La comunidad desorganizada

La nacionalidad es un sentimiento de pertenencia y de responsabilidad. Es la intuición del conjunto que nos contiene y la aspiración a un destino superior que nos mueve al unísono. Para ser viable, una nación requiere la comunión balanceada de los intereses de sus individuos dentro de esa gran intuición de conjunto. Debe ser, antes que nada, una comunidad. Es decir: el común de muchos. Y quienes aspiren a ser sus dirigentes deberán poseer el arte de comprender ese anhelo, de sentir el pulso subterráneo que aglutina a un grupo de individuos en una comunidad y entonces cumplir con el deber de darle forma, en sus derrotas y en sus victorias. El dirigente debe darle estructura política a la esencia cultural de un pueblo que quiere ser comunidad.

El nuevo Código Civil recorre el camino inverso. Desanda el rumbo de la comunidad. Desteje el entramado (roto) del tejido social y lo suplanta por una legislación con el foco sobre el individuo. Consagra la arbitrariedad del hombre solo. Representa la renuncia de la dirigencia a su deber de proteger la comunidad que le da su razón de ser a la nación. Configura, desde su núcleo conceptual, la rendición en toda la línea al intento de ser una comunidad. Formula la consagración, en cuerpo legal, del individualismo. Sustancia la pauta progresista que bajo la falsa bandera de la ampliación de derechos nos deja el presente griego de este código que mina la superestructura de la sociedad. Continuar leyendo

Yuyetas

Cuando los espacios de los dirigentes son ocupados por compatriotas envilecidos o derrotados, la vida de una sociedad pierde su sentido heroico. Y sin heroísmo, ganan los “yuyetas”, los engreídos figurones, los delatores, los ortivas.

La dirigencia está en pleno renuncia a su deber de proveer la sustancia vital para que la comunidad se encienda con el alma electrizada: el esfuerzo. La vida misma es despreciada. En una sociedad abandonada y sin dirigencia el sentido heroico de la vida es sustituido por la cobardía del egoísmo. La imagen propia, el individualismo y la insustancialidad del propio interés sustituyen a la idea como móvil político.

Por eso el oficialismo nacional se permite el lujo de la indiferencia y la arrogancia, mientras la oposición se refugia en un formalismo indigno. Porque no habiendo héroes que los dejen en offside, unos y otros promueven la sobreactuación mediática y paralizan la verdadera discusión política. Continuar leyendo

Geopolítica de la vida

Instalar el derecho al aborto como un “tema de debate” configura desde ya un empobrecimiento del debate mismo. 

La protección de la vida humana es superior a cualquier otro interés, coyuntura o pauta cultural.

La más amplia defensa de la vida debe ser es un objetivo primario porque nuestra vida tiene una dimensión que nos precede y nos excede, nos trasciende como individuos hacia el conjunto y hacia lo divino.

La vida y su dignidad no son derechos sino la condición necesaria para el ejercicio de los mismos. Acotar la vida a un enunciado jurídico es relativizar su valor y por eso mismo. Continuar leyendo