La codicia, el quinto jinete sobre Siria

Filólogo, poeta, profesor universitario, escritor, lingüista y ferviente católico, el británico John Ronald Reuel Tolkien nos dice desde una de sus obras: “Un anillo, para gobernarlos a todos”.

La globalización nos ha estallado en las manos como un fenómeno mundial hábilmente descontrolado, prolijamente anárquico y sin valores que lo sustenten. Su único interés es su propia propagación, como un virus. Su esencia tecnológica, opuesta a la naturaleza del hombre, ha convertido a la tecnocracia en la filosofía predominante, dejando fuera de la pauta cultural mundialmente extendida a los valores que protegen la vida como bien supremo, sagrado y trascendente.

Hoy sabemos a cuántos años luz está el planeta más parecido a nuestra Tierra y exploramos Marte con transmisión en vivo. ¿De qué sirve si Aylan Kurdi está muerto?

Este fenómeno transnacional privilegia la tecnología por sobre el hombre. Tiene sus justificativos en el economicismo duro y estéril. El desprecio por la vida humana, que bajo el camuflaje del entretenimiento nos encierra en una red de indiferencia, apatía y cinismo, alimenta una industria armamentista global, con más poder que las naciones mismas, a las que somete bajo su imperio, y deja el campo libre para extender su codicia global. Continuar leyendo

El Mediterráneo y la Argentina, dos cementerios

“La vida es un tesoro incalculable, porque cada hombre alberga en su corazón el rasgo indeleble de la huella de la mano de Dios”, Juan Domingo Perón.

Esa idea hemos perdido. La han perdido nuestros dirigentes. Han extraviado la dimensión sagrada de la vida y el aspecto trascendente del Hombre. Por eso, desde la dirigencia, se ha permitido que la sociedad caiga en la indiferencia ante la muerte porque la dirigencia es indiferente ante la Vida.

Esa indiferencia es la que permite que las villas en nuestro país configuren campamentos de refugiados. Son millones de argentinos refugiados en su propio país. A la vera del Estado. En la periferia de las instituciones. Al costado de la sociedad que sigue su camino hasta que la salpica la sangre. A espaldas de una dirigencia indiferente y permisiva que los eterniza en la marginalidad celebrándoles su Día de los Valores Villeros.

La indiferencia de la sociedad europea por los inmigrantes que se ahogan frente a las costas de Grecia y de Italia, plasmada en el silencio ante el pedido de ayuda de esos países, es igual nuestra indiferencia y a nuestra inacción por las villas.

Hace unos meses el Papa Francisco se refirió en el Parlamento Europeo a las muertes de los inmigrantes africanos en los hundimientos de las barcazas con las que escapan de sus países:

“¡No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio! La ausencia de un apoyo recíproco dentro de la Unión Europea corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y continuas tensiones sociales”.

Cambiar Unión Europea por Argentina no cuesta mucho.

En nuestro país las villas también se alimentan de una masa de compatriotas que migran desde la pobreza hacia la marginalidad. Aquí no los matan las tormentas ni la mala construcción de las embarcaciones en las que naufragan. Aquí, en su migración, mueren por la violencia homicida de los delitos cada vez más salvajes. Aquí mueren esperando turnos en hospitales. Aquí, nuestros “refugiados”, corren el riesgo (o la certeza) de caer muertos por la violencia narco.

¿Cuántos son los muertos de ISIS? ¿Cuántos son los muertos por los naufragios de inmigrantes? ¿Cuántos son nuestros muertos por hambre, enfermedad y violencia?

Siendo el país del Papa que denuncia ante el mundo la indiferencia por los refugiados, estamos obligados a dar el ejemplo de amor y de caridad erradicando las causas profundas que han convertido a nuestra Nación en un territorio y a nuestros ciudadanos en habitantes. Siendo el país que somos, un enorme y desaprovechado despoblado, es inexcusable no encontrar ya mismo la solución a los dramas que trae la desesperada migración interna hacia las villas.

Nuestras villas deben dejar de ser campos de refugiados, campo de muerte y territorio del narco. Sus causas tienen que ser eliminadas inmediatamente porque la vida no puede esperar a que el cántaro rebose tanto que sus gotas lleguen pocas y tarde donde son más necesarias. Las soluciones deben empezar por las periferias: las mejores escuelas, los mejores hospitales, la mejor atención institucional deben estar en las villas.

Recordando las palabras de Su Santidad al Parlamento Europeo volvemos a encontrar el rumbo:

”Espero ardientemente que se instaure una nueva colaboración social y económica, libre de condicionamientos ideológicos, que sepa afrontar el mundo globalizado, manteniendo vivo el sentido de la solidaridad y de la caridad mutua, que tanto ha caracterizado el rostro de Europa, gracias a la generosa labor de cientos de hombres y mujeres – algunos de los cuales la Iglesia Católica considera santos – que, a lo largo de los siglos, se han esforzado por desarrollar el Continente, tanto mediante la actividad empresarial como con obras educativas, asistenciales y de promoción humana. Estas últimas, sobre todo, son un punto de referencia importante para tantos pobres que viven en Europa. ¡Cuántos hay por nuestras calles! No sólo piden pan para el sustento, que es el más básico de los derechos, sino también redescubrir el valor de la propia vida, que la pobreza tiende a hacer olvidar, y recuperar la dignidad que el trabajo confiere”.

Si la geopolítica, a la señal de Francisco, se encamina a un consenso de ayuda y solución a nivel regional y global, nosotros no podemos seguir anteponiendo excusas a la solidaridad y al deber.

Buitres: una nueva épica a costa de la Argentina

Está claro que el Gobierno Nacional no va a permitir que La Argentina gane si él no puede ganar.

Si no puede mostrar una victoria, se encargará al menos de que nadie más pueda, ni siquiera el país. La victoria será solo para sus enemigos a la carta, porque eso habilita al oficialismo a exhibir una derrota épica.

Metido por su propia decisión arrogante en una restructuración de deuda vendida por ellos mismos como “la más exitosa de la historia”, prefirió la soberbia a la habilidad y quedó entrampado en una red de cláusulas y slogans. Quizá comprando el discurso que él mismo vende para consumo interno, pensó que el conflicto era solo entre La Argentina y los buitres sin ver en qué maraña de intereses geopolíticos metía al país como excusa.

Si, como dijo la Sra. Presidente, hay que buscar otro nombre que no sea default para la situación argentina frente a sus compromisos financieros externos, propongo la palabra boicot.

Un boicot desde el propio gobierno nacional a cualquier solución del conflicto que no pasara por sus manos o que no le permitiera mostrar una victoria en la barricada imaginaria, esa  ficción de gesta detrás de la que el oficialismo suele parapetar su impericia (por ser módicos).

Boicot ha sido la insania de volver a  de ofrecer a último momento y como opción salvadora las mismas condiciones que fueron rechazadas desde el principio y que derivaron en el juicio y en la sentencia firme que desestima, justamente, esa oferta salvadora.

Boicot ha sido que a lo largo de toda la negociación las primeras figuras del Ejecutivo Nacional se comportaran públicamente y desde atriles oficiales como militantes en pleno fervor, agitando rabias contra esos buitres con los que nuestros abogados tenían que negociar.

Boicot ha sido la presencia del ministro de Economía en la reunión final y su discurso que empieza con la palabra “buitres” mientras se desarrollaban gestiones entre privados para destrabar el problema.

Boicot ha sido la contradicción de un Ejecutivo dudosamente orgulloso de ser un pagador serial mientras insistió con solicitadas, retóricas, idas, vueltas, llegadas tarde, amenazas y promesas.

¿Puede el Gobierno Nacional explicar sin la palabra boicot por qué todo el tiempo hizo pública su “estrategia de negociación” judicial? ¿Mentía para consumo interno o estaba avivando el avispero?

Al gobierno nacional le sirve que el país descienda al nivel de los holdouts porque al oficialismo no le conviene perder al Gran Enemigo Externo a esta altura. Ya en retirada y con tropa dispersa, no le quedan enemigos internos más o menos serios. En estas escenas finales, el Gobierno ha perdido el fundamento de su dinámica y no encuentra en su gestión hechos trascendentes que inflamen el pecho de su militancia. Forzado por la realidad y estafado por su propia ingenuidad, después de arriar todas sus banderas ante Repsol y el Club de París (inútilmente), ya no convoca. Un modelo de conducción basado en épicas efímeras y consecutivas a falta de sustancia, necesita mejorar al menos la sustancia de sus enemigos.

El oficialismo fue capaz de perder a propósito al solo efecto de ser una víctima. El gobierno sin enemigos usa al patrimonio nacional como señuelo de campaña y como bomba para su reemplazo. 

En las circunstancias políticas actuales, no se explica el silencio de la oposición parlamentaria y de los “presidenciables”. No se explica por qué, tratándose de una política de Estado, el Congreso de la Nación no pide que el Ejecutivo le devuelva la facultad de negociar la deuda pública y por qué el Ejecutivo, con tanta “voluntad de diálogo”, no la ofrece.

No puede ser sano que la oposición se siente a mirar como el oficialismo juega a la “gallina” mientras acelera de frente para ver quién se corre primero. Aunque el Ejecutivo ya tenga decidido dar un volantazo a último momento o no, el juego mismo es una pérdida irrecuperable de dignidad.

Hoy la prioridad de la política es evitar que CFK encuentre su nueva épica a costas de la Argentina.

Solo hay “buitres” cuando hay carroña

En la prolija improvisación de errores que el gobierno nacional viene cometiendo en el conflicto con los llamados “fondos buitre”, el más peligroso es no entender que este embrollo es parte de un conflicto primitivo entre nuestra Nación y sus intereses: la completa ausencia de políticas de Estado.

Si entendemos que este concepto es, en esencia, el interés de un país consensuado y aplicado normativamente por el conjunto de sus representantes políticos y sociales, vemos que de ese tipo de políticas no tenemos ninguna.

El manejo de la cosa pública se hace sin la conducción estratégica que significarían políticas de Estado preexistentes y sin la regulación y el control de un cuerpo de dirigencia comprometido, públicamente, a hacerla cumplir.

En este sentido, el litigio con los “fondos buitre” debe servirnos para comprender que si un grupo inversor se permite el lujo de poner en jaque a una Nación soberana, es justamente porque como Estado (gobierno, oposición y sociedad civil), nos hemos puesto por error, omisión o complicidad, en el lugar de la carroña.

Crisis oportuna

Las crisis sirven para muchas cosas y reportan beneficios a diversos intereses. Pero en este caso, pensando a futuro, la oportunidad que nos da en esta situación es la de entender que este problema no está aislado sino que forma parte de una serie de desastres que crecen y prosperan en las grietas que dejan las políticas de Estado ausentes.

Por ejemplo: hoy, en lugar de ser conveniente homologar a la Argentina en los organismos de crédito internacionales, es imprescindible.

La diferencia entre lo conveniente y lo imprescindible, se sabe, es la desesperación.

Esa desesperación fuerza negociaciones desventajosas que, para colmo, no sirven de nada porque el problema que llevó a esa desesperación financiera de hoy, es otra política de Estado que sigue ausente: la crisis energética.

Para no abundar en la cadena de interrelaciones que tienen los problemas argentinos, pensemos en una serie de puntos sobre los que es urgente que la dirigencia política, gremial, social y religiosa se pongan de acuerdo en dos etapas: para los 500 días que le restan al gobierno actual y los próximos 50 años:

i) Política de desarrollo: Posicionar a la Argentina dentro de la región en equilibrio entre las posibilidades del país y las necesidades del mundo en el futuro mediato, evitando que la matriz sea monodependiente tanto de “clientes” como de producción.

ii) Política energética: Consensuar un modelo de país a nivel energético que use los recursos naturales en equilibrio con el desarrollo programado (enlaza lo anterior).

iii) Política sobre recursos: Establecer a nivel constitucional el alcance de la intervención del Estado Nacional, los provinciales y empresas privadas en la explotación de los recursos naturales, supeditándolos al desarrollo nacional.

iv) Política de seguridad: Establecer compromisos y colaboraciones a nivel regional para oponerlo al narcotráfico, entendiendo que el problema del narco no es solamente su consumo y distribución, sino también los intereses que usan a los Estados nacionales como herramientas.

v) Política de tierras públicas y parques nacionales: Anteponer a ello la política de recursos y de seguridad frente al narcotráfico.

vi) Política de crédito internacional: Supeditar el manejo de la deuda y el crédito internacional a las políticas de estado anteriores, y no a la inversa.

Estos puntos solo pretenden ponernos a pensar en que, tal vez, su sola existencia previa hubiera podido evitar no solo la crisis con los “fondos buitre” que es un tema menor, sino la endemia de improvisaciones a la que parecemos condenados.

La solución tiene que pasar sí o sí por un acuerdo multisectorial con dos objetivos, no más: comprometer al conjunto del país con las políticas de Estado que se le propongan y comprometerse, como fuerzas políticas, con el bienestar de ese conjunto.

Deudas públicas y de las otras

Nunca supimos para qué tomamos deuda y ahora parece también haber sido inútil el “desendeudamiento”, de larga publicidad.

Si no es por la ausencia de un interés nacional claro y público, no se entiende que el destino de una negociación de deuda soberana pueda depender del glamour, la astucia, la torpeza o el interés personal de un ministro que, antes de sentarse a negociar, hace pública la estrategia del gobierno nacional.

Y esa es la deuda mayor que la Nación tiene consigo misma: haber permitido que la improvisación -en el mejor de los casos- ocupara el lugar que los Estados nacionales tienen reservado, so pena de desaparecer, a sus políticas.

La deuda entre la dirigencia política y la sociedad es mutua porque hemos permitido y fomentado un clientelismo moral gracias al cual establecimos un “código” tácito de complicidad para remplazar con él el imperio de los valores y el derecho.

Las deudas se pagan pero eso es perogrullo. Lo importante de las deudas es si sabemos subordinarlas al interés nacional expresado normativamente en políticas de Estado.

Los hombros de Francisco

La belleza de las responsabilidades está en la libertad con que las asumimos.

En ese sentido, Francisco representa un desafío para nuestro sentido de la responsabilidad y la oportunidad de hacer como nación algo bello después de mucho tiempo.

Belleza propuesta, como la del sencillo gesto de plantar un olivo en los jardines del Vaticano junto el presiente israelí, Shimon Peres, el titular de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas y el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I. Un olivo hermano del que Francisco plantó en Getsemaní durante su visita a Tierra Santa. Un olivo argentino cultivado por una cooperativa.

Bellezas y responsabilidades. Simplezas y humildades con las que el Papa enraíza a nuestro país en sus gestiones. Nos lleva con él y nos mete en el medio porque cree en nosotros.

¿Creemos en nosotros?

Francisco juega en otra dimensión, es cierto. Pero juega a la vista de todos. Sorprende pero enseña. Acaricia y conmueve pero, al mismo tiempo, obliga. Nos planta a nosotros, a los argentinos, en el mismo seno de las decisiones en las que se mueve. No nos olvida, y esa permanente referencia al fin del mundo del que proviene, nos pincha y nos despabila.

“Yo voy, pero ustedes se vienen conmigo” parecería decirnos.

Nos toca a nosotros mantener el equilibrio a esa altura.

De la Patria al Mundo

“Hay que ponerse la Patria al hombro” se le escuchaba decir y se lo veía hacer a Bergoglio.

Trasplantado de la Patria al Mundo, ahora con como Papa, por la libertar de su fe en el Hombre, Francisco se mete de lleno en el arduo nudo de Medio Oriente. Y lo hace como siempre, poniéndose como prenda y quebrando así cualquier excusa.

La autoridad de Francisco consiste en allanar todo a una humildad no ingenua. Francisco actúa como “el cura del mundo”, invitando a los Estados nacionales a charlar en su casa parroquial. Así, se configura a sí mismo cómo la ocasión para la dignidad. Allana su autoridad y da lugar a un diálogo sin humillación.

Para la visión estratégica de Francisco, Medio Oriente es táctica porque conduce el mundo desde la autoridad de la Verdad. Francisco se los llevó al Vaticano para “que ninguno saque los pies del plato”.

Nuestra Patria

Gracias a la insistente argentinidad del Papa, la Argentina es convidada a participar activamente en el desarrollo diario de la geopolítica.

A las semanas de la entronización del Cardenal Bergoglio, decíamos que Francisco configura la oportunidad de encontrarnos con lo mejor de nosotros y que a la vez es una interpelación a nuestra responsabilidad porque hay que ser el país de Francisco.

Vamos a ver si hemos comprendido que, por Francisco, la Argentina se coloca en un escalón de responsabilidad geopolítica como nunca ha tenido.

Hoy la paz y el orden en nuestro país son imprescindibles no solo por nosotros, sino también porque de nosotros depende la paz. Tenemos la responsabilidad de ser mejores. Tenemos la libertad de obligarnos a aceptar el lugar al que Francisco eleva a nuestro país.

No quiero creer que fuera casual que la agenda internacional haya hecho coincidir la visita de Francisco a Jerusalén un 25 de Mayo. No quiero creerlo porque creo que Francisco solo se entiende y se explica en el marco de su fe católica nacida y criada en argentino. Por separado no.

La Justicia y la Verdad

¿Cómo hacemos para ser ese país en el que Francisco cree y que debemos ser?

No hay manera de llegar a la paz, al orden y al desarrollo de una nación sin que la Justicia vaya aparejada con la Verdad.

Ocurre sí que muchas veces el camino que recorren juntas parece tapizado de buenas intenciones y conducir al Infierno. Ocurre también que muchas veces la Justicia debe servirse de la Mentira para dejarla expuesta. Ocurre que la Verdad debe ser, sobre todo, paciente y constante. Debe ser la meta y el esfuerzo al mismo tiempo, aunque en el mientras tanto las falsedades y las miserias salpiquen de inmundicias.

Ser el país que Francisco cree que somos y que el mundo pareciera empezar a sospechar, necesariamente va a doler porque significará primero convencernos de que no somos solamente una institucionalidad violada y una ostentación de vivezas.

Tenemos que escarmentar sobre nosotros mismos y va a doler.

Tiene que doler, porque debemos evitar tener chivos expiatorios y entender que esos también son productos nuestros.

Tiene que doler aceptarnos como la causa de lo que somos pero valdrá la pena porque será Justicia.