Me mataste… nos mataste a todos, Martín

Fernando Morales

Honestidad brutal. Así podría definirse la cruda respuesta del principal candidato a diputado nacional, propuesto por el oficialismo para representar a la provincia de Buenos Aires en la Cámara Baja de la Nación, a la simple pregunta “nombre tres estaciones del ferrocarril Sarmiento”, realizada por Infobae. Con su sonrisa “naif” pintada en su rostro, como siempre, Martín Insaurralde espetó al periodista que lo interrogaba “me mataste”. Es sin duda muy grave que un candidato oficialista u opositor, perteneciente a la mayor provincia del país, se muestre ajeno e ignorante respecto a algo tan básico y que hoy por hoy jaquea al gobierno, a la dirigencia gremial, a los empresarios del sector y conmueve al mismo tiempo a la ciudadanía.

Tanto “caminar” el territorio provincial, tanto contacto con los vecinos, con los más humildes, con los sectores sociales. Tantas inauguraciones de cosas hechas por particulares que prestan el podio para que se luzcan los dirigentes, tanto spot, tanta plata gastada en hacer que conozcamos al candidato y tan poca inversión intelectual para hacer que el candidato conozca un poco el territorio que aspira a representar parece, cuanto menos, una gran tomadura de pelo a la sociedad entera.

¿Será tal vez porque el aspirante tan diligente para mostrarnos su situación sentimental desde las páginas de varias revistas del corazón no ha tenido tiempo en los últimos años para conmoverse por tragedias ferroviarias, en lugares tan remotos como Castelar, Flores u Once o lo que es peor jamás se le ocurrió pensar cuál es una de las vías de egreso de los bienes que se producen en el corazón de su provincia? ¿No necesitará el candidato el voto de la gente de lugares ignotos como pueden ser Moreno, Merlo, Ramos Mejía o Luján? ¿No querrá que lo voten en BragadoChivilcoyTal vez sea mucho pedir que el señor intendente viaje en los viejos, sucios e inseguros trenes del Sarmiento, pero al menos que conozca su existencia no parece demasiada exigencia.

Pero creo -amigo lector- que esta respuesta tan honesta como lapidaria es sólo la punta del iceberg (una vez más la analogía marina define el concepto): esta letal ignorancia ferroviaria del candidato desnuda crudamente algo que para ponerlo en términos cristinistas podríamos denominar como “la ignorancia profunda”. Algo que parece ser materia corriente en buena parte de la actual dirigencia gubernamental y seguramente en muchos opositores también. Inflación, seguridad, dólar, educación y algún que otro tema más, son los caballitos de batalla más rentables a la hora de la campaña proselitista. Debemos asimismo reconocer que la mayor parte de nosotros centramos nuestra atención en alguno o en todos los temas enunciados.

Pero ¿qué pasaría si siguiendo la misma línea que marcó la simple pregunta que motiva esta columna, algún medio periodístico se lanzara a preguntar cuestiones tan complejas como cuáles son los principales puertos de la Provincia de Buenos Aires, cuál es la causa que hace que el puerto de Mar del Plata se encuentre prácticamente paralizado, cuál es la situación del sistema carretero de la provincia y cuáles los cuellos de botella que retrasan y encarecen el transporte terrestre? Elija usted, amigo lector, algunas preguntas relacionadas con su oficio o profesión, arme una lista con las más básicas y atrévase a imaginar que dirigente o líder político estaría en condiciones de dar -al menos- una opinión coherente sino la respuesta correcta. No podemos pretender que todos sepan de todo, claro que no. Se supone que el líder tiene la capacidad de armar un equipo de idóneos que manejan cada área de gobierno llevando a la práctica de una forma técnicamente correcta, las decisiones políticas esbozadas desde la máxima conducción.

No parece ser el caso, por ejemplo, del ministro de Defensa, Agustín Rossi, que acaba de disponer que vetustos aviones navales de entrenamiento (Turbomentor T34) con más de 40 años de servicio se enfrenten con las modernas aeronaves usadas por los narcotraficantes para violar el espacio aéreo de nuestro país. Nuestros “hermanos bolivarianos”, entretanto, utilizan para el mismo fin modernos aviones F16. Tampoco sería el caso de la magistral conducción de algunos aspectos de nuestra economía con ideas espectaculares que abarcan desde el cepo a la compra de divisas, hasta el pan, pollo, carne, cerdo y pescado para todos, pasando por la Supercard, los Cedines, las brigadas juveniles controladoras de precios y todas las otras que harían esta lista interminable.

Tampoco parece ser muy brillante la idea del ministro del Interior y Transportes, que ha tenido la ocurrencia de disponer que para evitar que los trenes se sigan estrellando en las terminales los guardas se trasladen a la cabina de conducción para “hacerle el aguante” al motorman en el último tramo del recorrido y evitar que se duerma antes que los rieles se terminen. Ahora sí viajaremos seguros… Además, en el mismo acto nos anunció a todos y todas que había dispuesto estatizar el Sarmiento, demostrando que el actual presidente a cargo es un óleo viviente, ya que ni hizo falta su aprobación para una medida tan radical como la anunciada.

Para no abandonar el original propósito marinero de esta columna, déjeme contarle -amigo lector- que pocos días antes de afrontar sus actuales problemas de salud, la presidente, preocupada por el caos y descontrol que reina en el transporte marítimo y fluvial y ante la falta de respuestas que podía brindarle el secretario de Transportes de la Nación, convocó a su despacho a un funcionario de tercera línea del sector marítimo para que antes que darle soluciones, le explique por lo menos los problemas. Este profesional del mar, para nada devoto de la ideología gobernante, pero profundo conocedor de la realidad del sector en el que cumple sus tareas, pudo en algo más de media hora darle a la mandataria un esbozo del problema. Lamentablemente, a pocas horas de escucharlo, la jefa de Estado entró al quirófano y habrá que ver cuando regrese al poder qué es lo que recordará de esa charla, pero éste ha sido un primer y valioso gesto de tratar de convocar a los que más saben en lugar de a los que mejor militan.

Y así estamos, sin saber quién conduce hoy por hoy este barco llamado “Argentina”, con candidatos alegres y ambles que desconocen elementales cuestiones de nuestra realidad, librados a una suerte incierta, con la única esperanza de que tal vez en algún momento algo cambie para mejor. Mientras tanto con su sonrisa angelical, con sus buenos modales y con sus bonitas producciones fotográficas, Martín el candidato oficialista, ayer, sin inmutarse con su respuesta… nos mató a todos un poquito.