La convergencia en la diversidad: repensando el esquema de integración regional

Eliana Scialabba

Mucho se ha hablado antes de las elecciones presidenciales en Brasil, en las cuales triunfó Dilma Rousseff, sobre la continuidad de la principal economía latinoamericana en el Mercosur, lo que ha llevado a los países del bloque a repensar el esquema de integración regional actual.

El debate en ese país ha oscilado desde permanecer sin cambios hasta abandonar el Mercosur, pasando por un sinfín de transformaciones intermedias. La principal queja por parte de Brasil son los problemas en el intercambio comercial con Argentina de los últimos tiempos: un tema no menor para el resto de los países miembros del bloque regional.

Uruguay y Paraguay se encuentran siempre presentando reclamos por la posición asimétrica en la que están: al ser economías pequeñas suelen ser más abiertas al libre comercio que las más grandes que tienden a proteger sus mercados internos de mayor dimensión, y se encuentran en la encrucijada de no poder negociar por fuera del Mercosur. Por otra parte, Venezuela, el socio más nuevo del bloque, es el que menores problemas ha presentado por el momento.

En el caso de Argentina, el tema es complejo. Si bien el espacio regional surgió para dinamizar el intercambio con los países vecinos, durante los últimos años las políticas comerciales implementadas en nuestro país han socavado el “espíritu” de libre comercio presente en el Tratado de Asunción, “piedra fundacional” del bloque.

Por lo tanto, en primer lugar podría decirse que Mercosur debería reconsolidarse como espacio de intercambio regional. Sin embargo, este bloque ha quedado obsoleto en el nuevo esquema internacional: en la actualidad la dinámica comercial ya no pasa por la Unión Europea, sino por Asia Pacífico.

Frente a este escenario una simple reconversión no tendrá efectos significativos sobre el comercio extra-bloque para el espacio sudamericano: es necesaria una transformación de fondo, la cual podría darse a través de la integración con otro gran – y nuevo – bloque regional, la Alianza del Pacífico, conformada por Chile, Colombia, México y Perú.

No obstante, la diferencia entre ambos espacios es considerable, no sólo en términos económicos sino también políticos. Los países de la Alianza del Pacifico han realizado cambios estructurales en sus economías, lo que les ha permitido crecer de manera sostenida eliminando el problema de la inflación de sus agendas; en contraposición al desempeño de los países del Mercosur, principalmente de los tres más grandes.

En tanto, si bien la principal asimetría entre ambos bloques es el de carácter político – la Alianza del Pacífico se encuentra compuesta por países con gobiernos más sesgados hacia la “derecha” y el Mercosur por países con gobiernos de “izquierda” – también lo es la visión que tienen respecto a la apertura hacia el resto del mundo: al ser economías pequeñas, los países de la Alianza del Pacífico comparten con Uruguay y Paraguay la condición de economías muy abiertas al comercio exterior, en contraposición a Argentina, Brasil y Venezuela. 

Sin embargo, a pesar de las diferencias, hoy en día, el conjunto del comercio exterior de ambos bloques representa más del 80% regional y de la población y más del 90% del PBI y la inversión extranjera directa: pocos datos que muestran la potencialidad de una mayor integración.

Tal como titula la CEPAL su último trabajo, la integración entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico sería algo así como “la convergencia en la diversidad”. No obstante, si bien desde el punto de vista económico este espacio regional podría generar beneficios a todos los participantes, hay que ver si existe voluntad política de acercar posturas ideológicas tan distintas.