¿Existen los valores villeros?

Christian Joanidis

Recientemente legisladores de La Cámpora impulsaron instalar el “día de los valores villeros” e la fecha en que nació Carlos Mugica. Personalmente creo que la fecha es importante, porque el padre Mugica es un símbolo para tantos otros que todos los días se comprometen con las más diversas causas sociales. Por otro lado, no tengo ninguna duda de la buena intención de los legisladores que están impulsando esta medida. Sin embargo, hay algo en eso de “los valores villeros” que no me termina de gustar.

La villa, contrario a lo que la mayoría piensa, es parte de la ciudad y por lo tanto está inmersa en la cultura urbana. Hay algunas cuestiones que la distinguen del resto de la fisonomía urbana: se trata de una topografía bastante particular con una alta concentración de marginalidad. En la villa se oculta el narcotráfico, la violencia es una cuestión cotidiana y ni hablar de las carencias que se ven por todos lados, principalmente las vinculadas a la educación y el trabajo.

Pero este panorama hostil encierra también grandes aspectos positivos, que son los que hay que explotar para transformar la realidad de las villas. Durante todo este tiempo yo he visto que las personas de la villa se involucran en las actividades de su barrio, a diferencia de la apatía generalizada que hay en el resto de la ciudad. Siempre he visto voluntad de trabajo aunque no haya nada a cambio. Hace unos años se cumplían los quince de la llegada de la Virgen de Caacupé a la villa 21-24 de Barracas. Para ello la Iglesia había organizado una caravana para recorrer el barrio. La idea era salir de la parroquia y recorrer la villa para terminar en la cancha de fútbol que está detrás de la misma. Yo iba caminando en medio de la caravana y en un momento, al mirar hacia atrás, gracias a los desniveles del suelo, pude ver varias cuadras de gente y autos que iban siguiendo la caravana. Autos que estaban adornados para la ocasión con un trabajo increíble. Uno puede hablar de una peregrinación religiosa, pero era mucho más que eso, era el movimiento del barrio. Porque en la villa yo he visto a la gente moverse por lo que cree, trabajar por lo que realmente le interesa y la motiva.

Yo me he sentado a la mesa de varias familias, he compartido almuerzos y siempre fui bienvenido. Porque también he visto que en la villa se da con generosidad a pesar de la escasez. Es paradójico, pero las puertas de las casas se abren más fácilmente que en el resto de la ciudad y la gente comparte lo que tiene con más apertura.

También he visto la solidaridad en acción, porque ante la necesidad todo el barrio se moviliza. Hay que aceptar que en muchas ocasiones liderado por la Iglesia, pero se moviliza. De nada valdría un gran liderazgo sin las personas que lo sigan. De hecho estoy tentado a decir que la fuerza que tiene el trabajo de los curas villeros radica en gran parte en la voluntad de ayudar que tiene la gente del barrio. Porque en un lugar signado por la violencia también hay una cultura muy fuerte de la solidaridad.

Pero si bien soy el primero en hablar de los aspectos positivos de la cultura de las villas, no creo que haya “valores villeros”. En primer lugar porque creo que hablar de valores villeros implica, sin quererlo seguramente, que hay una brecha natural entre la villa y la ciudad. Peor aún, esa brecha está dada en la raíz misma, porque nace de los valores. Un pensamiento peligroso que lleva a profundizar la marginalidad y las diferencias, ahondando en el paradigma de “ellos o nosotros”. La villa es parte de la ciudad, la villa es un barrio. Tiene sus características particulares, pero eso no la hace algo en sí mismo particular: así como un barrio se distingue del otro, pero sigue siendo un barrio de la ciudad. Nadie hablaría de los valores de San Telmo, ni de los Valores de Caballito. Porque las distinciones son superficiales.

Por otro lado, no creo que los valores, si bien pueden ser más fuertes en una región que en otra, sean específicos de un área geográfica o de una cultura. Los valores son cuestiones que hacen a toda la humanidad. Es por eso que me gusta hablar de “valores” a secas, porque todos deberíamos compartirlos. No son un patrimonio exclusivo de una zona geográfica, sino de todos.

Me parece importante querer resaltar en la labor del padre Mugica la labor de todos aquellos que se ocupan de los más débiles. Pero tal vez no sea éste el mejor homenaje. Yo personalmente prefería que en lugar de que sea el día de los “valores villeros”, sea el día “de la lucha contra la marginalidad y la pobreza” o el día del “compromiso con los más débiles” o el “compromiso con los más pobres”. Denominaciones más afortunadas que la que con buena intención han sugerido los legisladores.