El mundo busca autoridad

La autoridad influye en la política a través de la libertad. El poder es siempre fuerza ejercida y, por lo tanto, se extingue si no se legitima.

La naciones desarrolladas perdieron poder efectivo frente a los poderes supranacionales que crean las circunstancias, de tal modo que las instituciones mundiales que reúnen y representan a las naciones han liquidado su autoridad por la vía del ridículo o la inacción.

En ese espacio vacío medraron los poderes intermedios. Los nichos de influencia dentro de los propios Estados generaron intereses por debajo y por encima de la geopolítica. Produjeron así un cuentapropismo de la violencia mundial. La Tercera Guerra Mundial en cuotas.

Para retomar la iniciativa mundial, las naciones desarrolladas necesitan recostar su poder en una autoridad para que las conduzca a legitimar sus intereses.

Hoy la autoridad es el papa Francisco y, por lo tanto, es la meta para unos y el blanco para otros. Su autoridad puede ser el puente que vincule intereses y Roma puede ser el manto de piedad al que las partes en conflicto recurran para acercar posiciones sin humillarse. La autoridad del Papa, como el fiel de una balanza, indicará el ritmo de las acciones y las reacciones de un mundo violento.

El papa Francisco y el presidente de Irán Hasán Rouhaní debían reunirse el sábado 14 en el Vaticano. En la víspera ocurrió el atentado terrorista en París. Del 25 al 30 de noviembre el Papa visitará la República Centroafricana. El 20 tres yihadistas tomaron rehenes en Bamako, capital de Malí, en África Occidental. El terror corre detrás de la paz. Continuar leyendo

La codicia, el quinto jinete sobre Siria

Filólogo, poeta, profesor universitario, escritor, lingüista y ferviente católico, el británico John Ronald Reuel Tolkien nos dice desde una de sus obras: “Un anillo, para gobernarlos a todos”.

La globalización nos ha estallado en las manos como un fenómeno mundial hábilmente descontrolado, prolijamente anárquico y sin valores que lo sustenten. Su único interés es su propia propagación, como un virus. Su esencia tecnológica, opuesta a la naturaleza del hombre, ha convertido a la tecnocracia en la filosofía predominante, dejando fuera de la pauta cultural mundialmente extendida a los valores que protegen la vida como bien supremo, sagrado y trascendente.

Hoy sabemos a cuántos años luz está el planeta más parecido a nuestra Tierra y exploramos Marte con transmisión en vivo. ¿De qué sirve si Aylan Kurdi está muerto?

Este fenómeno transnacional privilegia la tecnología por sobre el hombre. Tiene sus justificativos en el economicismo duro y estéril. El desprecio por la vida humana, que bajo el camuflaje del entretenimiento nos encierra en una red de indiferencia, apatía y cinismo, alimenta una industria armamentista global, con más poder que las naciones mismas, a las que somete bajo su imperio, y deja el campo libre para extender su codicia global. Continuar leyendo

El Mediterráneo y la Argentina, dos cementerios

“La vida es un tesoro incalculable, porque cada hombre alberga en su corazón el rasgo indeleble de la huella de la mano de Dios”, Juan Domingo Perón.

Esa idea hemos perdido. La han perdido nuestros dirigentes. Han extraviado la dimensión sagrada de la vida y el aspecto trascendente del Hombre. Por eso, desde la dirigencia, se ha permitido que la sociedad caiga en la indiferencia ante la muerte porque la dirigencia es indiferente ante la Vida.

Esa indiferencia es la que permite que las villas en nuestro país configuren campamentos de refugiados. Son millones de argentinos refugiados en su propio país. A la vera del Estado. En la periferia de las instituciones. Al costado de la sociedad que sigue su camino hasta que la salpica la sangre. A espaldas de una dirigencia indiferente y permisiva que los eterniza en la marginalidad celebrándoles su Día de los Valores Villeros.

La indiferencia de la sociedad europea por los inmigrantes que se ahogan frente a las costas de Grecia y de Italia, plasmada en el silencio ante el pedido de ayuda de esos países, es igual nuestra indiferencia y a nuestra inacción por las villas.

Hace unos meses el Papa Francisco se refirió en el Parlamento Europeo a las muertes de los inmigrantes africanos en los hundimientos de las barcazas con las que escapan de sus países:

“¡No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio! La ausencia de un apoyo recíproco dentro de la Unión Europea corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y continuas tensiones sociales”.

Cambiar Unión Europea por Argentina no cuesta mucho.

En nuestro país las villas también se alimentan de una masa de compatriotas que migran desde la pobreza hacia la marginalidad. Aquí no los matan las tormentas ni la mala construcción de las embarcaciones en las que naufragan. Aquí, en su migración, mueren por la violencia homicida de los delitos cada vez más salvajes. Aquí mueren esperando turnos en hospitales. Aquí, nuestros “refugiados”, corren el riesgo (o la certeza) de caer muertos por la violencia narco.

¿Cuántos son los muertos de ISIS? ¿Cuántos son los muertos por los naufragios de inmigrantes? ¿Cuántos son nuestros muertos por hambre, enfermedad y violencia?

Siendo el país del Papa que denuncia ante el mundo la indiferencia por los refugiados, estamos obligados a dar el ejemplo de amor y de caridad erradicando las causas profundas que han convertido a nuestra Nación en un territorio y a nuestros ciudadanos en habitantes. Siendo el país que somos, un enorme y desaprovechado despoblado, es inexcusable no encontrar ya mismo la solución a los dramas que trae la desesperada migración interna hacia las villas.

Nuestras villas deben dejar de ser campos de refugiados, campo de muerte y territorio del narco. Sus causas tienen que ser eliminadas inmediatamente porque la vida no puede esperar a que el cántaro rebose tanto que sus gotas lleguen pocas y tarde donde son más necesarias. Las soluciones deben empezar por las periferias: las mejores escuelas, los mejores hospitales, la mejor atención institucional deben estar en las villas.

Recordando las palabras de Su Santidad al Parlamento Europeo volvemos a encontrar el rumbo:

”Espero ardientemente que se instaure una nueva colaboración social y económica, libre de condicionamientos ideológicos, que sepa afrontar el mundo globalizado, manteniendo vivo el sentido de la solidaridad y de la caridad mutua, que tanto ha caracterizado el rostro de Europa, gracias a la generosa labor de cientos de hombres y mujeres – algunos de los cuales la Iglesia Católica considera santos – que, a lo largo de los siglos, se han esforzado por desarrollar el Continente, tanto mediante la actividad empresarial como con obras educativas, asistenciales y de promoción humana. Estas últimas, sobre todo, son un punto de referencia importante para tantos pobres que viven en Europa. ¡Cuántos hay por nuestras calles! No sólo piden pan para el sustento, que es el más básico de los derechos, sino también redescubrir el valor de la propia vida, que la pobreza tiende a hacer olvidar, y recuperar la dignidad que el trabajo confiere”.

Si la geopolítica, a la señal de Francisco, se encamina a un consenso de ayuda y solución a nivel regional y global, nosotros no podemos seguir anteponiendo excusas a la solidaridad y al deber.

¿Cuántas divisiones tiene el Papa?

La anécdota es repetida pero válida: “¿Cuántas divisiones tiene el papa?”, ironizó un despectivo Stalin cuando, en la conferencia de Yalta, Churchill sugirió invitar a Pío XII a las negociaciones de paz después de la Segunda Guerra Mundial. Pero la ironía final fue del papa Eugenio Pacelli que con la Democracia Cristiana frenó en Italia el poder del Partido Comunista.

Es un error común de quienes detentan el poder creer que la circunstancia que los hace poderosos es duradera. Por imaginar que lo circunstancial del poder será permanente, no advierten que lo único permanente es la autoridad que está por encima del poder. El poder real se desagrega del ejercicio de la autoridad, como un subproducto. Nunca a la inversa. 

La autoridad persuade y conduce a los pueblos y son éstos los que traccionan el poder hacia el centro de autoridad. Si el poder no lo entiende y no migra hacia la autoridad como le pide su pueblo, está perdido.

Los presidentes Barack Obama y Raúl Castro parecen haber comprendido esto. Después de más de 50 años de ejercicio de poderes opuestos y estériles se recostaron en la autoridad de Francisco para legitimar la salida del laberinto en el que habían metido a sus países. Autoridad espiritual, moral y geopolítica.

 

La Iglesia hace política con la eternidad

Parada sobre sus 2.000 años de política entre poderes mundiales y con los ojos puestos en la eternidad, la Iglesia Católica no maneja circunstancias sino hechos históricos.

El hecho histórico de ayer marcado por la recomposición de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU, después de 53 años, tiene raíces en enero de 1998 cuando Juan Pablo II visitó Cuba, siendo el primer papa en visitar la isla desde el triunfo de la revolución castrista en 1959.

“Qué Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba” pidió Juan Pablo II pidió en la isla. Se lo pidió a Cuba pero también al “mundo”. 16 años después, tarea cumplida.

Por eso la gratitud hacia el Papa que Castro y Obama hicieron pública ayer ante el mundo, es “ingrata” desde algún lugar porque omite recordar a Juan Pablo II.

Del mismo modo vale recordar que Benedicto XVI, también en Cuba en marzo del 2012, dijo estar convencido de que “… Cuba, en este momento especialmente importante de su historia, está mirando ya al mañana, y para ello se esfuerza por renovar y ensanchar sus horizontes”.

En términos futbolísticos, la Iglesia hizo una pared triple entre lustros, decenios y Papas.

 

Juego de roles

Francisco no inventó el acercamiento de EEUU y Cuba pero hizo algo mucho mejor y más difícil: vio los intereses de ambos y los condujo.

Por su lado, EEUU entendió que América podía convertirse en “el patio de atrás” de Rusia y de China. Cuba entre tanto, se enfrenta a la pérdida del último garante de su revolución por la crisis en Venezuela de Maduro con la caída en el precio del barril de crudo.

Los pueblos, cuando no se atienden los intereses de sus naciones, migran desde el poder transitorio hacia la autoridad permanente.

Con esta sutil y fina juagada, Francisco reacomoda el tablero de Occidente, en línea con su discurso frente el Parlamento Europeo el pasado noviembre y la celebración de la Festividad de la Nuestra Señora de Guadalupe con la Misa Criolla en el Vaticano.

EEUU a América. Rusia a Europa. ¿China a Dios?

 

El papel de La Argentina

Juan José Amondarain, diputado provincial de Buenos Aires, me comentó en una charla informal: “Francisco va a pacificar el país por muchos motivos pero también porque es el final de la discusión: no hubo, no hay ni habrá, ningún argentino más ilustre”.

Ante la figura de Francisco estamos obligados a dar de baja los protagonismos personales y optar por un acuerdo entre fuerzas políticas sobre el país que podemos construir. El país posible.

Francisco acaba de plantear un esquema geopolítico que cierra un ciclo histórico y abre otro.

¿Dónde nos encuentra parados? No podemos ni debemos seguir gritando solos en una discusión ya terminada y resuelta.

Es importante que nuestra dirigencia política, oficialismo y oposición, comprenden que de cara al futuro gobierno debemos tomar una decisión a nivel regional para afrontar y aprovechar un mundo en cambio que se modifica rápido en plena crisis. Un mundo que será el mundo de las vacas flacas.

¿En cuál autoridad se recostará el poder del próximo gobierno?

Con los muros que derrumba la Iglesia, Francisco construye puentes. Quedar a mitad de un río seco, es la peor opción.

Los hombros de Francisco

La belleza de las responsabilidades está en la libertad con que las asumimos.

En ese sentido, Francisco representa un desafío para nuestro sentido de la responsabilidad y la oportunidad de hacer como nación algo bello después de mucho tiempo.

Belleza propuesta, como la del sencillo gesto de plantar un olivo en los jardines del Vaticano junto el presiente israelí, Shimon Peres, el titular de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas y el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I. Un olivo hermano del que Francisco plantó en Getsemaní durante su visita a Tierra Santa. Un olivo argentino cultivado por una cooperativa.

Bellezas y responsabilidades. Simplezas y humildades con las que el Papa enraíza a nuestro país en sus gestiones. Nos lleva con él y nos mete en el medio porque cree en nosotros.

¿Creemos en nosotros?

Francisco juega en otra dimensión, es cierto. Pero juega a la vista de todos. Sorprende pero enseña. Acaricia y conmueve pero, al mismo tiempo, obliga. Nos planta a nosotros, a los argentinos, en el mismo seno de las decisiones en las que se mueve. No nos olvida, y esa permanente referencia al fin del mundo del que proviene, nos pincha y nos despabila.

“Yo voy, pero ustedes se vienen conmigo” parecería decirnos.

Nos toca a nosotros mantener el equilibrio a esa altura.

De la Patria al Mundo

“Hay que ponerse la Patria al hombro” se le escuchaba decir y se lo veía hacer a Bergoglio.

Trasplantado de la Patria al Mundo, ahora con como Papa, por la libertar de su fe en el Hombre, Francisco se mete de lleno en el arduo nudo de Medio Oriente. Y lo hace como siempre, poniéndose como prenda y quebrando así cualquier excusa.

La autoridad de Francisco consiste en allanar todo a una humildad no ingenua. Francisco actúa como “el cura del mundo”, invitando a los Estados nacionales a charlar en su casa parroquial. Así, se configura a sí mismo cómo la ocasión para la dignidad. Allana su autoridad y da lugar a un diálogo sin humillación.

Para la visión estratégica de Francisco, Medio Oriente es táctica porque conduce el mundo desde la autoridad de la Verdad. Francisco se los llevó al Vaticano para “que ninguno saque los pies del plato”.

Nuestra Patria

Gracias a la insistente argentinidad del Papa, la Argentina es convidada a participar activamente en el desarrollo diario de la geopolítica.

A las semanas de la entronización del Cardenal Bergoglio, decíamos que Francisco configura la oportunidad de encontrarnos con lo mejor de nosotros y que a la vez es una interpelación a nuestra responsabilidad porque hay que ser el país de Francisco.

Vamos a ver si hemos comprendido que, por Francisco, la Argentina se coloca en un escalón de responsabilidad geopolítica como nunca ha tenido.

Hoy la paz y el orden en nuestro país son imprescindibles no solo por nosotros, sino también porque de nosotros depende la paz. Tenemos la responsabilidad de ser mejores. Tenemos la libertad de obligarnos a aceptar el lugar al que Francisco eleva a nuestro país.

No quiero creer que fuera casual que la agenda internacional haya hecho coincidir la visita de Francisco a Jerusalén un 25 de Mayo. No quiero creerlo porque creo que Francisco solo se entiende y se explica en el marco de su fe católica nacida y criada en argentino. Por separado no.

La Justicia y la Verdad

¿Cómo hacemos para ser ese país en el que Francisco cree y que debemos ser?

No hay manera de llegar a la paz, al orden y al desarrollo de una nación sin que la Justicia vaya aparejada con la Verdad.

Ocurre sí que muchas veces el camino que recorren juntas parece tapizado de buenas intenciones y conducir al Infierno. Ocurre también que muchas veces la Justicia debe servirse de la Mentira para dejarla expuesta. Ocurre que la Verdad debe ser, sobre todo, paciente y constante. Debe ser la meta y el esfuerzo al mismo tiempo, aunque en el mientras tanto las falsedades y las miserias salpiquen de inmundicias.

Ser el país que Francisco cree que somos y que el mundo pareciera empezar a sospechar, necesariamente va a doler porque significará primero convencernos de que no somos solamente una institucionalidad violada y una ostentación de vivezas.

Tenemos que escarmentar sobre nosotros mismos y va a doler.

Tiene que doler, porque debemos evitar tener chivos expiatorios y entender que esos también son productos nuestros.

Tiene que doler aceptarnos como la causa de lo que somos pero valdrá la pena porque será Justicia.

Francisco entre el oportunismo y la indiferencia

Desde Cristina hasta Ishi, el desfile de figuras oficialistas por el Vaticano es incesante.

Algunos tienen una larga trayectoria de conocimiento y amistad con Francisco. Otros no.

Pero todos forman parte de un tour oficial que los lleva a Santa Marta. Están los que en silencio renuevan la continuidad de un afecto, están los que buscan oficiar de voceros, están los fotogénicos y están los que buscan en Francisco lo que despreciaban de Bergoglio. Así sea.

 

La oportunidad

Después de la sorpresa inicial de marzo de 2013, el gobierno nacional reaccionó con rápidos reflejos al nombramiento de su adversario político devenido en el hombre más poderoso del mundo, y lo hizo del mejor modo posible. Bajó sus banderas de confrontación y, por convencimiento o astucia,  pide un acercamiento al que Francisco contesta con la grandeza de un verdadero conductor.

Eso es lo rescatable del desfile. La generosidad y la humildad con la que Francisco desde lo alto, sigue trabajando por todos y con todos.

De muy poco nos serviría como sociedad batir el parche y hacer escombro sobre la simulación, el oportunismo o la hipocresía. Tenemos que ponerle fichas a Francisco que de eso, justamente, sabe cuidarse muy bien. Tenemos que ver lo que el Papa hace, escuchar lo que dice, aprender de su cintura política y entender que entre Crimea y la mafia italiana del narco, la Argentina palpita viva en su principal interés.

 

Santos intolerantes

Menos útil que recalcar una y otra vez sobre la incongruencia oficial, sería dejar que Francisco solo disponga de “conversos” para sus planes.

El caso de la UCR es digno de análisis. Si el desapego que sus dirigentes demuestran hacia Su Santidad forma parte de un intento por no “sotanear” al Papa, bienvenido sea. Pero la distancia y el silencio que resultan de ello se parecen más a la indiferencia y al desconcierto que a otra cosa.

Está muy bien no esperar a que sea Papa para sacarse una foto, como reza el afiche, pero es imprescindible sacarse esa foto ahora también, ahora que si es Papa.

Y no es la foto, justamente, lo que debería primar en la relación de la dirigencia política nacional con Francisco. Pero negarse a ella es otra forma de dar entidad a la simpleza del flash y la sonrisa protocolar.

Las opciones frente a Francisco no pueden reducirse a dos opuestos que son lo mismo: la foto si o la foto no. Porque de esa falsa elección lo que queda, siempre, es la foto.

Deberíamos comprender y asimilar a Francisco como “prenda de unidad” de nuestro país puesto en el futuro. Darle la espalda para diferenciarnos de los que lo usan, es usarlo.

Sorprende también la actitud de la doctora Carrió al desconocer voluntariamente la dimensión política de Francisco y solo ver en él a “un pastor”. Entiendo que la intención sea cuidarlo del encasillamiento partidario para evitarle ataques por ese lado. Es correcto. Pero cerrar los ojos y la boca al hecho geopolítico que Su Santidad representa es, a mi criterio, una leve sobreactuación que pone en evidencia lo que intenta soslayar.

 

Las uvas verdes

Casi como la fábula de la zorra, buena parte de nuestra dirigencia se ha dejado “primerear” por el oficialismo y cierto impudor de su parte, y parecieran querer dejar pasar con un gesto de fastidio y berrinche la ocasión que Francisco representa.

La “chicana” política divierte y sienta bien. Pero quedarse en eso, sin conducir en el sentido que se pretende, lo único que logra es allanarle el camino a quien se pretende chicanear.

Francisco representa lo mejor de nosotros. Pero de todos nosotros.

“Pecadores si, no corruptos”, ya dijo el Papa.

El hipócrita está tan lleno de sí mismo, que no ve a los demás” dijo también. Llenos de sí mismos vale para muchos. Muchos más que los obvios.

¿No nos dimos cuenta de que Francisco ya lo sabe? ¿Con qué derecho estropeamos la figura de Francisco siendo más papistas que él y condenando a sus “perdonados”?

¿Estamos convencidos o no de que Su Santidad es y representa la salida de la Mentira por la Verdad?

 

2016

Francisco es definitivamente el hombre del después. Nosotros, hoy y ahora, tenemos a obligación de ofrecernos para ese después.

Dialoguista, hombre de convicciones y respeto, Francisco es un buscador de coincidencias. De una reunión, seguramente se resumirán los puntos en común que el mismo Papa se encargará de remarcar (aunque solo él crea en ellos).

Más hábil que muchos astutos, más generoso que muchos píos, Francisco nos invita es a no sobreactuar y así, con la sola humildad de la coherencia a contraluz, deja en blanco sobre negro lo que él mismo quiere resaltar.

Escobar, la demagogia del mal

“El narcotráfico y la droga están haciendo mucho daño a la Patria Grande”  fue la frase que el padre Juan Carlos Molina, titular del Sedronar, puso en boca del Papa Francisco después de la reunión que mantuvieron el pasado 26 de febrero.

A menos de un mes de esa entrevista, el mismo Molina sostiene que “Escobar fue un poco Robin Hood, el pueblo lo lloró porque ocupó el lugar del Estado: hizo hospitales, calles, le dio trabajo a la gente”, aclarando luego que “Lo hizo sobre la base del mal, de la droga y la delincuencia, eso es indiscutible, pero… 

¿Pero?

Suena raro ese “pero” que relativiza lo monstruoso del lucro con la muerte y la indignidad. Más raro aún suena dicho desde un gobierno que ya ha citado palabras de Escobar para explicar una política propuesta y más extraño todavía cuando fue el padre Molina quién se quejó de que las “corporaciones” instalan el tema del narcotráfico en la sociedad y lo banalizan con series como “Escobar, el patrón del mal”.

¿Banalizamos un tema grave o “sobrevaloramos” un tema que no es para tanto, como también afirmó el padre Molina?

¿Es un problema serio cuando se dice que “los pibes se falopean y en las previas chupan como esponja” o es un tema sobredimensionado por intereses ajenos al tráfico de drogas, aunque el propio Francisco se ha referido a él como un peligro continental, según Molina?

Es correcto que nuestra tendencia mediática es esterilizar las soluciones a los grandes temas, gastándolos durante diez días para después hacer lugar a una nueva tragedia nacional.

Es correcto también que popularizar la figura de Escobar Gaviria, precisamente cuando la violencia narco empieza a aflorar inevitablemente en nuestro país, contribuye a “normalizar” el infierno volviendo cotidianos y queribles a personajes que negocian con la condición humana misma.

Precisamente porque eso es correcto, llaman la atención estas idas y vueltas del padre Molina.

“Está bien la lucha contra el narcotraficante (del estilo Escobar o “Chapo” Guzmán), pero, ¿qué hacemos con el que está vendiendo en el barrio?”

Otra vez el “pero” y nuevamente en la misma dirección. ¿Por qué este “impulso” del director del Sedronar por minimizar justamente la pelea contra el tráfico internacional de drogas? ¿Es realmente así o es una confusión?

¿Por qué citar al Papa Francisco para avalar la gravedad continental del tráfico y después minimizar y relativizar el tema? ¿Por qué? 

Contradicciones y contramarchas en el discurso oficial encuadrado en la lucha contra el narcotráfico, que sólo ayudan a aumentar lo que seguramente se ha pretendido evitar: estropear un debate imprescindible.

El Papa Francisco no ha perdido oportunidad de referirse a los poderes e intereses internacionales que controlan y lucran con la violencia y la miseria. ¿Hay muchos otros poderes, se pregunta uno, con la logística y el poder para manejar una agenda mundial además del narcotráfico y sus negocios subsidiarios?

Tal vez sería oportuno que llegáramos a un criterio unánime, al menos en el relato oficial, sobre el tratamiento del narcotráfico y el verdadero valor que el gobierno le quiere dar al problema.

¿Es un tema barrial lo que tomamos como prioridad, o es una lucha continental contra intereses que superan a los gobiernos?

No son definiciones contradictorias ni deberían serlo. Lo que creo seguro es que no vamos a poder definirnos si seguimos el camino de los “peros” cuando nos referimos a los demagogos del mal, pasados o presentes.

El Papa Francisco dijo lo que sigue referido al Diablo… vale: “Pidamos al Señor la gracia de tomar en serio estas cosas. Él ha venido a luchar por nuestra salvación. ¡Él ha vencido al demonio! ¡Por favor, no hagamos tratos con el demonio! Él busca volver a casa, tomarnos en posesión… ¡No relativizar, vigilar! ¡Y siempre con Jesús!”