay, por ejemplo, es sano y siempre será sano, si deja vivir en libertad a un grupo que elije tomar ese camino. Algunos piensan que se le puede hacer daño a nuestros niños por el hecho de que el concepto de matrimonio para la religión debe ser entre hombre y mujer, o porque se cree que no es ético estar con alguien del mismo sexo o porque daña la institución matrimonial. Creo que si dos seres se aman y se apoyan mutuamente, debería estar dentro del margen de la ley poderse beneficiar de vivir en sociedad, como toda pareja heterosexual.

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El tráfico humano

El descubrimiento de que una niña de 13 años estuviera trabajando como bailarina exótica en un popular club nocturno de Miami Beach ha puesto en la palestra pública varios problemas que si bien no son nuevos, no han llamado la atención a través de los años. El tráfico de menores, la prostitución, los empresarios de vista gorda, y los conflictos emocionales de los niños y jóvenes son problemas existentes pero que por ratos en sociedades como la nuestra, llevadas por el consumo y el dinero, no salen a relucir con la fuerza que deberían. Se forma así un mundo clandestino, del que todos sin querer participamos de una u otra manera.

Al parecer, según reportes policiales, la niña habría bailado completamente desnuda en el club de striptease. El dueño del club dice desconocerlo y ha demandado a la ciudad de Miami Beach para que reabran su establecimiento. La niña se habría fugado de su casa y habría sido obligada a tener relaciones sexuales con adultos hasta que según los informes preliminares la madre la encontró y denunció los hechos a las autoridades.

Me contaba una experta en el 2013, cuando se publicaron exorbitantes cifras acerca del tráfico de menores en la Florida, que la gran mayoría de los casos son de niños que son convencidos por adultos de que se vayan con ellos para tener una vida mejor. La deficiencia emocional es tan grave que en algunos casos prefieren a un desconocido y por eso huyen de casa. No se los roban en la mayoría de los casos, en algunos no los obligan, en otros sí. Cada cual con su historia muy personal pero con un común denominador: el abuso.

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Una red de apoyo necesaria

Visitar Latinoamérica y sus zonas más pobres es una experiencia que aplasta el corazón, por esa miseria que parece sin límite. Pero también es una experiencia que fortalece el alma. Ver tanta pobreza y problemas sociales recuerda que en el mundo hay demasiado trabajo por hacer, y que sólo afrontando las realidades de vida del otro se logra. De nada sirve para algunos vivir dentro de una cápsula blindada, ignorando las realidades de los suyos. Cada vez que veo un niño sin zapatos, expuesto a mil enfermedades que entran por los pies, sin comida o sin vivienda, recuerdo una y otra vez que solo no aceptando la corrupción y con más oportunidades para todos se logra que nuestra Hispanoamérica sea menos desigual.

A la vez recuerdo que un país tan grandioso como Estados Unidos, siendo el modelo efectivo a seguir para los latinoamericanos, no puede retroceder en cuanto a su tasa de pobreza, que desafortunadamente desde 2004, y de acuerdo con cifras oficiales del censo, ha ido en ascenso y hoy se ubica en el 15%. Las tasas de pobreza en Latinoamérica son el doble y más. Un 27% de habitantes viven en la pobreza, cifras que oscilan desde, por ejemplo, un 32% del Ecuador hasta un exorbitante 67% en Honduras, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

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Algunos éxitos de la ley de salud

Hace unas semanas escribí una columna completamente decepcionada con el lanzamiento de la página web del llamado Obamacare, o ley de salud asequible, en la que critiqué el hecho de que la página haya sido lanzada estando casi inoperable para los usuarios. Por lo que hoy sabemos fue un bug o “insecto” en la programación de la misma y este ha sido reparado. Yo, que probablemente fui una de las periodistas en el sur de la Florida que brindaron más apoyo por medio de columnas de opinión luego de hacer reportajes objetivos acerca de la reforma de salud, publicando lo bueno, lo malo, lo posible y lo imposible del proyecto, desde el primer momento que se habló del tema acepto que no quedé contenta con el hecho de que la ley fuera aceptada por el Congreso con la cláusula de que hay que comprar el seguro de manera obligatoria a seguros privados. Y no necesariamente por la cláusula de obligación de compra, sino más bien porque muchas aseguradoras, por falta de regulación del gobierno, siempre terminan saliéndose con la suya para atracar el bolsillo del consumidor.

Entrevistando a médicos, políticos, expertos en salud pública, pacientes con seguro médico, afiliados al Medicare que temían perderlo como parte de la reforma, personas sin seguro, algunas que habían tenido que irse a la bancarrota por las cuentas médicas y otras que habían estado al borde de la muerte por no ir al médico, me di cuenta de que definitivamente el Obamacare era una reforma necesaria en una sociedad ultrajada por los costos médicos. Soy una fiel creyente en el hecho de que toda la sociedad debe tener acceso a la salud de manera integral, como parte de los impuestos que aportamos y siempre pensé que lo mejor era un plan de salud universal. Lamentablemente la ley, de la forma en la que fue planteada para obtener apoyo republicano, tenía la única salida de sobrevivir teniendo la medida obligatoria de compra a empresas privadas. Era una opción de cambio al catastrófico sistema de salud estadounidense en ese momento, y un paso positivo a lograr que más de 50 millones de estadounidenses quedaran asegurados.

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El control de las armas

Esta pasada semana se celebró en Cartagena, Colombia, la asamblea de la Interpol, en la cual se revelaron varios indicativos interesantes. Según estudios internacionales citados en el evento, hay más de 650 millones de armas en el mundo en poder de civiles. Uno de los indicativos que más me llamó la atención tiene que ver con la gran cantidad de armas que hay en posesión de civiles en Estados Unidos. Más de 270 millones. No me sorprende la cifra, porque en Estados Unidos es sumamente fácil adquirir un arma ya que la regulación de la industria va de poco a nada, y además es un derecho constitucional. Pero sí preocupan los 270 millones de armas en las calles cuando vemos casos como el del estudiante de la escuela en Nevada que le disparó esta semana a un profesor e hirió a dos estudiantes, y el hecho de que han podido ser más las víctimas. Las autoridades dicen que el estudiante tomó el arma de uno de sus padres, también dicen que no conocen los motivos del tiroteo.

¿Se necesita más control para adquirir un arma o hay fallas en el sistema de salud mental del país? Son numerosos los tiroteos que vemos en los años recientes, y se ha tornado una costumbre “macabra” escuchar de escuelas cerradas por la creencia de que hay un sujeto armado en la misma. Pero no sólo son escuelas, también son centros comerciales, eventos públicos, universidades, cualquier lugar puede ser el blanco de un arma en las manos equivocadas. Controlar el sistema de salud, o darse cuenta de quienes podrían hallar un arma y ser una amenaza a la sociedad es difícil, pero no imposible.

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Parece un país de locos

Si los líderes de una empresa privada –una como alguna de las insignias que hicieron de Estados Unidos la gran nación que ha sido a través de los años– llegaran a un punto en el cual no pudieran pagar las cuentas, por falta de un acuerdo entre ellos mismos, seguramente serían despedidos por la junta directiva de la empresa, o por sus dueños o accionistas. No pasarían más de tres días para que se tomara una medida de emergencia para pagar los compromisos de la empresa y no dejar de ganar dinero. No se pensaría ni dos veces en poder llegar al extremo de afectar la economía de la empresa. Porque como dijo el ex presidente Bill Clinton en su momento: “Es la economía, estúpido”.

Lástima que en el gobierno de Estados Unidos la política ha secuestrado hasta a la economía del país de la prosperidad económica, ese en el cual los sueños de todos se hacían realidad, hasta hace poco. La política, y no la política responsable ni cuerda, sino una política loca, racista y fanática sin escrúpulos ni coherencia, ha tomado a algunos gobernantes. La misma que liderada por congresistas a los que aunque analistas, premios Nobel, estudiosos y expertos le provean información para darse cuenta de que el país podría estar en un mejor rumbo, les provoca hacer lo que quieren y burlarse de sus jefes, los electores. Aprovechándose de que el gobierno de Estados Unidos es una noble democracia, y no una dictadura y de que creen que los electores tienen memoria corta y todavía falta un tanto para las elecciones.

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El dolor de los sirios

La situación que viven los sirios es catastrófica. Más de 1.400 personas muertas, entre ellas más de 400 niños indefensos, en lo que ya Estados Unidos y otros países han determinado que fue un ataque químico. Es desgarrador ver las fotografías y videos de cadáveres, personas en proceso de perder la vida, pieles quemadas, y lo que a mi criterio es la situación de abuso más deplorable que he visto en mucho tiempo de parte de la máxima autoridad de un país.

¿Cuál es la raya roja para una comunidad internacional cuando un dictador atenta contra civiles de su nación de la manera más cobarde y salvaje? En plena globalización es difícil ignorar lo que le pasa a otros países. Hoy con un solo clic, la información vuela a todos los rincones del planeta. Pero también es difícil asumir problemas de otros aunque la tragedia de los sirios sea una realidad sumamente dolorosa. Sobre todo para un país como Estados Unidos, que se vio sumergido en una guerra sin sentido que dejó en su camino a miles de vidas tanto de civiles como de soldados en Irak. Para muchos, Siria puede terminar en un Irak. Pero hay diferencias fundamentales. Para algunos, Siria debería terminar como Libia, es decir, ojalá con un desenlace similar.

Según informaciones del gobierno de Estados Unidos, el Ejército sirio duró tres días preparando el ataque de Damasco, en el cual se emplearon cohetes con material neurotóxico que fueron lanzados desde zonas controladas por el gobierno, según reportó la agencia AP. Luego bombardearon el lugar para eliminar cualquier tipo de prueba. A Bashar al Assad lo deberían capturar y juzgar como al peor de los criminales. Pero, claro, es fácil decirlo. Tiene todo un grupo de rebeldes contra su régimen que no han logrado nada. Se estima que más de 90.000 muertos ha dejado el conflicto sirio, y a esa cifra hay que sumarle estos 1.492 que ha reconocido Estados Unidos después del ataque con armas químicas.

Entiendo el escepticismo de muchos norteamericanos en referencia a un ataque militar. Más de la mitad del país no está de acuerdo con dicha intervención. Estados Unidos es un país que mantiene una guerra en Afganistán y que todavía paga el catastrófico error de haber invadido a Irak sin un motivo real. Sin embargo hay que tener en cuenta que, aunque muchos quieran comparar la administración del presidente Barack Obama en materia de defensa nacional con la de George W. Bush, sin duda hay diferencias abismales de política exterior entre uno y otro. La presidencia de Barack Obama se ha caracterizado por la efectividad para acabar con los mandos terroristas, sin tener que hacer una guerra. Según el presidente, no se piensa entrar a Siria con comandos de tierra y la campaña de ataque no será a largo plazo.

Algunos analistas aseguran que ni los mismos rebeldes creen que una intervención de Occidente pueda ser efectiva. También, tomar una decisión de hacer justicia en Siria pudiera ser peligroso para Estados Unidos, de hacerlo una vez más sin seguir los mecanismos de la ONU. La pregunta es: ¿qué puede ser peor? Tengo plena confianza que el presidente Barack Obama hará las cosas de la mejor manera. El dolor de los sirios es muy fuerte, creo que todos lo sentimos al ver las vidas perdidas con esas armas químicas que de por sí, de no hacerse justicia, pudieran llegar a más rincones de este planeta.

La cultura podrida de las armas

Un funcionario australiano acaba de dar declaraciones sumamente controversiales en referencia a la cultura de las armas en Estados Unidos. “EEUU ha elegido la vía de la política ilógica con respecto a las armas”, dijo el ex viceprimer ministro australiano Tim Fischer el pasado viernes. “No pueden esperar no tener críticas por todo el mundo. Estoy enojado porque está corrompiendo el mundo esta cultura de las armas de Estados Unidos”. El político, furioso, hacía referencia al caso del joven australiano Christopher Lane, estudiante, beisbolista, que fue baleado mientras trotaba en Oklahoma. ¿La razón? Tres adolescentes dijeron a las autoridades que estaban aburridos y decidieron dispararle.

¿Qué hacían tres adolescentes con un arma vagando por las calles de Oklahoma? Probablemente un abogado defensor dirá que tenían el arma para defenderse del mal, pero después de la confesión de los jóvenes, para mí, no hay mucho por defender más allá que pensar que el verdadero peligro que existe hoy en Estados Unidos es la facilidad que todos, sin excepción, incluidos los adolescentes inexpertos, y los criminales con antecedentes, tienen para obtener un arma. Y no sólo un arma, un arsenal de armas de cualquier tipo. O a ustedes, queridos lectores, ¿les parece lógico que una persona tenga acceso, en un país con el desarrollo de Estados Unidos, donde la policía y el ejército funcionan bien, no a un arma, sino por ejemplo a fusiles, metralletas y granadas? Más de uno tiene un arsenal, basta con leer las noticias para darse cuenta. Nuestro vecino de al lado puede tener un arsenal y no lo sabemos.

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