Ocultar la pobreza

Christian Joanidis

Recientemente salió a la luz que el Instituto Nacional de Estadística y Censos demoró la salida de un índice de pobreza. A esta altura a nadie le puede sorprender eso, parece una maniobra más del kirchnerismo, que nos quiere convencer a fuerza de relato de que vivimos en un mundo feliz. Pero el relato se cruza con la realidad y todos sabemos que la pobreza aumentó en estos últimos años: Ya lo dicen las mediciones privadas.

Pero dejemos de lado la cuestión del relato y la indignación que nos provoca que nos quieran engañar, a las puertas del fin de ciclo se torna ya irrelevante. Hace cuatro años que no medimos la pobreza en nuestro país, pero en este caso no se trata sólo de un índice más, sino de un debate que los ciudadanos necesitamos tener para definir cómo concebimos a la Argentina. Parece exagerado pero no lo es, porque hablar de pobreza es hablar de casi todo a la vez.

El primer paso antes de comenzar cualquier medición es la definición de lo que se quiere medir. En el caso particular de la pobreza, tenemos que preguntarnos qué es ser pobre en la Argentina. De más está decir que las mediciones de ingresos son muy poco representativas, porque la pobreza no tiene que ver con un ingreso, sino con la forma en que uno vive, con el acceso a los servicios y el grado en que se respetan y garantizan los derechos de las personas. Pero este no es un debate meramente técnico, sino más bien todo lo contrario: Definir el límite por debajo del cual se encuentra la pobreza es reflexionar sobre qué cosas no estamos dispuestos a tolerar, qué cosas nos parecen lo suficientemente aberrantes como para trazar una línea a partir de la cual es inminente la intervención del Estado para poner algún remedio a la situación. Es una cuestión social, de proyecto de país y de sensibilidad de todos los argentinos.

Existe el riesgo, en este caso, de poner la vara demasiado alto: Necesitamos ser realistas, apuntar a definir la pobreza de forma tal que aquellos que quedan por debajo de la línea establecida puedan ser auxiliados. Es importante recordar que para cualquier medida que el Estado toma, debe recolectar impuestos para financiarla. Es una obviedad, pero a veces lo olvidamos, porque si se suben demasiado los impuestos, entonces sufrimos todos. Esto significa que nuestra definición de pobreza debe apuntar realmente a la emergencia.

Vale recordar que el concepto de pobreza es relativo: Se define para un determinado lugar y un tiempo específico. No es lo mismo la pobreza en la ciudad de Buenos Aires en el año 1914 que en el año 2015. No es lo mismo la pobreza en Alemania que en Argentina. Es una cuestión circunstancial y también vinculada a la evolución de la sensibilidad de la comunidad en general. En un determinado momento histórico la esclavitud no estaba mal vista, hoy sí. Lo mismo sucede con la pobreza: En algunos momentos de nuestra historia podíamos aceptar que las personas vivieran de determinada forma, hoy nos parece inadmisible.

Mirando a nuestra Argentina de hoy, teniendo en cuenta cómo viven las personas, necesitamos trazar una línea, decir a partir de qué momento una situación se considera inaceptable. ¿Qué características tiene que tener la casa de una persona para que viva con dignidad? ¿Qué tiene que comer? ¿Qué nivel de educación tiene que alcanzar? ¿A qué servicios tiene que acceder? Estas preguntas no son técnicas y no se responden desde la teoría; son la base de un debate para comprender la pobreza en nuestro país, para poder empezar a medirla y a actuar contra ella.

Pero este debate encierra un tema aún más relevante: Qué país queremos tener. Es por eso que ocultar la pobreza, por más que la intención sea únicamente hacernos creer que vivimos en un país maravilloso, implica privar a la Argentina de una discusión seria sobre su presente y su futuro. Implica que los argentinos no podemos hablar sobre cómo deben vivir los habitantes de este país, sobre qué anhelos consideramos superfluos y qué anhelos consideramos básicos. Y también sobre el papel que debe jugar el Estado, porque cuando marcamos la línea de pobreza, marcamos el momento en el que Estado tiene que hacerse presente con más fuerza para salvaguardar la dignidad de las personas. Estado presente no significa Estado omnipotente, sino todo lo contrario. A través de regulaciones y del efectivo uso de los mecanismos judiciales, este puede otorgar derechos y obligaciones, y velar luego para que se cumplan en favor de los más débiles.

No importa a qué fuerza política se pertenezca, no importa la orientación de las ideas. Discutir la pobreza no es asunto de facciones, es un imperativo para cualquiera que quiera construir una Argentina mejor, una sociedad más justa. Negar esta discusión es condenar a un país, es privarlo de aquello que lo lleva a comprenderse y a proyectarse. Por eso, ocultar los índices de pobreza no es sólo una artimaña para engañarnos, es también otra forma más de poner un velo sobre nuestro futuro. Cada vez más estamos entendiendo que la “década ganada” está dejando sus esquirlas en aquello que hace al sustrato de la sociedad, a la esencia de nuestra república y nuestro proyecto como país.

La falta de números sobre pobreza es otro de esos daños que le han hecho a nuestra sociedad en su afán por perpetuar su necedad.