Por: Walter Habiague
La autoridad influye en la política a través de la libertad. El poder es siempre fuerza ejercida y, por lo tanto, se extingue si no se legitima.
La naciones desarrolladas perdieron poder efectivo frente a los poderes supranacionales que crean las circunstancias, de tal modo que las instituciones mundiales que reúnen y representan a las naciones han liquidado su autoridad por la vía del ridículo o la inacción.
En ese espacio vacío medraron los poderes intermedios. Los nichos de influencia dentro de los propios Estados generaron intereses por debajo y por encima de la geopolítica. Produjeron así un cuentapropismo de la violencia mundial. La Tercera Guerra Mundial en cuotas.
Para retomar la iniciativa mundial, las naciones desarrolladas necesitan recostar su poder en una autoridad para que las conduzca a legitimar sus intereses.
Hoy la autoridad es el papa Francisco y, por lo tanto, es la meta para unos y el blanco para otros. Su autoridad puede ser el puente que vincule intereses y Roma puede ser el manto de piedad al que las partes en conflicto recurran para acercar posiciones sin humillarse. La autoridad del Papa, como el fiel de una balanza, indicará el ritmo de las acciones y las reacciones de un mundo violento.
El papa Francisco y el presidente de Irán Hasán Rouhaní debían reunirse el sábado 14 en el Vaticano. En la víspera ocurrió el atentado terrorista en París. Del 25 al 30 de noviembre el Papa visitará la República Centroafricana. El 20 tres yihadistas tomaron rehenes en Bamako, capital de Malí, en África Occidental. El terror corre detrás de la paz.
Las políticas internas de los Estados en el mundo laten al ritmo de la política internacional. Lamentablemente, la discusión geopolítica está ausente de la agenda política nacional. Ausente de los debates, de las entrevistas y posiblemente del conocimiento.
Desde el oficialismo y desde la oposición se intenta obtener legitimidad haciendo buena letra, muchas veces comedida, con los poderes mundiales. Pero el comedido político obtiene notoriedad pasajera y queda en el aire en cuanto el poder que lo alimenta sigue su camino. La consecuencia de esos errores es la adolescencia de nuestra política exterior.
Si la política internacional sigue siendo un tema despreciado por nuestros dirigentes, los dirigentes políticos del país natal de Francisco, es probable que quedemos sin estrategia hacia la autoridad y, por ende, seamos la carne sobre la que preden los cuentapropistas en retirada.