Por: Sabina Covo
Un funcionario australiano acaba de dar declaraciones sumamente controversiales en referencia a la cultura de las armas en Estados Unidos. “EEUU ha elegido la vía de la política ilógica con respecto a las armas”, dijo el ex viceprimer ministro australiano Tim Fischer el pasado viernes. “No pueden esperar no tener críticas por todo el mundo. Estoy enojado porque está corrompiendo el mundo esta cultura de las armas de Estados Unidos”. El político, furioso, hacía referencia al caso del joven australiano Christopher Lane, estudiante, beisbolista, que fue baleado mientras trotaba en Oklahoma. ¿La razón? Tres adolescentes dijeron a las autoridades que estaban aburridos y decidieron dispararle.
¿Qué hacían tres adolescentes con un arma vagando por las calles de Oklahoma? Probablemente un abogado defensor dirá que tenían el arma para defenderse del mal, pero después de la confesión de los jóvenes, para mí, no hay mucho por defender más allá que pensar que el verdadero peligro que existe hoy en Estados Unidos es la facilidad que todos, sin excepción, incluidos los adolescentes inexpertos, y los criminales con antecedentes, tienen para obtener un arma. Y no sólo un arma, un arsenal de armas de cualquier tipo. O a ustedes, queridos lectores, ¿les parece lógico que una persona tenga acceso, en un país con el desarrollo de Estados Unidos, donde la policía y el ejército funcionan bien, no a un arma, sino por ejemplo a fusiles, metralletas y granadas? Más de uno tiene un arsenal, basta con leer las noticias para darse cuenta. Nuestro vecino de al lado puede tener un arsenal y no lo sabemos.
Hay una cultura podrida en Estados Unidos con respecto a las armas, porque una cosa es el derecho constitucional a portar una para cazar como deporte, o para usarla en defensa propia si uno se siente amenazado, y otra es el hecho de que las leyes no estén bien escritas en la mayoría de los estados de la Unión, y que sigan pasando incidentes como éste, o el de tiroteos múltiples como la masacre de Newtown, Connecticut, donde fallecieron una veintena de niños y seis adultos, o como el de Aurora, Colorado, en el que un demente disfrazado de un personaje de la película Batman acabó con la vida de doce personas e hirió a setenta.
Esta misma semana, un hombre de veinte años, de raza blanca, armado con 500 balas, entró disparando a una escuela elemental en el estado de Georgia, aparentemente dispuesto a balear a cuantos niños pasaran frente a él. La escuela, en una zona mayormente afroamericana, se llama McNair Discovery Learning Academy. Por suerte, e increíblemente, una empleada de la oficina a la entrada de la escuela habló con el hombre y lo convenció de que no siguiera disparando. Hoy esa empleada, Antoinette Tuff, es una heroína nacional. El sujeto le dijo a Antoinette que nadie lo quería, ella le respondió que ella sí lo quería, y con una combinación de oración y palabras, salvó a los niños.
De película. Así como ha sido de película lo que pasó en Newtown, en Columbine, en Virginia, en San Diego, y puedo seguir contándolos. Para los curiosos, aquí está el sitio de internet que muestra todos los tiroteos a escuelas que se han dado a conocer en los Estados Unidos. En los pasados años, más de 100.
Yo no quiero vivir en un mundo como el de las películas del Oeste. ¿Y usted?